Galicia siempre se ha caracterizado por ser una tierra integradora. Si para Celso Emilio Ferreiro o mundo se chama Celanova, para Galicia cualquier territorio supone un motivo de respiración profunda para ensanchar cultura, conocimiento, hermandad. Que se lo digan a nuestros emigrantes. Pocos lugares hay en el mundo donde sus habitantes han tenido que salir para buscarse la vida (en el sentido literal de la palabra: para poder comer) y acabaron integrándose perfectamente en sociedades tan diferentes y distantes, donde la morriña no dejaba de empujar.Pero, aun así, nostalgias aparte, la herencia de aquellos gallegos que tan lejos se fueron y tan cerca estuvieron siempre de su tierra se materializa hoy en unas gentes abiertas, dialogantes y sobre todo respetuosas. Un buen ejemplo es el permanente hermanamiento que vivimos con nuestros vecinos lusos. La eurorregión Galicia-Norte de Portugal evidencia que la política, la economía y la sociedad pueden convivir eficazmente haciendo realidad proyectos complejos y a la vez necesarios, de los que se benefician dos territorios que comparten frontera y tienen en común las ganas de hacer Europa.Por eso es muy merecida la Medalla de Galicia que el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, acaba de conceder a los alcaldes de Oporto y Braga. Potenciar los territorios de la eurorregión supone avanzar hacia esa Europa sin fronteras, siendo el ‘sin’ un sinónimo integrador, no excluyente. ‘Sin’ significa no tener prejuicios para compartir presupuestos, medios o ideas; significa que las personas y los territorios, conservan su identidad y sus raíces y expanden conjuntamente el progreso del lugar más moderno y de mayor bienestar del mundo: la Unión Europea.Son tiempos difíciles, por supuesto. Los retos son de un enorme calado y complejidad. Pero si somos parte de Europa es porque nos lo creemos. Vamos a Bruselas a buscar, sí, pero también a compartir y poner en común las fortalezas que nos unen.Dicen que no hay peor isla que la que no tiene mar; aquella que está rodeada de intransigencia y negación de lo distinto. Es cierto. De esto también hay en la Unión. Incluso utilizan el idioma como atributo de superioridad para reivindicar ínsulas quijotescas que nada tienen que ver con lo que demanda una sociedad moderna. Pero Galicia no es así. Hasta en esto, también es ‘calidade’. Bien por la EuroGalicia. Galicia siempre se ha caracterizado por ser una tierra integradora. Si para Celso Emilio Ferreiro o mundo se chama Celanova, para Galicia cualquier territorio supone un motivo de respiración profunda para ensanchar cultura, conocimiento, hermandad. Que se lo digan a nuestros emigrantes. Pocos lugares hay en el mundo donde sus habitantes han tenido que salir para buscarse la vida (en el sentido literal de la palabra: para poder comer) y acabaron integrándose perfectamente en sociedades tan diferentes y distantes, donde la morriña no dejaba de empujar.Pero, aun así, nostalgias aparte, la herencia de aquellos gallegos que tan lejos se fueron y tan cerca estuvieron siempre de su tierra se materializa hoy en unas gentes abiertas, dialogantes y sobre todo respetuosas. Un buen ejemplo es el permanente hermanamiento que vivimos con nuestros vecinos lusos. La eurorregión Galicia-Norte de Portugal evidencia que la política, la economía y la sociedad pueden convivir eficazmente haciendo realidad proyectos complejos y a la vez necesarios, de los que se benefician dos territorios que comparten frontera y tienen en común las ganas de hacer Europa.Por eso es muy merecida la Medalla de Galicia que el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, acaba de conceder a los alcaldes de Oporto y Braga. Potenciar los territorios de la eurorregión supone avanzar hacia esa Europa sin fronteras, siendo el ‘sin’ un sinónimo integrador, no excluyente. ‘Sin’ significa no tener prejuicios para compartir presupuestos, medios o ideas; significa que las personas y los territorios, conservan su identidad y sus raíces y expanden conjuntamente el progreso del lugar más moderno y de mayor bienestar del mundo: la Unión Europea.Son tiempos difíciles, por supuesto. Los retos son de un enorme calado y complejidad. Pero si somos parte de Europa es porque nos lo creemos. Vamos a Bruselas a buscar, sí, pero también a compartir y poner en común las fortalezas que nos unen.Dicen que no hay peor isla que la que no tiene mar; aquella que está rodeada de intransigencia y negación de lo distinto. Es cierto. De esto también hay en la Unión. Incluso utilizan el idioma como atributo de superioridad para reivindicar ínsulas quijotescas que nada tienen que ver con lo que demanda una sociedad moderna. Pero Galicia no es así. Hasta en esto, también es ‘calidade’. Bien por la EuroGalicia.
cuarto singuante
Galicia siempre se ha caracterizado por ser una tierra integradora. Si para Celso Emilio Ferreiro o mundo se chama Celanova, para Galicia cualquier territorio supone un motivo de respiración profunda para ensanchar cultura, conocimiento, hermandad. Que se lo digan a nuestros emigrantes. Pocos lugares hay … en el mundo donde sus habitantes han tenido que salir para buscarse la vida (en el sentido literal de la palabra: para poder comer) y acabaron integrándose perfectamente en sociedades tan diferentes y distantes, donde la morriña no dejaba de empujar.
Pero, aun así, nostalgias aparte, la herencia de aquellos gallegos que tan lejos se fueron y tan cerca estuvieron siempre de su tierra se materializa hoy en unas gentes abiertas, dialogantes y sobre todo respetuosas. Un buen ejemplo es el permanente hermanamiento que vivimos con nuestros vecinos lusos. La eurorregión Galicia-Norte de Portugal evidencia que la política, la economía y la sociedad pueden convivir eficazmente haciendo realidad proyectos complejos y a la vez necesarios, de los que se benefician dos territorios que comparten frontera y tienen en común las ganas de hacer Europa.
Por eso es muy merecida la Medalla de Galicia que el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, acaba de conceder a los alcaldes de Oporto y Braga. Potenciar los territorios de la eurorregión supone avanzar hacia esa Europa sin fronteras, siendo el ‘sin’ un sinónimo integrador, no excluyente. ‘Sin’ significa no tener prejuicios para compartir presupuestos, medios o ideas; significa que las personas y los territorios, conservan su identidad y sus raíces y expanden conjuntamente el progreso del lugar más moderno y de mayor bienestar del mundo: la Unión Europea.
Son tiempos difíciles, por supuesto. Los retos son de un enorme calado y complejidad. Pero si somos parte de Europa es porque nos lo creemos. Vamos a Bruselas a buscar, sí, pero también a compartir y poner en común las fortalezas que nos unen.
Dicen que no hay peor isla que la que no tiene mar; aquella que está rodeada de intransigencia y negación de lo distinto. Es cierto. De esto también hay en la Unión. Incluso utilizan el idioma como atributo de superioridad para reivindicar ínsulas quijotescas que nada tienen que ver con lo que demanda una sociedad moderna. Pero Galicia no es así. Hasta en esto, también es ‘calidade’. Bien por la EuroGalicia.
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