Del «teatro por horas» a los clásicos españoles; de ser escenario de actos políticos a albergar el primer desnudo integral de las salas españolas, las paredes del teatro de la Comedia llevan mucho contemplado a lo largo de sus 150 años de vida. En su vestíbulo es posible hacer ahora un viaje en el tiempo que muestre al espectador curioso los hitos más relevantes de su historia. Y nada como un teatro para desarrollar un relato. La muestra, que se expone en la sala de la calle del Príncipe hasta el 25 de enero de 2026, está comisariada por Antonio Castro, periodista experto en teatro y cronista de la Villa. En ella hay programas de mano, las figuras candelabro de dos hombres de color que se mostraban a las puertas de la sala, el busto de Jacinto Benavente o fotos del incendio que arrasó el espacio en 1915. El 18 de septiembre de 1875 abría sus puertas por primera vez el teatro de la Comedia. Tenía aspiraciones de ser una sala importante, pero no le quedó otra que sumarse a la moda del «teatro por horas», con cuatro funciones cortas a 25 reales cada una, que fue la fórmula que se inventó el sector para poder sobrevivir a la crisis bancaria que se produjo por la quiebra de los ferrocarriles, en 1868.Noticia Relacionada estandar Si ‘Fuenteovejuna’, una obra que «quiere mirar al pasado para no olvidar y comprender nuestros orígenes» Julio Bravo Rakel Camacho dirige una nueva producción de la obra de Lope de Vega en la Compañía Nacional de Teatro ClásicoEn sus primeros tiempos, contó con una programación ecléctica, en la que cabían desde los debuts de Galdós y Jacinto Benavente a las actuaciones de El Gran Hermann o la organización de bailes de máscaras. El promotor del teatro fue Silverio López Larrainzar, empresario de casas de juego; en su homenaje aparecen los palos de la baraja española en las barandillas de los palcos de la Comedia. Le encarga al arquitecto Agustín Ortiz de Villajos que lo construya sobre una parcela que daba a la calle del Príncipe por un lado y a la de Gorguera (ahora Núñez de Arce) por el otro, sobre el patio de manzana. El arquitecto ya había realizado algunas otras salas, como el teatro Alhambra, de estilo orientalista, que también llevó en algunos detalles a su nuevo trabajo.En la exposición por los 150 años del teatro de la Comedia puede verse el busto de Jacinto Benavente, premio Nobel de Literatura, que fue colocado en el vestíbulo en mayo de 1955 y luego fue reclamado por la Sociedad de la Farándula –de la que fue primer presidente de honor–, que ahora lo ha cedido para la muestra. Y elementos tan curiosos como los programas de mano, entre los que aparecen los populares muñecos Mariquita Pérez y Juanín o el de Alberto Closas en ‘Buenas noches, Betina’. Una fórmula, esta de observar los programas de mano, que permite hacer deducciones sobre cada momento político y social: los realizados tras la Guerra Civil son pobres en materiales y diseño y, con el paso de los años, van mejorando y enriqueciendo su aspecto. Sólo mucho más tarde se unificaron para ofrecer una imagen normalizada.El edificio que alberga el teatro está protegido, aunque aún no ha sido declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Por su sala han pasado acontecimientos políticos históricos, como el congreso refundacional de la CNT, cuando asume las posiciones de la Rusia soviética, en 1919; o el discurso de José Antonio Primo de Rivera que supuso el acto de fundación de la Falange, el 29 de octubre de 1933. Una placa –visible en la muestra– recordaba el evento y se quitó cuando la sala se sometió a unas obras de reforma integral. El teatro cerró por este motivo en 2002, pero los trabajos no se iniciaron hasta 2010 y el espacio no volvió a abrir sus puertas hasta 2015, con ‘El alcalde de Zalamea’. Durante este tiempo, su actividad se desplazó al teatro Pavón.Café del Gato NegroPero, volviendo al pasado, en la planta baja del edificio de la Comedia y comunicado con él, abrió sus puertas el 22 de octubre de 1907 el café El Gato Negro, donde hacía sus tertulias Jacinto Benavente.En el vestíbulo se colocaron, desde el principio, dos estatuas humanas de bronce, representando a dos artistas negros (un malabarista y un encantador de serpientes) que portaban candelabros. Fueron retiradas por considerarlos algún autor ofensivos y desde entonces reponsan en un almacén del teatro en Arganda, aunque han sido rescatados para la exposición y ahora pueden verse allí.El coliseo sufrió un incendio en la madrugada del 18 de abril de 1915. Por suerte y a diferencia de lo que ocurrió en otros, el establecimiento estaba cerrado cuando se produjo y no hubo que registrar ninguna víctima de las llamas ni el humo. Ocho meses después, el 12 de diciembre, reabría la Comedia.El nombre más vinculado a este teatro fue, sin duda, el de Tirso Escudero, empresario de la sala en 1886 y cuya familia la mantuvo hasta 1998. En ese año, el Estado adquirió el inmueble por 600 millones de pesetas.Hay curiosidades sin fin en la muestra, para quien quiera dedicarle tiempo e interés: se desmiente la leyenda de que su arquitecto lo diseñó sin camerinos –los planos expuestos demuestran lo contrario– y se reproduce el aviso en el que «la dirección del teatro advierte al público de que el Ministerio de Información y Turismo ha autorizado el desnudo total de hombre y mujer en una escena de ‘Equus’ «, en 1975. Uno de los estrenos más polémicos del teatro. Como lo fue también el de ‘Yerma’ por la compañía de Nuria Espert, en 1971. Por cierto que este montaje estrenó una original escenografía, compuesta únicamente por una lona elástica y que supuso «romper el principio de modificación de la relación del actor con el escenario», explica Antonio Castro Jiménez.La sala principal de la Comedia mantiene la majestuosidad de los antiguos teatros de estilo italiano, ese punto de magia que se percibe al traspasar las cortinas de la entrada. En el techo, un lienzo de José Vallejo, y en las barandillas, los rosetones artísticos que, además de homenajear al empresario promotor del inmueble, ocultaban de paso las piernas de las señoras de los palcos a los espectadores de la platea.Nivelar el sueloLa sala contaba con un ingenioso mecanismo que permitía nivelar el suelo, para acondicionarlo en los bailes de máscara y dejarlo a la altura del escenario. Un sistema inventado por el italiano Egidio Piccoli, que también colocó –y aún funciona– en el teatro de Rojas de Toledo. Piccoli también inventó y aplicó el reostato, para bajar la intensidad de las luces durante la representación.Con siglo y medio a sus espaldas, el teatro de la Comedia sigue pleno de energía y de propuestas. E incluso cuenta ahora con una sala nueva, con aforo para unos 120 espectadores, situada sobre la sala principal (de unos 500), que en tiempos se utilizaba como almacén. Es un espacio vanguardista que fue inaugurado por la Joven Compañía en 2016 y que permite darle una segunda vuelta a los textos clásicos, trayéndolos a lo contemporáneo. Así, mientras en la sala principal se representa ‘El alcalde de Zalamea’, arriba puede verse ‘Laurencia’, la protagonista femenina del clásico, vista a através de los ojos de Alberto Conejero.Son 150 años por los que han pasado por las tablas de la Comedia todos los grandes nombres de la dramaturgia escrita y representada: de los Álvarez Quintero a Marsillach, de María Guerrero a Conchita Montes y la Membrives. Porque la estructura de ese edificio está hecha de puro teatro. Del «teatro por horas» a los clásicos españoles; de ser escenario de actos políticos a albergar el primer desnudo integral de las salas españolas, las paredes del teatro de la Comedia llevan mucho contemplado a lo largo de sus 150 años de vida. En su vestíbulo es posible hacer ahora un viaje en el tiempo que muestre al espectador curioso los hitos más relevantes de su historia. Y nada como un teatro para desarrollar un relato. La muestra, que se expone en la sala de la calle del Príncipe hasta el 25 de enero de 2026, está comisariada por Antonio Castro, periodista experto en teatro y cronista de la Villa. En ella hay programas de mano, las figuras candelabro de dos hombres de color que se mostraban a las puertas de la sala, el busto de Jacinto Benavente o fotos del incendio que arrasó el espacio en 1915. El 18 de septiembre de 1875 abría sus puertas por primera vez el teatro de la Comedia. Tenía aspiraciones de ser una sala importante, pero no le quedó otra que sumarse a la moda del «teatro por horas», con cuatro funciones cortas a 25 reales cada una, que fue la fórmula que se inventó el sector para poder sobrevivir a la crisis bancaria que se produjo por la quiebra de los ferrocarriles, en 1868.Noticia Relacionada estandar Si ‘Fuenteovejuna’, una obra que «quiere mirar al pasado para no olvidar y comprender nuestros orígenes» Julio Bravo Rakel Camacho dirige una nueva producción de la obra de Lope de Vega en la Compañía Nacional de Teatro ClásicoEn sus primeros tiempos, contó con una programación ecléctica, en la que cabían desde los debuts de Galdós y Jacinto Benavente a las actuaciones de El Gran Hermann o la organización de bailes de máscaras. El promotor del teatro fue Silverio López Larrainzar, empresario de casas de juego; en su homenaje aparecen los palos de la baraja española en las barandillas de los palcos de la Comedia. Le encarga al arquitecto Agustín Ortiz de Villajos que lo construya sobre una parcela que daba a la calle del Príncipe por un lado y a la de Gorguera (ahora Núñez de Arce) por el otro, sobre el patio de manzana. El arquitecto ya había realizado algunas otras salas, como el teatro Alhambra, de estilo orientalista, que también llevó en algunos detalles a su nuevo trabajo.En la exposición por los 150 años del teatro de la Comedia puede verse el busto de Jacinto Benavente, premio Nobel de Literatura, que fue colocado en el vestíbulo en mayo de 1955 y luego fue reclamado por la Sociedad de la Farándula –de la que fue primer presidente de honor–, que ahora lo ha cedido para la muestra. Y elementos tan curiosos como los programas de mano, entre los que aparecen los populares muñecos Mariquita Pérez y Juanín o el de Alberto Closas en ‘Buenas noches, Betina’. Una fórmula, esta de observar los programas de mano, que permite hacer deducciones sobre cada momento político y social: los realizados tras la Guerra Civil son pobres en materiales y diseño y, con el paso de los años, van mejorando y enriqueciendo su aspecto. Sólo mucho más tarde se unificaron para ofrecer una imagen normalizada.El edificio que alberga el teatro está protegido, aunque aún no ha sido declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Por su sala han pasado acontecimientos políticos históricos, como el congreso refundacional de la CNT, cuando asume las posiciones de la Rusia soviética, en 1919; o el discurso de José Antonio Primo de Rivera que supuso el acto de fundación de la Falange, el 29 de octubre de 1933. Una placa –visible en la muestra– recordaba el evento y se quitó cuando la sala se sometió a unas obras de reforma integral. El teatro cerró por este motivo en 2002, pero los trabajos no se iniciaron hasta 2010 y el espacio no volvió a abrir sus puertas hasta 2015, con ‘El alcalde de Zalamea’. Durante este tiempo, su actividad se desplazó al teatro Pavón.Café del Gato NegroPero, volviendo al pasado, en la planta baja del edificio de la Comedia y comunicado con él, abrió sus puertas el 22 de octubre de 1907 el café El Gato Negro, donde hacía sus tertulias Jacinto Benavente.En el vestíbulo se colocaron, desde el principio, dos estatuas humanas de bronce, representando a dos artistas negros (un malabarista y un encantador de serpientes) que portaban candelabros. Fueron retiradas por considerarlos algún autor ofensivos y desde entonces reponsan en un almacén del teatro en Arganda, aunque han sido rescatados para la exposición y ahora pueden verse allí.El coliseo sufrió un incendio en la madrugada del 18 de abril de 1915. Por suerte y a diferencia de lo que ocurrió en otros, el establecimiento estaba cerrado cuando se produjo y no hubo que registrar ninguna víctima de las llamas ni el humo. Ocho meses después, el 12 de diciembre, reabría la Comedia.El nombre más vinculado a este teatro fue, sin duda, el de Tirso Escudero, empresario de la sala en 1886 y cuya familia la mantuvo hasta 1998. En ese año, el Estado adquirió el inmueble por 600 millones de pesetas.Hay curiosidades sin fin en la muestra, para quien quiera dedicarle tiempo e interés: se desmiente la leyenda de que su arquitecto lo diseñó sin camerinos –los planos expuestos demuestran lo contrario– y se reproduce el aviso en el que «la dirección del teatro advierte al público de que el Ministerio de Información y Turismo ha autorizado el desnudo total de hombre y mujer en una escena de ‘Equus’ «, en 1975. Uno de los estrenos más polémicos del teatro. Como lo fue también el de ‘Yerma’ por la compañía de Nuria Espert, en 1971. Por cierto que este montaje estrenó una original escenografía, compuesta únicamente por una lona elástica y que supuso «romper el principio de modificación de la relación del actor con el escenario», explica Antonio Castro Jiménez.La sala principal de la Comedia mantiene la majestuosidad de los antiguos teatros de estilo italiano, ese punto de magia que se percibe al traspasar las cortinas de la entrada. En el techo, un lienzo de José Vallejo, y en las barandillas, los rosetones artísticos que, además de homenajear al empresario promotor del inmueble, ocultaban de paso las piernas de las señoras de los palcos a los espectadores de la platea.Nivelar el sueloLa sala contaba con un ingenioso mecanismo que permitía nivelar el suelo, para acondicionarlo en los bailes de máscara y dejarlo a la altura del escenario. Un sistema inventado por el italiano Egidio Piccoli, que también colocó –y aún funciona– en el teatro de Rojas de Toledo. Piccoli también inventó y aplicó el reostato, para bajar la intensidad de las luces durante la representación.Con siglo y medio a sus espaldas, el teatro de la Comedia sigue pleno de energía y de propuestas. E incluso cuenta ahora con una sala nueva, con aforo para unos 120 espectadores, situada sobre la sala principal (de unos 500), que en tiempos se utilizaba como almacén. Es un espacio vanguardista que fue inaugurado por la Joven Compañía en 2016 y que permite darle una segunda vuelta a los textos clásicos, trayéndolos a lo contemporáneo. Así, mientras en la sala principal se representa ‘El alcalde de Zalamea’, arriba puede verse ‘Laurencia’, la protagonista femenina del clásico, vista a através de los ojos de Alberto Conejero.Son 150 años por los que han pasado por las tablas de la Comedia todos los grandes nombres de la dramaturgia escrita y representada: de los Álvarez Quintero a Marsillach, de María Guerrero a Conchita Montes y la Membrives. Porque la estructura de ese edificio está hecha de puro teatro.
Del «teatro por horas» a los clásicos españoles; de ser escenario de actos políticos a albergar el primer desnudo integral de las salas españolas, las paredes del teatro de la Comedia llevan mucho contemplado a lo largo de sus 150 años de vida. En … su vestíbulo es posible hacer ahora un viaje en el tiempo que muestre al espectador curioso los hitos más relevantes de su historia. Y nada como un teatro para desarrollar un relato.
La muestra, que se expone en la sala de la calle del Príncipe hasta el 25 de enero de 2026, está comisariada por Antonio Castro, periodista experto en teatro y cronista de la Villa. En ella hay programas de mano, las figuras candelabro de dos hombres de color que se mostraban a las puertas de la sala, el busto de Jacinto Benavente o fotos del incendio que arrasó el espacio en 1915.
El 18 de septiembre de 1875 abría sus puertas por primera vez el teatro de la Comedia. Tenía aspiraciones de ser una sala importante, pero no le quedó otra que sumarse a la moda del «teatro por horas», con cuatro funciones cortas a 25 reales cada una, que fue la fórmula que se inventó el sector para poder sobrevivir a la crisis bancaria que se produjo por la quiebra de los ferrocarriles, en 1868.
En sus primeros tiempos, contó con una programación ecléctica, en la que cabían desde los debuts de Galdós y Jacinto Benavente a las actuaciones de El Gran Hermann o la organización de bailes de máscaras.
El promotor del teatro fue Silverio López Larrainzar, empresario de casas de juego; en su homenaje aparecen los palos de la baraja española en las barandillas de los palcos de la Comedia. Le encarga al arquitecto Agustín Ortiz de Villajos que lo construya sobre una parcela que daba a la calle del Príncipe por un lado y a la de Gorguera (ahora Núñez de Arce) por el otro, sobre el patio de manzana. El arquitecto ya había realizado algunas otras salas, como el teatro Alhambra, de estilo orientalista, que también llevó en algunos detalles a su nuevo trabajo.
En la exposición por los 150 años del teatro de la Comedia puede verse el busto de Jacinto Benavente, premio Nobel de Literatura, que fue colocado en el vestíbulo en mayo de 1955 y luego fue reclamado por la Sociedad de la Farándula –de la que fue primer presidente de honor–, que ahora lo ha cedido para la muestra. Y elementos tan curiosos como los programas de mano, entre los que aparecen los populares muñecos Mariquita Pérez y Juanín o el de Alberto Closas en ‘Buenas noches, Betina’. Una fórmula, esta de observar los programas de mano, que permite hacer deducciones sobre cada momento político y social: los realizados tras la Guerra Civil son pobres en materiales y diseño y, con el paso de los años, van mejorando y enriqueciendo su aspecto. Sólo mucho más tarde se unificaron para ofrecer una imagen normalizada.
El edificio que alberga el teatro está protegido, aunque aún no ha sido declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Por su sala han pasado acontecimientos políticos históricos, como el congreso refundacional de la CNT, cuando asume las posiciones de la Rusia soviética, en 1919; o el discurso de José Antonio Primo de Rivera que supuso el acto de fundación de la Falange, el 29 de octubre de 1933. Una placa –visible en la muestra– recordaba el evento y se quitó cuando la sala se sometió a unas obras de reforma integral. El teatro cerró por este motivo en 2002, pero los trabajos no se iniciaron hasta 2010 y el espacio no volvió a abrir sus puertas hasta 2015, con ‘El alcalde de Zalamea’. Durante este tiempo, su actividad se desplazó al teatro Pavón.
Café del Gato Negro
Pero, volviendo al pasado, en la planta baja del edificio de la Comedia y comunicado con él, abrió sus puertas el 22 de octubre de 1907 el café El Gato Negro, donde hacía sus tertulias Jacinto Benavente.
En el vestíbulo se colocaron, desde el principio, dos estatuas humanas de bronce, representando a dos artistas negros (un malabarista y un encantador de serpientes) que portaban candelabros. Fueron retiradas por considerarlos algún autor ofensivos y desde entonces reponsan en un almacén del teatro en Arganda, aunque han sido rescatados para la exposición y ahora pueden verse allí.
El coliseo sufrió un incendio en la madrugada del 18 de abril de 1915. Por suerte y a diferencia de lo que ocurrió en otros, el establecimiento estaba cerrado cuando se produjo y no hubo que registrar ninguna víctima de las llamas ni el humo. Ocho meses después, el 12 de diciembre, reabría la Comedia.
El nombre más vinculado a este teatro fue, sin duda, el de Tirso Escudero, empresario de la sala en 1886 y cuya familia la mantuvo hasta 1998. En ese año, el Estado adquirió el inmueble por 600 millones de pesetas.
Hay curiosidades sin fin en la muestra, para quien quiera dedicarle tiempo e interés: se desmiente la leyenda de que su arquitecto lo diseñó sin camerinos –los planos expuestos demuestran lo contrario– y se reproduce el aviso en el que «la dirección del teatro advierte al público de que el Ministerio de Información y Turismo ha autorizado el desnudo total de hombre y mujer en una escena de ‘Equus’«, en 1975. Uno de los estrenos más polémicos del teatro.
Como lo fue también el de ‘Yerma’ por la compañía de Nuria Espert, en 1971. Por cierto que este montaje estrenó una original escenografía, compuesta únicamente por una lona elástica y que supuso «romper el principio de modificación de la relación del actor con el escenario», explica Antonio Castro Jiménez.
La sala principal de la Comedia mantiene la majestuosidad de los antiguos teatros de estilo italiano, ese punto de magia que se percibe al traspasar las cortinas de la entrada. En el techo, un lienzo de José Vallejo, y en las barandillas, los rosetones artísticos que, además de homenajear al empresario promotor del inmueble, ocultaban de paso las piernas de las señoras de los palcos a los espectadores de la platea.
Nivelar el suelo
La sala contaba con un ingenioso mecanismo que permitía nivelar el suelo, para acondicionarlo en los bailes de máscara y dejarlo a la altura del escenario. Un sistema inventado por el italiano Egidio Piccoli, que también colocó –y aún funciona– en el teatro de Rojas de Toledo. Piccoli también inventó y aplicó el reostato, para bajar la intensidad de las luces durante la representación.
Con siglo y medio a sus espaldas, el teatro de la Comedia sigue pleno de energía y de propuestas. E incluso cuenta ahora con una sala nueva, con aforo para unos 120 espectadores, situada sobre la sala principal (de unos 500), que en tiempos se utilizaba como almacén. Es un espacio vanguardista que fue inaugurado por la Joven Compañía en 2016 y que permite darle una segunda vuelta a los textos clásicos, trayéndolos a lo contemporáneo. Así, mientras en la sala principal se representa ‘El alcalde de Zalamea’, arriba puede verse ‘Laurencia’, la protagonista femenina del clásico, vista a através de los ojos de Alberto Conejero.
Son 150 años por los que han pasado por las tablas de la Comedia todos los grandes nombres de la dramaturgia escrita y representada: de los Álvarez Quintero a Marsillach, de María Guerrero a Conchita Montes y la Membrives. Porque la estructura de ese edificio está hecha de puro teatro.
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