El debutante Martín Mauregui reversiona con la complicidad estelar de la actriz algo parecido a un cruce entre ¿Qué fue de Baby Jane? y La muerte y la doncella Leer El debutante Martín Mauregui reversiona con la complicidad estelar de la actriz algo parecido a un cruce entre ¿Qué fue de Baby Jane? y La muerte y la doncella Leer
Tiempo atrás –cosas de la misoginia, el edadismo y otros accidentes del capitalismo segregador– Hollywood y alrededores encontraron un espacio en el que sacar aún rendimiento (ese era el lenguaje empleado) a sus estrellas ya caducadas (otra vez). Siempre mujeres, claro. De repente, las figuras que no encontraban trabajo por «demasiado poco jóvenes» pasaron a ofrecer su vejez en sacrificio. ¿Qué fue de Baby Jane?, de Robert Aldrich y con las estelares Bette Davis y Joane Crawford como protagonistas, se convirtió casi de forma involuntaria en el patrón oro de un subgénero que básicamente consistía en vender (o explotar, mejor) lo siniestro de ser viejo en una sociedad obsesionada con la juventud. A este tipo de cine se le llamó «de vieja bruja» (en inglés Hagsploitation), dejando claro desde su propio enunciado lo salvajemente cruel del asunto. Sin embargo, y con el correr del tiempo, lo que primero fue más un síntoma de lo mal que estamos acabó por convertirse por derecho propio en una excusa más que brillante para denunciar, efectivamente, lo mal que estamos.
La sombra de este género es alargadas y una línea no tan delgada une la obra maestra de Aldrich de 1962 con Misery, de Rob Reiner, con Hereditary, de Ari Aster, y, por fin, con Vieja loca, del debutante Martín Mauregui. A todas ellas le une la ironía, la falta de escrúpulos y una mujer protagonista tan divertidamente cruel que acaba por hacer daño. A sus ochenta años, Carmen Maura demuestra ser así una digna y muy gamberra heredera de Davis, de Crawford y hasta de Kathy Bates.
Para situarnos, la película cuenta el encierro pasados los años de una víctima con el que fue su verdugo. Sí, se antoja imposible no pensar en La muerte y la doncella de Roman Polanski. Maura da vida a un mujer humillada, maltratada, abusada y violada por su marido que, ya en la vejez, decide cobrarse venganza. Todo muy razonable. El problema es cómo lo hace y, lo más grave, con quién. Nuestra heroína ha perdido ligeramente el oremus y confunde a las personas (pobre Daniel Hendler); un problema que, a la hora de agredir a alguien en concreto, lo complica todo mucho.
Sobre este presupuesto, Mauregui construye una disfuncional metáfora gótica con todas las virtudes y defectos de una ópera prima. El director quiere contarlo todo y casi todo a la vez. Y su desesperada voluntad de no dejarse nada, hace que Vieja loca sea por momentos cuento de terror, a veces comedia negra, cuando se relaja melodrama de espejos, relato de monstruos apenas un instante y siempre, eso sí, Carmen Maura. Carmen Maura no es solo una actriz, es un género cinematográfico en sí mismo. El problema es, en efecto, la falta de foco. La película juega a no dejarse atrapar, a escapar de las múltiples referencias cinéfilas que convoca y, en su empeño loable de escaparse todo intento de definición, acaba por despistar más que inquietar o sugerir, que es lo que pretende. El muy fallido final es, sin duda, la consecuencia y prueba de lo que pudo ser y no fue.
Sea como sea, queda Maura y sus perfectos 80 años recién cumplidos. Y los que vendrán.
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Director: Martín Mauregui. Intérpretes: Daniel Hendler, Carmen Maura, Olivia Nuss. Duración: 94 minutos. Nacionalidad: España.
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