Se ha acabado la crisis en Gaza, o eso suscribe Donald Trump, aspirante al Nobel de la Paz, mientras las bombas siguen silbando en el cielo de la franja, proyectándose sobre sus edificios y sus hospitales, matando (ahora, matando con la boca pequeña).
Se ha acabado la crisis en Gaza, o eso suscribe Donald Trump, aspirante al Nobel de la Paz, mientras las bombas siguen silbando en el cielo de la franja, proyectándose sobre sus edificios y sus hospitales, matando (ahora, matando con la boca pequeña).Seguir leyendo…
Se ha acabado la crisis en Gaza, o eso suscribe Donald Trump, aspirante al Nobel de la Paz, mientras las bombas siguen silbando en el cielo de la franja, proyectándose sobre sus edificios y sus hospitales, matando (ahora, matando con la boca pequeña).
El foco de Trump es caprichoso. Tras resolver lo de Gaza, toca encargarse de Ucrania. Y si se tercia, del narcoestado colombiano, o así lo califica el presidente estadounidense.
No hay gimnastas israelíes en los Mundiales de Yakarta: el mundo les ha vetado
Lo de Gaza se resuelve con un plan de veinte puntos forzado por el futuro Nobel de la Paz que Netanyahu se pasa por el forro. En inglés, Netanyahu dice que sí. En hebreo, dice lo que le da la gana. En hebreo, dice que no habrá Estado palestino ni habrá retirada y su ejército seguirá donde siempre. Las provisiones entrarán en la franja cuando le pete a Netanyahu.
Mientras Trump mira para otro lado, la comunidad internacional mantiene el foco sobre el premier israelí, aunque eso da igual.
Por arriba, los gerifaltes se aplauden.
Por abajo, las gentes lo pagan.
Lo pagan, por ejemplo, seis gimnastas israelíes, y entre ellos el fabuloso Artem Dolgopyat (por cierto, Dolgopyat es de origen ucraniano: geopolíticamente va de Guatemala a guatepeor).
No hay gimnastas israelíes en los Mundiales de gimnasia artística que se disputan en Yakarta (lo sé, con la que está cayendo en Gaza, este parece un daño colateral menor. Pero si eres Dolgopyat, doble podio olímpico y campeón del mundo del 2023, y vives de esto, muy contento tampoco puedes estar).

Yves Herman / REUTERS
Hoy, los gimnastas israelíes son seres apestados pues así lo ha decidido el mundo: Indonesia les ha denegado el visado para entrar en el país, y la Federación Internacional de Gimnasia y el Comité Olímpico Internacional han decidido mirar para otro lado, hacen de Poncio Pilatos.
–El asunto excede nuestra jurisdicción –se lavan las manos ambos organismos.
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Y Dolgopyat llora su infortunio, pues no encuentra la manera de celebrar sus éxitos: ahora no le dejan; hace dos años, tampoco. La coincidencia es grotesca: el 7 de octubre de 2023, mientras Hamas lanzaba su ataque sobre el festival de música de Reim y un abanico de kibutzim próximos, Dolgopyat se apropiaba del oro mundial en suelo en Amberes.
Desde entonces, no ha habido paz para nadie, ni para los palestinos ni para los israelíes ni para el infortunado Dolgopyat, que acabó subastando su medalla de oro para ayudar a las víctimas de Hamas, pensando que ya se ganaría otra en otro momento, y que ahora se ve más solo que la una mientras los gerifaltes de todo pelaje, felices, reclaman el Nobel de la Paz y dicen que ya está, que ya pasó.
PD: Igual, si siguiera siendo ucraniano, a Dolgopyat le iría mejor…
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