Cincuenta y siete horas es el tiempo que me ha llevado ver los créditos de Death Stranding 2. Habrá, seguro, quienes lo consigan en menos de cuarenta, pero también puedo imaginarme quienes le acabarán dedicando más de cien antes de encarar la antológica recta final del último videojuego de Hideo Kojima. Después de todo, esta es la grandeza del medio interactivo: la posibilidad de tomar las riendas. Y aquí no estamos hablando de un juego cualquiera, esta es la secuela directa de Death Stranding, el juego premonitorio, aquel que, curiosamente, se adelantó unos meses a la pandemia. Su planteamiento de un mundo postapocalíptico en el que un fenómeno inexplicable ha obligado a la población a vivir confinada y aislada en refugios bajo tierra se mantiene en esta continuación.
El último videojuego del creativo japonés Hideo Kojima es su obra más personal (y ambiciosa) hasta la fecha
Cincuenta y siete horas es el tiempo que me ha llevado ver los créditos de Death Stranding 2. Habrá, seguro, quienes lo consigan en menos de cuarenta, pero también puedo imaginarme quienes le acabarán dedicando más de cien antes de encarar la antológica recta final del último videojuego de Hideo Kojima. Después de todo, esta es la grandeza del medio interactivo: la posibilidad de tomar las riendas. Y aquí no estamos hablando de un juego cualquiera, esta es la secuela directa de Death Stranding, el juego premonitorio, aquel que, curiosamente, se adelantó unos meses a la pandemia. Su planteamiento de un mundo postapocalíptico en el que un fenómeno inexplicable ha obligado a la población a vivir confinada y aislada en refugios bajo tierra se mantiene en esta continuación.
Death Stranding 2: On the Beach
★★★★★
Plataforma: PlayStation 5
Desarrolladora: Kojima Productions
Director y guionista: Hideo Kojima
Permanece la premisa, pero cambia el escenario. Si en la primera entrega la misión del protagonista consistía en conectar unos Estados Unidos devastados mientras repartía mercancías –sí, es tal como suena–, esta segunda parte traslada los acontecimientos a Australia. El propio Kojima afirmó que tenía escrita la historia de esta secuela antes de la irrupción del coronavirus, pero que la reescribió por completo después de la crisis mundial. No quería predecir el futuro otra vez, dijo.
‘Death Stranding 2’ es una obra profundamente personal que sorprende en el contexto de una superproducción en la que han trabajado centenares de personas
Probablemente, nunca sepamos cómo era esa primera versión, pero la historia que ha acabado contando es justo lo que se espera de este autor japonés con casi cuarenta años de trayectoria: una obra profundamente personal que sorprende en el contexto de una superproducción en la que han trabajado centenares de desarrolladores, y que cuenta con el casting más ambicioso que ha tenido jamás un videojuego. Se trata de un elenco en el que repiten nombres como Norman Reedus (The Walking Dead), Léa Seydoux (La vida de Adèle) o Troy Baker (The Last of Us), y al que se han unido estrellas de la talla de Elle Fanning (La Seducción) o Luca Marinelli (M. El hijo del siglo), entre otras.
Death Stranding 2 mantiene la dinámica de la primera parte, pero enriquece su jugabilidad con más dosis de acción, algo que le sienta muy bien y que refina y perfecciona la experiencia de juego. Todo ello para hablar, y muy en serio, sobre temas como la pérdida o el duelo. Sobre cómo un individuo puede aferrarse a la tristeza y, aun así, seguir avanzando. Sobre cambiar y aceptar el cambio. De hecho, son muchas las lecturas que esta obra, compleja y poliédrica, pone sobre la mesa. Desde un punto de vista político, vuelve a subrayar la visión que el creador de la saga Metal Gear tiene sobre un mundo dominado por grandes corporaciones privadas y el control que estas ejercen sobre la población.

A estas alturas, Hideo Kojima ni debe demostrar nada, ni debe rendir cuentas a nadie, esta es su obra más desbocada
La playa a la que hace alusión el título de esta segunda parte es ese lugar metafísico en el que vida y muerte se solapan. Es uno de los escenarios más fascinantes surgidos de la mente de un creador que a estas alturas ni debe demostrar nada, ni debe rendir cuentas a nadie. Esta es la obra en la que su imaginario se presenta de manera más desbocada y sin complejos. Aquí están todos los guiños a sus anteriores trabajos, todas sus influencias artísticas y, sobre todo, ese estilo que lleva cuatro décadas haciendo evolucionar y que mezcla como ningún otro el lenguaje cinematográfico con el del videojuego en su esencia más pura.
Death Stranding 2 no rompe la cuarta pared, la derrumba. Una vez más, el creador japonés ha convocado a sus directores de cine favoritos para que pongan cara a algunos de los personajes del juego. Si en la primera entrega ya contamos con la presencia de Guillermo del Toro (El laberinto del fauno) y Nicolas Winding Refn (Drive), aquí se unen a la fiesta los cineastas George Miller (Mad Max) y Fatih Akin (Contra la pared). Y no es una broma, la cosa va muy en serio, son personajes memorables con un gran peso en la historia. En definitiva, Kojima disfruta y el jugador es el cómplice que acepta entrar en su juego.

‘Death Stranding 2’ no rompe la cuarta pared, la derrumba
Llama la atención cómo en un juego sobre el hecho de conectar haya, al mismo tiempo, tantos anclajes a los que agarrarse. Una línea de diálogo, un gesto sutil o la luz de un paisaje son detalles que pueden desarmarte dentro de una historia en la que todo, absolutamente todo, es posible. A ello contribuye, claro está, el apabullante diseño visual dirigido por Yoji Shinkawa y hecho posible gracias al impresionante motor gráfico Decima. Y cómo no, también gracias a la música, que aquí cuenta con el francés Woodkid como compositor principal de una banda sonora que puntúa las emociones de un videojuego en el que es fácil implicarse personalmente. De ahí, esas horas fluctuantes, entre quienes necesitarán menos de cuarenta y quienes decidirán invertir más de un centenar. Es una suma de elementos como hacía mucho tiempo que no veía en un videojuego. Una obra que, en definitiva, quiere hacernos partícipes de un sentimiento esperanzador en un futuro sombrío.
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