Hay rebeldías adolescentes que acaban en nada y revoluciones maduras que lo transforman todo. El movimiento que quiso romper con el status quo del fútbol europeo a lomos de la Superliga quiso ser lo segundo pero ha acabado pareciéndose más bien a lo primero. El FC Barcelona, penúltimo club que aguantaba en una nave ya muy errante junto al Real Madrid, ha saltado oficiosamente del barco y ha regresado al redil, completando un viaje de ida y vuelta sin apenas moverse del sitio.
Joan Laporta escenificó en Roma la capitulación volviendo al regazo de la UEFA
Hay rebeldías adolescentes que acaban en nada y revoluciones maduras que lo transforman todo. El movimiento que quiso romper con el status quo del fútbol europeo a lomos de la Superliga quiso ser lo segundo pero ha acabado pareciéndose más bien a lo primero. El FC Barcelona, penúltimo club que aguantaba en una nave ya muy errante junto al Real Madrid, ha saltado oficiosamente del barco y ha regresado al redil, completando un viaje de ida y vuelta sin apenas moverse del sitio.
Joan Laporta, presidente del FC Barcelona, escenificaba el pasado miércoles en Roma la capitulación abrazándose a Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA, organismo que este verano ha castigado al Barça con 15 millones de euros ampliables a 60 por disparidad de criterios en el balance financiero, y, lo que es más duro de digerir, con Nasser Al Jelaifi, presidente de la Asociación de Clubs Europeos y del PSG, club que le ha hecho las mil y una al Barça. La cita de Roma respondía a una invitación, pero el trasfondo era obvio: poner fin a la aventura y firmar la paz.
El Barça se atribuye el papel de pacificador en el conflicto para mitigar el mal trago
Fuentes del Barça insisten en interpretar la maniobra como un éxito, atribuyendo al club la eufemística función de puente conciliador entre ambas partes, Superliga y UEFA, pero la situación de inferioridad de la primera respecto a la segunda, ganadora del conflicto, resulta demasiado obvia. Aún así, el Barça puede felicitarse: regresar al regazo del padre era ya la única salida posible y por el camino ha habido algún que otro triunfo relevante, el más importante, sin lugar a dudas, marcar un precedente judicial basado en la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) de diciembre de 2023, que, aun sin avalar a la Superliga, consideró que la UEFA abusó de su posición dominante al exigir autorización previa para nuevas competiciones de fútbol. Posteriormente, un juzgado español dictó otra sentencia que, al hilo de la posición del TJUE, declaró ilegal el monopolio de la FIFA y la UEFA.
La amenaza de la Superliga, además, empujó a la UEFA a crear un nuevo formato de Champions y a repartir más dinero a los clubs, otro consuelo válido para amortiguar la sensación de fracaso pero no para borrarlo.
La derrota deja consuelos: una sentencia de la Unión Europea limita el poder de la UEFA
La salida del Barça era, por tanto, previsible e inevitable. El proyecto de la Superliga, ambicioso como pocos, nació torcido. Romper con la UEFA requería de un plan sólido que se deshizo porque sus ideólogos no supieron calcular las consecuencias. El formato inicial de competición, cerrado y por ello aristocrático, levantó a los clubs populares y sus aficiones, que se sintieron apartados, así como a varios gobiernos (el inglés, el francés…), que acompañaron las manifestaciones alzando muros legislativos de nuevo cuño. Los doce clubs fundadores toparon de bruces con la tradición y, visto lo visto, arrancaron las deserciones. Los seis grandes de Inglaterra (Arsenal, Chelsea, Liverpool, Manchester City, Manchester United y Tottenham) se largaron enseguida para evitar penalizaciones. Después lo harían otros (el Juventus fue el último) hasta dejar solos a Barça y Madrid.
La Superliga, representada por la promotora A22 Sports Management, es hoy un zombi que se resiste a perecer, agarrado a cláusulas de penalización por abandono que difícilmente podrá cobrar por cuanto con solo dos clubs no basta para disputar la Liga que reclama. No es descartable, sin embargo, un rebote en forma de denuncia judicial.
La Superliga es hoy un zombi que se resiste a perecer, agarrado a cláusulas de penalización
Los dos presidentes supervivientes han elegido diferentes caminos. Florentino Pérez, que viaja solo en la cubierta del Titanic, ha visto como el terreno de juego internacional no le ha rendido la pleitesía que siempre le rindió el tablero español. Error de cálculo. Mientras tanto, Laporta se le ha fugado del sidecar (metáfora obra de Santiago Segurola) y busca ahora reengancharse al antiguo y resistente establishment que seguirá dictando las normas. Y si hace falta invitar a Figo al palco barcelonista, como representante de la UEFA, se hace. Tragar sapos nunca fue un problema.
A todo esto, el Barça, según las fuentes, puede haber invertido en la fallida aventura unos 4 millones de euros entre el valor de sus acciones en Super League Company S.L. y el préstamo aportado para su puesta en marcha.
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