¿Qué es la libertad para mí?». Con esa pregunta comenzaba una mañana de confesiones en la cárcel de Estremera. Unas horas dedicadas al deporte, la música y la reflexión sobre diversos temas, entre ellos, la propia libertad, los mensajes que le mandarían a sus familiares y los prejuicios que la sociedad puede tener sobre las personas que allí se encuentran . 1.300 internos entre mujeres y hombres, casi 30 de estos últimos pertenecen al equipo de rugby Madiba y son ellos los que se han abierto para contar sus experiencias allí dentro.«Cada cabeza es un mundo, pero pensar me ha hecho más libre»; «si no piensas que estás preso, eres libre»; «la libertad no es nada, siempre estamos reprimidos por algo, aquí y en la calle». Conclusiones a las que llegan los presos de todas las nacionalidades, edades, religiones y delitos ante un grupo de voluntarios que comparten con ellos su tiempo libre. Los chicos del equipo se abrieron en una actividad organizada por las fundaciones Invictus –quienes trabajan todas las semanas con los jugadores–, Bosco Arts –espacio multicultural de Bosco Films– y Muy Humanos –plataforma musical que busca conectar con la humanidad a través de canciones con letras profundas–.En esta práctica ideada por Agustín Calvo y Lucía Gutierrez, fundadores de Muy Humanos en Uruguay, se les concedió este espacio a los presos para que pudiesen expresarse y que músicos, presentes y de todo el mundo, puedan usar sus reflexiones como motor para futuros temas; sin quedarse en la superficialidad que actualmente tienen muchas canciones. Los uruguayos explican que ven en su proyecto la posibilidad de «aprovechar el bien que tiene la música para transmitir historias». Isabel Muñoz era una de las cantantes que dedicó parte de su sábado a adentrarse en Estremera. La joven compositora se dedicó a impregnarse de la energía del ambiente: «No tomo notas porque no quiero estar como en un zoológico». Noticia Relacionada estandar No El salario que cobra un preso por estar en la cárcel en España Jorge HerreroUna sensación, esa de estar para las personas, para escucharlas y no juzgarlas, compartida por todos los voluntarios fue el sino de la mañana. Pero no son los únicos que quieren alzar la voz en favor de la reinserción. Los internos quieren dejar constancia de un reclamo que le hace a una sociedad que «tiene un punto de vista muy negativo» de ellos y de todos los seres humanos que están en prisión. Una petición a la que los funcionarios penitenciarios se suman y añaden que «cualquiera puede entrar a la cárcel en un momento dado, cometes un error y acabas aquí». Una realidad que muchas personas no quieren ver, pero es la que es en este tipo de centros donde no solo hay ladrones, traficantes y asesinos; uno de los módulos está destinado a trabajadores públicos que acaban internos en esta penitenciaría situada en la Comunidad de Madrid. Conversaciones que fluyen mientras Fernando de Fuentes, fundador de Invictus, entrena con los chicos y los voluntarios que se han unido al calentamiento. Los internos que no pueden jugar hablan de su gente más cercana: «La cárcel no es dura, lo duro es el tiempo perdido sin tu familia». Explican, además, la profundidad de las amistades que se forman entre esas cuatro paredes: «Aquí nos encontramos, aquí nos queremos»; y reflexionan sobre ideas más filosóficas: «La libertad está en mi mente, es metafísica». Carlos, el cuba, el chino o Tino son estos hombres que, por unas razones u otras, se encuentran privados de libertad, una reclusión que no les impide pensar. Y es que para casi todos los presentes, lo más importante que tienen allí dentro es su mente, ese lugar donde encuentran un refugio.Guerra es uno de estos internos que, por problemas musculares, se ha alejado momentáneamente de la cancha. Un hombre de Gran Canaria que se rompe, tiembla y llora al pensar en aquellas preguntas que se le han presentado y en las decisiones que le llevaron a estar en prisión. El canario afirma sentir todos los días la ausencia de libertad, hasta el punto de que al intentar explicarlo compara su situación con la pérdida de salud cuando uno enferma: «Es algo que se entiende cuando lo has vivido». El preso pide perdón a sus familiares. Cuenta que no solo es él el que está pagando las consecuencias de sus hechos y cree que la sociedad tendría que «evolucionar un poco más» para comprender la situación de los que allí se encuentran.Cultura en la cárcelAdemás del deporte, los presos encuentran un poco de libertad en la cultura. Una rama que libera las mentes de quienes se sumergen en ella. No son muchas las opciones que poseen, pero sí son variadas. La música solo pueden escucharla con reproductores de CD, tienen televisiones públicas y privadas en las celdas, y la lectura se convierte en la mayor ventana para respirar y viajar fuera de los muros de Estremera. Los funcionarios penitenciarios hablan de una biblioteca por módulo, una general y la posibilidad de comprar libros que luego les hacen llegar. El módulo 10 cuenta con un grupo de músicos: presos que se han juntado y que, de vez en cuando, dan conciertos para sus compañeros. Espectáculos que también llegan desde el exterior con propuestas de ONGs y fundaciones. Una variedad que otorga momentos de desconexión.Reinserción laboral y social«Nosotros trabajamos para que estos hombres privados de libertad puedan tener una nueva oportunidad», explica Fernando de Fuentes a ABC. Las labores de la fundación Invictus van más allá de jugar partidos de rugby. Ellos están convencidos de que, aunque tienen un límite, su trabajo puede ayudar a los presos. No solo cuando han cumplido la condena, antes de salir ya son visibles los resultados; consiguen que algunos jugadores cambien de módulo, de uno más agresivo a otro menos violento. Además, se disciplinan en el campo y en su día a día. La reinserción laboral es más compleja, pero cuentan con acuerdos de empresas que, según el perfil, ofrecen a estas personas un trabajo. «Alguno puede salir del centro un miércoles y el jueves estar trabajando de repartidor, no todo el mundo puede decir lo mismo», confirma de Fuentes. También les hacen seguimientos y les inscriben en equipos de rugby para que no pierdan el contacto con este deporte que les ha dado tanto. Una salida que ayuda, reinserta y da vida a personas que buscan una nueva vida. ¿Qué es la libertad para mí?». Con esa pregunta comenzaba una mañana de confesiones en la cárcel de Estremera. Unas horas dedicadas al deporte, la música y la reflexión sobre diversos temas, entre ellos, la propia libertad, los mensajes que le mandarían a sus familiares y los prejuicios que la sociedad puede tener sobre las personas que allí se encuentran . 1.300 internos entre mujeres y hombres, casi 30 de estos últimos pertenecen al equipo de rugby Madiba y son ellos los que se han abierto para contar sus experiencias allí dentro.«Cada cabeza es un mundo, pero pensar me ha hecho más libre»; «si no piensas que estás preso, eres libre»; «la libertad no es nada, siempre estamos reprimidos por algo, aquí y en la calle». Conclusiones a las que llegan los presos de todas las nacionalidades, edades, religiones y delitos ante un grupo de voluntarios que comparten con ellos su tiempo libre. Los chicos del equipo se abrieron en una actividad organizada por las fundaciones Invictus –quienes trabajan todas las semanas con los jugadores–, Bosco Arts –espacio multicultural de Bosco Films– y Muy Humanos –plataforma musical que busca conectar con la humanidad a través de canciones con letras profundas–.En esta práctica ideada por Agustín Calvo y Lucía Gutierrez, fundadores de Muy Humanos en Uruguay, se les concedió este espacio a los presos para que pudiesen expresarse y que músicos, presentes y de todo el mundo, puedan usar sus reflexiones como motor para futuros temas; sin quedarse en la superficialidad que actualmente tienen muchas canciones. Los uruguayos explican que ven en su proyecto la posibilidad de «aprovechar el bien que tiene la música para transmitir historias». Isabel Muñoz era una de las cantantes que dedicó parte de su sábado a adentrarse en Estremera. La joven compositora se dedicó a impregnarse de la energía del ambiente: «No tomo notas porque no quiero estar como en un zoológico». Noticia Relacionada estandar No El salario que cobra un preso por estar en la cárcel en España Jorge HerreroUna sensación, esa de estar para las personas, para escucharlas y no juzgarlas, compartida por todos los voluntarios fue el sino de la mañana. Pero no son los únicos que quieren alzar la voz en favor de la reinserción. Los internos quieren dejar constancia de un reclamo que le hace a una sociedad que «tiene un punto de vista muy negativo» de ellos y de todos los seres humanos que están en prisión. Una petición a la que los funcionarios penitenciarios se suman y añaden que «cualquiera puede entrar a la cárcel en un momento dado, cometes un error y acabas aquí». Una realidad que muchas personas no quieren ver, pero es la que es en este tipo de centros donde no solo hay ladrones, traficantes y asesinos; uno de los módulos está destinado a trabajadores públicos que acaban internos en esta penitenciaría situada en la Comunidad de Madrid. Conversaciones que fluyen mientras Fernando de Fuentes, fundador de Invictus, entrena con los chicos y los voluntarios que se han unido al calentamiento. Los internos que no pueden jugar hablan de su gente más cercana: «La cárcel no es dura, lo duro es el tiempo perdido sin tu familia». Explican, además, la profundidad de las amistades que se forman entre esas cuatro paredes: «Aquí nos encontramos, aquí nos queremos»; y reflexionan sobre ideas más filosóficas: «La libertad está en mi mente, es metafísica». Carlos, el cuba, el chino o Tino son estos hombres que, por unas razones u otras, se encuentran privados de libertad, una reclusión que no les impide pensar. Y es que para casi todos los presentes, lo más importante que tienen allí dentro es su mente, ese lugar donde encuentran un refugio.Guerra es uno de estos internos que, por problemas musculares, se ha alejado momentáneamente de la cancha. Un hombre de Gran Canaria que se rompe, tiembla y llora al pensar en aquellas preguntas que se le han presentado y en las decisiones que le llevaron a estar en prisión. El canario afirma sentir todos los días la ausencia de libertad, hasta el punto de que al intentar explicarlo compara su situación con la pérdida de salud cuando uno enferma: «Es algo que se entiende cuando lo has vivido». El preso pide perdón a sus familiares. Cuenta que no solo es él el que está pagando las consecuencias de sus hechos y cree que la sociedad tendría que «evolucionar un poco más» para comprender la situación de los que allí se encuentran.Cultura en la cárcelAdemás del deporte, los presos encuentran un poco de libertad en la cultura. Una rama que libera las mentes de quienes se sumergen en ella. No son muchas las opciones que poseen, pero sí son variadas. La música solo pueden escucharla con reproductores de CD, tienen televisiones públicas y privadas en las celdas, y la lectura se convierte en la mayor ventana para respirar y viajar fuera de los muros de Estremera. Los funcionarios penitenciarios hablan de una biblioteca por módulo, una general y la posibilidad de comprar libros que luego les hacen llegar. El módulo 10 cuenta con un grupo de músicos: presos que se han juntado y que, de vez en cuando, dan conciertos para sus compañeros. Espectáculos que también llegan desde el exterior con propuestas de ONGs y fundaciones. Una variedad que otorga momentos de desconexión.Reinserción laboral y social«Nosotros trabajamos para que estos hombres privados de libertad puedan tener una nueva oportunidad», explica Fernando de Fuentes a ABC. Las labores de la fundación Invictus van más allá de jugar partidos de rugby. Ellos están convencidos de que, aunque tienen un límite, su trabajo puede ayudar a los presos. No solo cuando han cumplido la condena, antes de salir ya son visibles los resultados; consiguen que algunos jugadores cambien de módulo, de uno más agresivo a otro menos violento. Además, se disciplinan en el campo y en su día a día. La reinserción laboral es más compleja, pero cuentan con acuerdos de empresas que, según el perfil, ofrecen a estas personas un trabajo. «Alguno puede salir del centro un miércoles y el jueves estar trabajando de repartidor, no todo el mundo puede decir lo mismo», confirma de Fuentes. También les hacen seguimientos y les inscriben en equipos de rugby para que no pierdan el contacto con este deporte que les ha dado tanto. Una salida que ayuda, reinserta y da vida a personas que buscan una nueva vida.
¿Qué es la libertad para mí?». Con esa pregunta comenzaba una mañana de confesiones en la cárcel de Estremera. Unas horas dedicadas al deporte, la música y la reflexión sobre diversos temas, entre ellos, la propia libertad, los mensajes que le mandarían a sus … familiares y los prejuicios que la sociedad puede tener sobre las personas que allí se encuentran. 1.300 internos entre mujeres y hombres, casi 30 de estos últimos pertenecen al equipo de rugby Madiba y son ellos los que se han abierto para contar sus experiencias allí dentro.
«Cada cabeza es un mundo, pero pensar me ha hecho más libre»; «si no piensas que estás preso, eres libre»; «la libertad no es nada, siempre estamos reprimidos por algo, aquí y en la calle». Conclusiones a las que llegan los presos de todas las nacionalidades, edades, religiones y delitos ante un grupo de voluntarios que comparten con ellos su tiempo libre. Los chicos del equipo se abrieron en una actividad organizada por las fundaciones Invictus –quienes trabajan todas las semanas con los jugadores–, Bosco Arts –espacio multicultural de Bosco Films– y Muy Humanos –plataforma musical que busca conectar con la humanidad a través de canciones con letras profundas–.
En esta práctica ideada por Agustín Calvo y Lucía Gutierrez, fundadores de Muy Humanos en Uruguay, se les concedió este espacio a los presos para que pudiesen expresarse y que músicos, presentes y de todo el mundo, puedan usar sus reflexiones como motor para futuros temas; sin quedarse en la superficialidad que actualmente tienen muchas canciones. Los uruguayos explican que ven en su proyecto la posibilidad de «aprovechar el bien que tiene la música para transmitir historias». Isabel Muñoz era una de las cantantes que dedicó parte de su sábado a adentrarse en Estremera. La joven compositora se dedicó a impregnarse de la energía del ambiente: «No tomo notas porque no quiero estar como en un zoológico».
Una sensación, esa de estar para las personas, para escucharlas y no juzgarlas, compartida por todos los voluntarios fue el sino de la mañana. Pero no son los únicos que quieren alzar la voz en favor de la reinserción. Los internos quieren dejar constancia de un reclamo que le hace a una sociedad que «tiene un punto de vista muy negativo» de ellos y de todos los seres humanos que están en prisión. Una petición a la que los funcionarios penitenciarios se suman y añaden que «cualquiera puede entrar a la cárcel en un momento dado, cometes un error y acabas aquí». Una realidad que muchas personas no quieren ver, pero es la que es en este tipo de centros donde no solo hay ladrones, traficantes y asesinos; uno de los módulos está destinado a trabajadores públicos que acaban internos en esta penitenciaría situada en la Comunidad de Madrid.
Conversaciones que fluyen mientras Fernando de Fuentes, fundador de Invictus, entrena con los chicos y los voluntarios que se han unido al calentamiento. Los internos que no pueden jugar hablan de su gente más cercana: «La cárcel no es dura, lo duro es el tiempo perdido sin tu familia». Explican, además, la profundidad de las amistades que se forman entre esas cuatro paredes: «Aquí nos encontramos, aquí nos queremos»; y reflexionan sobre ideas más filosóficas: «La libertad está en mi mente, es metafísica». Carlos, el cuba, el chino o Tino son estos hombres que, por unas razones u otras, se encuentran privados de libertad, una reclusión que no les impide pensar. Y es que para casi todos los presentes, lo más importante que tienen allí dentro es su mente, ese lugar donde encuentran un refugio.
Guerra es uno de estos internos que, por problemas musculares, se ha alejado momentáneamente de la cancha. Un hombre de Gran Canaria que se rompe, tiembla y llora al pensar en aquellas preguntas que se le han presentado y en las decisiones que le llevaron a estar en prisión. El canario afirma sentir todos los días la ausencia de libertad, hasta el punto de que al intentar explicarlo compara su situación con la pérdida de salud cuando uno enferma: «Es algo que se entiende cuando lo has vivido». El preso pide perdón a sus familiares. Cuenta que no solo es él el que está pagando las consecuencias de sus hechos y cree que la sociedad tendría que «evolucionar un poco más» para comprender la situación de los que allí se encuentran.
Cultura en la cárcel
Además del deporte, los presos encuentran un poco de libertad en la cultura. Una rama que libera las mentes de quienes se sumergen en ella. No son muchas las opciones que poseen, pero sí son variadas. La música solo pueden escucharla con reproductores de CD, tienen televisiones públicas y privadas en las celdas, y la lectura se convierte en la mayor ventana para respirar y viajar fuera de los muros de Estremera. Los funcionarios penitenciarios hablan de una biblioteca por módulo, una general y la posibilidad de comprar libros que luego les hacen llegar.
El módulo 10 cuenta con un grupo de músicos: presos que se han juntado y que, de vez en cuando, dan conciertos para sus compañeros. Espectáculos que también llegan desde el exterior con propuestas de ONGs y fundaciones. Una variedad que otorga momentos de desconexión.
Reinserción laboral y social
«Nosotros trabajamos para que estos hombres privados de libertad puedan tener una nueva oportunidad», explica Fernando de Fuentes a ABC. Las labores de la fundación Invictus van más allá de jugar partidos de rugby. Ellos están convencidos de que, aunque tienen un límite, su trabajo puede ayudar a los presos. No solo cuando han cumplido la condena, antes de salir ya son visibles los resultados; consiguen que algunos jugadores cambien de módulo, de uno más agresivo a otro menos violento. Además, se disciplinan en el campo y en su día a día.
La reinserción laboral es más compleja, pero cuentan con acuerdos de empresas que, según el perfil, ofrecen a estas personas un trabajo. «Alguno puede salir del centro un miércoles y el jueves estar trabajando de repartidor, no todo el mundo puede decir lo mismo», confirma de Fuentes. También les hacen seguimientos y les inscriben en equipos de rugby para que no pierdan el contacto con este deporte que les ha dado tanto. Una salida que ayuda, reinserta y da vida a personas que buscan una nueva vida.
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