David (nombre ficticio para preservar su identidad) no se considera «curado», pero sí «en paz». Tiene 26 años, trabaja de administrativo en una empresa de logística y lleva casi tres años sin hacer una apuesta . Pero hubo un tiempo en que cada notificación en su móvil podía ser el principio de una ruina: «Me levantaba pensando en el próximo partido y me acostaba repasando estadísticas. Apostar se convirtió en mi vida », explica a ABC.Todo empezó como una distracción. A los 20 años, en plena universidad, un amigo le enseñó una casa de apuestas. «No me atrajo tanto el fútbol como el subidón de apostar. Gané 50 euros en mi primer intento y me sentí un genio . Pensé: esto se me da bien». Sin embargo, según cuenta este joven de Ciudad Real, lo que vino después fue una espiral de deudas, mentiras y aislamiento. « Lo que ganaba un día lo perdía al siguiente . Nunca era suficiente. Me frustraba, rompía cosas en mi cuarto, discutía con todo el mundo… pero no podía parar. Cuando no era fútbol era baloncesto, béisbol, MMA… cualquier deporte me servía», lamenta.Noticia Relacionada estandar No El Supremo tumba parte del real decreto del Gobierno que limita la publicidad en el juego y las apuestas ‘online’«Pensaba que era dinero gratis, pero era una trampa»El principal anzuelo fue el bono de bienvenida, una táctica predatoria de las casas de apuestas, donde se ‘regala’ dinero a cambio de que hagas un primer ingreso para jugar. «Te daban 100 euros extra si depositabas otros 100. Pensabas que era dinero gratis, pero en realidad era una trampa: para poder retirarlo tenías que apostar una y otra vez, y acababas gastando mucho más de lo que habías puesto ». Como él, miles de jóvenes se enganchan con estas promociones, que durante años han sido el principal reclamo en redes sociales, plataformas de vídeo y hasta camisetas de fútbol. De hecho, este lunes el Ministerio de Derechos Sociales y Consumo alertaba de que el número de jugadores ha crecido más de un 20% en el último año con los bonos de bienvenida de las casas de apuestas, según datos de la Memoria de Actividad del Juego en España. Aunque estuvieron restringidos por un decreto desde 2021, el Tribunal Supremo anuló esa norma en octubre de 2024 , permitiendo que los bonos de bienvenida volvieran a publicitarse en determinados canales. Y ahí es donde el Ministerio de Derechos Sociales y Consumo quiere actuar. Su intención es plantear una nueva enmienda con la que la futura Ley de Servicios de Atención a la Clientela incluya una prohibición de estos bonos para el juego online.«No me atrajo tanto el fútbol como el subidón de apostar. Gané 50 euros en mi primer intento y me sentí un genio. Pensé: esto se me da bien»Accesibilidad y estímulos constantesDavid explica que además del gancho del dinero fácil, era la accesibilidad que dan estas plataformas junto con los estímulos constantes lo que le hacía apostar en todo momento, en cualquier lugar. «No necesitaba ir a ningún sitio, daba igual que estuviera en clase, tirado en la cama o cenando con la familia; solo tenía que contar con saldo en la aplicación del móvil. Podías apostar a cuántas faltas habría en la segunda parte de un partido de la liga de Qatar, y mientras tanto, la app te premiaba con bonos, con gráficas, con alertas… Me conocía mejor que mis padres ».Durante meses, ocultó su adicción a todo el mundo. «Me inventaba excusas para pedir dinero. Decía que era para fotocopias, para una excursión, para un portátil. Mentía con descaro». Un día llegó a perder 2.000 euros en una tarde. «Era el dinero que me quedaba de una beca. Me quedé sin nada, sin futuro». Es entonces cuando comenzó a robar y pedir préstamos al banco. «Me planté con 22 años y con una deuda de más de 10.000 euros que no tenía forma de pagar» . Fue ahí cuando su hermana mayor le descubrió. «Me pilló con la cuenta en rojo y me hizo prometer que buscaría ayuda». «En mi entorno, apostar era algo normal. Ninguno de mis amigos lo veía como una enfermedad»David acudió a una asociación de apoyo a personas con adicción al juego, donde le «costó horrores» admitir que tenía un problema. «En mi entorno, apostar era algo normal. Ninguno de mis amigos lo veía como una enfermedad ». Su adicción al juego le llevó también al consumo de sustancias: drogas y alcohol. «Las tres juntas ya son una bomba de relojería porque, una vez que consumes algún tipo de sustancias, todo te da igual. Le das la misma importancia a gastarte 10 que 1.000 euros, pierdes los sentimientos… el consumo te hace no ver la realidad. Estás borracho, viendo un partido con amigos y os picáis a ver quién hace la apuesta más loca, para al final salir perdiendo todos».Durante más de dos años, asistió a sesiones semanales de terapia grupal. «Al principio me costaba hablar. Luego entendí que el silencio también era parte de la adicción». Aprendió a identificar los disparadores, a controlar la ansiedad, a convivir con la culpa. «Apostar no es solo jugarse dinero. Es jugarse tu autoestima, tu dignidad, tus relaciones». David advierte que muchos chavales de 16 o 17 años ya están atrapados. «Con un DNI prestado y una tarjeta prepago, te haces una cuenta en dos minutos. La barrera de entrada es casi nula ». Él apuesta ahora por una regulación más dura. «No puede ser que te pongan un límite para comprar alcohol y no para fundirte 500 euros en apuestas desde el sofá».«Con un DNI prestado y una tarjeta prepago, te haces una cuenta en dos minutos. La barrera de entrada es casi nula»A día de hoy, David ha borrado todas las aplicaciones de juego, no sigue páginas de apuestas y bloqueó el acceso desde sus dispositivos. «Me siguen entrando ganas a veces, pero ahora tengo herramientas. Dejé de juntarme con el círculo que tenía antes y empecé a controlar mi dinero. Sé que una sola apuesta podría devolverme al pozo ». David (nombre ficticio para preservar su identidad) no se considera «curado», pero sí «en paz». Tiene 26 años, trabaja de administrativo en una empresa de logística y lleva casi tres años sin hacer una apuesta . Pero hubo un tiempo en que cada notificación en su móvil podía ser el principio de una ruina: «Me levantaba pensando en el próximo partido y me acostaba repasando estadísticas. Apostar se convirtió en mi vida », explica a ABC.Todo empezó como una distracción. A los 20 años, en plena universidad, un amigo le enseñó una casa de apuestas. «No me atrajo tanto el fútbol como el subidón de apostar. Gané 50 euros en mi primer intento y me sentí un genio . Pensé: esto se me da bien». Sin embargo, según cuenta este joven de Ciudad Real, lo que vino después fue una espiral de deudas, mentiras y aislamiento. « Lo que ganaba un día lo perdía al siguiente . Nunca era suficiente. Me frustraba, rompía cosas en mi cuarto, discutía con todo el mundo… pero no podía parar. Cuando no era fútbol era baloncesto, béisbol, MMA… cualquier deporte me servía», lamenta.Noticia Relacionada estandar No El Supremo tumba parte del real decreto del Gobierno que limita la publicidad en el juego y las apuestas ‘online’«Pensaba que era dinero gratis, pero era una trampa»El principal anzuelo fue el bono de bienvenida, una táctica predatoria de las casas de apuestas, donde se ‘regala’ dinero a cambio de que hagas un primer ingreso para jugar. «Te daban 100 euros extra si depositabas otros 100. Pensabas que era dinero gratis, pero en realidad era una trampa: para poder retirarlo tenías que apostar una y otra vez, y acababas gastando mucho más de lo que habías puesto ». Como él, miles de jóvenes se enganchan con estas promociones, que durante años han sido el principal reclamo en redes sociales, plataformas de vídeo y hasta camisetas de fútbol. De hecho, este lunes el Ministerio de Derechos Sociales y Consumo alertaba de que el número de jugadores ha crecido más de un 20% en el último año con los bonos de bienvenida de las casas de apuestas, según datos de la Memoria de Actividad del Juego en España. Aunque estuvieron restringidos por un decreto desde 2021, el Tribunal Supremo anuló esa norma en octubre de 2024 , permitiendo que los bonos de bienvenida volvieran a publicitarse en determinados canales. Y ahí es donde el Ministerio de Derechos Sociales y Consumo quiere actuar. Su intención es plantear una nueva enmienda con la que la futura Ley de Servicios de Atención a la Clientela incluya una prohibición de estos bonos para el juego online.«No me atrajo tanto el fútbol como el subidón de apostar. Gané 50 euros en mi primer intento y me sentí un genio. Pensé: esto se me da bien»Accesibilidad y estímulos constantesDavid explica que además del gancho del dinero fácil, era la accesibilidad que dan estas plataformas junto con los estímulos constantes lo que le hacía apostar en todo momento, en cualquier lugar. «No necesitaba ir a ningún sitio, daba igual que estuviera en clase, tirado en la cama o cenando con la familia; solo tenía que contar con saldo en la aplicación del móvil. Podías apostar a cuántas faltas habría en la segunda parte de un partido de la liga de Qatar, y mientras tanto, la app te premiaba con bonos, con gráficas, con alertas… Me conocía mejor que mis padres ».Durante meses, ocultó su adicción a todo el mundo. «Me inventaba excusas para pedir dinero. Decía que era para fotocopias, para una excursión, para un portátil. Mentía con descaro». Un día llegó a perder 2.000 euros en una tarde. «Era el dinero que me quedaba de una beca. Me quedé sin nada, sin futuro». Es entonces cuando comenzó a robar y pedir préstamos al banco. «Me planté con 22 años y con una deuda de más de 10.000 euros que no tenía forma de pagar» . Fue ahí cuando su hermana mayor le descubrió. «Me pilló con la cuenta en rojo y me hizo prometer que buscaría ayuda». «En mi entorno, apostar era algo normal. Ninguno de mis amigos lo veía como una enfermedad»David acudió a una asociación de apoyo a personas con adicción al juego, donde le «costó horrores» admitir que tenía un problema. «En mi entorno, apostar era algo normal. Ninguno de mis amigos lo veía como una enfermedad ». Su adicción al juego le llevó también al consumo de sustancias: drogas y alcohol. «Las tres juntas ya son una bomba de relojería porque, una vez que consumes algún tipo de sustancias, todo te da igual. Le das la misma importancia a gastarte 10 que 1.000 euros, pierdes los sentimientos… el consumo te hace no ver la realidad. Estás borracho, viendo un partido con amigos y os picáis a ver quién hace la apuesta más loca, para al final salir perdiendo todos».Durante más de dos años, asistió a sesiones semanales de terapia grupal. «Al principio me costaba hablar. Luego entendí que el silencio también era parte de la adicción». Aprendió a identificar los disparadores, a controlar la ansiedad, a convivir con la culpa. «Apostar no es solo jugarse dinero. Es jugarse tu autoestima, tu dignidad, tus relaciones». David advierte que muchos chavales de 16 o 17 años ya están atrapados. «Con un DNI prestado y una tarjeta prepago, te haces una cuenta en dos minutos. La barrera de entrada es casi nula ». Él apuesta ahora por una regulación más dura. «No puede ser que te pongan un límite para comprar alcohol y no para fundirte 500 euros en apuestas desde el sofá».«Con un DNI prestado y una tarjeta prepago, te haces una cuenta en dos minutos. La barrera de entrada es casi nula»A día de hoy, David ha borrado todas las aplicaciones de juego, no sigue páginas de apuestas y bloqueó el acceso desde sus dispositivos. «Me siguen entrando ganas a veces, pero ahora tengo herramientas. Dejé de juntarme con el círculo que tenía antes y empecé a controlar mi dinero. Sé que una sola apuesta podría devolverme al pozo ».
David (nombre ficticio para preservar su identidad) no se considera «curado», pero sí «en paz». Tiene 26 años, trabaja de administrativo en una empresa de logística y lleva casi tres años sin hacer una apuesta. Pero hubo un tiempo en que cada notificación en … su móvil podía ser el principio de una ruina: «Me levantaba pensando en el próximo partido y me acostaba repasando estadísticas. Apostar se convirtió en mi vida», explica a ABC.
Todo empezó como una distracción. A los 20 años, en plena universidad, un amigo le enseñó una casa de apuestas. «No me atrajo tanto el fútbol como el subidón de apostar. Gané 50 euros en mi primer intento y me sentí un genio. Pensé: esto se me da bien». Sin embargo, según cuenta este joven de Ciudad Real, lo que vino después fue una espiral de deudas, mentiras y aislamiento. «Lo que ganaba un día lo perdía al siguiente. Nunca era suficiente. Me frustraba, rompía cosas en mi cuarto, discutía con todo el mundo… pero no podía parar. Cuando no era fútbol era baloncesto, béisbol, MMA… cualquier deporte me servía», lamenta.
«Pensaba que era dinero gratis, pero era una trampa»
El principal anzuelo fue el bono de bienvenida, una táctica predatoria de las casas de apuestas, donde se ‘regala’ dinero a cambio de que hagas un primer ingreso para jugar. «Te daban 100 euros extra si depositabas otros 100. Pensabas que era dinero gratis, pero en realidad era una trampa: para poder retirarlo tenías que apostar una y otra vez, y acababas gastando mucho más de lo que habías puesto». Como él, miles de jóvenes se enganchan con estas promociones, que durante años han sido el principal reclamo en redes sociales, plataformas de vídeo y hasta camisetas de fútbol.
De hecho, este lunes el Ministerio de Derechos Sociales y Consumo alertaba de que el número de jugadores ha crecido más de un 20% en el último año con los bonos de bienvenida de las casas de apuestas, según datos de la Memoria de Actividad del Juego en España. Aunque estuvieron restringidos por un decreto desde 2021, el Tribunal Supremo anuló esa norma en octubre de 2024, permitiendo que los bonos de bienvenida volvieran a publicitarse en determinados canales. Y ahí es donde el Ministerio de Derechos Sociales y Consumo quiere actuar. Su intención es plantear una nueva enmienda con la que la futura Ley de Servicios de Atención a la Clientela incluya una prohibición de estos bonos para el juego online.
«No me atrajo tanto el fútbol como el subidón de apostar. Gané 50 euros en mi primer intento y me sentí un genio. Pensé: esto se me da bien»
Accesibilidad y estímulos constantes
David explica que además del gancho del dinero fácil, era la accesibilidad que dan estas plataformas junto con los estímulos constantes lo que le hacía apostar en todo momento, en cualquier lugar. «No necesitaba ir a ningún sitio, daba igual que estuviera en clase, tirado en la cama o cenando con la familia; solo tenía que contar con saldo en la aplicación del móvil. Podías apostar a cuántas faltas habría en la segunda parte de un partido de la liga de Qatar, y mientras tanto, la app te premiaba con bonos, con gráficas, con alertas… Me conocía mejor que mis padres».
Durante meses, ocultó su adicción a todo el mundo. «Me inventaba excusas para pedir dinero. Decía que era para fotocopias, para una excursión, para un portátil. Mentía con descaro». Un día llegó a perder 2.000 euros en una tarde. «Era el dinero que me quedaba de una beca. Me quedé sin nada, sin futuro». Es entonces cuando comenzó a robar y pedir préstamos al banco. «Me planté con 22 años y con una deuda de más de 10.000 euros que no tenía forma de pagar». Fue ahí cuando su hermana mayor le descubrió. «Me pilló con la cuenta en rojo y me hizo prometer que buscaría ayuda».
«En mi entorno, apostar era algo normal. Ninguno de mis amigos lo veía como una enfermedad»
David acudió a una asociación de apoyo a personas con adicción al juego, donde le «costó horrores» admitir que tenía un problema. «En mi entorno, apostar era algo normal. Ninguno de mis amigos lo veía como una enfermedad». Su adicción al juego le llevó también al consumo de sustancias: drogas y alcohol. «Las tres juntas ya son una bomba de relojería porque, una vez que consumes algún tipo de sustancias, todo te da igual. Le das la misma importancia a gastarte 10 que 1.000 euros, pierdes los sentimientos… el consumo te hace no ver la realidad. Estás borracho, viendo un partido con amigos y os picáis a ver quién hace la apuesta más loca, para al final salir perdiendo todos».
Durante más de dos años, asistió a sesiones semanales de terapia grupal. «Al principio me costaba hablar. Luego entendí que el silencio también era parte de la adicción». Aprendió a identificar los disparadores, a controlar la ansiedad, a convivir con la culpa. «Apostar no es solo jugarse dinero. Es jugarse tu autoestima, tu dignidad, tus relaciones». David advierte que muchos chavales de 16 o 17 años ya están atrapados. «Con un DNI prestado y una tarjeta prepago, te haces una cuenta en dos minutos. La barrera de entrada es casi nula». Él apuesta ahora por una regulación más dura. «No puede ser que te pongan un límite para comprar alcohol y no para fundirte 500 euros en apuestas desde el sofá».
«Con un DNI prestado y una tarjeta prepago, te haces una cuenta en dos minutos. La barrera de entrada es casi nula»
A día de hoy, David ha borrado todas las aplicaciones de juego, no sigue páginas de apuestas y bloqueó el acceso desde sus dispositivos. «Me siguen entrando ganas a veces, pero ahora tengo herramientas. Dejé de juntarme con el círculo que tenía antes y empecé a controlar mi dinero. Sé que una sola apuesta podría devolverme al pozo».
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