Todo comienza cuando el semental más valioso de la yeguada de los Acuña aparece muerto junto a varios potros de la finca La Galana en lo que a todas luces ha sido un envenenamiento. A partir de ahí, lo que ocurra en Pura Sangre, la serie que está rodando Mediaset junto a Shine Iberia, son «secretos, intrigas y misterios» Leer Todo comienza cuando el semental más valioso de la yeguada de los Acuña aparece muerto junto a varios potros de la finca La Galana en lo que a todas luces ha sido un envenenamiento. A partir de ahí, lo que ocurra en Pura Sangre, la serie que está rodando Mediaset junto a Shine Iberia, son «secretos, intrigas y misterios» Leer
Si hay una serie estadounidense que marcó a los baby boomers esa fue Falcon Crest. Curioso fue su éxito en Europa, teniendo en cuenta que en Estados Unidos preferían Dallas o Dinastía. Sin embargo, en España las idas y venidas entre viñedos y riquezas, las encarnizadas guerras por el control de Falcon Crest y los Viñedos Agretti, las confabulaciones, las mentes maquiavélicas, la ambición y el poder llenaron las sobremesas de los espectadores hasta convertirlo en un fenómeno social que fue incluso más allá de los seis años que estuvo en emisión. Cuando la producción audiovisual en España vivió su gran cambio, productoras españolas intentaron recuperar aquel fenómeno basado en la herencia, el legado y el poder. Algunas triunfaron, pero nunca nada parecido a lo que nos dio Angela Channing.
Los estadounidenses dieron lustre a los culebrones que llegaban de Latinoamérica y se sacaron de la manga sus propias familias de ricos. Primero fueron los Ewing, de Dallas, más tarde los Carrington de Dinastía y los Agretti y Gioberti de Falcon Crest, pero después España encontró también este camino de ricos, poderosos y, sí, también avariciosos. Ahí están Gran Reserva, Galgos o Herederos, pero nada llegó al fenómeno de Falcon Crest. Es ahora cuando Macarena Rey, CEO de Shine Iberia, y Mediaset han decidido poner el listón tan alto que la próxima temporada los espectadores podrían encontrarse al fin con una ficción a la altura de los Viñedos Agretti.
Pura sangre -como se llama la serie-, a punto de terminar su rodaje, gira en torno a las intrigas, secretos y conflictos de una familia aristocrática dedicada a la cría de caballos de raza en su finca, La Galana. La serie muestra la vida de los marqueses de Monteclaro, sus hijos, los trabajadores de la finca y los habitantes del entorno, poniendo el foco en los vínculos familiares, las relaciones de poder y las rivalidades propias del universo rural.
«Macarena vino y nos dijo: «Queremos contaros el Falcon Crest español a los pies de la sierra de Gredos»», explica Ghislain Barrois, CEO de Mediterraneo, la productora de Mediaset España. «Nos quedamos completamente enganchados», continúa, «pues el nivel de los guiones era tan alto que llegamos incluso a pensar que sería imposible poder plasmarlos en la pantalla».
Si le preguntas a Macarena Rey la palabra que vincula a Pura sangre no duda ni un segundo en decir «ambición», pues «no solo es haber rodado con 130 caballos y con el 70% del proyecto en exteriores, sino que ha sido gestionar el clima, 90 actores y 17 semanas de rodaje» para una serie prevista para el prime time y formado por 16 capítulos divididos en dos temporadas de ocho episodios. Una casa en Cenicientos, a los pies de la Sierra de Gredos; una finca, en Aranjuez, de 15.000 hectáreas que acoge los exteriores de las caballerizasy el marquesado en la serie; más localizaciones en la sierra norte; y los platós. Una superproducción que responde, según Barrois, a la apuesta de Mediaset por la ficción de calidad, «de lujo», como Falcon Crest… en apariencia.
Es una mañana de julio a las afueras de la localidad madrileña de Aranjuez, está nublado -a Dios gracias-, pero el bochorno y la humedad hacen que las moscas que conviven en los establos de los Acuña estén más pesadas de lo habitual. «He acabado harta de las moscas», dice Amaia Salamanca, Miranda Acuña, la primogénita del clan. Estamos en el lugar que Shine Iberia ha convertido en la casa de la yeguada, protagonista también de la ficción. Un lugar idílico, pese al calor de julio, con grandes prados, establos dignos de las mejores crianzas, caballos por doquier y entre medias cámaras, focos, micrófonos…
Pura sangre se rueda en diversas localizaciones de la Comunidad de Madrid, Castilla La Mancha y Castilla y León, con especial protagonismo de paisajes rurales y escenarios ligados a la vida en el campo. La serie combina exteriores naturales con espacios reales donde se recrea la actividad ecuestre, así como los interiores de la finca La Galana.
La elección de las localizaciones responde al propósito de dotar a la serie de verosimilitud y coherencia visual, en una historia donde el entorno, el mundo del caballo y las tensiones sociales forman parte esencial del relato.
Todo comienza cuando el semental más valioso de la yeguada de los Acuña aparece muerto junto a varios potros de la finca en lo que a todas luces ha sido un envenenamiento. La teniente Alicia Hermida (Blanca Romero), recién destinada en la zona, se hace cargo de la investigación y pronto descubre que no se trata de un hecho aislado, sino del último de una serie de ataques vandálicos que los propietarios atribuyen a cooperativistas de la comarca liderados por Fernando Vázquez (Pedro Casablanc), presidente de la cooperativa agraria local y viejo enemigo de la familia.
La Galana y su yeguada son la joya de la herencia de Rosario del Monte (Ángela Molina), marquesa de Monteclaro, que se resiste a abandonar el campo pase a su delicado estado de salud. Su marido, José Antonio Acuña (Pepe Munné), dirige la sociedad que administra el patrimonio familiar. Aunque el primogénito, Héctor (Aitor Luna), siempre ha permanecido al margen y pasa largas temporadas fuera de casa por trabajo, la heredera emocional del legado es Miranda, alta ejecutiva de una consultora financiera, figura habitual de la prensa del corazón y gran aficionada al mundo del caballo, casada con Jacobo Valverde (Jaime Zatarain), un conocido jinete. ¿Reminiscencias con la realidad? Las hay.
«La escritura de los guiones ha sido adictiva», confiesa Virgina Yagüe, la creadora de Pura sangre junto a Nacho Faerna. Algo que ambos esperan se traslade a la pantalla. De momento, solo con catar un poquito de la miel, el oso ya ha picado. «Es que no hay nada tan placentero como colarnos por una rendija y ver los secretos de una familia», añade Faerna, al que se suma Aitor Luna: «Es que la gente es cotilla por naturaleza».
Si preguntas a actores, productores, creadores y directores (Rómulo Aguillaume y Belén Macías) cuál ha sido la mayor dificultad de un rodaje de estas características, ninguno parece contestar lo esperado, que para cualquier ser humano sería el trabajar con caballos. «Hay veces que llegan a la marca mejor que los actores», dice con humor Aguillaume. La realidad es que detrás de los 130 caballos ha estado Richard Cruz, «el mejor en el mundo de los caballos de rodaje», afirma todo el equipo, y sus trabajos le avalan, pues Pura sangre es el último de una larga lista para grandes directores y productores como Steven Spielberg en War Horse u Oliver Stone en Alejandro Magno. Todos los actores, monten o no monten en la serie, han trabajado con Cruz para familiarizarse con los animales.
«Hay corrupción, hay política, hay conflictos entre las clases sociales, hay un universo humano muy dispar»
Nacho Faerna, creador de Pura sangre
En realidad, la mayor complicación ha estado en lo que también ha sido la mayor exigencia, según explican los creadores: «Generar muchos minutos de la serie y mantener en todos la misma calidad. Mantener ese estándar de calidad es muy complicado».
Para Ángela Molina, la matriarca del clan Acuña, Pura sangre, dentro de la exigencia que han supuesto las 17 semanas de rodaje y los innumerables exteriores, «es una alegría compartida». Después de 50 años de carrera -los cumple en septiembre-, Molina nota el paso de los años, pero confiesa que es incapaz de decir que no. «Me encanta todo lo que me proponen. Estoy enamorada de mi trabajo. Y, claro que estoy más cansada, pero la emoción sigue siendo la misma«.
Con Pura sangre le ha pasado eso, el proyecto la fascinó y fue incapaz de decir que no. «Es que mi personaje tiene mi mismo papel en la vida real, el de proteger a los míos. Rosario -su personaje- vive para ellos, por ellos y para sus caballos. Esa es la herencia más grande de la vida, nutrir a la vida de lo mejor de uno mismo».
Arruinada y enferma, el personaje de Rosario se resiste a abandonar su yeguada. Tras ella, su marido, un Pep Munné (José Antonio Acuña) que se describe como «el consorte». «No es que haya buenos y malos, sino, como en la vida, unos tienen sus razones y otros tienen otras«, afirma. Eso sí, confiesa sin vergüenza que el que «mejor miente» es él.
En Pura sangre hay muchos mentirosos, pues no hay intrigas sin mentiras. «Hay corrupción, hay política, hay conflictos entre las clases sociales, hay un universo humano muy dispar», afirma Faerna. Le interrumpe el relinchar de los caballos. «Así, a todas horas», dice, resignado. Cruz acaba de llegar con varios caballos a los que están preparando para las escenas que rodarán por la tarde. «Yo con los caballos me llevo muy bien. No me acerco a ellos«, dice Ángela Molina entre risas.
Ha sido Amaia Salamanca la que junto a su marido en la ficción, el actor Jaime Zatarain, ha tenido que aprender a ser una gran amazona. Sus compañeros aseguran que ya venía aprendida, afirmación que ella desmiente: «En mi vida había montado a caballo».
«El primer día del rodaje he de reconocer que lo pasé mal. Se me fue parte de los estribos galopando y no sabía qué hacer. Pero luego, poco a poco, he ido cogiendo soltura y disfruto mucho de la sensación de libertad que te da ir galopando por medio del campo», explica la actriz.
Salamanca representa a las herederas aristocráticas que tanto vemos en las revistas del corazón. Aitor Luna, su hermano en la ficción, es el hijo díscolo, la oveja negra que regresa al redil en el peor momento de la familia. Ambos reconocen que entre ellos no hay rencillas ni enfrentamientos por la herencia, pues cada uno sabe muy bien cuál es su lugar, pero también aseguran que en Pura sangre «somos buenos y malos». «Cada uno al final está luchando haciendo lo que considera que es debido para lo que crees o por tus derechos», dice Salamanca. Interrumpe Aitor Luna: «¡También hay gente majísima!». «Me refiero a que el hijoputismo está a la orden del día», se explica, asegurando que todo el mundo es bueno hasta que «atentan contra tus libertades».
«Tiene sus cadáveres en las cunetas porque hay una lucha de clases muy clara entre el marqués y este personaje. Es un personaje que no perdona»
Pedro Casablanc, Fernando Vázquez en Pura sangre
Y aquí es donde entraría la familia Vázquez, liderada por Pedro Casablanc en el papel de Fernando Vázquez, presidente de la cooperativa agraria local. La enemistad con los Acuña la heredó de su padre, un viejo militante de izquierdas que se enfrentó al marqués cuando trabajaba para él. De adolescente tuvo un breve romance con Consuelo Cifuentes (Maru Valdivielso), la guardesa de la finca. Su figura será clave en la tensión creciente que sacude la comarca tras los incidentes en La Galana. «Es un señor de campo», nos dice Casablanc. «Según dice de él mismo, es un hombre íntegro que defiende a su familia y hasta aquí puedo leer», asegura cuando le preguntamos si realmente es tan íntegro como dice. «Es un personaje muy nuestro, con sus valores», y recalca lo de «sus valores». «Pero también tiene sus cadáveres en las cunetas porque hay una lucha de clases muy clara entre el marqués y este personaje. Es un personaje que no perdona», sentencia.
Entre odios, rencillas, herencias, legados y sangre están los otros personajes, los que dan equilibro a Pura sangre: la teniente de la Guardia Civil interpretada por Blanca Romero; el jinete, marido de la heredera e infiel por naturaleza; la hija de los Vázquez, interpretada por una joven Berta Bolufer, que regresa a casa y que cuando conoce a Héctor descubre que todo lo malo que le han contado de los Acuña quizá no se aplica a toda la familia; la veterinaria, Marta Uribe, a la que da vida una Eva Ugarte que ha tenido que superar su terrible alergia a los caballos para enfrentarse al papel y la cual mantiene una relación secreta que el espectador tendrá que descubrir. Un plantel «de lujo», en palabras de Mediaset y Shine Iberia, «con una alquimia increíble» y con un objetivo: volver a soñar con una saga patria con los secretos más oscuros.
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