Nayib Bukele ya tiene vía libre para eternizarse en el poder.
El cambio legislativo, aprobado por una amplía mayoría, también contempla la ampliación del período presidencial
Nayib Bukele ya tiene vía libre para eternizarse en el poder.
La Asamblea Legislativa de El Salvador aprobó la noche del jueves una reforma exprés de la Constitución para permitir la reelección presidencial indefinida. Este era uno de los objetivos políticos más ansiados del mandatario, quien, desde que accedió a la jefatura de Estado en el 2019, ha ido avanzando hacia un régimen cada vez más autocrático.
El trámite de aprobación de la reforma no pudo ser más plácido. El partido de Bukele, Nuevas Ideas (NI), controla 54 de los 60 escaños de la Asamblea, por lo que la medida salió adelante por amplísima mayoría: 57 votos a favor y 3 en contra –los de los únicos partidos opositores, Arena y Vamos–.
La oposición denuncia que la democracia en El Salvador “ha muerto”
La reforma no solo permite la reelección “sin reservas”, sino que también contempla una ampliación del período presidencial de cinco a seis años y elimina la segunda vuelta electoral. Además, se ha acortado en dos años el actual mandato del presidente, para que las próximas elecciones generales puedan coincidir con las legislativas y municipales, previstas para el 2027.
La diputada opositora Marcela Villatoro, de Arena, alertó en el plenario de las graves consecuencias de esta modificación constitucional: “Este día ha muerto la democracia en El Salvador”, dijo. Para Human Rights Watch, el país centroamericano está recorriendo “el mismo camino que Venezuela”. “Empieza con un líder que usa su popularidad para concentrar el poder, y termina en dictadura”, afirmó en un mensaje en la red social X la directora de esta oenegé, Juanita Goebertus.
De hecho, la reforma llega tras una fuerte ola de represión interna. El Gobierno de Bukele detuvo en mayo y junio a destacados defensores de derechos humanos y voces críticas, entre ellos la abogada Ruth López, quien había denunciado supuestos casos de corrupción estatal. Ante este acoso, muchos están optando por el exilio. Es el caso de la oenegé Cristosal –a la que pertenecía López–, con un largo y reconocido recorrido de activismo, que este mes anunció que abandonaría el país para resguardar la seguridad de sus trabajadores.
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Pese a esta escalada represiva, Bukele goza de gran popularidad en El Salvador. Su política de mano dura contra el crimen ha servido para contener a las pandillas, que habían llevado al país a una situación límite con sus asesinatos y extorsiones. Eso sí, según han denunciado entidades como Amnistía Internacional, esta drástica reducción de la actividad delictiva se ha producido a costa de la vulneración de las libertades civiles y del retroceso del Estado de derecho. Detenciones arbitrarias, juicios masivos, hacinamiento en cárceles, desapariciones forzadas, muertes bajo custodia estatal… La lista de acusaciones es larga.
Pero Bukele hace oídos sordos a los que cuestionan sus métodos: “Me tiene sin cuidado que me llamen dictador. Prefiero eso a que maten salvadoreños en la calle”, dijo el pasado junio. Tiene motivos para mostrarse tan confiado. No solo goza el apoyo mayoritario de la población –más de un 80%, según una encuesta de Gallup publicada en mayo–, sino que cuenta con la protección de Estados Unidos.
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