“El mundo está observando”, ha reconocido Donald Trump esta mañana, horas antes de su anticipada reunión con el presidente chino, Xi Jinping, esta madrugada en Busan (Corea del Sur), la última y principal cita de su intensa gira asiática. A diferencia de los encuentros con los demás líderes que ha visitado esta semana, como la nueva primera ministra de Japón, Sanae Takaichi, el mandatario de Estados Unidos no espera grandes alabanzas, ni obsequios valiosos de su contraparte. “Creo que le caigo muy bien y me respeta”, ha dicho sobre Xi, pero la diplomacia del líder chino no tiene tanto que ver con sus relaciones personales y la complacencia, sino con el negocio y el beneficio mutuo.
Los dos líderes se reúnen esta madrugada en Busan para tratar de aliviar las tensiones económicas de las últimas semanas
“El mundo está observando”, ha reconocido Donald Trump esta mañana, horas antes de su anticipada reunión con el presidente chino, Xi Jinping, esta madrugada en Busan (Corea del Sur), la última y principal cita de su intensa gira asiática. A diferencia de los encuentros con los demás líderes que ha visitado esta semana, como la nueva primera ministra de Japón, Sanae Takaichi, el mandatario de Estados Unidos no espera grandes alabanzas, ni obsequios valiosos de su contraparte. “Creo que le caigo muy bien y me respeta”, ha dicho sobre Xi, pero la diplomacia del líder chino no tiene tanto que ver con sus relaciones personales y la complacencia, sino con el negocio y el beneficio mutuo.
Ambos llegan a la cita con la intención de solidificar la frágil tregua comercial entre las dos mayores economías del mundo, después de semanas de fricción. China impuso el 9 de octubre amplios controles a la exportación de tierras raras, esenciales para la fabricación de productos tecnológicos, incluidos teléfonos, electrodomésticos y cazas. Trump respondió como mejor sabe: con la amenaza de imponer un arancel adicional del 100% a las importaciones chinas a partir del 1 de noviembre. Los dos países han subido las tasas portuarias para los buques de la nación rival y han limitado sus exportaciones, mientras sigue vigente el arancel del 20% sobre los productos chinos que impuso Trump por el papel de Pekín en el comercio de fentanilo.
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Pero la coerción económica que las dos primeras economías del mundo pueden ejercer tiene un límite: su interdependencia. Por este motivo, las reuniones que mantuvieron este fin de semana el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng, elevaron las expectativas de un acercamiento. El domingo, ambas partes anunciaron un acuerdo preliminar, según el cual Pekín aplazaría las restricciones sobre minerales raros y Bessent dijo que la amenaza de aranceles adicionales del 100% “ya no está sobre la mesa”, sugiriendo que también podría eliminarse o rebajarse el relacionado con el fentanilo.
Un resultado así dejaría un escenario similar al que se encontró Trump cuando regresó al poder en enero. Aunque demostraría que ha funcionado la aproximación china a la negociación con el presidente de EE.UU., de anunciar represalias cada vez que se siente atacada, Trump también podría venderlo como una victoria, afirmando que su línea dura ha arrancado concesiones de Pekín. Incluso podría salir de la cumbre con Xi con un acuerdo sobre la propiedad de TikTok y un alivio para los agricultores estadounidenses, asediados por el boicot chino a la soja.
La última vez que los dos líderes se reunieron fue en 2019 y alcanzaron un limitado acuerdo comercial
El mundo ha cambiado desde la última vez que los líderes de las dos primeras potencias se sentaron a negociar, en el 2019. Aunque entonces Trump ya había iniciado su guerra comercial con China, en su segundo mandato la ha expandido a todo el mundo, incluidos algunos de sus aliados en la pugna geopolítica con Pekín y actores clave del sur global, como India o Brasil. Los aranceles masivos de EE.UU. también han alienado a sus aliados tradicionales, la Unión Europea y Canadá, mientras China trata de aprovechar ese vacío con una creciente presencia en sus mercados.
EE.UU. también ha abandonado o amenazado con abandonar instituciones multilaterales y ha renunciado a una parte esencial de su poder blando, la ayuda exterior para el desarrollo o ante catástrofes humanitarias. Ha enviado el mensaje al mundo, incluida Ucrania, de que sus alianzas no son para siempre y de que priorizará el America First , aunque le reste capacidad de influencia en el mundo.
Por su parte, China ha seguido el camino opuesto. Desde la reunión del 2019, ha reforzado sus inversiones en infraestructuras de países emergentes en África, Asia y Latinoamérica, presentándose como un aliado fiable, más previsible, y que no se inmiscuye en sus asuntos internos. Ahora China, un país comunista, defiende con mayor firmeza el libre comercio y el multilateralismo que construyó EE.UU. y que el mundo MAGA considera que se le ha girado en contra. También tiene una ventaja competitiva al liderar la cadena de suministros de la industria tecnológica, no solo gracias a sus tierras raras, también a su apuesta por producir exportar tecnología propulsada por energía renovable, que Trump rechaza como una “estafa verde”.
Pero la batalla comercial se enmarca en una pugna geopolítica mayor, que tiene en Taiwán el principal punto de fricción. Trump ha rebajado en su segundo mandato las expectativas de la isla autogobernada de que EE.UU. vaya a salir en su defensa si China la invade, como planea abiertamente. Xi quiere que el presidente cambie la posición oficial de Washington, de no apoyar la independencia taiwanesa a directamente oponerse a ella. Pero Trump, que dijo esta semana que discutirían el asunto, ha enfriado hoy esa posibilidad: “No sé si siquiera hablaremos de Taiwán”.
La negociación del fin de semana dejó expectativas de un acercamiento entre las dos potencias
El republicano ha acusado a la isla autogobernada, principal productor de microchips en el mundo, de “robar” la industria estadounidense de semiconductores y, aunque ha insistido en que Pekín no invadirá la isla mientras él sea presidente, no ha dado ningún paso en su defensa. Por ejemplo, detuvo un paquete de armamento valorado en 400 millones de dólares destinado a Taiwán y no ha utilizado ninguno de los 1.000 millones de dólares anuales de autoridad discrecional para enviar armas a los taiwaneses.
También se prevé que ambos líderes debatan sobre Rusia, aliada de Pekín, que ha sostenido en gran parte su industria petrolera ante las sanciones de Occidente por la guerra de Ucrania. Una lista que se amplió la semana pasada, cuando por primera vez la Administración Trump castigó a las dos principales petroleras rusas por la negativa del Kremlin a negociar un alto el fuego.
La última vez que se reunieron Trump y Xi, solo lograron un limitado acuerdo comercial de “fase uno”, centrado principalmente en los compromisos de China de comprar más productos agrícolas estadounidenses, pero no abarcó cuestiones estructurales. Es de esperar que de esta reunión salga un resultado parecido, una tregua temporal, que sirva para relajar la tensión de las últimas semanas. También, funcionarios chinos han avanzado que, si la reunión es positiva, servirá para preparar el terreno de una visita de Trump a China a comienzos del próximo año, que podría ser correspondida con una visita del líder chino a EE.UU.
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