La casa en la que el Papa León pasará sus próximas vacaciones de verano en Castel Gandolfo no aparece en Google Maps, quizá para alejar a los curiosos, pues está al borde de la carretera y sus ventanas dan prácticamente a la calle. La ubicación está dando algunos dolores de cabeza a la Gendarmería Vaticana pero muchas alegrías a los comerciantes de esta «ciudad papal» que consideran que el regreso del Pontífice a su sede estival, después de doce veranos ausente, resucitará la economía local.El Papa Francisco explicó nada más ser elegido que durante las vacaciones prefería quedarse en su propia casa y que, por tanto, en verano no se trasladaría a Castel Gandolfo. La decisión fue un jarro de agua fría para los comerciantes, pues la pequeña ciudad perdió su principal atractivo turístico.León estará en Castel Gandolfo mucho menos tiempo que sus predecesores, pero su presencia es una señal de normalidad. Llegará el 6 de julio y se marchará el 20, aunque regresará el fin de semana del 15 de agosto. Tendrá a disposición una piscina semicubierta construida para Juan Pablo II y podrá pasear por sus espectaculares jardines con vistas al lago de Albano. No ha habido tiempo para preparar sus habitaciones oficiales en el Palacio Pontificio, pues en 2016 fue transformado en museo. Por eso, residirá en Villa Barberini, una casa dentro del mismo recinto, destinada al secretario de Estado y al prefecto de la Casa Pontificia. Por las dificultades logísticas y de seguridad que plantea, la idea es que el año que viene sí que se traslade a la residencia de los pontífices.Castel Gandolfo es quizá el paraje natural más bello que hay cerca de Roma. La villa pontificia está construida sobre restos aún visibles de la residencia del emperador Domiciano, habitada también por los emperadores Adriano y Marco Aurelio. Allí en el siglo XIII los Gandolfi se construyeron un castillo, que pasó a manos de los Papas. El primero que lo utilizó como residencia estiva fue Urbano VIII en 1623.El vínculo que lo une a los papas no es sólo turístico sino afectivo. Pío XI se trasladó allí en 1938 cuando Hitler visitó Roma para evitar cruzarse con él. Pío XII lo abrió como refugio a quienes escapaban de los combates durante la II Guerra Mundial, y su dormitorio se convirtió en sala de partos. Años más tarde, en 1958, este Papa falleció en esa habitación, igual que en 1978 su sucesor Pablo VI. También allí Benedicto XVI pasó allí los instantes en los que entró en vigor su renuncia, se recuperó de las fatigas de sus últimos años de Pontificado y se reunió por primera vez con el Papa Francisco.Una tienda de recuerdos en Castel Gandolfo J. Martínez BrocalEn clave española, la infanta Elena visitó en Castel Gandolfo a Juan Pablo II durante su viaje de novios con Jaime de Marichalar. También los reyes Juan Carlos y Sofía conocieron allí a Benedicto XVI. Este Papa lo utilizó para discretos y delicados encuentros, como un intento de reconciliación con el anciano teólogo suizo Hans Küng, y un primer diálogo con el entonces superior del grupo cismático de los Lefebvrianos, Bernard Fellay .«Piense que Juan Pablo II y Benedicto XVI llegaban en torno al 15 de julio y no se iban hasta octubre», explica Giovanna, ama de casa, en el autobús que conduce al Palacio Pontificio. «Recuerdo que aquí celebraban misas, tenían el ángelus de los domingos y las audiencias generales, y eso atraía mucha gente», comenta. Asegura que a Benedicto le encantaba la zona, y opina que Francisco no venía porque creía que el palacio era lujoso. «Pero no es para tanto, ya en todas partes hay lujos mayores», añade. Se cansa de responder preguntas, y pide a cambio de la conversación que el corresponsal le ayude a llevar las bolsas de la compra. Luego se despide con un consejo: «Para saber lo que significa el regreso del Papa, busca el bar y la bodega de los hermanos Carosi en la plaza de Castel Gandolfo, que ellos te pueden muchas historias».De camino se multiplican las tiendas de recuerdos con rosarios, medallas y camisetas. En una reconocen que pasan apuros porque desde que no vienen los Papas, tampoco vienen los clientes. «Este año íbamos a aumentar el horario con el Jubileo, pero la verdad es que no ha hecho falta, está todo muy tranquilo. Por eso es un regalo la noticia de que el Papa regrese a esta ciudad», subrayan.A la izquierda, Maurizio Carosi, dueño de una bodega en Castel Gandolfo. A la derecha, su hermano Stefano, en el bar que regenta J. Martínez BrocalHelado o vinoEncuentro a Stefano Carosi en el bar que regenta en la plaza, y que abrió uno de sus antepasados en 1870. Cuenta que el paso del tiempo ha consolidado la costumbre de que cada 15 de agosto lleven helado al Papa. «Mi padre lo llevaba a Juan XXIII. Luego le tocó con Pablo VI. Con Juan Pablo I, desgraciadamente, no hubo tiempo, pero sí con Juan Pablo II y Benedicto XVI», explica mientras enseña las fotos de esos encuentros en las que también aparece él vestido con pajarita. «Con Francisco hay una brecha de 12 años. Pero le digo una cosa, aunque no quería venir, no nos abandonó, pues abrió el museo del Palacio Pontificio , que es una fuente importante de visitas», defiende a Bergoglio. Pero a pesar de todo, según Stefano, «no hay nada que pueda reemplazar la presencia del Pontífice» y por eso, «desde que se difundió la noticia de que el Papa vuelve, se ha encendido la ciudad».Su hermano Maurizio, que tiene una bodega a dos pasos del bar, confirma que allí son papistas. También defiende al Papa Francisco, pues «abrió al público el Palacio y los jardines, y eso permitió que pudiéramos ganarnos la vida». «Pero nos habíamos quedado huérfanos de Papa. Ahora con León hemos encontrado un padre», completa. «Cuando además de la presencia espiritual se da la presencia material, el valor espiritual del Papa se duplica», dice. Mientras habla, Sor Verónica, una religiosa mexicana que lleva veinte años en esta ciudad, le escucha e interviene quitándole la palabra. «Sentimos que regresa un padre. Esto va a ser otra cosa. Es bonito saber cada verano que está aquí, aunque es difícil de explicar».Maurizio recuerda sobre todo a Pablo VI, «el Papa de mi juventud». «Cuando lo eligieron yo tenía 7 años, y murió aquí enfrente cuando yo tenía 21. De niños nos dábamos codazos para ser monaguillos en la misa que celebraba en la iglesia el 15 de agosto». Su bodega funciona desde 1879 y tiene buenos caldos, por eso, en vez de helado, espera «enviar a León alguna botella de los Castelli Romani, para que pueda probarla en vez del vino americano». Aunque esa tradición aún no se ha consolidado.Los hermanos Carosi aconsejan visitar el Palacio pontificio antes de que vuelvan a cerrarlo al público, pues es probable que el año que viene el Papa resida allí y deje de ser posible ver su dormitorio, su despacho y otras habitaciones privadas. Villa Barberini es una solución provisional para alojar a León este mes de julio, pero es una casa demasiado expuesta y es probable que mientras resida allí deban cortar el tráfico o permitir el paso sólo a residentes.La zona está monitoreada permanentemente con cámaras de seguridad y asoma hacia una plaza con el cuartel de los Carabineros que vigilan el área, pero es un lugar sensible. Esta semana habían dejado la verja abierta, mientras ultimaban los preparativos para acoger a su huésped.Las prisas demuestran que la decisión de León XIV ha sido una sorpresa. La web del Vaticano permite aún reservar y pagar visitas tanto al Museo del Palacio Apostólico como a los jardines de Villa Barberini en las mismas fechas en las que León XIV estará allí. Será que no quiere ser un huésped incómodo y no quiere interferir con los visitantes. Está claro que el retorno del Papa a Castel Gandolfo coincidirá con el retorno de los turistas. La casa en la que el Papa León pasará sus próximas vacaciones de verano en Castel Gandolfo no aparece en Google Maps, quizá para alejar a los curiosos, pues está al borde de la carretera y sus ventanas dan prácticamente a la calle. La ubicación está dando algunos dolores de cabeza a la Gendarmería Vaticana pero muchas alegrías a los comerciantes de esta «ciudad papal» que consideran que el regreso del Pontífice a su sede estival, después de doce veranos ausente, resucitará la economía local.El Papa Francisco explicó nada más ser elegido que durante las vacaciones prefería quedarse en su propia casa y que, por tanto, en verano no se trasladaría a Castel Gandolfo. La decisión fue un jarro de agua fría para los comerciantes, pues la pequeña ciudad perdió su principal atractivo turístico.León estará en Castel Gandolfo mucho menos tiempo que sus predecesores, pero su presencia es una señal de normalidad. Llegará el 6 de julio y se marchará el 20, aunque regresará el fin de semana del 15 de agosto. Tendrá a disposición una piscina semicubierta construida para Juan Pablo II y podrá pasear por sus espectaculares jardines con vistas al lago de Albano. No ha habido tiempo para preparar sus habitaciones oficiales en el Palacio Pontificio, pues en 2016 fue transformado en museo. Por eso, residirá en Villa Barberini, una casa dentro del mismo recinto, destinada al secretario de Estado y al prefecto de la Casa Pontificia. Por las dificultades logísticas y de seguridad que plantea, la idea es que el año que viene sí que se traslade a la residencia de los pontífices.Castel Gandolfo es quizá el paraje natural más bello que hay cerca de Roma. La villa pontificia está construida sobre restos aún visibles de la residencia del emperador Domiciano, habitada también por los emperadores Adriano y Marco Aurelio. Allí en el siglo XIII los Gandolfi se construyeron un castillo, que pasó a manos de los Papas. El primero que lo utilizó como residencia estiva fue Urbano VIII en 1623.El vínculo que lo une a los papas no es sólo turístico sino afectivo. Pío XI se trasladó allí en 1938 cuando Hitler visitó Roma para evitar cruzarse con él. Pío XII lo abrió como refugio a quienes escapaban de los combates durante la II Guerra Mundial, y su dormitorio se convirtió en sala de partos. Años más tarde, en 1958, este Papa falleció en esa habitación, igual que en 1978 su sucesor Pablo VI. También allí Benedicto XVI pasó allí los instantes en los que entró en vigor su renuncia, se recuperó de las fatigas de sus últimos años de Pontificado y se reunió por primera vez con el Papa Francisco.Una tienda de recuerdos en Castel Gandolfo J. Martínez BrocalEn clave española, la infanta Elena visitó en Castel Gandolfo a Juan Pablo II durante su viaje de novios con Jaime de Marichalar. También los reyes Juan Carlos y Sofía conocieron allí a Benedicto XVI. Este Papa lo utilizó para discretos y delicados encuentros, como un intento de reconciliación con el anciano teólogo suizo Hans Küng, y un primer diálogo con el entonces superior del grupo cismático de los Lefebvrianos, Bernard Fellay .«Piense que Juan Pablo II y Benedicto XVI llegaban en torno al 15 de julio y no se iban hasta octubre», explica Giovanna, ama de casa, en el autobús que conduce al Palacio Pontificio. «Recuerdo que aquí celebraban misas, tenían el ángelus de los domingos y las audiencias generales, y eso atraía mucha gente», comenta. Asegura que a Benedicto le encantaba la zona, y opina que Francisco no venía porque creía que el palacio era lujoso. «Pero no es para tanto, ya en todas partes hay lujos mayores», añade. Se cansa de responder preguntas, y pide a cambio de la conversación que el corresponsal le ayude a llevar las bolsas de la compra. Luego se despide con un consejo: «Para saber lo que significa el regreso del Papa, busca el bar y la bodega de los hermanos Carosi en la plaza de Castel Gandolfo, que ellos te pueden muchas historias».De camino se multiplican las tiendas de recuerdos con rosarios, medallas y camisetas. En una reconocen que pasan apuros porque desde que no vienen los Papas, tampoco vienen los clientes. «Este año íbamos a aumentar el horario con el Jubileo, pero la verdad es que no ha hecho falta, está todo muy tranquilo. Por eso es un regalo la noticia de que el Papa regrese a esta ciudad», subrayan.A la izquierda, Maurizio Carosi, dueño de una bodega en Castel Gandolfo. A la derecha, su hermano Stefano, en el bar que regenta J. Martínez BrocalHelado o vinoEncuentro a Stefano Carosi en el bar que regenta en la plaza, y que abrió uno de sus antepasados en 1870. Cuenta que el paso del tiempo ha consolidado la costumbre de que cada 15 de agosto lleven helado al Papa. «Mi padre lo llevaba a Juan XXIII. Luego le tocó con Pablo VI. Con Juan Pablo I, desgraciadamente, no hubo tiempo, pero sí con Juan Pablo II y Benedicto XVI», explica mientras enseña las fotos de esos encuentros en las que también aparece él vestido con pajarita. «Con Francisco hay una brecha de 12 años. Pero le digo una cosa, aunque no quería venir, no nos abandonó, pues abrió el museo del Palacio Pontificio , que es una fuente importante de visitas», defiende a Bergoglio. Pero a pesar de todo, según Stefano, «no hay nada que pueda reemplazar la presencia del Pontífice» y por eso, «desde que se difundió la noticia de que el Papa vuelve, se ha encendido la ciudad».Su hermano Maurizio, que tiene una bodega a dos pasos del bar, confirma que allí son papistas. También defiende al Papa Francisco, pues «abrió al público el Palacio y los jardines, y eso permitió que pudiéramos ganarnos la vida». «Pero nos habíamos quedado huérfanos de Papa. Ahora con León hemos encontrado un padre», completa. «Cuando además de la presencia espiritual se da la presencia material, el valor espiritual del Papa se duplica», dice. Mientras habla, Sor Verónica, una religiosa mexicana que lleva veinte años en esta ciudad, le escucha e interviene quitándole la palabra. «Sentimos que regresa un padre. Esto va a ser otra cosa. Es bonito saber cada verano que está aquí, aunque es difícil de explicar».Maurizio recuerda sobre todo a Pablo VI, «el Papa de mi juventud». «Cuando lo eligieron yo tenía 7 años, y murió aquí enfrente cuando yo tenía 21. De niños nos dábamos codazos para ser monaguillos en la misa que celebraba en la iglesia el 15 de agosto». Su bodega funciona desde 1879 y tiene buenos caldos, por eso, en vez de helado, espera «enviar a León alguna botella de los Castelli Romani, para que pueda probarla en vez del vino americano». Aunque esa tradición aún no se ha consolidado.Los hermanos Carosi aconsejan visitar el Palacio pontificio antes de que vuelvan a cerrarlo al público, pues es probable que el año que viene el Papa resida allí y deje de ser posible ver su dormitorio, su despacho y otras habitaciones privadas. Villa Barberini es una solución provisional para alojar a León este mes de julio, pero es una casa demasiado expuesta y es probable que mientras resida allí deban cortar el tráfico o permitir el paso sólo a residentes.La zona está monitoreada permanentemente con cámaras de seguridad y asoma hacia una plaza con el cuartel de los Carabineros que vigilan el área, pero es un lugar sensible. Esta semana habían dejado la verja abierta, mientras ultimaban los preparativos para acoger a su huésped.Las prisas demuestran que la decisión de León XIV ha sido una sorpresa. La web del Vaticano permite aún reservar y pagar visitas tanto al Museo del Palacio Apostólico como a los jardines de Villa Barberini en las mismas fechas en las que León XIV estará allí. Será que no quiere ser un huésped incómodo y no quiere interferir con los visitantes. Está claro que el retorno del Papa a Castel Gandolfo coincidirá con el retorno de los turistas.
La casa en la que el Papa León pasará sus próximas vacaciones de verano en Castel Gandolfo no aparece en Google Maps, quizá para alejar a los curiosos, pues está al borde de la carretera y sus ventanas dan prácticamente a la calle. La … ubicación está dando algunos dolores de cabeza a la Gendarmería Vaticana pero muchas alegrías a los comerciantes de esta «ciudad papal» que consideran que el regreso del Pontífice a su sede estival, después de doce veranos ausente, resucitará la economía local.
El Papa Francisco explicó nada más ser elegido que durante las vacaciones prefería quedarse en su propia casa y que, por tanto, en verano no se trasladaría a Castel Gandolfo. La decisión fue un jarro de agua fría para los comerciantes, pues la pequeña ciudad perdió su principal atractivo turístico.
León estará en Castel Gandolfo mucho menos tiempo que sus predecesores, pero su presencia es una señal de normalidad. Llegará el 6 de julio y se marchará el 20, aunque regresará el fin de semana del 15 de agosto. Tendrá a disposición una piscina semicubierta construida para Juan Pablo II y podrá pasear por sus espectaculares jardines con vistas al lago de Albano. No ha habido tiempo para preparar sus habitaciones oficiales en el Palacio Pontificio, pues en 2016 fue transformado en museo. Por eso, residirá en Villa Barberini, una casa dentro del mismo recinto, destinada al secretario de Estado y al prefecto de la Casa Pontificia. Por las dificultades logísticas y de seguridad que plantea, la idea es que el año que viene sí que se traslade a la residencia de los pontífices.
Castel Gandolfo es quizá el paraje natural más bello que hay cerca de Roma. La villa pontificia está construida sobre restos aún visibles de la residencia del emperador Domiciano, habitada también por los emperadores Adriano y Marco Aurelio. Allí en el siglo XIII los Gandolfi se construyeron un castillo, que pasó a manos de los Papas. El primero que lo utilizó como residencia estiva fue Urbano VIII en 1623.
El vínculo que lo une a los papas no es sólo turístico sino afectivo. Pío XI se trasladó allí en 1938 cuando Hitler visitó Roma para evitar cruzarse con él. Pío XII lo abrió como refugio a quienes escapaban de los combates durante la II Guerra Mundial, y su dormitorio se convirtió en sala de partos. Años más tarde, en 1958, este Papa falleció en esa habitación, igual que en 1978 su sucesor Pablo VI. También allí Benedicto XVI pasó allí los instantes en los que entró en vigor su renuncia, se recuperó de las fatigas de sus últimos años de Pontificado y se reunió por primera vez con el Papa Francisco.
J. Martínez Brocal
En clave española, la infanta Elena visitó en Castel Gandolfo a Juan Pablo II durante su viaje de novios con Jaime de Marichalar. También los reyes Juan Carlos y Sofía conocieron allí a Benedicto XVI. Este Papa lo utilizó para discretos y delicados encuentros, como un intento de reconciliación con el anciano teólogo suizo Hans Küng, y un primer diálogo con el entonces superior del grupo cismático de los Lefebvrianos, Bernard Fellay.
«Piense que Juan Pablo II y Benedicto XVI llegaban en torno al 15 de julio y no se iban hasta octubre», explica Giovanna, ama de casa, en el autobús que conduce al Palacio Pontificio. «Recuerdo que aquí celebraban misas, tenían el ángelus de los domingos y las audiencias generales, y eso atraía mucha gente», comenta. Asegura que a Benedicto le encantaba la zona, y opina que Francisco no venía porque creía que el palacio era lujoso. «Pero no es para tanto, ya en todas partes hay lujos mayores», añade. Se cansa de responder preguntas, y pide a cambio de la conversación que el corresponsal le ayude a llevar las bolsas de la compra. Luego se despide con un consejo: «Para saber lo que significa el regreso del Papa, busca el bar y la bodega de los hermanos Carosi en la plaza de Castel Gandolfo, que ellos te pueden muchas historias».
De camino se multiplican las tiendas de recuerdos con rosarios, medallas y camisetas. En una reconocen que pasan apuros porque desde que no vienen los Papas, tampoco vienen los clientes. «Este año íbamos a aumentar el horario con el Jubileo, pero la verdad es que no ha hecho falta, está todo muy tranquilo. Por eso es un regalo la noticia de que el Papa regrese a esta ciudad», subrayan.
J. Martínez Brocal
Helado o vino
Encuentro a Stefano Carosi en el bar que regenta en la plaza, y que abrió uno de sus antepasados en 1870. Cuenta que el paso del tiempo ha consolidado la costumbre de que cada 15 de agosto lleven helado al Papa. «Mi padre lo llevaba a Juan XXIII. Luego le tocó con Pablo VI. Con Juan Pablo I, desgraciadamente, no hubo tiempo, pero sí con Juan Pablo II y Benedicto XVI», explica mientras enseña las fotos de esos encuentros en las que también aparece él vestido con pajarita. «Con Francisco hay una brecha de 12 años. Pero le digo una cosa, aunque no quería venir, no nos abandonó, pues abrió el museo del Palacio Pontificio, que es una fuente importante de visitas», defiende a Bergoglio. Pero a pesar de todo, según Stefano, «no hay nada que pueda reemplazar la presencia del Pontífice» y por eso, «desde que se difundió la noticia de que el Papa vuelve, se ha encendido la ciudad».
Su hermano Maurizio, que tiene una bodega a dos pasos del bar, confirma que allí son papistas. También defiende al Papa Francisco, pues «abrió al público el Palacio y los jardines, y eso permitió que pudiéramos ganarnos la vida». «Pero nos habíamos quedado huérfanos de Papa. Ahora con León hemos encontrado un padre», completa. «Cuando además de la presencia espiritual se da la presencia material, el valor espiritual del Papa se duplica», dice. Mientras habla, Sor Verónica, una religiosa mexicana que lleva veinte años en esta ciudad, le escucha e interviene quitándole la palabra. «Sentimos que regresa un padre. Esto va a ser otra cosa. Es bonito saber cada verano que está aquí, aunque es difícil de explicar».
Maurizio recuerda sobre todo a Pablo VI, «el Papa de mi juventud». «Cuando lo eligieron yo tenía 7 años, y murió aquí enfrente cuando yo tenía 21. De niños nos dábamos codazos para ser monaguillos en la misa que celebraba en la iglesia el 15 de agosto». Su bodega funciona desde 1879 y tiene buenos caldos, por eso, en vez de helado, espera «enviar a León alguna botella de los Castelli Romani, para que pueda probarla en vez del vino americano». Aunque esa tradición aún no se ha consolidado.
Los hermanos Carosi aconsejan visitar el Palacio pontificio antes de que vuelvan a cerrarlo al público, pues es probable que el año que viene el Papa resida allí y deje de ser posible ver su dormitorio, su despacho y otras habitaciones privadas. Villa Barberini es una solución provisional para alojar a León este mes de julio, pero es una casa demasiado expuesta y es probable que mientras resida allí deban cortar el tráfico o permitir el paso sólo a residentes.
La zona está monitoreada permanentemente con cámaras de seguridad y asoma hacia una plaza con el cuartel de los Carabineros que vigilan el área, pero es un lugar sensible. Esta semana habían dejado la verja abierta, mientras ultimaban los preparativos para acoger a su huésped.
Las prisas demuestran que la decisión de León XIV ha sido una sorpresa. La web del Vaticano permite aún reservar y pagar visitas tanto al Museo del Palacio Apostólico como a los jardines de Villa Barberini en las mismas fechas en las que León XIV estará allí. Será que no quiere ser un huésped incómodo y no quiere interferir con los visitantes. Está claro que el retorno del Papa a Castel Gandolfo coincidirá con el retorno de los turistas.
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