Una cantidad de tierra equivalente a cuatro campos de fútbol se degrada cada segundo en el mundo y un 40% de la superficie terrestre del planeta está afectada por ese fenómeno.Naciones Unidas aporta esos datos coincidiendo con el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que se celebra este martes. La desertificación , el cambio climático y la pérdida de biodiversidad se identificaron como los mayores desafíos para el desarrollo sostenible durante la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro (Brasil) en 1992.Noticia Relacionada tierras áridas estandar Si «No se puede alicatar todo de árboles contra la desertificación, son una bomba de extracción de agua» Isabel Miranda El investigador Jaime M. Valderrama aboga por la ‘neutralidad de degradación de tierras’ para frenar el avanceDegradación de los ecosistemasAunque incluye también la invasión de las tierras por dunas, la desertificación no hace referencia al avance de los desiertos. Se trata de una degradación continua de los ecosistemas de las zonas secas debido a las actividades humanas —como la sobreexplotación de la tierra, la minería, el sobrepastoreo y la tala indiscriminada— y a los cambios climáticos.Además, el viento y el agua agravan la situación arrastrando la capa superficial de suelo fértil y dejando atrás tierras improductivas. La persistencia de esta combinación de factores acaba por convertir las tierras degradadas en desiertos.«La humanidad está degradando la tierra a un ritmo alarmante, lo que cuesta a la economía mundial casi 880.000 millones de dólares al año, mucho más que las inversiones que se necesitan para hacer frente al problema», indica el secretario general de la ONU, António Guterres , con motivo del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía.En su mensaje, recogido por Servimedia, Guterres apunta que «las sequías obligan a las personas a dejar su hogar y agravan la inseguridad alimentaria: el número de nuevos desplazados es en la actualidad el más alto de los últimos años».«Si reparamos el daño que causamos a la tierra, obtendremos enormes beneficios, en particular gracias al importante rendimiento de la inversión. Reparar el daño ayudará a reducir la pobreza, generar empleo, proteger las fuentes de agua, cuidar la producción de alimentos y mejorar los derechos sobre la tierra y los ingresos, en especial de los pequeños agricultores y las mujeres», añade.Problema MundialSegún la ONU, la desertificación es un problema mundial que conlleva repercusiones graves para la biodiversidad, la seguridad de los ecosistemas, la erradicación de la pobreza, la estabilidad socioeconómica y el desarrollo sostenible.Cada dólar invertido en la recuperación de tierras puede generar un retorno de hasta 30 dólares y una agricultura sostenible podría reducir las necesidades hídricas de los cultivos hasta en un 30% durante los periodos de sequía, según Naciones Unidas.No en vano, más de la mitad del PIB mundial depende de la naturaleza, por lo que una tierra sana está en la base de economías prósperas. «Sin embargo, este capital natural se agota a un ritmo alarmante: cada año, un área del tamaño de Egipto se degrada, lo que provoca la pérdida de biodiversidad, aumenta el riesgo de sequía y desplaza a comunidades», subraya la ONU.Las repercusiones de ese fenómeno son globales: desde el aumento de los precios de los alimentos hasta la inestabilidad y la migración.Naciones Unidas apunta que, si las tendencias actuales se mantienen, será necesario restaurar 1.500 millones de hectáreas e invertir un billón de dólares para 2030 para contrarrestar la degradación de tierras.El fenómeno de la desertificación no es nuevo. De hecho, ha sido un elemento fundamental en la historia de la humanidad al contribuir a la caída de grandes imperios y desplazando a las poblaciones locales. Sin embargo, se calcula que en la actualidad el ritmo de degradación de las tierras cultivables aumenta a una velocidad entre 30 y 35 veces superior a la histórica.PropuestasDe los ecosistemas de las zonas secas depende la subsistencia de unos 2.000 millones de personas, el 90% de las cuales vive en países en desarrollo. La sobrepoblación de muchos países infradesarrollados crea la necesidad de explotar ganadera y agrícolamente las tierras de zonas secas. En estas tierras de baja productividad se inicia así una espiral descendente que acaba con el agotamiento de los nutrientes del suelo y los acuíferos subterráneos.Para reducir la desertificación, la ONU propone reforestar y regenerar las especies arbóreas y mejorar la gestión del agua mediante el ahorro, la reutilización de las aguas depuradas, el almacenamiento del agua de lluvia, la desalinización o, en su caso, el riego con agua de mar de las plantas halófilas.Mantener el suelo con vallas para frenar el avance de las dunas, barreras arbóreas para proteger frente a la erosión eólica, etc.; enriquecer y fertilizar el suelo a través de la regeneración de la cubierta vegetal, y posibilitar el desarrollo de brotes de especies arbóreas nativas con poda selectiva son otras medidas. Una cantidad de tierra equivalente a cuatro campos de fútbol se degrada cada segundo en el mundo y un 40% de la superficie terrestre del planeta está afectada por ese fenómeno.Naciones Unidas aporta esos datos coincidiendo con el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que se celebra este martes. La desertificación , el cambio climático y la pérdida de biodiversidad se identificaron como los mayores desafíos para el desarrollo sostenible durante la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro (Brasil) en 1992.Noticia Relacionada tierras áridas estandar Si «No se puede alicatar todo de árboles contra la desertificación, son una bomba de extracción de agua» Isabel Miranda El investigador Jaime M. Valderrama aboga por la ‘neutralidad de degradación de tierras’ para frenar el avanceDegradación de los ecosistemasAunque incluye también la invasión de las tierras por dunas, la desertificación no hace referencia al avance de los desiertos. Se trata de una degradación continua de los ecosistemas de las zonas secas debido a las actividades humanas —como la sobreexplotación de la tierra, la minería, el sobrepastoreo y la tala indiscriminada— y a los cambios climáticos.Además, el viento y el agua agravan la situación arrastrando la capa superficial de suelo fértil y dejando atrás tierras improductivas. La persistencia de esta combinación de factores acaba por convertir las tierras degradadas en desiertos.«La humanidad está degradando la tierra a un ritmo alarmante, lo que cuesta a la economía mundial casi 880.000 millones de dólares al año, mucho más que las inversiones que se necesitan para hacer frente al problema», indica el secretario general de la ONU, António Guterres , con motivo del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía.En su mensaje, recogido por Servimedia, Guterres apunta que «las sequías obligan a las personas a dejar su hogar y agravan la inseguridad alimentaria: el número de nuevos desplazados es en la actualidad el más alto de los últimos años».«Si reparamos el daño que causamos a la tierra, obtendremos enormes beneficios, en particular gracias al importante rendimiento de la inversión. Reparar el daño ayudará a reducir la pobreza, generar empleo, proteger las fuentes de agua, cuidar la producción de alimentos y mejorar los derechos sobre la tierra y los ingresos, en especial de los pequeños agricultores y las mujeres», añade.Problema MundialSegún la ONU, la desertificación es un problema mundial que conlleva repercusiones graves para la biodiversidad, la seguridad de los ecosistemas, la erradicación de la pobreza, la estabilidad socioeconómica y el desarrollo sostenible.Cada dólar invertido en la recuperación de tierras puede generar un retorno de hasta 30 dólares y una agricultura sostenible podría reducir las necesidades hídricas de los cultivos hasta en un 30% durante los periodos de sequía, según Naciones Unidas.No en vano, más de la mitad del PIB mundial depende de la naturaleza, por lo que una tierra sana está en la base de economías prósperas. «Sin embargo, este capital natural se agota a un ritmo alarmante: cada año, un área del tamaño de Egipto se degrada, lo que provoca la pérdida de biodiversidad, aumenta el riesgo de sequía y desplaza a comunidades», subraya la ONU.Las repercusiones de ese fenómeno son globales: desde el aumento de los precios de los alimentos hasta la inestabilidad y la migración.Naciones Unidas apunta que, si las tendencias actuales se mantienen, será necesario restaurar 1.500 millones de hectáreas e invertir un billón de dólares para 2030 para contrarrestar la degradación de tierras.El fenómeno de la desertificación no es nuevo. De hecho, ha sido un elemento fundamental en la historia de la humanidad al contribuir a la caída de grandes imperios y desplazando a las poblaciones locales. Sin embargo, se calcula que en la actualidad el ritmo de degradación de las tierras cultivables aumenta a una velocidad entre 30 y 35 veces superior a la histórica.PropuestasDe los ecosistemas de las zonas secas depende la subsistencia de unos 2.000 millones de personas, el 90% de las cuales vive en países en desarrollo. La sobrepoblación de muchos países infradesarrollados crea la necesidad de explotar ganadera y agrícolamente las tierras de zonas secas. En estas tierras de baja productividad se inicia así una espiral descendente que acaba con el agotamiento de los nutrientes del suelo y los acuíferos subterráneos.Para reducir la desertificación, la ONU propone reforestar y regenerar las especies arbóreas y mejorar la gestión del agua mediante el ahorro, la reutilización de las aguas depuradas, el almacenamiento del agua de lluvia, la desalinización o, en su caso, el riego con agua de mar de las plantas halófilas.Mantener el suelo con vallas para frenar el avance de las dunas, barreras arbóreas para proteger frente a la erosión eólica, etc.; enriquecer y fertilizar el suelo a través de la regeneración de la cubierta vegetal, y posibilitar el desarrollo de brotes de especies arbóreas nativas con poda selectiva son otras medidas.
La degradación continua de los ecosistemas a causa de la desertificación agrava la inseguridad alimentaria. Este fenómeno cuesta a la economía mundial casi 880.000 millones de dólares al año, según la ONU
Una cantidad de tierra equivalente a cuatro campos de fútbol se degrada cada segundo en el mundo y un 40% de la superficie terrestre del planeta está afectada por ese fenómeno.
Naciones Unidas aporta esos datos coincidiendo con el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que se celebra este martes. La desertificación, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad se identificaron como los mayores desafíos para el desarrollo sostenible durante la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro (Brasil) en 1992.
Degradación de los ecosistemas
Aunque incluye también la invasión de las tierras por dunas, la desertificación no hace referencia al avance de los desiertos. Se trata de una degradación continua de los ecosistemas de las zonas secas debido a las actividades humanas —como la sobreexplotación de la tierra, la minería, el sobrepastoreo y la tala indiscriminada— y a los cambios climáticos.
Además, el viento y el agua agravan la situación arrastrando la capa superficial de suelo fértil y dejando atrás tierras improductivas. La persistencia de esta combinación de factores acaba por convertir las tierras degradadas en desiertos.
«La humanidad está degradando la tierra a un ritmo alarmante, lo que cuesta a la economía mundial casi 880.000 millones de dólares al año, mucho más que las inversiones que se necesitan para hacer frente al problema», indica el secretario general de la ONU, António Guterres, con motivo del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía.
En su mensaje, recogido por Servimedia, Guterres apunta que «las sequías obligan a las personas a dejar su hogar y agravan la inseguridad alimentaria: el número de nuevos desplazados es en la actualidad el más alto de los últimos años».
«Si reparamos el daño que causamos a la tierra, obtendremos enormes beneficios, en particular gracias al importante rendimiento de la inversión. Reparar el daño ayudará a reducir la pobreza, generar empleo, proteger las fuentes de agua, cuidar la producción de alimentos y mejorar los derechos sobre la tierra y los ingresos, en especial de los pequeños agricultores y las mujeres», añade.
Problema Mundial
Según la ONU, la desertificación es un problema mundial que conlleva repercusiones graves para la biodiversidad, la seguridad de los ecosistemas, la erradicación de la pobreza, la estabilidad socioeconómica y el desarrollo sostenible.
Cada dólar invertido en la recuperación de tierras puede generar un retorno de hasta 30 dólares y una agricultura sostenible podría reducir las necesidades hídricas de los cultivos hasta en un 30% durante los periodos de sequía, según Naciones Unidas.
No en vano, más de la mitad del PIB mundial depende de la naturaleza, por lo que una tierra sana está en la base de economías prósperas. «Sin embargo, este capital natural se agota a un ritmo alarmante: cada año, un área del tamaño de Egipto se degrada, lo que provoca la pérdida de biodiversidad, aumenta el riesgo de sequía y desplaza a comunidades», subraya la ONU.
Las repercusiones de ese fenómeno son globales: desde el aumento de los precios de los alimentos hasta la inestabilidad y la migración.
Naciones Unidas apunta que, si las tendencias actuales se mantienen, será necesario restaurar 1.500 millones de hectáreas e invertir un billón de dólares para 2030 para contrarrestar la degradación de tierras.
El fenómeno de la desertificación no es nuevo. De hecho, ha sido un elemento fundamental en la historia de la humanidad al contribuir a la caída de grandes imperios y desplazando a las poblaciones locales. Sin embargo, se calcula que en la actualidad el ritmo de degradación de las tierras cultivables aumenta a una velocidad entre 30 y 35 veces superior a la histórica.
Propuestas
De los ecosistemas de las zonas secas depende la subsistencia de unos 2.000 millones de personas, el 90% de las cuales vive en países en desarrollo. La sobrepoblación de muchos países infradesarrollados crea la necesidad de explotar ganadera y agrícolamente las tierras de zonas secas. En estas tierras de baja productividad se inicia así una espiral descendente que acaba con el agotamiento de los nutrientes del suelo y los acuíferos subterráneos.
Para reducir la desertificación, la ONU propone reforestar y regenerar las especies arbóreas y mejorar la gestión del agua mediante el ahorro, la reutilización de las aguas depuradas, el almacenamiento del agua de lluvia, la desalinización o, en su caso, el riego con agua de mar de las plantas halófilas.
Mantener el suelo con vallas para frenar el avance de las dunas, barreras arbóreas para proteger frente a la erosión eólica, etc.; enriquecer y fertilizar el suelo a través de la regeneración de la cubierta vegetal, y posibilitar el desarrollo de brotes de especies arbóreas nativas con poda selectiva son otras medidas.
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