En el último desfile del Día de la Victoria, celebrado el pasado 9 de mayo en Moscú bajo un cielo radiante, el presidente ruso, Vladímir Putin, exhibió por primera vez la que se ha convertido en una de sus armas de guerra favoritas: el Shahed-136.
De origen iraní, el Shahed-136 se ha convertido en una de las armas favoritas de Rusia, que lo utiliza para sus bombardeos masivos
En el último desfile del Día de la Victoria, celebrado el pasado 9 de mayo en Moscú bajo un cielo radiante, el presidente ruso, Vladímir Putin, exhibió por primera vez la que se ha convertido en una de sus armas de guerra favoritas: el Shahed-136.
Este dron de origen iraní, que cuenta con una versión rusa con el nombre de Geran-2, es el que Moscú utiliza a diario para sembrar el terror en Ucrania. La pasada semana, Rusia lanzó cerca de un millar de estos dispositivos junto con decenas de misiles en varias regiones, provocando cuantiosos daños materiales y al menos una decena de muertos. Este martes, los drones hicieron de nuevo acto de presencia en el letal ataque sobre Kyiv que se cobró 16 vidas; y ayer cayeron sobre Odesa, donde hubo un muerto.
El uso de los Shahed-136 ha ido cobrando importancia en los últimos meses, hasta convertirse en una piedra angular de la estrategia rusa. Estos drones no tripulados con forma de ala delta son lanzados en oleadas desde camiones, para generar un enjambre capaz de saturar las defensas antiaéreas ucranianas. Tienen un rango de hasta 2.500 kilómetros, y son difíciles de detectar por los radares. Operan como un kamikaze: se lanzan en picado hacia su objetivo y, cuando impactan contra él, explotan.
Arma económica
El Shahed destaca por su asequibilidad: es fácil de fabricar y cada unidad cuesta unos 20.000 dólares
A sus prestaciones en el campo de batalla, el Shahed-136 suma la asequibilidad: es un dron fácil y barato de producir. Cada unidad cuesta unos 20.000 dólares, una cantidad ínfima si se compara con el precio de un misil interceptor –los Aster-30 que emplea Ucrania, por ejemplo, rondan los 2 millones de dólares–. Su fuselaje de fibra de carbono puede ser fabricado por cualquiera con mínimos conocimientos técnicos, y sus motores son como los que usan muchos aficionados al aeromodelismo. Sus sistemas de navegación y comunicación también se pueden conseguir sin problemas en el mercado.
Diseñado por la empresa estatal HESA, el Shahed-136 tuvo su debut oficial en Irán a finales del 2021, durante unas maniobras militares, si bien es muy probable que el régimen de Teherán lo estuviera utilizando desde años antes –de hecho, Israel cree que fue empleado en el 2019 en un ataque contra instalaciones petroleras saudíes–.

Según un informe del Royal United Services Institute británico, Rusia ya utilizaba el Shahed en Ucrania en septiembre del 2021, antes de la invasión a gran escala del país. Entonces Moscú recurría a estos drones para atacar infraestructuras críticas, como la red eléctrica. Si bien en un inicio Rusia recibía los Shahed directamente de Irán, Moscú acabó llegando a un acuerdo con Teherán para desarrollar un programa de transferencia tecnológica destinado a facilitar la producción propia. Así, a inicios del 2023, Rusia ya contaba con una fábrica en la localidad de Yelábuga, la cual ha ido ampliando su capacidad con el paso del tiempo. También hay constancia de otra factoría en Izhevsk.
Los drones que actualmente se producen en territorio ruso cuentan con una nueva ojiva con 90 kilos de carga explosiva, casi el doble que los Shahed originales. Esta modificación permite aumentar considerablemente el poder destructor de las aeronaves, que cuando estallan provocan incendios y liberan una gran cantidad de metralla.

AP-LaPresse / Michael Shtekel
Ataques con señuelos
Rusia combina los drones explosivos con otros sin ojiva, obligando a las defensas ucranianas a dispersar esfuerzos
En sus ataques, Rusia combina los drones explosivos con otros sin ojiva. Esto supone un problema para las defensas ucranianas, que se ven obligadas a dispersar sus esfuerzos. Según reconocía el coronel ucraniano Yurii Ihnat el pasado marzo, al menos un 40% de los drones rusos son señuelos. No obstante, Ucrania suele derribar la mayoría de Shahed: su tasa de intercepción ronda el 80%.
Con sus bombardeos, Moscú no solo obliga a Kyiv a movilizar una ingente cantidad de recursos para proteger sus ciudades –un esfuerzo que, por otro lado, resulta difícil de sostener en el tiempo si no se cuenta con el respaldo firme de EE.UU.–, sino que también propina un duro golpe psicológico: tras más de tres años de guerra, el zumbido de los drones suicida recuerda cada noche a la población ucraniana que la pesadilla bélica está lejos de terminar.
Así, no es de extrañar que Putin quisiera reservar un lugar especial para sus armas voladoras en el Día de la Victoria.
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