“Desde el fondo de la pista es mejor que yo, mucho mejor que yo…”. Transcurrieron ya 28 días de esa coletilla que pillaron las cámaras y que resume la impotencia de Carlos Alcaraz en su último partido oficial, la final de Wimbledon en la que perdió ante el italiano Jannik Sinner (4-6, 6-4, 6-4 y 6-4), quien se repuso de su dolorosa derrota en Roland Garros. “Tardé horas en superarlo, no meses”, aseguró el español, que no tiene reparos en olvidarse rápido de las frustraciones. Esa mentalidad se condensa en un partido como el de este domingo.
El murciano sufrió para eliminar al bosnio Dzumhur, número 56 de la ATP, en tres sets tras ofrecer dos caras en Cincinnati (1-6, 6-2 y 3-6, en 1h42m)
“Desde el fondo de la pista es mejor que yo, mucho mejor que yo…”. Transcurrieron ya 28 días de esa coletilla que pillaron las cámaras y que resume la impotencia de Carlos Alcaraz en su último partido oficial, la final de Wimbledon en la que perdió ante el italiano Jannik Sinner (4-6, 6-4, 6-4 y 6-4), quien se repuso de su dolorosa derrota en Roland Garros. “Tardé horas en superarlo, no meses”, aseguró el español, que no tiene reparos en olvidarse rápido de las frustraciones. Esa mentalidad se condensa en un partido como el de este domingo.
Igual que aquel 13 de julio, la grada se llenó de paraguas y abanicos para aliviarse del tórrido calor. Pero esta vez no se descorcharon botellas de ‘champagne’. Es Cincinnati, no Londres. La pista dura volvió cuatro meses después y al murciano, de 22 años y número 2 del mundo, poco le importa si la bola se desliza más o menos rápido, si hay que jugar desde el fondo de la pista o subir a la red; él se mantiene en la ola ganadora. Aunque sufra (ha perdido un set en diez de los últimos 15 partidos). En 1h42m eliminó al bosnio Damir Dzumhur, 33 años y nº 56, que le generó interferencias.
Y eso que empezó por delante en un primer juego interminable donde Alcaraz cometió errores no forzados (1-0). Como había dejado claro en la previa de este ATP Masters 1000 que supone la antesala al US Open (arranca el día 25), este año decidió parar e irse de vacaciones con sus amigos tras Wimbledon. El año pasado acabó quemado. Y falló en pista dura. “Cuando estoy off, estoy off. No piso un gimnasio ni tocó una raqueta”, reconoció y bromeó al contar que sus amigos se iban a correr y él se lo pensaba dos veces y seguía durmiendo.
Sujetado en un buen saque, Alcaraz igualó y rompió el del bosnio (1-2). “Objetivos, objetivos”, le gritaba Samuel López, su técnico junto a Juan Carlos Ferrero. El partido podía ser un paseo (de hecho, el primer set acabó 1-6), pero le apretaron a Alcaraz para que se mantuviera frío y no se relajara. El efecto fue el contrario.
Dzumhur, que en su carrera superó una pancreatitis que le llevó a la UCI, se reencontró y Alcaraz cometió errores, tantos que en los primeros cuatro juegos del segundo set, con 3-1 para el bosnio, ya llevaba los mismos que en todo el primero.
Dzumhur siempre le dio sustos a Alcaraz. Si se puede calificar así ganarle un set en su único enfrenamiento, el cruce de tercera ronda en el pasado Ronald Garros que acabó adjudicándose el murciano. En 2018, el bosnio llegó a ser el número 23 del mundo, por lo que tiene tenis aunque le haya faltado regularidad para mantenerse en ese top-30. Y, con esos antecedentes, se embolsó con 6-2 el segundo set. Alcaraz había cometido 16 errores.
No le quedaba otra a Alcaraz, si no quería presentarse en el US Open con solo un partido individual en pista dura en cuatro meses, que espabilar. Resopló y se concentró. Se hizo fuerte con el saque, aumentó un gramo la intensidad de sus golpes y superó la resistencia del bosnio con algún punto que puso de pie a los espectadores: 1-6, 6-2 y 3-6.
Alcaraz celebró con rabia. Vuelve con interferencias.
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