Marthe Cohn nació en 1920 como Marthe Hoffung en una familia judía ortodoxa en la región de Alsacia-Lorena, tenía los ojos azules y el pelo rubio y aprendió un perfecto alemán. Lo primero la convertía en objetivo de los nazis; lo segundo la hacía indistinguible de los alemanes con rasgos arios. La suma la convirtió en una espía judía trabajando en la Alemania nazi en el último tramo de la Segunda Guerra Mundial.
Hija de una familia de la ortodoxia hebrea, se inventó un personaje puramente ario para sonsacar secretos militares a Alemania
Marthe Cohn nació en 1920 como Marthe Hoffung en una familia judía ortodoxa en la región de Alsacia-Lorena, tenía los ojos azules y el pelo rubio y aprendió un perfecto alemán. Lo primero la convertía en objetivo de los nazis; lo segundo la hacía indistinguible de los alemanes con rasgos arios. La suma la convirtió en una espía judía trabajando en la Alemania nazi en el último tramo de la Segunda Guerra Mundial.
La toma de su tierra natal, Alsacia-Lorena, por parte de los alemanes, violando así el Tratado de Versalles, llevó a la diáspora de su familia. Marthe logró ocultarse en Francia con mucha mejor suerte que una de sus hermanas, deportada a Auschwitz. Como contaría tras la guerra en Tras las líneas enemigas, “durante la guerra envejeces rápido, maduras rápido”. Por eso, con apenas 24 años, contactó y entró en el servicio de espionaje del ejército de la recién recuperada República Francesa, gobernada provisionalmente por Charles de Gaulle.
Houffung recibió un encargo acorde a sus características: entrar en Alemania por Suiza bajo la identidad de Martha Ulrich, una enfermera alemana que buscaba a su prometido desaparecido. “No me consideré valiente, solo hice el trabajo que necesitaba hacer”, explicaba sobre su misión como espía en una entrevista con ABC News en 2019.
Tuvo suerte, reconocería después —“estuve en gran peligro, pero siempre salí adelante al encontrar la respuesta correcta”, dijo—, pero gracias a su labor como espía los aliados conocieron movimientos de tropas alemanas, confesados por los militares que atendía, y, sobre todo, el abandono de la Línea Sigfrido.
Marthe Cohn Espía francesa
La Línea Sigfrido era un muro de trincheras de 630 kilómetros de longitud que protegía el frente oeste alemán, desde Países Bajos hasta Basilea. La renuncia a esta protección permitió a los aliados avanzar por hacia el este y conducir a Alemania a la derrota. Su esfuerzo le valió la Crus de Guerra francesa, en 1945, y múltiples honores en los últimos años de su vida: la Medalla Militar, la Legión de Honor o la Medalla de la Gratitud de la Nación, todos honores del Estado francés.
Lee también
Tras la guerra, se trasladó a vivir a EE.UU. con su marido, Lloyd Cohn, un médico del ejército estadounidense que conoció en el frente. Su vocación fue que nunca se perdiera la memoria de lo que ocurrió con el ascenso del régimen nazi y el horror del holocausto. “La gente —decía—tiene muy poca memoria, y hay que recordarles lo que ocurrió porque la historia se repite. Y si no sabes lo que pasó en el pasado, no puedes preparar el futuro”. Marthe murió el 20 de este año, a los 105 años. Recordar su historia es recordar nuestro pasado.