Óscar Puente ha hecho del mal gesto un arte. No es ministro de Transportes, dicen algunos en Castilla y León, sino de arrugar ceños y repartir enfados. Cada comparecencia suya es casi una función teatral: cejas arqueadas, mirada cortante, tono airado. Y, si hay que rematar, un gesto con la mano que recuerda más a un regaño de maestro que a la paciencia de un político.Lo curioso es que esa forma de estar, tan de ‘yo mando aquí’ se refleja también en su mapa de proyectos. Castilla y León, tierra de promesas ferroviarias eternas, lleva meses esperando avances que nunca llegan. Puente no los para oficialmente, claro está. Simplemente, los congela, como quien deja un plato en el congelador hasta que caduque.Ahí está el soterramiento de Valladolid, el sueño urbanístico que lleva décadas en boca de todos. Puente, con su ironía característica, ha decidido que es «técnicamente imposible». El resultado: estaciones en superficie, alcaldes cabreados y ciudadanos resignados. Salamanca tampoco se libra: horarios imposibles, trenes que no cuadran y la sospecha de que los planes ministeriales son más un sudoku que un proyecto serio. En Soria, la alta velocidad es poco más que un rumor de sobremesa; cada estudio anunciado parece un chiste malo contado siempre en diferido. Por no hablar del abandono de autovías y ferrocarriles en la cara oeste de León.Claro que Puente tiene su estilo. No bloquea proyectos por falta de dinero, faltaría más, sino por pura convicción. Y si un alcalde osa llevarle la contraria la respuesta es inmediata: un enfado en directo, un portazo verbal y el recordatorio de que «las cosas son como son». Así, algunos ya lo ven más como un ministro vengativo que como un gestor: si protestas, se congela la obra; si callas, quizá tengas suerte de ver un powerpoint con plazos de ciencia ficción.En el fondo, Óscar Puente es consecuente: mal carácter en el gesto, mal carácter en la gestión. Sus defensores dicen que al menos es claro. Sus detractores, que con tanto enfado lo único que se mueve en Castilla y León son las cejas del ministro. ¿Y a usted, no le ha bloqueado en la red X? Óscar Puente ha hecho del mal gesto un arte. No es ministro de Transportes, dicen algunos en Castilla y León, sino de arrugar ceños y repartir enfados. Cada comparecencia suya es casi una función teatral: cejas arqueadas, mirada cortante, tono airado. Y, si hay que rematar, un gesto con la mano que recuerda más a un regaño de maestro que a la paciencia de un político.Lo curioso es que esa forma de estar, tan de ‘yo mando aquí’ se refleja también en su mapa de proyectos. Castilla y León, tierra de promesas ferroviarias eternas, lleva meses esperando avances que nunca llegan. Puente no los para oficialmente, claro está. Simplemente, los congela, como quien deja un plato en el congelador hasta que caduque.Ahí está el soterramiento de Valladolid, el sueño urbanístico que lleva décadas en boca de todos. Puente, con su ironía característica, ha decidido que es «técnicamente imposible». El resultado: estaciones en superficie, alcaldes cabreados y ciudadanos resignados. Salamanca tampoco se libra: horarios imposibles, trenes que no cuadran y la sospecha de que los planes ministeriales son más un sudoku que un proyecto serio. En Soria, la alta velocidad es poco más que un rumor de sobremesa; cada estudio anunciado parece un chiste malo contado siempre en diferido. Por no hablar del abandono de autovías y ferrocarriles en la cara oeste de León.Claro que Puente tiene su estilo. No bloquea proyectos por falta de dinero, faltaría más, sino por pura convicción. Y si un alcalde osa llevarle la contraria la respuesta es inmediata: un enfado en directo, un portazo verbal y el recordatorio de que «las cosas son como son». Así, algunos ya lo ven más como un ministro vengativo que como un gestor: si protestas, se congela la obra; si callas, quizá tengas suerte de ver un powerpoint con plazos de ciencia ficción.En el fondo, Óscar Puente es consecuente: mal carácter en el gesto, mal carácter en la gestión. Sus defensores dicen que al menos es claro. Sus detractores, que con tanto enfado lo único que se mueve en Castilla y León son las cejas del ministro. ¿Y a usted, no le ha bloqueado en la red X?
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