Hoy es 12 de octubre y la historia, que no guarda silencio, habla desde lo hondo, desde esas raíces que no se secan, hundidas en distintas tierras.Celebramos la Hispanidad, la fiesta de ser. Por más que algunos intenten borrarla, prostituirla a su ideología cinco siglos después, la Hispanidad es un invisible puente sobre el Atlántico que late en cada palabra compartida en ambas orillas. La América hispana no es ajena, es hermana. Hija, sangre, lengua, historia común.Hace 533 años un puñado de hombres protagonizaba una gesta cruzando el océano en busca de lo imposible, lo desconocido. A Cristóbal Colón lo guiaban los mapas, la fe y la convicción de que al otro lado había un nuevo mundo por encontrar. No lo descubrió, lo reveló; lo alumbró al mundo que dormía.Hubo cruz y espada, claro que sí; pero sobre todo hubo intercambio, lengua, leyes, mestizaje, igualdad. Las de América nunca fueron colonias: fueron provincias del Reino de España. La cultura no se impuso, se compartió. La esclavitud fue abolida. No se exterminó al otro: se mezcló con él y se dotó a sus hijos de los mismos derechos, la misma dignidad. La libertad.El mestizaje no es mancha, es herencia; el mayor acto de reconocimiento mutuo. Frente al posterior exterminio anglosajón, España levantó hospitales, universidades, escuelas, imprentas, catedrales. Y la lengua, nuestra común y hermosa lengua, hoy une a más de 500 millones de gargantas. Una lengua que les dio nombre y voz. La propaganda inglesa, holandesa y francesa pintó a España de negro para que el mundo olvidara que fue luz. Esa leyenda que algunos compran de forma interesada fue fabricada por quienes no supieron conquistar, sino destruir. Aún hoy quieren hacernos dudar de nuestra historia, avergonzarnos, pedir perdón por haber sembrado cultura y humanidad entre pueblos sometidos que sólo conocían la guerra, que se mataban entre ellos. Así de crudo, así de cruel, impensable para quienes contemplamos la historia desde la barrera de los siglos. Hay quienes repiten esa mentira como un mantra sin saber –o, lo peor, sabiéndolo– que se alían con quienes quisieron ensuciar la gran gesta de España, tanta historia compartida, lo que nos une. Pero la verdad no muere, sólo espera. Está escrita, sólo hay que leerla.En este 12 de octubre celebramos una herencia viva, una historia común que nos hermana. América no fue saqueada, fue abrazada; fue escuchada, elevada, integrada. Fuimos, somos, uno. Frente a la mentira, hay que restituir la verdad, defender la auténtica memoria histórica. Proclamar con orgullo que somos herederos de una empresa civilizadora que no fue perfecta, pero sí grande, duradera. Festejamos que llevamos en la sangre el honor de quienes cruzaron el mar para construir; esa sangre que después dio su fruto con amor, con alianzas, no con la guerra. Vivo, defiendo, celebro la Hispanidad, el inmenso abrazo que unió dos mundos. Feliz día, hermanos. Hoy es 12 de octubre y la historia, que no guarda silencio, habla desde lo hondo, desde esas raíces que no se secan, hundidas en distintas tierras.Celebramos la Hispanidad, la fiesta de ser. Por más que algunos intenten borrarla, prostituirla a su ideología cinco siglos después, la Hispanidad es un invisible puente sobre el Atlántico que late en cada palabra compartida en ambas orillas. La América hispana no es ajena, es hermana. Hija, sangre, lengua, historia común.Hace 533 años un puñado de hombres protagonizaba una gesta cruzando el océano en busca de lo imposible, lo desconocido. A Cristóbal Colón lo guiaban los mapas, la fe y la convicción de que al otro lado había un nuevo mundo por encontrar. No lo descubrió, lo reveló; lo alumbró al mundo que dormía.Hubo cruz y espada, claro que sí; pero sobre todo hubo intercambio, lengua, leyes, mestizaje, igualdad. Las de América nunca fueron colonias: fueron provincias del Reino de España. La cultura no se impuso, se compartió. La esclavitud fue abolida. No se exterminó al otro: se mezcló con él y se dotó a sus hijos de los mismos derechos, la misma dignidad. La libertad.El mestizaje no es mancha, es herencia; el mayor acto de reconocimiento mutuo. Frente al posterior exterminio anglosajón, España levantó hospitales, universidades, escuelas, imprentas, catedrales. Y la lengua, nuestra común y hermosa lengua, hoy une a más de 500 millones de gargantas. Una lengua que les dio nombre y voz. La propaganda inglesa, holandesa y francesa pintó a España de negro para que el mundo olvidara que fue luz. Esa leyenda que algunos compran de forma interesada fue fabricada por quienes no supieron conquistar, sino destruir. Aún hoy quieren hacernos dudar de nuestra historia, avergonzarnos, pedir perdón por haber sembrado cultura y humanidad entre pueblos sometidos que sólo conocían la guerra, que se mataban entre ellos. Así de crudo, así de cruel, impensable para quienes contemplamos la historia desde la barrera de los siglos. Hay quienes repiten esa mentira como un mantra sin saber –o, lo peor, sabiéndolo– que se alían con quienes quisieron ensuciar la gran gesta de España, tanta historia compartida, lo que nos une. Pero la verdad no muere, sólo espera. Está escrita, sólo hay que leerla.En este 12 de octubre celebramos una herencia viva, una historia común que nos hermana. América no fue saqueada, fue abrazada; fue escuchada, elevada, integrada. Fuimos, somos, uno. Frente a la mentira, hay que restituir la verdad, defender la auténtica memoria histórica. Proclamar con orgullo que somos herederos de una empresa civilizadora que no fue perfecta, pero sí grande, duradera. Festejamos que llevamos en la sangre el honor de quienes cruzaron el mar para construir; esa sangre que después dio su fruto con amor, con alianzas, no con la guerra. Vivo, defiendo, celebro la Hispanidad, el inmenso abrazo que unió dos mundos. Feliz día, hermanos.
Hoy es 12 de octubre y la historia, que no guarda silencio, habla desde lo hondo, desde esas raíces que no se secan, hundidas en distintas tierras.
Celebramos la Hispanidad, la fiesta de ser. Por más que algunos intenten borrarla, prostituirla a su ideología cinco … siglos después, la Hispanidad es un invisible puente sobre el Atlántico que late en cada palabra compartida en ambas orillas. La América hispana no es ajena, es hermana. Hija, sangre, lengua, historia común.
Hace 533 años un puñado de hombres protagonizaba una gesta cruzando el océano en busca de lo imposible, lo desconocido. A Cristóbal Colón lo guiaban los mapas, la fe y la convicción de que al otro lado había un nuevo mundo por encontrar. No lo descubrió, lo reveló; lo alumbró al mundo que dormía.
Hubo cruz y espada, claro que sí; pero sobre todo hubo intercambio, lengua, leyes, mestizaje, igualdad. Las de América nunca fueron colonias: fueron provincias del Reino de España. La cultura no se impuso, se compartió. La esclavitud fue abolida. No se exterminó al otro: se mezcló con él y se dotó a sus hijos de los mismos derechos, la misma dignidad. La libertad.
El mestizaje no es mancha, es herencia; el mayor acto de reconocimiento mutuo. Frente al posterior exterminio anglosajón, España levantó hospitales, universidades, escuelas, imprentas, catedrales. Y la lengua, nuestra común y hermosa lengua, hoy une a más de 500 millones de gargantas. Una lengua que les dio nombre y voz.
La propaganda inglesa, holandesa y francesa pintó a España de negro para que el mundo olvidara que fue luz. Esa leyenda que algunos compran de forma interesada fue fabricada por quienes no supieron conquistar, sino destruir. Aún hoy quieren hacernos dudar de nuestra historia, avergonzarnos, pedir perdón por haber sembrado cultura y humanidad entre pueblos sometidos que sólo conocían la guerra, que se mataban entre ellos. Así de crudo, así de cruel, impensable para quienes contemplamos la historia desde la barrera de los siglos. Hay quienes repiten esa mentira como un mantra sin saber –o, lo peor, sabiéndolo– que se alían con quienes quisieron ensuciar la gran gesta de España, tanta historia compartida, lo que nos une. Pero la verdad no muere, sólo espera. Está escrita, sólo hay que leerla.
En este 12 de octubre celebramos una herencia viva, una historia común que nos hermana. América no fue saqueada, fue abrazada; fue escuchada, elevada, integrada. Fuimos, somos, uno. Frente a la mentira, hay que restituir la verdad, defender la auténtica memoria histórica. Proclamar con orgullo que somos herederos de una empresa civilizadora que no fue perfecta, pero sí grande, duradera. Festejamos que llevamos en la sangre el honor de quienes cruzaron el mar para construir; esa sangre que después dio su fruto con amor, con alianzas, no con la guerra.
Vivo, defiendo, celebro la Hispanidad, el inmenso abrazo que unió dos mundos. Feliz día, hermanos.
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