Que en una mesa de tertulia política los que están sentados se enzarcen no es nada nuevo. Hace tiempo que es así, un reality en vivo y en directo con la política de fondo. Este martes, Malas lenguas se convirtió en una especie de Gran Hermano improvisado. Dos concursantes y varios expulsados Leer Que en una mesa de tertulia política los que están sentados se enzarcen no es nada nuevo. Hace tiempo que es así, un reality en vivo y en directo con la política de fondo. Este martes, Malas lenguas se convirtió en una especie de Gran Hermano improvisado. Dos concursantes y varios expulsados Leer
Una de las cosas que Sálvame dio a la televisión fue convertir los platós y a los colaboradores en un reality en vivo y en directo. Los que antes opinaban o daban informaciones de otros se transformaron en los protagonistas. Interesaba más ver cómo acababan entre ellos o cuál sería el último en levantarse y poner tierra de por medio que en saber la última portada de Isabel Pantoja. El mirar en móvil en directo, en lanzarse cuchillos cual show circense, el después pedirse perdón, el volver al día siguiente con más made in Sálvame fue una manera de hacer televisión que poco tardaron en copiar las tertulias políticas y de actualidad. Lejos quedaban aquellos debates de La Clave con José Luis Balbín marcando las intervenciones sin una voz más alta que otra; las tertulias políticas si querían atraer al espectador tenían que tener su punto de show y de espectáculo. Sálvame fue perfecto para aprender, hubo muy buenos alumnos.
Es mucho más entretenido ver a un comentarista político o a un periodista enzarzarse en una discusión acalorada; es más entretenido que el espectador vea la pantalla partida con los dos protagonistas lanzándose pullas, discutiendo o advirtiendo. Lo mejor es que funciona. Funciona en Al Rojo Vivo, funciona en En boca de todos, funciona en La hora de La 1, funciona en Horizonte, funciona en Tardear, funciona en El programa de Ana Rosa. Por si no ha quedado claro, funciona. Y funcionó este martes también en Malas lenguas. Ahora los realities, los de verdad, los que tienen la esencia de las primeras ediciones de Gran Hermano se viven en las tertulias políticas. Este martes se vivió en Malas lenguas -no es casualidad que una de sus productoras sea la que fue productora de Sálvame– con Pablo Iglesias y Esther Palomera.
Deberíamos estar acostumbrados, e incluso, satisfechos de que la política entretenga como si fuera una gala de Supervivientes o de La isla de las tentaciones. De hecho, los datos de audiencia confirman que nos entretiene, pues Malas lenguas no sólo encadena récords de audiencia en La 2 sino que gracias a esos buenos datos y al caso Koldo va a cumplir su primera semana en la sobremesa de La 1 con datos más que aceptables para la cadena pública. Pero para mantenerlos hay que alimentar al monstruo. No vale con análisis, opiniones e informaciones, el espectador quiere más porque es lo que desde hace tiempo se da al espectador. Quien controla el programa lo sabe, el que está detrás también y los que se sientan en la mesa, por supuesto. ¿Riesgo? El habitual, el que se pierdan los papeles, la cosa se salga de madre, las bocas se calienten y el info show pase a un nivel más en el que los periodistas y analistas pasan a ser parte del espectáculo.
Este martes en la versión de La 2 de Malas lenguas la mesa estaba calentita. De hecho, las mesas políticas de las últimas semanas están como las hogueras de San Juan. La presunta corrupción en el PSOE, Koldo, Ábalor, Santos Cerdán, todas las informaciones que van saliendo día sí y día también es como el carbón que alimentaba las máquinas del Titanic. Es carne, es pescado, es primer y segundo plato, es postre. El problema es que, según las tertulias se van encendiendo y los temas se van poniendo encima de la mesa, frenar el impuslo que se ha dado antes es muy complicado.
Es lo que sucedió este martes con Pablo Iglesias en Malas lenguas y de rebote con Esther Palomera. El resumen podría ser: el enfrentamiento de Pablo Iglesias y Esther Palomera a costa de Ana Rosa Quintana, Ferreras y, palabras de Iglesias, «militantes de Twitter y periodistas de las cloacas en las televisiones». Si ya el resumen es así, imagina cómo fue la movida. Porque en realidad el mensaje no importa, en realidad lo importante es que el espectador se quede con un instante, con una imagen, con un momento. Así se crean opiniones.
Después de que Jesús Cintora, presentador y moderador de Malas lenguas, introdujese en la mesa un debate sobre los actos de vandalismo que están sufriendo las distintas sedes del PSOE estos días, el rifirrafe entre Pablo Iglesias y Esther Palomera no tardó en hacer acto de presencia. «Hablamos de nazis y la hostia se la lleva Podemos… Has dicho que me iba a molestar y lo estás diciendo por abajo», espetó Iglesias, molesto por la advertencia de Esther Palomera de «esto no le va a gustar a Pablo Iglesias«.
No hace falta que la llama sea muy grande para encender la hoguera, una chispita es más que suficiente porque el que sabe, sabe, y Pablo Iglesias sabe. «Tú has tenido legiones de tuiteros para…», intentó explicarse la periodista, incapaz ante la interrupción del ex vicepresidente del Gobierno: «Sí, muchos tuiteros, pero a mí no me han atacado tuiteros, me han atacado policías de la brigada patriótica mandados por el ministro del Interior, me han jodido la vida periodistas con programas de televisión en laSexta y algunos, que no tenéis problemas en criminalizar a los de las redes sociales, el apellido Ferreras no lo nombráis». Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid.
«Sabes de lo que estoy hablando perfectamente, no mezclemos temas porque lo que acabas de decir es perfectamente condenable y el que lo considere que se vaya a los juzgados a denunciar. Pero que todos los partidos habéis tenido hordas al servicio de las direcciones para difamar y desprestigiar el trabajo de los profesionales es así», replicó Esther Palomera. Pero Pablo Iglesias se iba encendiendo más y más, había que dar más espectáculo, había que convertirse en uno de los temas de última hora de la tarde en las redes sociales, había que conseguir el vídeo televisivo del día.
«Lo que es grave es que en este país se hayan sentado en platós de televisión personajes como Eduardo Inda», soltó de repente Pablo Iglesias. Éramos pocos… Sin dejar hablar a Esther Palomera, fue Jesús Cintora el que intervino para que la dejase hablar «45 segundos». «Ya que es ha nombrado a Eduardo Inda y estoy yo aquí te voy a decir varias cosas. La primera, que cuando yo he tenido que decir algo a Eduardo Inda se lo he dicho. Tú dices que no se puede decir lo que uno piensa, pues yo he dicho lo que pienso aquí en El programa de Ana Rosa, a la cara de Eduardo Inda y a la tuya, a la de cualquiera», aseguró la periodista.
«Segunda cuestión», continuó. «No he militado en mi vida en un partido político porque creo que un periodista no debe, uno, militar en un partido político, y, dos, tampoco desvelar sus preferencias ideológicas, aunque sean públicas y notorias. Y te digo, todos los partidos, todos, no sólo la ultraderecha, todos habéis tenido hordas de tuiteros para señalar a los periodistas, para desprestigiar el trabajo de los medios cuando no has interesado lo que opinábamos», sentenció Esther Palomera.
Llegaba el tercer round. «Los medios de este país os habéis desprestigiado solos. Es de vergüenza lo del periodismo de este país. Y es verdad que no se puede decir porque hay periodistas muy poderosos, pero es de vergüenza. Y que se diga que el problema son los tuiteros cuando tenemos a verdaderos sicarios mediáticos, cuando Ana Rosa Quintana presenta una tertulia que representa a la patronal inmobiliaria y saca a los de Desokupa… ¡No, hombre, no!», siguió el ex político cada vez más encendido y con el punto de mira ya bien colocado.
«Te repito, que en el programa de Ana Rosa digo lo que quiero y llevo 14 años en ese programa y jamás me han dicho nada», insistió Esther Palomera, colaborado habitual de la mesa política de Ana Rosa Quintana. «¡Qué vas a decir!», le inquirió Pablo Iglesias. Pero… no hay buen reality sin una buena bomba: «Pero si tú me lo has contado a mí que te han dicho que te sacaban de la mesa, coño. ¡Esther que me lo dijiste tú a mí! Me dijiste ‘me ha sacado de la mesa Ana Rosa Quintana‘, y te comía la rabia cuando me lo contaste tú». Bomba soltada.
«No mientas Pablo Iglesias«, señaló entonces Esther Palomera sin alterarse ni un ápice, mientras Pablo Iglesias interpretaba a la perfección el papel de desatado. «¿Y por qué voy a estar mintiendo yo?», insistió el ex político. «Te he dicho que cuando iba Susana Díaz como entrevistada a mí me sacaban de la mesa, te lo digo a ti y lo he dicho allí. Por supuesto que sí, pero no con determinados temas. Llevo 14 años en ese programa y he dicho lo que he pensado siempre«, aclaró la periodista. Más madera, más madera…
Consciente Esther Palomera, pues son ya muchos años como colaboradora y analista política, de cuál es el funcionamiento de determinados compañeros de mesa, hizo uso de una táctica muy habitual en las discusiones: no se iba a alterar para que el contricante se alterase más. Y funcionó. «Tus problemas personales con la gente los arreglas tú donde quieras. Pero te quiero decir que no has inventado la izquierda, ni la política y desde luego clases de periodismo tú no me vas a dar», le soltó sin despeinarse la periodista. «¡Pero qué problemas personales voy a tener yo!», le contestó Pablo Iglesias, la otra cara de la moneda, el colaborador encendido.
Dicen que el que dice la última palabra es el que gana. «No le voy a dar clases a nadie pero en este país han sido periodistas corruptos los que han convertido buena parte del periodismo de este país en un estercolero.No estoy hablando de ti, yo no te meto en el mismo saco que a Eduardo Inda y que a Ferreras, y tú pretendías meterme a mí en el mismo saco que a fascistas», fue la última frase de Pablo Iglesias. No sé si de victoria, o de tengo que quedar por encima sí o sí, o de ya nos hemos ganado el sueldo esta tarde. Ocho minutos en los que quedó bien claro que si las teles quieren que los realities triunfen, la solución está en las mesas políticas.
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