Donde no funciona el método, que ingrese el caos, una máxima que el maestro del control, Johan Cruyff, aplicó sin ningún pudor. A esa contradicción estética, provocada por la urgencia de ganar partidos en situaciones críticas, se le colgó un nombre: Alexanco, un central fuerte, con oficio, dominante en el juego aéreo. Si Cruyff no encontraba impedimento para convertir al Barça en el Everton, por citar a un clásico del viejo fútbol inglés, tampoco Flick. En última instancia, recurrió a Araújo, el típico central de toda la vida, para buscar una solución de emergencia a un partido que iba directo al empate, nada menos que en vísperas de la visita al Bernabéu. El caso es que Araújo cumplió su parte. En el minuto 92 marcó el gol de la victoria frente a una gran versión del Girona, que perdonó un racimo de ocasiones en el primer tiempo.
Donde no funciona el método, que ingrese el caos, una máxima que el maestro del control, Johan Cruyff, aplicó sin ningún pudor. A esa contradicción estética, provocada por la urgencia de ganar partidos en situaciones críticas, se le colgó un nombre: Alexanco, un central fuerte, con oficio, dominante en el juego aéreo. Si Cruyff no encontraba impedimento para convertir al Barça en el Everton, por citar a un clásico del viejo fútbol inglés, tampoco Flick. En última instancia, recurrió a Araújo, el típico central de toda la vida, para buscar una solución de emergencia a un partido que iba directo al empate, nada menos que en vísperas de la visita al Bernabéu. El caso es que Araújo cumplió su parte. En el minuto 92 marcó el gol de la victoria frente a una gran versión del Girona, que perdonó un racimo de ocasiones en el primer tiempo.Seguir leyendo…
Donde no funciona el método, que ingrese el caos, una máxima que el maestro del control, Johan Cruyff, aplicó sin ningún pudor. A esa contradicción estética, provocada por la urgencia de ganar partidos en situaciones críticas, se le colgó un nombre: Alexanco, un central fuerte, con oficio, dominante en el juego aéreo. Si Cruyff no encontraba impedimento para convertir al Barça en el Everton, por citar a un clásico del viejo fútbol inglés, tampoco Flick. En última instancia, recurrió a Araújo, el típico central de toda la vida, para buscar una solución de emergencia a un partido que iba directo al empate, nada menos que en vísperas de la visita al Bernabéu. El caso es que Araújo cumplió su parte. En el minuto 92 marcó el gol de la victoria frente a una gran versión del Girona, que perdonó un racimo de ocasiones en el primer tiempo.
No es novedad el papel de Araújo en este tipo de partidos. Desde que empezó a frecuentar el primer equipo se ocupó del papel de rescatador, con bastante éxito, por cierto. Su corpachón y su facilidad cabeceadora invitan a los centros desde los costados. Es un Alexanco del siglo XXI que Flick se vio en la obligación de utilizar porque el encuentro estaba escrito en chino para el Barça. Hay que decir, en honor al central uruguayo, que marcó un gol de gran delantero. Se adelantó al defensor que le marcaba y colocó la pelota al lado del poste más alejado del portero. Gazzaniga, formidable en el segundo tiempo, comprendió al instante que el remate de Araújo no tenía respuesta.
Araújo arregló el drama, aunque no evita las sospechas: el Barça renquea
A esas alturas del partido, hacía tiempo que Pedri y Lamine no estaban en el campo. Tampoco tendría que estar Hansi Flick, expulsado un par de minutos antes del gol, víctima de un calentón con el árbitro. Se dirigió al túnel de vestuarios, pero celebró el gol marcándose un par de cortes de mangas que tendrán un considerable recorrido mediático antes del clásico. En su desproporcionada reacción se constató la angustia que el partido generó a Flick, al equipo y a la hinchada. Hasta se escuchó algún silbido en los últimos minutos del primer tiempo, caracterizado por dos maravillosos goles –uno, el de Pedri, de una exquisita delicadeza, y el otro, el de Witsel, por lo acrobático del remate– y la sangría defensiva del Barça, expuesto a una oleada de contragolpes, como en la reciente derrota contra el Sevilla.
Apurado por las lesiones de delanteros y centrocampistas de ataque, Flick incluyó a Lamine en el equipo titular y colocó al joven Toni Fernández en la punta. De Jong adelantó su posición. Casadó formó tándem con Pedri. En la defensa presidió la normalidad –Koundé, Cubarsí, Eric García y Baldé–, si es que se puede hablar de normalidad. A estas alturas nadie sabe cuál es la defensa titular del Barça. Está en fase constante de rotación.

Alejandro Garcia / EFE
El Barça venía con una estocada de los dos partidos anteriores. El PSG le dejó pensando, y el Sevilla aprovechó la súbita pérdida de confianza. Jugó bien hasta el temprano gol de Pedri –“si no encuentro nadie a quién pasar, paso el balón a la red”– y luego se desplomó, ametrallado por el Girona, rápido y certero en los numerosos contragolpes que dibujó, en medio del carajal defensivo del Barça, que se fue al descanso con el aspecto de un zombi.
El primer tiempo explicó la enorme fragilidad defensiva del equipo en estos momentos. El segundo manifestó más su rebeldía al fracaso, y eso no es poca cosa, que la relevancia de su juego. Ante la premura por la jornada de la Champions y el enfrentamiento con el Madrid, Flick cambió pronto a Pedri y Lamine y terminó a la tremenda. Abandonó el método cartesiano por la tan recordada variante Alexanco que utilizaba Cruyff. Entró Araújo y arregló el drama, aunque no evita las sospechas. El Barça renquea.
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