The Blacklist fue una de las últimas series de casos en abierto con un impacto discernible en la conversación televisiva. La propuesta de Jon Bokenkamp, su artífice, era simple. Raymond Reddington, un antiguo agente de inteligencia reconvertido en criminal, se entregaba al FBI para delatar a otros criminales y terroristas. Cada episodio mostraba una de estas investigaciones. El éxito tenía distintas explicaciones.
Un avión que transporta criminales se estrella en Alaska y su pasajero más temible queda en libertad: este es el argumento del nuevo thriller de Jon Bokenkamp con Jason Clarke
The Blacklist fue una de las últimas series de casos en abierto con un impacto discernible en la conversación televisiva. La propuesta de Jon Bokenkamp, su artífice, era simple. Raymond Reddington, un antiguo agente de inteligencia reconvertido en criminal, se entregaba al FBI para delatar a otros criminales y terroristas. Cada episodio mostraba una de estas investigaciones. El éxito tenía distintas explicaciones.
Por un lado, teníamos el carisma de James Spader y la dinámica que establecía con Megan Boone, que interpretaba a la única agente del FBI con quien estaba dispuesto a colaborar. Por el otro, tocaba desenredar las motivaciones de Red y el pasado que le unía a Liz. No era una serie brillante pero, durante una década y 218 episodios, mantuvo en vilo al público con su tratamiento manipulador de los misterios. Es normal que, al colocar una serie en Apple TV+, Bokenkamp se imite a sí mismo. ¿Quién no quiere tener la nueva The Blacklist?

The Last Frontier: Conspiración en Alaska, que se estrena este viernes, es la versión premium. Comienza con un avión en el que solo embarcan presos de alta seguridad. Cuando todos están sentados, entra un preso enigmático. Está atado de pies y manos, lleva la cara cubierta y se le tiene incomunicado al extremo: ni puede ver, ni puede oír. Cuando el avión sobrevuela el norte de Alaska, los pilotos deben ejecutar un aterrizaje de emergencia con los restos de la nave en un páramo nevado. Frank Remnick (Jason Clarke), un U.S. Marshal que está encantado precisamente de trabajar en una zona remota y tranquila, se encuentra con una misión imposible: tener que capturar a los presos que han sobrevivido en un territorio salvaje e inabarcable.
Pero la verdadera amenaza es Havlock, el hombre anónimo. Contra su voluntad, cuenta con la ayuda de Sidney Scofield (Haley Bennett), una agente de la CIA cuya carrera se hundió por culpa del criminal. Es su único instrumento para entender por qué ese avión sobrevolaba Alaska y por qué hay tanta opacidad en el caso.
Las similitudes de The Last Frontier con The Blacklist no son calcadas pero sí reconocibles. Tenemos una lista de criminales a los que hay que perseguir. Tenemos una relación personal entre una agente de inteligencia y el criminal más buscado. Episodio a episodio, se desenmascara tanto a Havlock (de forma literal) como las razones por las que es un peligro para los vecinos de Alaska y los Estados Unidos en general.
Esto implica que hay conspiraciones por doquier con menciones a operaciones al margen de la legalidad, altas esferas de la CIA y del gobierno implicadas, y amenazas que Remnick ni tan siquiera puede imaginar. Y, como manda una ficción de este calibre, el U.S. Marshal se ve íntimamente afectado por la investigación, con su mujer trabajando en el hospital donde ingresan tanto las víctimas de los criminales como los propios criminales, y su hijo adolescente en paradero desconocido.
Si estamos ante la versión premium de The Blacklist no es precisamente por el tacto con el que se tratan las tramas horizontales. El guion está lleno de casualidades y de conversaciones crípticas escritas para generar expectación sin revelar demasiado, sobre todo cualquiera con Alfre Woodard, que interpreta a la subdirectora de la CIA. Pero, aparte de permitirse el lujo de estructurar una serie totalmente serializada, que utiliza los criminales sólo para dar algo más de empaque a los episodios como unidad narrativa, The Last Frontier destaca por los valores de producción.
El primer capítulo tiene un violento plano secuencia de seis minutos que merece la pena por el impacto que provoca su crudeza, y en el tercero también hay una escena de acción ambiciosa. Se entiende por qué contrataron a Sam Hargrave (Extraction) para dirigir estos capítulos.
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