Los caudales de los ríos del noroeste regional bajan turbios. En algunos lugares, la densidad de cenizas es tal que las aguas se vuelven grises y espesas, matando toda forma de vida a su paso. Por si la desgracia de los incendios de este verano hubiese sido poca, ahora también mueren los peces, las plantas, los ríos enteros. La naturaleza, ya herida, respira con dificultad, arrastrando el peso de un abandono prolongado que, como las cenizas, lo cubre todo.Los alcaldes, auténticos sabedores y sufridores de esta tragedia, han debido anticiparse a la adversidad. En su mayoría, han asegurado redes de agua limpias y seguras para el consumo humano. Obras imprevistas, gastos añadidos, cargas pesadas para pequeñas poblaciones con arcas ya vacías y con vecinos que, aun agotados, mantienen la esperanza de sobrevivir a la adversidad.Es un otoño gris, oscuro, los osos descienden de los cerros, cruzan carreteras en busca de alimento y acaban atropellados. Han perdido su refugio en los Montes de León, en la Sierra de la Culebra y en tantas otras sierras que fueron, hasta hace poco, santuarios de vida y silencio.Y también es un otoño triste en esta casa, escuela de periodismo auténtico, donde falta Ayala: compañero, jefe, eterno corrector de ideas firmes y formas educadas. Su ausencia pesa. Cuánto te echamos de menos, amigo, en estos días donde la palabra parece perder su valor y la verdad su refugio.Noticia Relacionada noción personal opinion Si El ministro de los enfados Alejandro Julián García Nistal En el fondo Óscar Puente es consecuente: mal carácter en el gesto, mal carácter en la gestiónMientras tanto, los autoproclamados adalides del progresismo y la libertad se coaligan con el conservadurismo más rancio en las Cortes regionales. En matrimonio amorfo, pretenden dar caza a los grandes grupos informativos, pero en realidad siegan también a decenas de medios provinciales y locales. Medios que son la verdadera garantía de vida, de población, de vertebración territorial y de libertad de expresión.Así transcurre este otoño turbio, donde el agua, la política y la memoria se mezclan en un mismo caudal de incertidumbre. Sin presupuestos nacionales, en liza los regionales, todo ello aderezado con un ambiente crónico, preelectoral, de discursos altisonantes y nada conciliadores. Un país cansado, un territorio herido, un periodismo que resiste. Y uno se pregunta, con el corazón encogido, si las aguas volverán a ser claras o si seguiremos navegando, un año más, entre cenizas. Los caudales de los ríos del noroeste regional bajan turbios. En algunos lugares, la densidad de cenizas es tal que las aguas se vuelven grises y espesas, matando toda forma de vida a su paso. Por si la desgracia de los incendios de este verano hubiese sido poca, ahora también mueren los peces, las plantas, los ríos enteros. La naturaleza, ya herida, respira con dificultad, arrastrando el peso de un abandono prolongado que, como las cenizas, lo cubre todo.Los alcaldes, auténticos sabedores y sufridores de esta tragedia, han debido anticiparse a la adversidad. En su mayoría, han asegurado redes de agua limpias y seguras para el consumo humano. Obras imprevistas, gastos añadidos, cargas pesadas para pequeñas poblaciones con arcas ya vacías y con vecinos que, aun agotados, mantienen la esperanza de sobrevivir a la adversidad.Es un otoño gris, oscuro, los osos descienden de los cerros, cruzan carreteras en busca de alimento y acaban atropellados. Han perdido su refugio en los Montes de León, en la Sierra de la Culebra y en tantas otras sierras que fueron, hasta hace poco, santuarios de vida y silencio.Y también es un otoño triste en esta casa, escuela de periodismo auténtico, donde falta Ayala: compañero, jefe, eterno corrector de ideas firmes y formas educadas. Su ausencia pesa. Cuánto te echamos de menos, amigo, en estos días donde la palabra parece perder su valor y la verdad su refugio.Noticia Relacionada noción personal opinion Si El ministro de los enfados Alejandro Julián García Nistal En el fondo Óscar Puente es consecuente: mal carácter en el gesto, mal carácter en la gestiónMientras tanto, los autoproclamados adalides del progresismo y la libertad se coaligan con el conservadurismo más rancio en las Cortes regionales. En matrimonio amorfo, pretenden dar caza a los grandes grupos informativos, pero en realidad siegan también a decenas de medios provinciales y locales. Medios que son la verdadera garantía de vida, de población, de vertebración territorial y de libertad de expresión.Así transcurre este otoño turbio, donde el agua, la política y la memoria se mezclan en un mismo caudal de incertidumbre. Sin presupuestos nacionales, en liza los regionales, todo ello aderezado con un ambiente crónico, preelectoral, de discursos altisonantes y nada conciliadores. Un país cansado, un territorio herido, un periodismo que resiste. Y uno se pregunta, con el corazón encogido, si las aguas volverán a ser claras o si seguiremos navegando, un año más, entre cenizas.
Los caudales de los ríos del noroeste regional bajan turbios. En algunos lugares, la densidad de cenizas es tal que las aguas se vuelven grises y espesas, matando toda forma de vida a su paso. Por si la desgracia de los incendios de este verano … hubiese sido poca, ahora también mueren los peces, las plantas, los ríos enteros. La naturaleza, ya herida, respira con dificultad, arrastrando el peso de un abandono prolongado que, como las cenizas, lo cubre todo.
Los alcaldes, auténticos sabedores y sufridores de esta tragedia, han debido anticiparse a la adversidad. En su mayoría, han asegurado redes de agua limpias y seguras para el consumo humano. Obras imprevistas, gastos añadidos, cargas pesadas para pequeñas poblaciones con arcas ya vacías y con vecinos que, aun agotados, mantienen la esperanza de sobrevivir a la adversidad.
Es un otoño gris, oscuro, los osos descienden de los cerros, cruzan carreteras en busca de alimento y acaban atropellados. Han perdido su refugio en los Montes de León, en la Sierra de la Culebra y en tantas otras sierras que fueron, hasta hace poco, santuarios de vida y silencio.
Y también es un otoño triste en esta casa, escuela de periodismo auténtico, donde falta Ayala: compañero, jefe, eterno corrector de ideas firmes y formas educadas. Su ausencia pesa. Cuánto te echamos de menos, amigo, en estos días donde la palabra parece perder su valor y la verdad su refugio.
Mientras tanto, los autoproclamados adalides del progresismo y la libertad se coaligan con el conservadurismo más rancio en las Cortes regionales. En matrimonio amorfo, pretenden dar caza a los grandes grupos informativos, pero en realidad siegan también a decenas de medios provinciales y locales. Medios que son la verdadera garantía de vida, de población, de vertebración territorial y de libertad de expresión.
Así transcurre este otoño turbio, donde el agua, la política y la memoria se mezclan en un mismo caudal de incertidumbre. Sin presupuestos nacionales, en liza los regionales, todo ello aderezado con un ambiente crónico, preelectoral, de discursos altisonantes y nada conciliadores. Un país cansado, un territorio herido, un periodismo que resiste. Y uno se pregunta, con el corazón encogido, si las aguas volverán a ser claras o si seguiremos navegando, un año más, entre cenizas.
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