Hoy en día todos vamos o hemos ido al psicólogo. Pero entonces ya no cuela que nos psicoanalicemos los unos a los otros. Limítese a descubrirse a sí mismo, deje de intentar descubrir a los demás Leer Hoy en día todos vamos o hemos ido al psicólogo. Pero entonces ya no cuela que nos psicoanalicemos los unos a los otros. Limítese a descubrirse a sí mismo, deje de intentar descubrir a los demás Leer
Un día de la semana pasada un amigo cercano me contó que había tenido una comida muy particular con su socio. Se fueron al Señor Martin y se pidieron un pargo y luego su socio le diagnosticó narcisismo.
Existe un fenómeno cultural en el que ciertas personas que van al psicólogo se sienten psicólogos. Una amiga que ayer aprendió lo que es la represión hoy sentencia, con ojos brillosos por su nueva medicación, que es mucho mejor la terapia sistémica que practica ella que la cognitiva-conductual que practicas tú. Te lo dice con la certeza de cien mares.
Acierten o no, confirmo que ninguna opción es buena. Una vez le confesé a una amiga vegana que me siento una mierda de persona por adorar a los animales y simultáneamente engullir tantas cantidades de carne roja como para generarme cáncer en cualquier momento. Yo pensé que me iba a contestar que no me preocupase, que todos somos hipócritas, que es la única manera de sobrevivir en este mundo de extremos en el que las dos películas españolas más taquilleras de la historia son Ocho apellidos vascos y Los otros, pero no. Mi amiga vegana me brindó una sonrisa triste y dijo: «Claro, tienes disonancia cognitiva».
Yo asentí a la vez que intentaba teclearlo en Google debajo de la mesa. Mientras tanto, en su casa, mi amigo consultaba los síntomas del narcisismo con todos sus familiares de Murcia. Entiendo el instinto de estos psicoanalistas justicieros en la cumbre de su eclosión espiritual: «Si yo estoy haciendo el esfuerzo de hacer autocrítica y odiarme a mí mismo, ya podrías hacer tú lo mismo, hijo de puta».
Yo empatizo: cada vez que una amiga se queja de cualquier tipo de dolencia, desde acné hasta no poder diferenciar a Kurt Russell de Val Kilmer, le recomiendo fervientemente la píldora anticonceptiva (la llevo tomando casi 20 años y es probable que me esté matando lentamente. Quizá de forma subconsciente solo busco compañía, como el socio claramente narcisista de mi amigo).
Hoy en día más gente que nunca va al psicólogo. Ya no tiene el estigma que tenía antes. Los pacientes están empoderados. Quizá deberíamos volver a avergonzarnos de ir al psicólogo. O quizá, que alguien cercano crea que nuestro amigo en común comparte atributos con Donald Trump no me ofenda como víctima de psicólogos aficionados, sino como narcisista. Igual, en un twist, la narcisista soy yo. Pero si no me lo ha dicho mi psicóloga, no me lo digas tú. Porque cabe la posibilidad de que no tengas razón, o peor aún, de que la tengas, y ¿quién quiere enfadar a un narcisista?
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