Laporta es de los que tienen la virtud de convertir la mejor defensa en un buen ataque. Ayer en su discurso en la asamblea de compromisarios pasó de aquel famoso “al loro, que no les embauquen” con el que definió a los que se hacían pasar por falsos barcelonistas para tener mayor audiencia de seguidores, a los “mestretites”. Los sabelotodos que continuamente le acusan de querer convertir al Barça en una sociedad anónima. Algo que descartó el presidente categóricamente, con su apasionada oratoria habitual, para autoproclamarse como el garante de mantener la propiedad del socio sobre el club. Una afirmación que choca con las recientes declaraciones del tesorero del club, Ferran Olivé, al reconocer que la elección de la empresa turca Limak para llevar a cabo las obras del Spotify Camp Nou obedecieron totalmente a los criterios de Goldman Sachs, la compañía prestamista de mil cuatrocientos cincuenta millones de euros, antes que a cualquier criterio interno de selección sugerido desde el propio club.
Laporta es de los que tienen la virtud de convertir la mejor defensa en un buen ataque. Ayer en su discurso en la asamblea de compromisarios pasó de aquel famoso “al loro, que no les embauquen” con el que definió a los que se hacían pasar por falsos barcelonistas para tener mayor audiencia de seguidores, a los “mestretites”. Los sabelotodos que continuamente le acusan de querer convertir al Barça en una sociedad anónima. Algo que descartó el presidente categóricamente, con su apasionada oratoria habitual, para autoproclamarse como el garante de mantener la propiedad del socio sobre el club. Una afirmación que choca con las recientes declaraciones del tesorero del club, Ferran Olivé, al reconocer que la elección de la empresa turca Limak para llevar a cabo las obras del Spotify Camp Nou obedecieron totalmente a los criterios de Goldman Sachs, la compañía prestamista de mil cuatrocientos cincuenta millones de euros, antes que a cualquier criterio interno de selección sugerido desde el propio club.Seguir leyendo…
Laporta es de los que tienen la virtud de convertir la mejor defensa en un buen ataque. Ayer en su discurso en la asamblea de compromisarios pasó de aquel famoso “al loro, que no les embauquen” con el que definió a los que se hacían pasar por falsos barcelonistas para tener mayor audiencia de seguidores, a los “mestretites”. Los sabelotodos que continuamente le acusan de querer convertir al Barça en una sociedad anónima. Algo que descartó el presidente categóricamente, con su apasionada oratoria habitual, para autoproclamarse como el garante de mantener la propiedad del socio sobre el club. Una afirmación que choca con las recientes declaraciones del tesorero del club, Ferran Olivé, al reconocer que la elección de la empresa turca Limak para llevar a cabo las obras del Spotify Camp Nou obedecieron totalmente a los criterios de Goldman Sachs, la compañía prestamista de mil cuatrocientos cincuenta millones de euros, antes que a cualquier criterio interno de selección sugerido desde el propio club.
De ello se deduce que son los deudores de la entidad a los que les corresponde la autoridad de decidir los criterios económicos con los que se rige el Barça, para controlar al máximo los riesgos de su inversión, y sin que cuente para nada la opinión de la masa social, ni de la propia junta directiva, cautiva de sus prestamistas. No cabe duda de que el Laporta que veinticinco años atrás se había opuesto al ambicioso proyecto del Barça 2000 que planteaba Núñez tuvo una gran dosis de valentía en afrontar la remodelación de un estadio envejecido por el paso inexorable del tiempo. No era, quizás, el mejor momento de afrontar el reto, por el delicado estado de la salud económica del club, heredada de la administración Bartomeu, víctima de los efectos depredadores de la covid. Pero o se enfrentaban los consabidos riesgos, o el Barça quedaría en clara desventaja respecto a sus más directos competidores (Real Madrid, Bayern, Manchester City, Atlético, Arsenal y otros tantos) que le habían tomado claramente la delantera en la optimización de su patrimonio para generar nuevos recursos financieros. En una maniobra de alto riesgo que, más que un salto adelante, se asemeja a una pirueta al vacío. Y en la que el socio tiene muy poco que pintar. Porque, por no saber, ni sabe dónde estará ubicada su futura localidad, a expensas de la ubicación de los ambiciosos asientos vip, que tanto importa complacer a Laporta, en el prometido mejor estadio del mundo.
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