El popular dicho de que “la mujer del César no solo debe ser honesta, sino también parecerlo” retrata a Donald Trump ante el caso del depredador sexual Jeffrey Epstein y su cómplice, Ghislaine Maxwell.
Las víctimas se indignan por el trato de favor de Trump a la cómplice Ghislaine Maxwell
El popular dicho de que “la mujer del César no solo debe ser honesta, sino también parecerlo” retrata a Donald Trump ante el caso del depredador sexual Jeffrey Epstein y su cómplice, Ghislaine Maxwell.
El presidente estadounidense sostiene, frente a cartas, listas y fotografías en las que aparece sonriente junto a esa pareja, que hacía años que rompió la amistad con el convicto abusador y traficante de menores cuando murió por suicidio en la celda una cárcel de Nueva York, en el 2019, a la espera de un nuevo juicio. Ya fue condenado a trece meses en el 2008, en Florida.
El Gobierno no explica por qué Maxell ha sido trasladada a una prisión de mínima seguridad que es casi un hotel
Sin embargo, en medio de una crisis de credibilidad entre sus seguidores más fieles, que son capaces de aceptar que su líder es una especie de mesías, muchos se plantean que Trump oculta algo sobre este asunto.
Las sospechas no han hecho más que acrecentarse con la decisión de trasladar el pasado viernes a Maxwell, condenada a 20 años en el 2022 por un tribunal de Manhattan, desde una prisión de alta seguridad en Tallahassee (Florida) a una de escasa vigilancia que se asemeja más a un hotel.
“Ghislaine Maxwell es una depredadora sexual que asaltó físicamente a niños menores de edad en múltiples ocasiones y nunca se debería mostrar con ella ninguna indulgencia”, respondió frente al traslado de penitenciaria la familia de Virginia Giuffre, una de las principales víctimas que se quitó la vida esta pasada primavera, y otras mujeres que se encontraron en esa misma situación.
“Este es el sistema de justicia que está fallando a las víctimas ante nuestros ojos. El público estadounidense debería estar indignado por el trato preferencial a una pedófila y delincuentes sexual infantil con cargos criminales”, prosiguieron en su comunicado. Su irritación la comparten muchos ciudadanos a los que les resulta incomprensible el trato de favor concedido a una persona convicta de uno de los delitos más horribles.
Las encuestas coinciden en una amplia desaprobación de cómo Trump está gestionando este caso, en buena parte incentivado por él cuando era candidato al avalar la teoría conspirativa de que Epstein disponía de una lista de clientes, supuestamente demócratas y de la llamada élite, y de que alguien le mató para callarlo. Pero su fiscal general, Pam Bondi, desveló en julio que no había lista y que no había prueba alguna de que Epstein fuera asesinado.
Desde entonces Trump se halla en el punto de mira. Y los movimientos de su gobierno no hacen más que incrementar esa sombra de sospecha. Al menos un 63% responde en un sondeo nacional de UMass Amherst que Trump esconde información sobre este asunto.
Los indicios están ahí. Justo en fechas previas al estallido del escándalo, el Departamento de Justicia respondió al tribunal de apelación que se oponía a la revisión de la condena impuesta a Maxwell, a la que calificó de mentirosa patológica”. Pero poco después, abierta la crisis, el fiscal general adjunto, Todd Blanche, se desplazó a Florida para entrevistar a Maxwell durante dos días, cosa que provocó suspicacias. Blanche ejerció de abogado defensor de Trump.
Dicen que ella habló de cien personas, si bien cada vez está más claro que se olvidó de Trump. A la semana de ese encuentro, y sin explicación alguna, Maxwell fue trasladada de cárcel. Ahora, legisladores republicanos advierten a Trump contra el perdón a Maxwell.
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