La presión sobre el presidente Emmanuel Macron para que tome una decisión drástica –su propia renuncia– ante la grave crisis institucional que vive Francia aumentó ayer de manera considerable, solo un día después de la dimisión de Sébastien Lecornu como primer ministro.
El expremier Édouard Philippe avisa de que Francia no resiste más inestabilidad
La presión sobre el presidente Emmanuel Macron para que tome una decisión drástica –su propia renuncia– ante la grave crisis institucional que vive Francia aumentó ayer de manera considerable, solo un día después de la dimisión de Sébastien Lecornu como primer ministro.
Una entrevista matinal en el canal RTL hizo estallar una bomba política. El alcalde de Le Havre (Normandía), Édouard Philippe, que fue primer ministro de Macron durante tres años, entre el 2017 y el 2020, planteó que el jefe del Estado renuncie y abra la vía a unas elecciones presidenciales anticipadas después de que se hayan aprobado los presupuestos del Estado del 2026.
La iniciativa de Philippe, líder del pequeño partido Horizontes (centroderecha), que en teoría forma parte del bloque macronista, causó impacto porque mostró el aislamiento del jefe del Estado y cuán precaria es su actual posición. Según el ex primer ministro, que es parte interesada porque anunció hace tiempo su candidatura al Elíseo, Francia no puede soportar una inestabilidad continuada hasta los comicios presidenciales ordinarios, previstos para la primavera del 2027. Su convicción es que la llegada de otro inquilino del Elíseo podría clarificar las cosas y generar confianza. Pero antes resulta imprescindible nombrar un primer ministro y un gobierno interinos encargados de pactar unos presupuestos para el 2026, sin los cuales Francia correría un serio peligro financiero.
Philippe, que dirigió el Gobierno tres años bajo Macron, le insta a retirarse cuando haya presupuestos
Philippe se ha alineado, en el fondo, con la izquierda radical, aunque lo hace de manera más suave y educada. La Francia Insumisa (LFI) persigue la destitución pura y dura de Macron por el Parlamento porque lo considera del máximo responsable de la deriva hacia el caos. También la extrema derecha ha evocado a menudo, aunque de modo más ambiguo, que la salida de Macron del Elíseo sería la vía lógica para salir del marasmo.
El ex primer ministro no dio prisas a Macron. Le planteó una renuncia ordenada, que podría materializarse dentro de unos meses. Pero el objetivo es el mismo: echar al presidente antes de que termine su segundo mandato. Durante la V República solo existe un caso de dimisión. Fue el general Charles de Gaulle, en 1969, al perder un referéndum sobre la reforma del Senado y la descentralización. El héroe de la resistencia a la ocupación nazi venía gobernando sin interrupción desde hacía once años.
Otras figuras del centro y la derecha, como el alcalde de Cannes, David Lisnard, comparten la opinión de Philippe de que Macron debería irse. Gabriel Attal, también ex primer ministro y líder del partido macronista, Renacimiento, no llega tan lejos. No es partidario de la renuncia del jefe del Estado, si bien pronunció palabras muy duras al reconocer en una entrevista, el lunes por la noche, que ya no entiende las decisiones del presidente, a quien acusó de no haber aceptado que perdió las legislativas del 2024 y de resistirse a compartir el poder.
La ofensiva para que Macron dimita puede intensificarse. Un exdirector del Fondo Monetario Internacional (FMI), Desmond Lachman, también se pronunció por la renuncia del presidente ante los graves riesgos que plantea la situación francesa, no solo para las finanzas públicas del país sino de toda la zona euro.
Las encuestas constituyen un factor adicional de presión. Según tres sondeos recientes, entre el 62% y el 73% de los franceses son partidarios de que Macron se marche del Elíseo.
El primer ministro dimisionario prosiguió, mientras, sus contactos con los partidos para tratar de hallar un acuerdo político mínimo, con dos prioridades: un compromiso sobre un presupuesto para el 2026 y una posición común ante el futuro de Nueva Caledonia, el conflictivo archipiélago en el Pacífico sur donde un pacto negociado hace unos meses entre los independentistas canacos y los unionistas, con el aval del Gobierno francés, se vino abajo por la oposición de las bases de los secesionistas.
Macron dio a Lecornu 48 horas de prórroga, hasta mañana por la noche, para hallar un consenso, algo muy difícil porque las negociaciones anteriores duraron casi un mes y concluyeron con el fiasco, sin precedentes, de la dimisión del primer ministro solo 14 horas después de anunciarse la lista del Gabinete. Con todo, el diálogo se mantiene. Hoy miércoles Lecornu recibirá a los socialistas, cuyos 66 diputados son muy cortejados.
El presidente de la República mantiene el silencio público, por prudencia, lo que no le impide moverse. Ayer recibió a la presidenta de la Asamblea Nacional, Yaël Braunn-Pivet, y al presidente del Senado. Gérard Larcher, quien, por cierto, según la Constitución, sería el jefe de Estado provisional en caso de dimisión de Macron y hasta las nuevas elecciones, que se celebrarían en un plazo muy breve.
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