La ofensiva que la oposición política ha emprendido en Galicia contra el presidente de la Xunta por la investigación abierta a Alfonso Villares responde bastante a lo esperable: si una fábrica de fibras que todavía no se ha instalado es una bomba de relojería que va a aniquilar los bancos marisqueros de la Ría de Arousa, ¿qué iba a ser si no una denuncia contra un exconselleiro por una presunta agresión sexual? Pues una barra libre para el discurso más ultramontano que podamos imaginar, con mensajes pasados de frenada y un tono grave de una impostura muy conseguida.Aquí hay dos planos. Por un lado, el judicial, que habrá de determinar si el relato de los hechos de la víctima tiene base y qué hipotéticas responsabilidades penales –de existir– se derivan de él. Es impopular sostener que el contenido de la denuncia de una supuesta víctima de violencia sexual debe ser sometido a contraste, pero esto no es un capricho del heteropatriarcado, sino una exigencia del Estado de Derecho en el que la presunción de inocencia no es un monigote a pisotear. Démosle a la Justicia sus tiempos.Por otro, está el plano político, y aquí sí caben hacer algunas reflexiones, porque ahora el foco está puesto en cómo Alfonso Rueda no decapitó a Alfonso Villares tan pronto conoció que estaba siendo investigado por la Policía –que no por un juez– tras el reporte de la denunciante. Ya ven, Rueda respetando la presunción de inocencia, qué escándalo. Recordemos que Villares, tan pronto fue notificado por el TSXG de que adquiría la condición de investigado, dimitió, perdió su aforamiento y quedó bajo la jurisdicción de los juzgados ferrolanos.Cuando saltó este caso, en estas mismas páginas lamentábamos que no hubiésemos aprendido nada de las macrocausas emprendidas desde Lugo, en aquellos no tan lejanos tiempos de Pilar de Lara. Y visto está que hacer memoria es un ejercicio sano. Una de las víctimas de las cacerías de la juez fue José Ramón Gómez Besteiro, entonces y ahora líder del PSdeG. En julio de 2015, De Lara lo imputó por cuatro presuntos delitos de corrupción urbanística vinculados a la compra de su vivienda, en el marco de la reordenación del Garañón. Lo que se insinuaba era bastante feo, porque ponía en solfa su honorabilidad y la de su familia, al sembrar de dudas la manera en que había adquirido su piso. Besteiro no dimitió, y arrastró la losa durante meses. En marzo de 2016, pocos días después de que Pedro Sánchez visitara La Coruña y lo respaldara públicamente, la juez añadía otros seis delitos por su gestión al frente de la Diputación de Lugo, algunos bastante disparatados. Besteiro dimitía apenas unas horas más tarde, pero ocho meses después de que Pilar de Lara lo señalara por primera vez. El líder socialista siempre defendió su plena inocencia en ambas causas. Y tenía razón. Tanto la ‘Pokemon’ como la ‘Pulpo’ fueron sendas instrucciones llenas de castillos en el aire, conjeturas sin sustento, indicios vanos y una cerrazón ante lo evidente que aún hoy asombra. Todo quedó archivado. Pero Besteiro dimitió no cuando su nombre empezó a sonar y aparecer en los sumarios que se filtraban de manera intencionada, sino cuando la situación se hizo políticamente insostenible. Por eso resulta tan extraño, tan contradictorio, que quien sufrió en carne propia una injusticia que le costó una dura sanción a la juez instructora, ahora se convierta en martillo de herejes y denuncie «machismo institucional» por que Rueda no hubiera incurrido en actitudes inquisitoriales en las que tampoco incurrió Pedro Sánchez cuando a él lo denunciaron hace ya una década. Eso, por no hablar de que estuvo a un paso de irse al Senado, donde habría ‘escapado’ de las garras de Pilar de Lara para que su caso lo evaluara el Supremo.Alfonso Villares no se ha enrocado en su aforamiento para que el TSXG le investigara –como un Gallardo cualquiera– seguramente con mayor celeridad que el juzgado de instrucción de Ferrol. Al contrario, ha renunciado a esa situación tan pronto tuvo conocimiento que la denuncia policial adquiría carácter de instrucción judicial. Ya dijimos que es el paso adecuado.Besteiro no era más culpable cuando lo imputó Pilar de Lara de lo que ahora lo es Alfonso Villares. Todo lo contrario: era plenamente inocente, hasta que la sentencia que nunca llegó hubiera dicho otra cosa. Sostener otra cosa es volver a las hogueras en plaza pública. Lamentablemente, la oposición anda repartiendo antorchas. La ofensiva que la oposición política ha emprendido en Galicia contra el presidente de la Xunta por la investigación abierta a Alfonso Villares responde bastante a lo esperable: si una fábrica de fibras que todavía no se ha instalado es una bomba de relojería que va a aniquilar los bancos marisqueros de la Ría de Arousa, ¿qué iba a ser si no una denuncia contra un exconselleiro por una presunta agresión sexual? Pues una barra libre para el discurso más ultramontano que podamos imaginar, con mensajes pasados de frenada y un tono grave de una impostura muy conseguida.Aquí hay dos planos. Por un lado, el judicial, que habrá de determinar si el relato de los hechos de la víctima tiene base y qué hipotéticas responsabilidades penales –de existir– se derivan de él. Es impopular sostener que el contenido de la denuncia de una supuesta víctima de violencia sexual debe ser sometido a contraste, pero esto no es un capricho del heteropatriarcado, sino una exigencia del Estado de Derecho en el que la presunción de inocencia no es un monigote a pisotear. Démosle a la Justicia sus tiempos.Por otro, está el plano político, y aquí sí caben hacer algunas reflexiones, porque ahora el foco está puesto en cómo Alfonso Rueda no decapitó a Alfonso Villares tan pronto conoció que estaba siendo investigado por la Policía –que no por un juez– tras el reporte de la denunciante. Ya ven, Rueda respetando la presunción de inocencia, qué escándalo. Recordemos que Villares, tan pronto fue notificado por el TSXG de que adquiría la condición de investigado, dimitió, perdió su aforamiento y quedó bajo la jurisdicción de los juzgados ferrolanos.Cuando saltó este caso, en estas mismas páginas lamentábamos que no hubiésemos aprendido nada de las macrocausas emprendidas desde Lugo, en aquellos no tan lejanos tiempos de Pilar de Lara. Y visto está que hacer memoria es un ejercicio sano. Una de las víctimas de las cacerías de la juez fue José Ramón Gómez Besteiro, entonces y ahora líder del PSdeG. En julio de 2015, De Lara lo imputó por cuatro presuntos delitos de corrupción urbanística vinculados a la compra de su vivienda, en el marco de la reordenación del Garañón. Lo que se insinuaba era bastante feo, porque ponía en solfa su honorabilidad y la de su familia, al sembrar de dudas la manera en que había adquirido su piso. Besteiro no dimitió, y arrastró la losa durante meses. En marzo de 2016, pocos días después de que Pedro Sánchez visitara La Coruña y lo respaldara públicamente, la juez añadía otros seis delitos por su gestión al frente de la Diputación de Lugo, algunos bastante disparatados. Besteiro dimitía apenas unas horas más tarde, pero ocho meses después de que Pilar de Lara lo señalara por primera vez. El líder socialista siempre defendió su plena inocencia en ambas causas. Y tenía razón. Tanto la ‘Pokemon’ como la ‘Pulpo’ fueron sendas instrucciones llenas de castillos en el aire, conjeturas sin sustento, indicios vanos y una cerrazón ante lo evidente que aún hoy asombra. Todo quedó archivado. Pero Besteiro dimitió no cuando su nombre empezó a sonar y aparecer en los sumarios que se filtraban de manera intencionada, sino cuando la situación se hizo políticamente insostenible. Por eso resulta tan extraño, tan contradictorio, que quien sufrió en carne propia una injusticia que le costó una dura sanción a la juez instructora, ahora se convierta en martillo de herejes y denuncie «machismo institucional» por que Rueda no hubiera incurrido en actitudes inquisitoriales en las que tampoco incurrió Pedro Sánchez cuando a él lo denunciaron hace ya una década. Eso, por no hablar de que estuvo a un paso de irse al Senado, donde habría ‘escapado’ de las garras de Pilar de Lara para que su caso lo evaluara el Supremo.Alfonso Villares no se ha enrocado en su aforamiento para que el TSXG le investigara –como un Gallardo cualquiera– seguramente con mayor celeridad que el juzgado de instrucción de Ferrol. Al contrario, ha renunciado a esa situación tan pronto tuvo conocimiento que la denuncia policial adquiría carácter de instrucción judicial. Ya dijimos que es el paso adecuado.Besteiro no era más culpable cuando lo imputó Pilar de Lara de lo que ahora lo es Alfonso Villares. Todo lo contrario: era plenamente inocente, hasta que la sentencia que nunca llegó hubiera dicho otra cosa. Sostener otra cosa es volver a las hogueras en plaza pública. Lamentablemente, la oposición anda repartiendo antorchas.
ANÁLISIS
Mediaron ocho meses desde que fue señalado por vez primera y renunció a su cargo al frente del PSdeG
La ofensiva que la oposición política ha emprendido en Galicia contra el presidente de la Xunta por la investigación abierta a Alfonso Villares responde bastante a lo esperable: si una fábrica de fibras que todavía no se ha instalado es una bomba de relojería que … va a aniquilar los bancos marisqueros de la Ría de Arousa, ¿qué iba a ser si no una denuncia contra un exconselleiro por una presunta agresión sexual? Pues una barra libre para el discurso más ultramontano que podamos imaginar, con mensajes pasados de frenada y un tono grave de una impostura muy conseguida.
Aquí hay dos planos. Por un lado, el judicial, que habrá de determinar si el relato de los hechos de la víctima tiene base y qué hipotéticas responsabilidades penales –de existir– se derivan de él. Es impopular sostener que el contenido de la denuncia de una supuesta víctima de violencia sexual debe ser sometido a contraste, pero esto no es un capricho del heteropatriarcado, sino una exigencia del Estado de Derecho en el que la presunción de inocencia no es un monigote a pisotear. Démosle a la Justicia sus tiempos.
Por otro, está el plano político, y aquí sí caben hacer algunas reflexiones, porque ahora el foco está puesto en cómo Alfonso Rueda no decapitó a Alfonso Villares tan pronto conoció que estaba siendo investigado por la Policía –que no por un juez– tras el reporte de la denunciante. Ya ven, Rueda respetando la presunción de inocencia, qué escándalo. Recordemos que Villares, tan pronto fue notificado por el TSXG de que adquiría la condición de investigado, dimitió, perdió su aforamiento y quedó bajo la jurisdicción de los juzgados ferrolanos.
Cuando saltó este caso, en estas mismas páginas lamentábamos que no hubiésemos aprendido nada de las macrocausas emprendidas desde Lugo, en aquellos no tan lejanos tiempos de Pilar de Lara. Y visto está que hacer memoria es un ejercicio sano. Una de las víctimas de las cacerías de la juez fue José Ramón Gómez Besteiro, entonces y ahora líder del PSdeG. En julio de 2015, De Lara lo imputó por cuatro presuntos delitos de corrupción urbanística vinculados a la compra de su vivienda, en el marco de la reordenación del Garañón. Lo que se insinuaba era bastante feo, porque ponía en solfa su honorabilidad y la de su familia, al sembrar de dudas la manera en que había adquirido su piso. Besteiro no dimitió, y arrastró la losa durante meses.
En marzo de 2016, pocos días después de que Pedro Sánchez visitara La Coruña y lo respaldara públicamente, la juez añadía otros seis delitos por su gestión al frente de la Diputación de Lugo, algunos bastante disparatados. Besteiro dimitía apenas unas horas más tarde, pero ocho meses después de que Pilar de Lara lo señalara por primera vez.
El líder socialista siempre defendió su plena inocencia en ambas causas. Y tenía razón. Tanto la ‘Pokemon’ como la ‘Pulpo’ fueron sendas instrucciones llenas de castillos en el aire, conjeturas sin sustento, indicios vanos y una cerrazón ante lo evidente que aún hoy asombra. Todo quedó archivado. Pero Besteiro dimitió no cuando su nombre empezó a sonar y aparecer en los sumarios que se filtraban de manera intencionada, sino cuando la situación se hizo políticamente insostenible.
Por eso resulta tan extraño, tan contradictorio, que quien sufrió en carne propia una injusticia que le costó una dura sanción a la juez instructora, ahora se convierta en martillo de herejes y denuncie «machismo institucional» por que Rueda no hubiera incurrido en actitudes inquisitoriales en las que tampoco incurrió Pedro Sánchez cuando a él lo denunciaron hace ya una década. Eso, por no hablar de que estuvo a un paso de irse al Senado, donde habría ‘escapado’ de las garras de Pilar de Lara para que su caso lo evaluara el Supremo.
Alfonso Villares no se ha enrocado en su aforamiento para que el TSXG le investigara –como un Gallardo cualquiera– seguramente con mayor celeridad que el juzgado de instrucción de Ferrol. Al contrario, ha renunciado a esa situación tan pronto tuvo conocimiento que la denuncia policial adquiría carácter de instrucción judicial. Ya dijimos que es el paso adecuado.
Besteiro no era más culpable cuando lo imputó Pilar de Lara de lo que ahora lo es Alfonso Villares. Todo lo contrario: era plenamente inocente, hasta que la sentencia que nunca llegó hubiera dicho otra cosa. Sostener otra cosa es volver a las hogueras en plaza pública. Lamentablemente, la oposición anda repartiendo antorchas.
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