Cada 30 de octubre celebramos el Día Mundial de la Profesión Médica, una fecha que supone una oportunidad para reflexionar sobre lo que representa realmente ser médico en una sociedad que atraviesa momentos de profunda transformación, incertidumbre y, en ocasiones, de desconfianza. Ser médico es mucho más que ejercer una profesión: es asumir un compromiso con la vida, con la ciencia y con la sociedad. Es, en definitiva, participar activamente en la construcción de un mundo más justo, equitativo y saludable.La profesión médica es, desde hace miles de años, un baluarte de la defensa de los ciudadanos y de su salud, ese bien esencial sin el cual no hay bienestar posible. El papel del médico va mucho más allá de la asistencia directa al paciente. La profesión médica es también garante de la justicia social, agentes de transformación y de cohesión, defensores de los más vulnerables y referentes de confianza en tiempos de crisis. En cada consulta, en cada guardia, en cada decisión clínica se encarna la idea de que la salud no es solo la ausencia de enfermedad, sino la base sobre la que se construye la equidad y la dignidad de las personas.Hoy, cuando hablamos de justicia social, no podemos ignorar que los médicos se enfrentan a desafíos que trascienden lo puramente clínico. La crisis climática, por ejemplo, es ya una crisis de salud pública. Las olas de calor, las nuevas enfermedades vectoriales, la contaminación o la pérdida de biodiversidad tienen consecuencias directas sobre la salud de millones de personas. En este escenario, la voz de los médicos es más necesaria que nunca. No solo como testigos, sino como actores que alertan, investigan, proponen y actúan. La profesión médica está llamada a formar parte fundamental de la respuesta frente a esta amenaza global, recordando que cuidar del planeta es, en realidad, cuidar de la salud de todos.A ello se suma otro gran reto contemporáneo: la lucha contra la desinformación en salud. En una era donde la información circula a una velocidad sin precedentes, las redes sociales y algunos medios se han convertido en terreno fértil para los bulos, las pseudoterapias y los discursos negacionistas. Estos fenómenos no solo confunden, sino que ponen en riesgo vidas y debilitan la confianza en las instituciones sanitarias y en los profesionales que las sustentan. Frente a ello, el médico se erige como un referente de conocimiento, evidencia y ética, una figura imprescindible para devolver rigor y credibilidad al debate público sobre salud.La defensa de la evidencia científica y del pensamiento crítico es, por tanto, un imperativo ético para la profesión médica. Porque el negacionismo, la desinformación y el descrédito hacia las instituciones no son meras opiniones: son amenazas directas a la salud colectiva y a la cohesión social. Permitir que la mentira se equipare a la verdad o que la sospecha se imponga al conocimiento es abrir la puerta a un futuro más débil, más injusto y más enfermo. En este sentido, reivindicar la voz del médico como fuente de autoridad moral y científica no es un acto corporativo, sino un compromiso con la sociedad.Pero esta reivindicación no puede hacerse sin mirar hacia dentro. Los médicos viven hoy una situación de tensión profesional y emocional sin precedentes: sobrecarga asistencial, precariedad, falta de tiempo para el paciente, burocracia excesiva y, en muchos casos, frustración ante un sistema que no siempre les permite ejercer la medicina como aprendieron: con tiempo, escucha y humanidad. Las condiciones laborales de los médicos no son un asunto corporativo; son una cuestión de salud pública. Porque cuando un médico no puede trabajar en condiciones dignas, es la calidad asistencial la que se resiente, y con ella, la seguridad y el bienestar de los pacientes. Reivindicar mejores condiciones para los médicos es, por tanto, reivindicar una mejor sanidad para todos.En un momento convulso como el actual , resulta fundamental recordar que España cuenta con uno de los mayores tesoros de su historia reciente: su Sistema Nacional de Salud. Un sistema basado en los principios de universalidad, equidad y solidaridad, que ha permitido que nuestro país sea un ejemplo de cohesión social y bienestar colectivo. Pero ese sistema no se sostiene por sí solo. Necesita profesionales comprometidos, instituciones fuertes y una ciudadanía que confíe en ellos. Socavar la credibilidad de los médicos, fomentar el descrédito hacia las organizaciones sanitarias o alimentar el negacionismo no solo debilita al sistema, sino que erosiona uno de los pilares más valiosos de nuestra democracia.Por eso, este Día Mundial de la Profesión Médica debe servir también para reafirmar la confianza mutua entre médicos, instituciones y sociedad. Para recordar que cuidar de quienes nos cuidan es una responsabilidad compartida. Que sin médicos respetados, formados y reconocidos no hay sanidad posible. Y que, sin un sistema sanitario sólido, basado en la ciencia y en la ética, no hay país justo ni equitativo.La medicina es, en su esencia, una profesión de servicio. Pero también es una profesión de liderazgo social. Los médicos no solo curan enfermedades: protegen vidas, defienden derechos y construyen futuro. Por eso, hoy más que nunca, necesitamos médicos escuchados, respetados y valorados. Porque en cada uno de ellos late la convicción de que cuidar la salud es cuidar la humanidad. Y porque sin ellos, sin su compromiso, sin su ciencia y sin su vocación, nuestro país sería sin duda un lugar menos justo, menos solidario y menos sano.SOBRE EL AUTOR Rosa Arroyo Vicepresidenta segunda de la Organización Médica Colegial Cada 30 de octubre celebramos el Día Mundial de la Profesión Médica, una fecha que supone una oportunidad para reflexionar sobre lo que representa realmente ser médico en una sociedad que atraviesa momentos de profunda transformación, incertidumbre y, en ocasiones, de desconfianza. Ser médico es mucho más que ejercer una profesión: es asumir un compromiso con la vida, con la ciencia y con la sociedad. Es, en definitiva, participar activamente en la construcción de un mundo más justo, equitativo y saludable.La profesión médica es, desde hace miles de años, un baluarte de la defensa de los ciudadanos y de su salud, ese bien esencial sin el cual no hay bienestar posible. El papel del médico va mucho más allá de la asistencia directa al paciente. La profesión médica es también garante de la justicia social, agentes de transformación y de cohesión, defensores de los más vulnerables y referentes de confianza en tiempos de crisis. En cada consulta, en cada guardia, en cada decisión clínica se encarna la idea de que la salud no es solo la ausencia de enfermedad, sino la base sobre la que se construye la equidad y la dignidad de las personas.Hoy, cuando hablamos de justicia social, no podemos ignorar que los médicos se enfrentan a desafíos que trascienden lo puramente clínico. La crisis climática, por ejemplo, es ya una crisis de salud pública. Las olas de calor, las nuevas enfermedades vectoriales, la contaminación o la pérdida de biodiversidad tienen consecuencias directas sobre la salud de millones de personas. En este escenario, la voz de los médicos es más necesaria que nunca. No solo como testigos, sino como actores que alertan, investigan, proponen y actúan. La profesión médica está llamada a formar parte fundamental de la respuesta frente a esta amenaza global, recordando que cuidar del planeta es, en realidad, cuidar de la salud de todos.A ello se suma otro gran reto contemporáneo: la lucha contra la desinformación en salud. En una era donde la información circula a una velocidad sin precedentes, las redes sociales y algunos medios se han convertido en terreno fértil para los bulos, las pseudoterapias y los discursos negacionistas. Estos fenómenos no solo confunden, sino que ponen en riesgo vidas y debilitan la confianza en las instituciones sanitarias y en los profesionales que las sustentan. Frente a ello, el médico se erige como un referente de conocimiento, evidencia y ética, una figura imprescindible para devolver rigor y credibilidad al debate público sobre salud.La defensa de la evidencia científica y del pensamiento crítico es, por tanto, un imperativo ético para la profesión médica. Porque el negacionismo, la desinformación y el descrédito hacia las instituciones no son meras opiniones: son amenazas directas a la salud colectiva y a la cohesión social. Permitir que la mentira se equipare a la verdad o que la sospecha se imponga al conocimiento es abrir la puerta a un futuro más débil, más injusto y más enfermo. En este sentido, reivindicar la voz del médico como fuente de autoridad moral y científica no es un acto corporativo, sino un compromiso con la sociedad.Pero esta reivindicación no puede hacerse sin mirar hacia dentro. Los médicos viven hoy una situación de tensión profesional y emocional sin precedentes: sobrecarga asistencial, precariedad, falta de tiempo para el paciente, burocracia excesiva y, en muchos casos, frustración ante un sistema que no siempre les permite ejercer la medicina como aprendieron: con tiempo, escucha y humanidad. Las condiciones laborales de los médicos no son un asunto corporativo; son una cuestión de salud pública. Porque cuando un médico no puede trabajar en condiciones dignas, es la calidad asistencial la que se resiente, y con ella, la seguridad y el bienestar de los pacientes. Reivindicar mejores condiciones para los médicos es, por tanto, reivindicar una mejor sanidad para todos.En un momento convulso como el actual , resulta fundamental recordar que España cuenta con uno de los mayores tesoros de su historia reciente: su Sistema Nacional de Salud. Un sistema basado en los principios de universalidad, equidad y solidaridad, que ha permitido que nuestro país sea un ejemplo de cohesión social y bienestar colectivo. Pero ese sistema no se sostiene por sí solo. Necesita profesionales comprometidos, instituciones fuertes y una ciudadanía que confíe en ellos. Socavar la credibilidad de los médicos, fomentar el descrédito hacia las organizaciones sanitarias o alimentar el negacionismo no solo debilita al sistema, sino que erosiona uno de los pilares más valiosos de nuestra democracia.Por eso, este Día Mundial de la Profesión Médica debe servir también para reafirmar la confianza mutua entre médicos, instituciones y sociedad. Para recordar que cuidar de quienes nos cuidan es una responsabilidad compartida. Que sin médicos respetados, formados y reconocidos no hay sanidad posible. Y que, sin un sistema sanitario sólido, basado en la ciencia y en la ética, no hay país justo ni equitativo.La medicina es, en su esencia, una profesión de servicio. Pero también es una profesión de liderazgo social. Los médicos no solo curan enfermedades: protegen vidas, defienden derechos y construyen futuro. Por eso, hoy más que nunca, necesitamos médicos escuchados, respetados y valorados. Porque en cada uno de ellos late la convicción de que cuidar la salud es cuidar la humanidad. Y porque sin ellos, sin su compromiso, sin su ciencia y sin su vocación, nuestro país sería sin duda un lugar menos justo, menos solidario y menos sano.SOBRE EL AUTOR Rosa Arroyo Vicepresidenta segunda de la Organización Médica Colegial
Cada 30 de octubre celebramos el Día Mundial de la Profesión Médica, una fecha que supone una oportunidad para reflexionar sobre lo que representa realmente ser médico en una sociedad que atraviesa momentos de profunda transformación, incertidumbre y, en ocasiones, de desconfianza. Ser médico es … mucho más que ejercer una profesión: es asumir un compromiso con la vida, con la ciencia y con la sociedad. Es, en definitiva, participar activamente en la construcción de un mundo más justo, equitativo y saludable.
La profesión médica es, desde hace miles de años, un baluarte de la defensa de los ciudadanos y de su salud, ese bien esencial sin el cual no hay bienestar posible. El papel del médico va mucho más allá de la asistencia directa al paciente. La profesión médica es también garante de la justicia social, agentes de transformación y de cohesión, defensores de los más vulnerables y referentes de confianza en tiempos de crisis. En cada consulta, en cada guardia, en cada decisión clínica se encarna la idea de que la salud no es solo la ausencia de enfermedad, sino la base sobre la que se construye la equidad y la dignidad de las personas.
Hoy, cuando hablamos de justicia social, no podemos ignorar que los médicos se enfrentan a desafíos que trascienden lo puramente clínico. La crisis climática, por ejemplo, es ya una crisis de salud pública. Las olas de calor, las nuevas enfermedades vectoriales, la contaminación o la pérdida de biodiversidad tienen consecuencias directas sobre la salud de millones de personas. En este escenario, la voz de los médicos es más necesaria que nunca. No solo como testigos, sino como actores que alertan, investigan, proponen y actúan. La profesión médica está llamada a formar parte fundamental de la respuesta frente a esta amenaza global, recordando que cuidar del planeta es, en realidad, cuidar de la salud de todos.
A ello se suma otro gran reto contemporáneo: la lucha contra la desinformación en salud. En una era donde la información circula a una velocidad sin precedentes, las redes sociales y algunos medios se han convertido en terreno fértil para los bulos, las pseudoterapias y los discursos negacionistas. Estos fenómenos no solo confunden, sino que ponen en riesgo vidas y debilitan la confianza en las instituciones sanitarias y en los profesionales que las sustentan. Frente a ello, el médico se erige como un referente de conocimiento, evidencia y ética, una figura imprescindible para devolver rigor y credibilidad al debate público sobre salud.
La defensa de la evidencia científica y del pensamiento crítico es, por tanto, un imperativo ético para la profesión médica. Porque el negacionismo, la desinformación y el descrédito hacia las instituciones no son meras opiniones: son amenazas directas a la salud colectiva y a la cohesión social. Permitir que la mentira se equipare a la verdad o que la sospecha se imponga al conocimiento es abrir la puerta a un futuro más débil, más injusto y más enfermo. En este sentido, reivindicar la voz del médico como fuente de autoridad moral y científica no es un acto corporativo, sino un compromiso con la sociedad.
Pero esta reivindicación no puede hacerse sin mirar hacia dentro. Los médicos viven hoy una situación de tensión profesional y emocional sin precedentes: sobrecarga asistencial, precariedad, falta de tiempo para el paciente, burocracia excesiva y, en muchos casos, frustración ante un sistema que no siempre les permite ejercer la medicina como aprendieron: con tiempo, escucha y humanidad. Las condiciones laborales de los médicos no son un asunto corporativo; son una cuestión de salud pública. Porque cuando un médico no puede trabajar en condiciones dignas, es la calidad asistencial la que se resiente, y con ella, la seguridad y el bienestar de los pacientes. Reivindicar mejores condiciones para los médicos es, por tanto, reivindicar una mejor sanidad para todos.
En un momento convulso como el actual, resulta fundamental recordar que España cuenta con uno de los mayores tesoros de su historia reciente: su Sistema Nacional de Salud. Un sistema basado en los principios de universalidad, equidad y solidaridad, que ha permitido que nuestro país sea un ejemplo de cohesión social y bienestar colectivo. Pero ese sistema no se sostiene por sí solo. Necesita profesionales comprometidos, instituciones fuertes y una ciudadanía que confíe en ellos. Socavar la credibilidad de los médicos, fomentar el descrédito hacia las organizaciones sanitarias o alimentar el negacionismo no solo debilita al sistema, sino que erosiona uno de los pilares más valiosos de nuestra democracia.
Por eso, este Día Mundial de la Profesión Médica debe servir también para reafirmar la confianza mutua entre médicos, instituciones y sociedad. Para recordar que cuidar de quienes nos cuidan es una responsabilidad compartida. Que sin médicos respetados, formados y reconocidos no hay sanidad posible. Y que, sin un sistema sanitario sólido, basado en la ciencia y en la ética, no hay país justo ni equitativo.
La medicina es, en su esencia, una profesión de servicio. Pero también es una profesión de liderazgo social. Los médicos no solo curan enfermedades: protegen vidas, defienden derechos y construyen futuro. Por eso, hoy más que nunca, necesitamos médicos escuchados, respetados y valorados. Porque en cada uno de ellos late la convicción de que cuidar la salud es cuidar la humanidad. Y porque sin ellos, sin su compromiso, sin su ciencia y sin su vocación, nuestro país sería sin duda un lugar menos justo, menos solidario y menos sano.
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