El secretario general de la OTAN Mark Rutte se ha visto obligado a aclarar que todos los países miembros están sometidos a las mismas obligaciones a la hora de cumplir los objetivos de rearme que van a ser acordados en la cumbre de La Haya, en contra de la versión que anunció este domingo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez , cuyo objetivo es principalmente mantener el apoyo de sus aliados. Rutte ha negado en la rueda de prensa previa a la cumbre que hubiera concedido una cláusula de exclusión a España en la obligación colectiva de aumentar el gasto militar hasta el 5% del PIB, como habían pretendido desde el Gobierno.«En la OTAN no hay cláusulas de exclusión y no entiende de pactos o acuerdos paralelos. España cree que puede alcanzar los objetivos de capacidades militares con un porcentaje del 2,1%. La OTAN está absolutamente convencida de que España tendrá que gastar un 3,5% para conseguirlo», ha dicho Rutte.La declaración final de la cumbre había sido pactada el viernes incluyendo la obligación del 5% de aumento del gasto, con el con el formato de ‘silencio’ , un procedimiento que implica que si en el plazo de 48 horas nadie manifestaba su oposición, el texto se considerará aprobado por todos. Según fuentes de Moncloa, el Gobierno rompió el silencio el sábado e intentó introducir una enmienda que mencionaba explícitamente la exención particular que le interesa a Sánchez, pero fue rechazada. Ante la posibilidad de que la discusión provocase el fracaso de la cubre de la OTAN, los demás aceptaron un cambio meramente semántico en la redacción del texto en el que ahora se dice que «los aliados se comprometen» a ese aumento de los gastos militares, en lugar de decir «nosotros nos comprometemos» que al parecer a Sánchez le parecía demasiado personal. La carta que el presidente pidió que le enviase Rutte en persona entra dentro de la maniobra que desde Moncloa califican como «ambigüedad constructiva» para que cada cual pueda leer de forma distinta un texto que solo tiene un significado. El problema para Rutte y el resto de aliados fue que Sánchez ha utilizado este proceso para sus propios intereses políticos y lo anunció a bombo y platillo, con comparecencia extraordinaria incluida para exhibir su posición en contra del consenso que han adoptado todos los demás países. El mensaje estaba dirigido en realidad a sus socios de coalición situados en la extrema izquierda, que están en contra del concepto de rearme en el que trabajan desesperadamente la OTAN y la misma UE. Por ello, en la primera oportunidad que tuvo, el secretario general puso las cosas claras sobre el alcance y los detalles del acuerdo que Sánchez se ha comprometido a firmar al término de esta cumbre de La Haya y que incluye claramente la obligación general de comprometerse a aumentar los gastos estrictamente militares hasta el 3,5% del PIB, más un 1,5% para inversiones en materia de seguridad.Momento delicadoMuchos aliados están molestos con Sánchez por haber introducido esta discusión en un momento tan delicado, a pesar de que ya se le había ofrecido la fórmula de dejar un tercio del objetivo presupuestario para asuntos no estrictamente parte del presupuesto militar. Además, se ha previsto una revisión intermedia en 2029 para evaluar si los distintos países van cumpliendo los objetivos pactados en esta cumbre. Eso significa que todos deberán informar periódicamente sobre su gasto en defensa, el estado de sus capacidades y el cumplimiento de los planes nacionales de inversión en la industria militar.El Gobierno se escuda en la falsa argumentación de que es capaz de llegar a los objetivos de aumento de capacidad militar pactados en la OTAN sin necesidad de gastar tanto dinero como otros países. Y dado que esos objetivos son estrictamente secretos, el Gobierno no estaría obligado a explicar cómo esperaría alcanzarlos gastando menos de la mitad que cualquier otro país. Otros diplomáticos han expresado su malestar porque en realidad aceptar el 5% de gastos defensa es una señal política que en el fondo todos saben que será muy difícil de lograr para muchos países y no había ninguna necesidad de ponerlo por escrito. En 2014 ya se acordó llegar al 2% y la mayoría de países no lo han cumplido hasta este mismo año. Así que la impresión que se desprende de este embrollo es que los demás aliados no han querido dejarle a Sánchez ejercer el papel de abanderado del antitrumpismo y al final le han dejado que responda por sí mismo a sus contradicciones. La cuestión de los gastos de defensa es un símbolo y el presidente del Gobierno ha preferido arriesgar su reputación en el seno de la Alianza a poner en peligro el apoyo de los diputados de la extrema izquierda por razones domésticas. El secretario general de la OTAN Mark Rutte se ha visto obligado a aclarar que todos los países miembros están sometidos a las mismas obligaciones a la hora de cumplir los objetivos de rearme que van a ser acordados en la cumbre de La Haya, en contra de la versión que anunció este domingo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez , cuyo objetivo es principalmente mantener el apoyo de sus aliados. Rutte ha negado en la rueda de prensa previa a la cumbre que hubiera concedido una cláusula de exclusión a España en la obligación colectiva de aumentar el gasto militar hasta el 5% del PIB, como habían pretendido desde el Gobierno.«En la OTAN no hay cláusulas de exclusión y no entiende de pactos o acuerdos paralelos. España cree que puede alcanzar los objetivos de capacidades militares con un porcentaje del 2,1%. La OTAN está absolutamente convencida de que España tendrá que gastar un 3,5% para conseguirlo», ha dicho Rutte.La declaración final de la cumbre había sido pactada el viernes incluyendo la obligación del 5% de aumento del gasto, con el con el formato de ‘silencio’ , un procedimiento que implica que si en el plazo de 48 horas nadie manifestaba su oposición, el texto se considerará aprobado por todos. Según fuentes de Moncloa, el Gobierno rompió el silencio el sábado e intentó introducir una enmienda que mencionaba explícitamente la exención particular que le interesa a Sánchez, pero fue rechazada. Ante la posibilidad de que la discusión provocase el fracaso de la cubre de la OTAN, los demás aceptaron un cambio meramente semántico en la redacción del texto en el que ahora se dice que «los aliados se comprometen» a ese aumento de los gastos militares, en lugar de decir «nosotros nos comprometemos» que al parecer a Sánchez le parecía demasiado personal. La carta que el presidente pidió que le enviase Rutte en persona entra dentro de la maniobra que desde Moncloa califican como «ambigüedad constructiva» para que cada cual pueda leer de forma distinta un texto que solo tiene un significado. El problema para Rutte y el resto de aliados fue que Sánchez ha utilizado este proceso para sus propios intereses políticos y lo anunció a bombo y platillo, con comparecencia extraordinaria incluida para exhibir su posición en contra del consenso que han adoptado todos los demás países. El mensaje estaba dirigido en realidad a sus socios de coalición situados en la extrema izquierda, que están en contra del concepto de rearme en el que trabajan desesperadamente la OTAN y la misma UE. Por ello, en la primera oportunidad que tuvo, el secretario general puso las cosas claras sobre el alcance y los detalles del acuerdo que Sánchez se ha comprometido a firmar al término de esta cumbre de La Haya y que incluye claramente la obligación general de comprometerse a aumentar los gastos estrictamente militares hasta el 3,5% del PIB, más un 1,5% para inversiones en materia de seguridad.Momento delicadoMuchos aliados están molestos con Sánchez por haber introducido esta discusión en un momento tan delicado, a pesar de que ya se le había ofrecido la fórmula de dejar un tercio del objetivo presupuestario para asuntos no estrictamente parte del presupuesto militar. Además, se ha previsto una revisión intermedia en 2029 para evaluar si los distintos países van cumpliendo los objetivos pactados en esta cumbre. Eso significa que todos deberán informar periódicamente sobre su gasto en defensa, el estado de sus capacidades y el cumplimiento de los planes nacionales de inversión en la industria militar.El Gobierno se escuda en la falsa argumentación de que es capaz de llegar a los objetivos de aumento de capacidad militar pactados en la OTAN sin necesidad de gastar tanto dinero como otros países. Y dado que esos objetivos son estrictamente secretos, el Gobierno no estaría obligado a explicar cómo esperaría alcanzarlos gastando menos de la mitad que cualquier otro país. Otros diplomáticos han expresado su malestar porque en realidad aceptar el 5% de gastos defensa es una señal política que en el fondo todos saben que será muy difícil de lograr para muchos países y no había ninguna necesidad de ponerlo por escrito. En 2014 ya se acordó llegar al 2% y la mayoría de países no lo han cumplido hasta este mismo año. Así que la impresión que se desprende de este embrollo es que los demás aliados no han querido dejarle a Sánchez ejercer el papel de abanderado del antitrumpismo y al final le han dejado que responda por sí mismo a sus contradicciones. La cuestión de los gastos de defensa es un símbolo y el presidente del Gobierno ha preferido arriesgar su reputación en el seno de la Alianza a poner en peligro el apoyo de los diputados de la extrema izquierda por razones domésticas.
Rutte asegura que la Alianza Atlántica «no hay cláusulas de exclusión y no entiende de pactos o acuerdos paralelos»
El secretario general de la OTAN Mark Rutte se ha visto obligado a aclarar que todos los países miembros están sometidos a las mismas obligaciones a la hora de cumplir los objetivos de rearme que van a ser acordados en la cumbre de La … Haya, en contra de la versión que anunció este domingo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuyo objetivo es principalmente mantener el apoyo de sus aliados. Rutte ha negado en la rueda de prensa previa a la cumbre que hubiera concedido una cláusula de exclusión a España en la obligación colectiva de aumentar el gasto militar hasta el 5% del PIB, como habían pretendido desde el Gobierno.
«En la OTAN no hay cláusulas de exclusión y no entiende de pactos o acuerdos paralelos. España cree que puede alcanzar los objetivos de capacidades militares con un porcentaje del 2,1%. La OTAN está absolutamente convencida de que España tendrá que gastar un 3,5% para conseguirlo», ha dicho Rutte.
La declaración final de la cumbre había sido pactada el viernes incluyendo la obligación del 5% de aumento del gasto, con el con el formato de ‘silencio’, un procedimiento que implica que si en el plazo de 48 horas nadie manifestaba su oposición, el texto se considerará aprobado por todos. Según fuentes de Moncloa, el Gobierno rompió el silencio el sábado e intentó introducir una enmienda que mencionaba explícitamente la exención particular que le interesa a Sánchez, pero fue rechazada.
Ante la posibilidad de que la discusión provocase el fracaso de la cubre de la OTAN, los demás aceptaron un cambio meramente semántico en la redacción del texto en el que ahora se dice que «los aliados se comprometen» a ese aumento de los gastos militares, en lugar de decir «nosotros nos comprometemos» que al parecer a Sánchez le parecía demasiado personal. La carta que el presidente pidió que le enviase Rutte en persona entra dentro de la maniobra que desde Moncloa califican como «ambigüedad constructiva» para que cada cual pueda leer de forma distinta un texto que solo tiene un significado.
El problema para Rutte y el resto de aliados fue que Sánchez ha utilizado este proceso para sus propios intereses políticos y lo anunció a bombo y platillo, con comparecencia extraordinaria incluida para exhibir su posición en contra del consenso que han adoptado todos los demás países. El mensaje estaba dirigido en realidad a sus socios de coalición situados en la extrema izquierda, que están en contra del concepto de rearme en el que trabajan desesperadamente la OTAN y la misma UE.
Por ello, en la primera oportunidad que tuvo, el secretario general puso las cosas claras sobre el alcance y los detalles del acuerdo que Sánchez se ha comprometido a firmar al término de esta cumbre de La Haya y que incluye claramente la obligación general de comprometerse a aumentar los gastos estrictamente militares hasta el 3,5% del PIB, más un 1,5% para inversiones en materia de seguridad.
Momento delicado
Muchos aliados están molestos con Sánchez por haber introducido esta discusión en un momento tan delicado, a pesar de que ya se le había ofrecido la fórmula de dejar un tercio del objetivo presupuestario para asuntos no estrictamente parte del presupuesto militar. Además, se ha previsto una revisión intermedia en 2029 para evaluar si los distintos países van cumpliendo los objetivos pactados en esta cumbre. Eso significa que todos deberán informar periódicamente sobre su gasto en defensa, el estado de sus capacidades y el cumplimiento de los planes nacionales de inversión en la industria militar.
El Gobierno se escuda en la falsa argumentación de que es capaz de llegar a los objetivos de aumento de capacidad militar pactados en la OTAN sin necesidad de gastar tanto dinero como otros países. Y dado que esos objetivos son estrictamente secretos, el Gobierno no estaría obligado a explicar cómo esperaría alcanzarlos gastando menos de la mitad que cualquier otro país. Otros diplomáticos han expresado su malestar porque en realidad aceptar el 5% de gastos defensa es una señal política que en el fondo todos saben que será muy difícil de lograr para muchos países y no había ninguna necesidad de ponerlo por escrito. En 2014 ya se acordó llegar al 2% y la mayoría de países no lo han cumplido hasta este mismo año.
Así que la impresión que se desprende de este embrollo es que los demás aliados no han querido dejarle a Sánchez ejercer el papel de abanderado del antitrumpismo y al final le han dejado que responda por sí mismo a sus contradicciones. La cuestión de los gastos de defensa es un símbolo y el presidente del Gobierno ha preferido arriesgar su reputación en el seno de la Alianza a poner en peligro el apoyo de los diputados de la extrema izquierda por razones domésticas.
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