Pedro Sánchez repite que agotará el mandato, que la legislatura durará hasta 2027 y que volverá a presentarse a las próximas elecciones. La única certeza que se cierne sobre estos tres vaticinios es que el presidente del Gobierno no puede decir nada diferente. Introducir cualquier matiz o titubeo sobre la hoja de ruta prevista proyectaría debilidad y un cuestionamiento interno de su liderazgo que se afana en cerrar desde que volviera de sus cinco días de reflexión en 2024. Sin embargo, aunque resistir dos años más es el objetivo a alcanzar –con permiso de la agenda judicial–, fuentes gubernamentales consultadas por ABC reconocen que Sánchez podría adelantar las elecciones si encontrase una «ventana de oportunidad» que dibujase un horizonte propicio para la convocatoria en 2026. La maniobra entraña numerosos riesgos políticos. El principal, que en la Moncloa asumen que, llegado ese momento, irremediablemente perderían el poder, porque la suma de las derechas se impone claramente a la de las izquierdas, pero la clave no la ubican tanto en el corto, como en el medio plazo.Noticia Relacionada estandar Si Podemos salva a Sánchez: convalida el embargo a Israel y aprueba la Ley de Movilidad Sostenible Juan Casillas Bayo y Patricia RomeroEn el Gobierno tienen encuestas que les sitúan en el entorno del 30% de los votos. Esto supondría un «hito» en sí mismo, porque significaría que, después de ocho años en el Gobierno, Sánchez abandonaría el poder manteniendo el grueso de los apoyos que le llevaron a la Moncloa sin registrar «ningún desgaste» y «sin perder ni un solo voto», teorizan. En su entorno hacen esta comparación con el resto de países de la escena europea y elevan el tiro, asegurando que en un contexto de contienda electoral tendrían, incluso, la capacidad de movilizar a su electorado. «Lo que dicen todas las encuestas es que tenemos margen para activar a un porcentaje importante de votantes que hoy no están enchufados», aseguran las fuentes socialistas consultadas por este diario. Este porcentaje se cifra en un dos o un tres por ciento –llegar al 35% sería una quimera–, pero podría ser suficiente para ser primera fuerza, según sus cálculos. Es su escenario ideal. Que pueda llegar a materializarse, o no, no depende tanto de los esfuerzos del PSOE, sino de la pujanza del PP en las urnas. La mejor ocasión para Sánchez pasa irremediablemente por elegir el momento más inoportuno para Alberto Núñez Feijóo . Un componente decisivo para pulsar el botón nuclear será hacerlo en el contexto de mayor debilidad para el jefe de la oposición. Para ello, desde el Gobierno se ha desplegado una campaña que consiste en forzar o alimentar debates divisivos –Gaza, aborto, Franco…– de manera que se polarice al extremo la conversación pública, desgastando a Feijóo y aupando a Vox hasta porcentajes de voto que podrían rozar el 20 por ciento. Solo con que la formación de Santiago Abascal se ubicase en la horquilla del 17 o el 18 por ciento podría entrar en las provincias decisivas, las que reparten entre tres y cinco escaños, haciéndole un importante agujero a los populares, como ya ocurriera con Albert Rivera. La carta de la división en la derecha Sánchez la juega a la perfección, es la lógica que aplicó en 2019, cuando adelantó las elecciones con la ‘foto de Colón’ –el hermanamiento del PP, Ciudadanos y Vox– vivo en la retina de los españoles. En la Moncloa asumen que perderán el poder, pero, con un PP en manos de Abascal, creen que la legislatura será cortaEn 2023 también activó la ‘alerta antifascista’ para movilizar a la izquierda ante el riesgo de que la ultraderecha tocase poder –tras materializarse los pactos autonómicos y municipales– y, ahora, asumida la pérdida del Gobierno, se buscaría un escenario de ingobernabilidad. Un PP debilitado que necesitaría irremediablemente a Vox dibuja, según los estrategas monclovitas, una legislatura corta. «No podrían gobernar mucho tiempo, dos años a lo sumo», señalan, porque creen que a Vox no le interesará apuntalar a los populares, sino minar su posición con el objetivo de llegar a superarlos en una nueva cita electoral. Esto volvería a acercar las urnas. Pero, ¿por qué forzaría Sánchez un adelanto electoral si esto supondría perder el poder? En la Moncloa ya han asumido que están en tiempo de descuento, porque ni siquiera en 2027 darían los números por la izquierda. No hay ni habrá suma posible ante la imposibilidad de «reordenar» ese espacio, inmerso en una lucha fratricida sin cuartel. Por ello, en el PSOE lo que priman es proteger su posición. A un PP debilitado por la derecha, se suma la incomparecencia de una izquierda alternativa. En el panorama actual, el PSOE mantendría la hegemonía de su espacio ideológico. Una hegemonía que no hace tanto estuvo amenazada y que ahora le garantiza algunos años de estabilidad sin necesidad de mirar por el retrovisor. «Nosotros tenemos el monopolio, sin oposición a la izquierda», aseguran, recordando que durante el tiempo que les lleve reconstruirse, los socialistas disfrutarán de una posición de fuerza que piensan explotar. Además, las fuentes consultadas revelan que en los cualitativos que manejan sobre el presidente del Gobierno, su índice de valoración –con subidas y bajadas, que se corresponden, por ejemplo, con lo más duro del caso Cerdán– se sitúa por encima de los porcentajes que manejaban González, Aznar y Rajoy en el mismo punto del mandato.Coartada presupuestariaLos socios de la mayoría de la investidura recelan de que Sánchez pueda utilizar el fracaso de los Presupuestos como una coartada para adelantar las elecciones. Existe el precedente de 2019, cuando el presidente ya se valió del veto de ERC a las cuentas para anticipar la cita con las urnas a conveniencia. El PP hurga en la herida de los presupuestos La diputada Cuca Gamarra ironizó este sábado con la celebración del Gobierno por sacar adelante dos votaciones que parecía tener perdidas , el real decreto ley para aplicar un embargo de armas a Israel y la Ley de Movilidad Sostenible, y recordó que continúa, por tercer año consecutivo, sin presentar siquiera los presupuestos generales del Estado (PGE). Tras haber perdido seis votaciones en el primer mes del curso político, el ministro Félix Bolaños sacó pecho del elevado porcentaje de victorias que cosechan en el Congreso, superior al noventa por ciento. En una entrevista en RNE, Gamarra tachó ese entusiasmo de «anomalía absoluta». «Esto es un ejercicio de resistencia», zanjó la ex secretaria general del PP.En la Moncloa descartan que un fracaso en la votación presupuestaria pueda tener tal consecuencia, pero tampoco adelantan escenarios. Que la Cámara Baja tumbe la norma principal de un Ejecutivo no puede no tener consecuencias, consideran algunas fuentes, pero esta vez el Gobierno parece decidido a presentarlas cueste lo que cueste. Cualquier previsión, no obstante, no puede desligarse del horizonte judicial del entorno del presidente. Desde la Moncloa llevan meses alimentando la teoría del ‘lawfare’ para desacreditar la instrucción judicial del juez Juan Carlos Peinado y promover un cuestionamiento global de la causa. Pedro Sánchez repite que agotará el mandato, que la legislatura durará hasta 2027 y que volverá a presentarse a las próximas elecciones. La única certeza que se cierne sobre estos tres vaticinios es que el presidente del Gobierno no puede decir nada diferente. Introducir cualquier matiz o titubeo sobre la hoja de ruta prevista proyectaría debilidad y un cuestionamiento interno de su liderazgo que se afana en cerrar desde que volviera de sus cinco días de reflexión en 2024. Sin embargo, aunque resistir dos años más es el objetivo a alcanzar –con permiso de la agenda judicial–, fuentes gubernamentales consultadas por ABC reconocen que Sánchez podría adelantar las elecciones si encontrase una «ventana de oportunidad» que dibujase un horizonte propicio para la convocatoria en 2026. La maniobra entraña numerosos riesgos políticos. El principal, que en la Moncloa asumen que, llegado ese momento, irremediablemente perderían el poder, porque la suma de las derechas se impone claramente a la de las izquierdas, pero la clave no la ubican tanto en el corto, como en el medio plazo.Noticia Relacionada estandar Si Podemos salva a Sánchez: convalida el embargo a Israel y aprueba la Ley de Movilidad Sostenible Juan Casillas Bayo y Patricia RomeroEn el Gobierno tienen encuestas que les sitúan en el entorno del 30% de los votos. Esto supondría un «hito» en sí mismo, porque significaría que, después de ocho años en el Gobierno, Sánchez abandonaría el poder manteniendo el grueso de los apoyos que le llevaron a la Moncloa sin registrar «ningún desgaste» y «sin perder ni un solo voto», teorizan. En su entorno hacen esta comparación con el resto de países de la escena europea y elevan el tiro, asegurando que en un contexto de contienda electoral tendrían, incluso, la capacidad de movilizar a su electorado. «Lo que dicen todas las encuestas es que tenemos margen para activar a un porcentaje importante de votantes que hoy no están enchufados», aseguran las fuentes socialistas consultadas por este diario. Este porcentaje se cifra en un dos o un tres por ciento –llegar al 35% sería una quimera–, pero podría ser suficiente para ser primera fuerza, según sus cálculos. Es su escenario ideal. Que pueda llegar a materializarse, o no, no depende tanto de los esfuerzos del PSOE, sino de la pujanza del PP en las urnas. La mejor ocasión para Sánchez pasa irremediablemente por elegir el momento más inoportuno para Alberto Núñez Feijóo . Un componente decisivo para pulsar el botón nuclear será hacerlo en el contexto de mayor debilidad para el jefe de la oposición. Para ello, desde el Gobierno se ha desplegado una campaña que consiste en forzar o alimentar debates divisivos –Gaza, aborto, Franco…– de manera que se polarice al extremo la conversación pública, desgastando a Feijóo y aupando a Vox hasta porcentajes de voto que podrían rozar el 20 por ciento. Solo con que la formación de Santiago Abascal se ubicase en la horquilla del 17 o el 18 por ciento podría entrar en las provincias decisivas, las que reparten entre tres y cinco escaños, haciéndole un importante agujero a los populares, como ya ocurriera con Albert Rivera. La carta de la división en la derecha Sánchez la juega a la perfección, es la lógica que aplicó en 2019, cuando adelantó las elecciones con la ‘foto de Colón’ –el hermanamiento del PP, Ciudadanos y Vox– vivo en la retina de los españoles. En la Moncloa asumen que perderán el poder, pero, con un PP en manos de Abascal, creen que la legislatura será cortaEn 2023 también activó la ‘alerta antifascista’ para movilizar a la izquierda ante el riesgo de que la ultraderecha tocase poder –tras materializarse los pactos autonómicos y municipales– y, ahora, asumida la pérdida del Gobierno, se buscaría un escenario de ingobernabilidad. Un PP debilitado que necesitaría irremediablemente a Vox dibuja, según los estrategas monclovitas, una legislatura corta. «No podrían gobernar mucho tiempo, dos años a lo sumo», señalan, porque creen que a Vox no le interesará apuntalar a los populares, sino minar su posición con el objetivo de llegar a superarlos en una nueva cita electoral. Esto volvería a acercar las urnas. Pero, ¿por qué forzaría Sánchez un adelanto electoral si esto supondría perder el poder? En la Moncloa ya han asumido que están en tiempo de descuento, porque ni siquiera en 2027 darían los números por la izquierda. No hay ni habrá suma posible ante la imposibilidad de «reordenar» ese espacio, inmerso en una lucha fratricida sin cuartel. Por ello, en el PSOE lo que priman es proteger su posición. A un PP debilitado por la derecha, se suma la incomparecencia de una izquierda alternativa. En el panorama actual, el PSOE mantendría la hegemonía de su espacio ideológico. Una hegemonía que no hace tanto estuvo amenazada y que ahora le garantiza algunos años de estabilidad sin necesidad de mirar por el retrovisor. «Nosotros tenemos el monopolio, sin oposición a la izquierda», aseguran, recordando que durante el tiempo que les lleve reconstruirse, los socialistas disfrutarán de una posición de fuerza que piensan explotar. Además, las fuentes consultadas revelan que en los cualitativos que manejan sobre el presidente del Gobierno, su índice de valoración –con subidas y bajadas, que se corresponden, por ejemplo, con lo más duro del caso Cerdán– se sitúa por encima de los porcentajes que manejaban González, Aznar y Rajoy en el mismo punto del mandato.Coartada presupuestariaLos socios de la mayoría de la investidura recelan de que Sánchez pueda utilizar el fracaso de los Presupuestos como una coartada para adelantar las elecciones. Existe el precedente de 2019, cuando el presidente ya se valió del veto de ERC a las cuentas para anticipar la cita con las urnas a conveniencia. El PP hurga en la herida de los presupuestos La diputada Cuca Gamarra ironizó este sábado con la celebración del Gobierno por sacar adelante dos votaciones que parecía tener perdidas , el real decreto ley para aplicar un embargo de armas a Israel y la Ley de Movilidad Sostenible, y recordó que continúa, por tercer año consecutivo, sin presentar siquiera los presupuestos generales del Estado (PGE). Tras haber perdido seis votaciones en el primer mes del curso político, el ministro Félix Bolaños sacó pecho del elevado porcentaje de victorias que cosechan en el Congreso, superior al noventa por ciento. En una entrevista en RNE, Gamarra tachó ese entusiasmo de «anomalía absoluta». «Esto es un ejercicio de resistencia», zanjó la ex secretaria general del PP.En la Moncloa descartan que un fracaso en la votación presupuestaria pueda tener tal consecuencia, pero tampoco adelantan escenarios. Que la Cámara Baja tumbe la norma principal de un Ejecutivo no puede no tener consecuencias, consideran algunas fuentes, pero esta vez el Gobierno parece decidido a presentarlas cueste lo que cueste. Cualquier previsión, no obstante, no puede desligarse del horizonte judicial del entorno del presidente. Desde la Moncloa llevan meses alimentando la teoría del ‘lawfare’ para desacreditar la instrucción judicial del juez Juan Carlos Peinado y promover un cuestionamiento global de la causa.
Pedro Sánchez repite que agotará el mandato, que la legislatura durará hasta 2027 y que volverá a presentarse a las próximas elecciones. La única certeza que se cierne sobre estos tres vaticinios es que el presidente del Gobierno no puede decir nada diferente. Introducir … cualquier matiz o titubeo sobre la hoja de ruta prevista proyectaría debilidad y un cuestionamiento interno de su liderazgo que se afana en cerrar desde que volviera de sus cinco días de reflexión en 2024.
Sin embargo, aunque resistir dos años más es el objetivo a alcanzar –con permiso de la agenda judicial–, fuentes gubernamentales consultadas por ABC reconocen que Sánchez podría adelantar las elecciones si encontrase una «ventana de oportunidad» que dibujase un horizonte propicio para la convocatoria en 2026.
La maniobra entraña numerosos riesgos políticos. El principal, que en la Moncloa asumen que, llegado ese momento, irremediablemente perderían el poder, porque la suma de las derechas se impone claramente a la de las izquierdas, pero la clave no la ubican tanto en el corto, como en el medio plazo.
En el Gobierno tienen encuestas que les sitúan en el entorno del 30% de los votos. Esto supondría un «hito» en sí mismo, porque significaría que, después de ocho años en el Gobierno, Sánchez abandonaría el poder manteniendo el grueso de los apoyos que le llevaron a la Moncloa sin registrar «ningún desgaste» y «sin perder ni un solo voto», teorizan.
En su entorno hacen esta comparación con el resto de países de la escena europea y elevan el tiro, asegurando que en un contexto de contienda electoral tendrían, incluso, la capacidad de movilizar a su electorado. «Lo que dicen todas las encuestas es que tenemos margen para activar a un porcentaje importante de votantes que hoy no están enchufados», aseguran las fuentes socialistas consultadas por este diario.
Este porcentaje se cifra en un dos o un tres por ciento –llegar al 35% sería una quimera–, pero podría ser suficiente para ser primera fuerza, según sus cálculos. Es su escenario ideal. Que pueda llegar a materializarse, o no, no depende tanto de los esfuerzos del PSOE, sino de la pujanza del PP en las urnas.
La mejor ocasión para Sánchez pasa irremediablemente por elegir el momento más inoportuno para Alberto Núñez Feijóo. Un componente decisivo para pulsar el botón nuclear será hacerlo en el contexto de mayor debilidad para el jefe de la oposición. Para ello, desde el Gobierno se ha desplegado una campaña que consiste en forzar o alimentar debates divisivos –Gaza, aborto, Franco…– de manera que se polarice al extremo la conversación pública, desgastando a Feijóo y aupando a Vox hasta porcentajes de voto que podrían rozar el 20 por ciento.
Solo con que la formación de Santiago Abascal se ubicase en la horquilla del 17 o el 18 por ciento podría entrar en las provincias decisivas, las que reparten entre tres y cinco escaños, haciéndole un importante agujero a los populares, como ya ocurriera con Albert Rivera. La carta de la división en la derecha Sánchez la juega a la perfección, es la lógica que aplicó en 2019, cuando adelantó las elecciones con la ‘foto de Colón’ –el hermanamiento del PP, Ciudadanos y Vox– vivo en la retina de los españoles.
En la Moncloa asumen que perderán el poder, pero, con un PP en manos de Abascal, creen que la legislatura será corta
En 2023 también activó la ‘alerta antifascista’ para movilizar a la izquierda ante el riesgo de que la ultraderecha tocase poder –tras materializarse los pactos autonómicos y municipales– y, ahora, asumida la pérdida del Gobierno, se buscaría un escenario de ingobernabilidad.
Un PP debilitado que necesitaría irremediablemente a Vox dibuja, según los estrategas monclovitas, una legislatura corta. «No podrían gobernar mucho tiempo, dos años a lo sumo», señalan, porque creen que a Vox no le interesará apuntalar a los populares, sino minar su posición con el objetivo de llegar a superarlos en una nueva cita electoral. Esto volvería a acercar las urnas.
Pero, ¿por qué forzaría Sánchez un adelanto electoral si esto supondría perder el poder? En la Moncloa ya han asumido que están en tiempo de descuento, porque ni siquiera en 2027 darían los números por la izquierda. No hay ni habrá suma posible ante la imposibilidad de «reordenar» ese espacio, inmerso en una lucha fratricida sin cuartel. Por ello, en el PSOE lo que priman es proteger su posición. A un PP debilitado por la derecha, se suma la incomparecencia de una izquierda alternativa.
En el panorama actual, el PSOE mantendría la hegemonía de su espacio ideológico. Una hegemonía que no hace tanto estuvo amenazada y que ahora le garantiza algunos años de estabilidad sin necesidad de mirar por el retrovisor. «Nosotros tenemos el monopolio, sin oposición a la izquierda», aseguran, recordando que durante el tiempo que les lleve reconstruirse, los socialistas disfrutarán de una posición de fuerza que piensan explotar.
Además, las fuentes consultadas revelan que en los cualitativos que manejan sobre el presidente del Gobierno, su índice de valoración –con subidas y bajadas, que se corresponden, por ejemplo, con lo más duro del caso Cerdán– se sitúa por encima de los porcentajes que manejaban González, Aznar y Rajoy en el mismo punto del mandato.
Coartada presupuestaria
Los socios de la mayoría de la investidura recelan de que Sánchez pueda utilizar el fracaso de los Presupuestos como una coartada para adelantar las elecciones. Existe el precedente de 2019, cuando el presidente ya se valió del veto de ERC a las cuentas para anticipar la cita con las urnas a conveniencia.
En la Moncloa descartan que un fracaso en la votación presupuestaria pueda tener tal consecuencia, pero tampoco adelantan escenarios. Que la Cámara Baja tumbe la norma principal de un Ejecutivo no puede no tener consecuencias, consideran algunas fuentes, pero esta vez el Gobierno parece decidido a presentarlas cueste lo que cueste. Cualquier previsión, no obstante, no puede desligarse del horizonte judicial del entorno del presidente. Desde la Moncloa llevan meses alimentando la teoría del ‘lawfare’ para desacreditar la instrucción judicial del juez Juan Carlos Peinado y promover un cuestionamiento global de la causa.
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