Configurar una coreografía de natación artística es como montar un puzle de mil piezas. Desde el cambio de reglamentación, la matemática tiene más peso que la impresión artística, que aún sigue siendo un aspecto fundamental, como está demostrando España en los Mundiales de Singapur aunque este lunes no haya cazado medalla: Jordi Cáceres finalizó sexto en la rutina de solo libre (202.0400) y el dúo formado por Txell Ferré i Lilou Lluis fue quinto (287.3898). Pero no es nada comparado con el encaje de los elementos obligatorios, los híbridos, las apneas, las transiciones…
Andreu Roig, biomecánico del CAR de Sant Cugat, explica el rumbo de este deporte abonado “a la matemática” y donde la “secuencia de movimientos” puede ser clave
Configurar una coreografía de natación artística es como montar un puzle de mil piezas. Desde el cambio de reglamentación, la matemática tiene más peso que la impresión artística, que aún sigue siendo un aspecto fundamental, como está demostrando España en los Mundiales de Singapur aunque este lunes no haya cazado medalla: Jordi Cáceres finalizó sexto en la rutina de solo libre (202.0400) y el dúo formado por Txell Ferré i Lilou Lluis fue quinto (287.3898). Pero no es nada comparado con el encaje de los elementos obligatorios, los híbridos, las apneas, las transiciones…
Todos ellos son piezas que se suceden entre los dos y los tres minutos que dura cada actuación, y que determinan la dificultad de cada ejercicio. La gracia está ahora no solo en ejecutar, sino en componer. Y ahí aterriza la Inteligencia Artificial, que puede ayudar a agilizar los procesos y a darle un salto de calidad a cada una de ellas. Un cubo de Rubik siempre lo hará antes un ordenador que una persona, por mucho dominio que se tenga.
Andreu Roig es biomecánico del CAR de Sant Cugat y en 1999 empezó a echarle una mano a Anna Tarrés, exseleccionadora española. A pie de piscina, fue parte importante del crecimiento de aquella sincro que conquistó el mundo con Gemma Mengual y la propia Andrea Fuentes, que ha rescatado de nuevo a Roig desde su llegada al equipo nacional (vivió un paréntesis con Mayuko Fujiki al frente).
Su trabajo se ciñe más al análisis en vídeo de la posición del cuerpo, la mejora de los movimientos, la eficiencia de las transiciones o el análisis de los rivales. “Una de las claves es copiar lo que funciona”, admite. “Hay que fijarse en lo que pasa debajo del agua”, insiste. Y ahora empieza a introducirse en el mundo de la Inteligencia Artificial.
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”He empezado, aunque yo ya hacía programación hace tiempo. Estas herramientas te ayudan. Uno de los ejemplos es poner un semáforo que te avise cuántos elementos te quedan o si se repiten. Que le puedas dar información y te chive si vas bien o no”, argumentó Roig desde su despacho del CAR de Sant Cugat.
Y pone ejemplos: “Hicimos un estudio de las rivales para ver dónde ponían la dificultad y analizar su combinación de movimientos. Hay cosas que podemos aprovechar”. “La IA, si le das toda la información de lo que necesitas, te propondría con el tiempo varias soluciones para que escogieras. Al final, ahora estamos creando una biblioteca de los movimientos que funcionan mejor, de cómo se combinan y de qué dificultad tienen”, explicó Roig, que pone el acento en las apneas, las que determinan en mayor medida la puntuación.
El biomecánico considera que “la IA no te dará la solución definitiva, pero al ser la sincro ahora algo más matemática, y repetitiva en cuanto a movimientos, creo que te ayudará”.
Andreu RoigBiomecánico del CAR de Sant Cugat
Es el resultado de un cambio de normativa tras Tokio 2020 que convierte la sincro en más justa a ojos de los jueces, ya que se guían por criterios fijos en cuanto a las notas y no, como sucedía anteriormente, por lo que ellos mismos perciben sin patrones fijos, donde se mantenía el estatus de los países. Los podios se sabían antes de participar con un margen de equivocarse, metafóricamente, del cinco por ciento. Ahora, por ejemplo, China, la gran potencia, no sube a todos los podios, o España puede ser oro o quinta en función de la ejecución y de si comete ‘base mark’ (errores en los elementos híbridos).
Andreu Roig es algo escéptico, pero no descarta que llegue un día donde un ordenador sea capaz de montar en apenas segundos una coreografía a la que se pide una música determinada, con elementos obligatorios y las mejores transiciones que se adapten a sus nadadoras. Y, a partir de ese boceto ideal, se añada la parte artística. Al menos, ya empieza a utilizarse y a recibir información.
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