La Casa Blanca, legisladores, altos cargos del Partido Republicano y medios afines se encuentran en una situación insólita.
Perplejidad por la visita del número dos del Departamento de Justicia, Todd Blanche, a la cómplice del pedófilo
La Casa Blanca, legisladores, altos cargos del Partido Republicano y medios afines se encuentran en una situación insólita.
En lugar de poner el megáfono a una conspiración auspiciada por Donald Trump, en esta ocasión tratan de silenciarla y que los suyos miren hacia otro lado, a ser posible al sospechoso habitual, el expresidente Obama.
Pero todas esas estrategias con el caso del depredador sexual Jeffrey Epstein, y viejo amigo del actual presidente estadounidense, no funcionan ni entre muchos conservadores del Congreso, ni en la calle ni en el movimiento MAGA, en cuyas filas no cesa la ira. Y lo más excepcional es que sus seguidores están que trinan con su líder idolatrado, rompiendo lo que era un bloque granítico.
Aunque está en modo contención, el propio Gobierno incentiva las conjeturas.
El 36% de republicanos condena la gestión que el Gobierno hace del caso, según el último un sondeo
The Wall Street Journal se apuntó otro tanto el miércoles, tras desvelar una semana antes la presunta carta obscena de felicitación a Epstein en el 2003 por su 50.º cumpleaños. Esta vez difundió que la fiscal general Pam Bondin explicó en mayo a Trump que aparecía en múltiples documentos vinculados al financiero pedófilo, cosa ya sabida, como anunció Elon Musk en X, aunque remarcable porque el presidente negó a la prensa días atrás que hubiera recibido esa comunicación.
Aún más suspicaz si se recuerda que a principios de este mes, Bondi sacó un informe en el que negó la existencia de la lista de clientes de Epstein y descartó que el pervertido no muriera por suicidó (versión oficial) en una cárcel de Nueva York, en el 2019, dos negaciones que encendieron a los MAGA.
El recelo fue a más al ver, qué coincidencia, como Todd Blanche, exabogado de Trump y ahora fiscal general adjunto en el Departamento de Justicia, entraba ayer en las dependencias de la Fiscalía de Tallahassee para supuestamente entrevistar a Ghislaine Maxwell, asociada y cómplice de Epstein, su conseguidora de niñas, que cumple una pena de 20 años en la capital de Florida.
El presidente Donald Trump tiene la receta para que Estados Unidos se lleve el cetro de la inteligencia artificial (IA). Consiste en acelerar dando barra libre a Silicon Valley, sin controladores, libres de supervisión. La fórmula recuerda al salvaje Oeste, según los expertos. En claro rechazo a las regulaciones europeas, Trump descartó todos esos debates sobre cortafuegos y salvaguardias ante una innovación rodeada de preocupaciones por la seguridad de los ciudadanos, el riesgo ambiental o la potencial pérdida de puestos de trabajo. “Hay que hacer lo que sea necesario para ganar la carrera de la IA”, señaló el presidente al firmar tres órdenes ejecutivas sobre la materia. “Estados Unidos es el país que empezó y Estados Unidos va a ganar”, prometió en clara referencia a China.
La iniciativa de Blanche, anunciada antes del artículo del Journal , consistía en hacer algo para calmar la crisis. Llegó con mala sincronización. La visita causó sorpresa y disparó las especulaciones. ¿Habrá pacto para callar a la mujer que era la mano derecha de Epstein?
Su abogado ya ha reconocido que busca el perdón, la conmutación o la rebaja de la condena. Este ámbito de sospecha, de oscurantismo en lugar de la transparencia prometida por el entonces candidato, está haciendo mella entre los suyos.
Se da la circunstancia que Maxwell fue quien pidió la carta de Trump dedicada a Epstein por su 50 aniversario y la que se encargó de recopilar un álbum con esas felicitaciones. El presidente aseguró que el texto firmado por “Donald”, en el pubis de una mujer supuestamente dibujada por él, y demando al diario de Rupert Murdoch por daños, con la petición de 10.000 millones de dólares como compensación.
Sin embargo, nuevos documentos confirman la veracidad de esa carta. Tanto The New York Times como el WSJ sacaron informaciones la noche de este jueves en las que explican que el nombre del futuro presidente figura en la lista de colaboradores para elaborar ese libro de congratulaciones. Hay otros nombres ilustres que remitieron redactados, entre otros, el del entonces expresidente Bill Clinton; el multimillonario inversor Leon Black; la diseñadora de moda Vera Wang; el editor de diarios Mort Zuckerman; el propietario de Victoria’s Secret, Leslie Wexner; el empresario Alan C. Greenberg o el físico Murray Gell-Mann (estos dos últimos ya fallecidos).
Así que el escándalo no cesa y esto empieza a reflejarse en la opinión pública. En una encuesta de Quinnipiac University, el 40% de los republicanos aprueba la gestión de Trump sobre la publicación de esos archivos. Sin embargo, casi el mismo porcentaje, un 36%, la descalifica. Este es tal vez el mayor descontento interno que Trump ha experimentado como presidente.
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En general, casi dos tercios de estadounidenses recriminan como la Administración está tramitando este asunto. El caso de los papeles de Epstein ha llevado a uno de los momentos de más unidad en la historia política reciente de EE.UU.
La ruptura en las filas conservadoras se subrayó en la Cámara de Representantes. Su presidente, Mike Johnson, envió a los legisladores de vacaciones anticipadas (hasta el 2 de septiembre) para evitar votaciones relacionadas con esos papeles. Pero una subcomisión controlada por los suyos aprobó interrogar a Maxwell (previsto para el 11 de agosto, sin garantías de que se haga) y por primera vez citar al Departamento de Justicia para que entregue los archivos.
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