En el término de Riba-Roja, frente al polígono de la Reva, justo donde el barranco se cruza con la A-3, el tiempo parece detenido en la tarde del 30 de octubre de 2024. Las carcasas de varios coches destrozados —aún con las marcas de pintura en las puertas que certifican que fueron revisados y que no había ningún cadáver en su interior— reciben al visitante cuando se llega a la altura del caudalímetro que mide la fuerza del agua en el barranco del Poyo.Fue el único dispositivo capaz de transmitir la magnitud de la tragedia. A las 18:55 horas del 29 de octubre, apenas un instante antes de quedar inhabilitado por la fuerza del agua, lanzó su último y estremecedor dato : un caudal de 2.282,90 m³/s, casi cinco veces el del Ebro. Fue un grito mudo. Nadie lo oyó. Ni el 112, ni el Cecopi, ni la CHJ , pendientes todos de la posible rotura de la presa de Forata, repararon en aquel dato desmesurado que, por sí solo, habría bastado para activar una alerta. Un mensaje que, aguas abajo, podría haber salvado decenas de vidas .Noticia Relacionada estandar Si El Ministerio de Ribera recibió una llamada de la CHJ para criticar al Cecopi, pero no para advertir sobre el barranco del Poyo José Ramón Navarro-ParejaSorprende, un año después, el estado en que se encuentra el entorno de la caseta que transmite las mediciones cada cinco minutos. Nada parece haber cambiado. La valla que la protegía de visitantes malintencionados está en el suelo, semienterrada por la fuerza de la corriente. Los pocos trozos que se mantienen en pie todavía conservan empotrados restos de cañas y arbustos arrastrados por el agua, pese a encontrarse a más de cinco metros de altura sobre la parte baja del cauce, hoy seco. Que la valla ya no cumple su función protectora lo atestigua el grafiti que ilustra una de las paredes de la caseta. Todo el dispositivo técnico está al alcance de cualquiera. Que nadie, con un golpe o un simple corte, lo haya inhabilitado habla más de la buena fe que de la capacidad disuasoria de la cámara de seguridad que pende de un mástil insertado en una vieja rueda de camión y que parece haber dejado de funcionar hace un año.Lo cierto es que, a los pocos días, la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), de quien dependen las instalaciones, reparó el sensor ubicado sobre el puente de la A-3 y conectado por un largo cable con la caseta que transmite los datos al Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH), que se puede consultar en línea en todo momento. Se trata de un láser que «a partir de la curva de gasto calcula el caudal», explican a ABC desde la CHJ.Datos erróneosA principios de septiembre, el sensor daba una nueva señal de alarma al marcar un caudal de 163 m³/s (el primer nivel de alerta está establecido a partir de los 150 m³/s). Lo sorprendente es que el cauce estaba seco y no llovía desde hacía días. «No fue un fallo», explicaba después la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, a ‘Las Provincias’ . En realidad, el sensor había detectado la presencia de uno de los camiones de las obras que se están realizando en la zona del puente e interpretó que se trataba de una riada. «No es un problema, porque cualquier medición que nos llega la revisamos antes de validarla», explican a ABC desde la CHJ. De hecho, el mismo día en que comprobábamos ‘in situ’ el estado de la zona, la página del SAIH marcaba una ligera corriente de agua (0,02-0,05 m³/s) cuando podía comprobarse visualmente que el cauce estaba completamente seco . «Cualquier elemento que detecte el láser en la zona, como una persona o una caja de herramientas, puede dar esos datos, pero luego los comprobamos», añaden las mismas fuentes.El estado actual del caudalímetro En la imagen superior, la zona de la valla de protección del caudalímetro que no fue derribada por la riada todavía tiene cañas y matorrales acumulados, el resto está en el suelo, semienterrada. En la segunda imagen se puede observar la caseta del caudalímetro, a la izquierda, y el puente de la A3 que pasa por encima del barranco del Poyo. Un cable une el poste de la instalación con el sensor láser instalado en el puente. En la tercera imagen, un primer plano de la caseta y las placas solares que la alimentan, MIKEL PONCE/ NAVARRO PAREJAEn cierta forma, la situación que se vive en la zona del caudalímetro —obras de reconstrucción y refuerzo frente a infraestructuras que siguen igual que el día de la dana— ejemplifica el estado en que se encuentra el barranco del Poyo un año después de la tragedia. A lo largo de su cauce se están llevando adelante unas actuaciones cuya inversión ronda los 46 millones de euros y que «se centran principalmente en reconstruir, reforzar y sanear los taludes más afectados por la avenida extraordinaria del pasado 29 de octubre», explican desde la CHJ.En la zona cero, donde el barranco atraviesa las poblaciones de Paiporta o Picanya, las retroexcavadoras han reforzado los taludes del cauce con grandes rocas. Todo parece volver a la normalidad, al día anterior del 29-O, pero quizás ese sigue siendo el problema. La impresión, tras recorrer la zona detenidamente, es que si el episodio se volviera a repetir hoy, las consecuencias —al menos en daños materiales— serían las mismas .El Poyo es un ejemplo de la peculiar orografía de los barrancos mediterráneos. «En las zonas donde tiene más pendiente, el cauce es grande, capaz de acoger unos 2.500 metros cúbicos por segundo, pero cuando llega a la llanura costera casi desaparece: se puede pasar a cero capacidad en apenas quinientos metros », explica a ABC Félix Francés , catedrático de Ingeniería Hidráulica de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). Eso ocurre apenas un kilómetro más abajo del caudalímetro, donde el ancho cauce del Poyo queda reducido a un pequeño canal artificial que, llegado a un punto, realiza un giro de 90 grados, claramente inducido por la mano del hombre. «Es una estructura de protección o drenaje, no está muy claro, que se remonta al siglo XVIII », explica Francés, que reconoce que se trata de uno de los puntos conflictivos del barranco. «Durante la mayor parte del tiempo el cauce está seco, pero no se puede pretender que el agua, cuando aparece, vaya por donde nosotros queramos», añade.La dificultades del barranco Su particular orografía hace que el Poyo se estreche aguas abajo, cuando el terreno se hace más llano.. En la imagen superior, el giro de 90 grados que el Poyo hace apenas un kilómetro después de donde se encuentra el caudalímetro. Además del imposible giro para el agua,el cauce es mucho más reducido que aguas arriba. En la segunda foto, las obras de reconstrucción del puente sobre el bypass que derribó el barranco del Gallego. Se puede observar la anchura del barranco en ese punto, cuando unos metros más abajo (en la tercera foto), su desembocadura en el cauce principal del Poyo tiene apenas un mar de metros. Esos estrechamientos provocaron que el 29-O toda los campos y los polígonos alrededor se inundaran. Mikel PonceA este condicionante geográfico se une el meteorológico. Francés tiene registrados cuatro episodios de lluvias muy intensas —por encima de los 700 litros por metro cuadrado en un día en zonas de la Comunidad Valenciana— que acabaron generando inundaciones como la del 29-O. Además de la de ese día, con más de 772 l/m² en Turís, se registraron episodios similares en Jávea en 1957, Bicorp en 1982 y La Safor en 1987. Semejante acumulación de lluvia, unida a la peculiaridad de los barrancos, genera los conocidos episodios de «avenidas relámpago», cuya peligrosidad ya nadie pone en duda.Proyecto para La SaletaFrente a ello, la solución pasa por grandes proyectos, al estilo del que, tras la riada de 1957, desvió el cauce del Turia fuera de la ciudad de Valencia. Uno de ellos, el del barranco de La Saleta —en la zona norte del Poyo—, estaba ya previsto para 2006, pero la crisis económica y la interpretación de la Ley de la Huerta lo paralizaron por completo, cuando ya se habían iniciado algunas expropiaciones . Ahora será el primero que se retome. Según la CHJ, «se está completando el proyecto constructivo con el Estudio de Integración Paisajística y las últimas modificaciones, para proceder después a su aprobación técnica. La previsión es que las obras puedan licitarse durante el primer semestre de 2026».El 29-O, el barranco de la Saleta afectó al aeropuerto y a varios polígonos de «alto valor añadido» y fue el responsable de las inundaciones del centro comercial Bonaire y de la población de Aldaya. Ahora la idea es crear un complejo sistema de zonas de laminación y encauzamientos naturalizados en las áreas de huerta y artificiales en las poblaciones, para llevar ese excedente de caudal al nuevo cauce del Turia. El proyecto de 2006 , en el que el equipo de Francés participó en la parte hidrológica y de peligrosidad, planteaba un presupuesto de unos 150 millones de euros y un ahorro anual de 11 millones. «Demostramos que la infraestructura no era solamente eficaz en la reducción del riesgo, sino también eficiente en términos económicos», explica a ABC.El otro frente va en la línea de la detección y alerta del fenómeno. Pese a su sordo grito, el único caudalímetro del Poyo se mostró insuficiente para medir y alertar de lo que estaba ocurriendo. En los primeros días tras la tragedia se hizo notar que la CHJ no contaba con el Sistema de Ayuda a la Decisión (SAD), una herramienta que permite anticipar riesgos y que funciona desde hace años en otras cuencas como la del Ebro, el Miño o el Tajo. Como respuesta, desde finales de 2024, y dentro de las obras de emergencia para reparar la red SAIH, se incluyó la implantación de una versión piloto del Sistema de Alerta Temprana (SAT), que mejora la capacidad de previsión ante episodios de avenidas e inundaciones.El sistema se basa en la integración en tiempo real de datos meteorológicos e hidrológicos, mejora el conocimiento sobre el comportamiento de ríos y barrancos y optimiza la gestión de los embalses para incrementar su capacidad de laminación. En este sentido, la CHJ «está inmersa actualmente en el desarrollo de distintos módulos predictivos , tanto meteorológicos como hidrológicos, con el apoyo de información proporcionada por AEMET y AVAMET, así como por modelos desarrollados por el Centro de Ingeniería Hidráulica del Cuerpo de Ingenieros de EE. UU. (HEC-HMS) y el Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente de la Universidad Politécnica de Valencia», explican a ABC desde la Confederación.A este escenario se añade ahora un nuevo elemento. Hace una semana, un trabajo fin de máster presentado en la UPV desvelaba que los primeros desbordamientos en Paiporta durante la dana no se debieron directamente al caudal principal de la rambla del Poyo, como se pensaba inicialmente, sino a las aportaciones de otros dos barrancos —el de l’Horteta y el Gallego— que desembocan en el cauce del Poyo más abajo del caudalímetro , por lo que no existe ningún registro oficial.A través de la aplicación del modelo hidrológico distribuido TETIS —desarrollado en la UPV—, Jaime Alberto Cachay Melly, bajo la dirección de los investigadores del Grupo de Modelación Hidrológica y Ambiental (GIMHA), Félix Francés y Carles Beneyto, concluía que poco antes de llegar a Paiporta, en la desembocadura de los barrancos de l’Horteta y Cavalls, el cauce llegó a registrar un pico de 5.839,72 m³/s, una medición sin precedentes en España . Para comprender su magnitud, conviene recordar que el caudal ordinario del Ebro es de 426 m³/s y que el máximo registrado en esa cuenca, la más caudalosa de España, fue en 1961, a la altura de Castejón, con 4.950 m³/s, casi mil menos que en la dana.El estudio pone el foco en esa zona sur, donde hoy no hay ningún sistema de medición. Preguntados por ABC, desde la CHJ consideran que «en los barrancos, especialmente en los de las cuencas mediterráneas, los sensores no sirven para gestionar una emergencia porque, cuando el agua llega al sensor, ya no hay tiempo de tomar medidas de protección civil », y señalan que «el seguimiento de estos cauces debe hacerse por otros medios, básicamente a través de la información suministrada por los municipios y los servicios de intervención desplegados en el territorio», como la Guardia Civil, el Servicio de Bomberos Forestales de la Generalitat o los agentes medioambientales. Una respuesta coincidente con la del jefe de sistema del SAIH, Ignacio Garcés, quien reconocía esta semana en el Senado que «no hay una previsión» para instalar estos dispositivos en esos barrancos, y se escudaba en que el control de los niveles en los barrancos corresponde a Emergencias.Sistema de alerta en versión piloto , máquinas trabajando en el cauce para reconstruir lo dañado mientras los grandes proyectos se encuentran, con suerte, en fase embrionaria y sin fecha concreta de materialización; inexistencia de medios para medir en las zonas que resultaron más peligrosas hace un año; coches destrozados por la dana todavía junto al caudalímetro; y reparto de responsabilidades entre administraciones, como si nadie quisiera asumirlas. Esa sigue siendo la realidad en el barranco del Poyo, que acaba desembocando en una única convicción: si se volvieran a dar las condiciones de hace un año, ocurriría exactamente lo mismo . Todo sigue igual . Si la dana volviera mañana, el Poyo volvería a gritar. Y nadie, otra vez, lo escucharía. En el término de Riba-Roja, frente al polígono de la Reva, justo donde el barranco se cruza con la A-3, el tiempo parece detenido en la tarde del 30 de octubre de 2024. Las carcasas de varios coches destrozados —aún con las marcas de pintura en las puertas que certifican que fueron revisados y que no había ningún cadáver en su interior— reciben al visitante cuando se llega a la altura del caudalímetro que mide la fuerza del agua en el barranco del Poyo.Fue el único dispositivo capaz de transmitir la magnitud de la tragedia. A las 18:55 horas del 29 de octubre, apenas un instante antes de quedar inhabilitado por la fuerza del agua, lanzó su último y estremecedor dato : un caudal de 2.282,90 m³/s, casi cinco veces el del Ebro. Fue un grito mudo. Nadie lo oyó. Ni el 112, ni el Cecopi, ni la CHJ , pendientes todos de la posible rotura de la presa de Forata, repararon en aquel dato desmesurado que, por sí solo, habría bastado para activar una alerta. Un mensaje que, aguas abajo, podría haber salvado decenas de vidas .Noticia Relacionada estandar Si El Ministerio de Ribera recibió una llamada de la CHJ para criticar al Cecopi, pero no para advertir sobre el barranco del Poyo José Ramón Navarro-ParejaSorprende, un año después, el estado en que se encuentra el entorno de la caseta que transmite las mediciones cada cinco minutos. Nada parece haber cambiado. La valla que la protegía de visitantes malintencionados está en el suelo, semienterrada por la fuerza de la corriente. Los pocos trozos que se mantienen en pie todavía conservan empotrados restos de cañas y arbustos arrastrados por el agua, pese a encontrarse a más de cinco metros de altura sobre la parte baja del cauce, hoy seco. Que la valla ya no cumple su función protectora lo atestigua el grafiti que ilustra una de las paredes de la caseta. Todo el dispositivo técnico está al alcance de cualquiera. Que nadie, con un golpe o un simple corte, lo haya inhabilitado habla más de la buena fe que de la capacidad disuasoria de la cámara de seguridad que pende de un mástil insertado en una vieja rueda de camión y que parece haber dejado de funcionar hace un año.Lo cierto es que, a los pocos días, la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), de quien dependen las instalaciones, reparó el sensor ubicado sobre el puente de la A-3 y conectado por un largo cable con la caseta que transmite los datos al Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH), que se puede consultar en línea en todo momento. Se trata de un láser que «a partir de la curva de gasto calcula el caudal», explican a ABC desde la CHJ.Datos erróneosA principios de septiembre, el sensor daba una nueva señal de alarma al marcar un caudal de 163 m³/s (el primer nivel de alerta está establecido a partir de los 150 m³/s). Lo sorprendente es que el cauce estaba seco y no llovía desde hacía días. «No fue un fallo», explicaba después la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, a ‘Las Provincias’ . En realidad, el sensor había detectado la presencia de uno de los camiones de las obras que se están realizando en la zona del puente e interpretó que se trataba de una riada. «No es un problema, porque cualquier medición que nos llega la revisamos antes de validarla», explican a ABC desde la CHJ. De hecho, el mismo día en que comprobábamos ‘in situ’ el estado de la zona, la página del SAIH marcaba una ligera corriente de agua (0,02-0,05 m³/s) cuando podía comprobarse visualmente que el cauce estaba completamente seco . «Cualquier elemento que detecte el láser en la zona, como una persona o una caja de herramientas, puede dar esos datos, pero luego los comprobamos», añaden las mismas fuentes.El estado actual del caudalímetro En la imagen superior, la zona de la valla de protección del caudalímetro que no fue derribada por la riada todavía tiene cañas y matorrales acumulados, el resto está en el suelo, semienterrada. En la segunda imagen se puede observar la caseta del caudalímetro, a la izquierda, y el puente de la A3 que pasa por encima del barranco del Poyo. Un cable une el poste de la instalación con el sensor láser instalado en el puente. En la tercera imagen, un primer plano de la caseta y las placas solares que la alimentan, MIKEL PONCE/ NAVARRO PAREJAEn cierta forma, la situación que se vive en la zona del caudalímetro —obras de reconstrucción y refuerzo frente a infraestructuras que siguen igual que el día de la dana— ejemplifica el estado en que se encuentra el barranco del Poyo un año después de la tragedia. A lo largo de su cauce se están llevando adelante unas actuaciones cuya inversión ronda los 46 millones de euros y que «se centran principalmente en reconstruir, reforzar y sanear los taludes más afectados por la avenida extraordinaria del pasado 29 de octubre», explican desde la CHJ.En la zona cero, donde el barranco atraviesa las poblaciones de Paiporta o Picanya, las retroexcavadoras han reforzado los taludes del cauce con grandes rocas. Todo parece volver a la normalidad, al día anterior del 29-O, pero quizás ese sigue siendo el problema. La impresión, tras recorrer la zona detenidamente, es que si el episodio se volviera a repetir hoy, las consecuencias —al menos en daños materiales— serían las mismas .El Poyo es un ejemplo de la peculiar orografía de los barrancos mediterráneos. «En las zonas donde tiene más pendiente, el cauce es grande, capaz de acoger unos 2.500 metros cúbicos por segundo, pero cuando llega a la llanura costera casi desaparece: se puede pasar a cero capacidad en apenas quinientos metros », explica a ABC Félix Francés , catedrático de Ingeniería Hidráulica de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). Eso ocurre apenas un kilómetro más abajo del caudalímetro, donde el ancho cauce del Poyo queda reducido a un pequeño canal artificial que, llegado a un punto, realiza un giro de 90 grados, claramente inducido por la mano del hombre. «Es una estructura de protección o drenaje, no está muy claro, que se remonta al siglo XVIII », explica Francés, que reconoce que se trata de uno de los puntos conflictivos del barranco. «Durante la mayor parte del tiempo el cauce está seco, pero no se puede pretender que el agua, cuando aparece, vaya por donde nosotros queramos», añade.La dificultades del barranco Su particular orografía hace que el Poyo se estreche aguas abajo, cuando el terreno se hace más llano.. En la imagen superior, el giro de 90 grados que el Poyo hace apenas un kilómetro después de donde se encuentra el caudalímetro. Además del imposible giro para el agua,el cauce es mucho más reducido que aguas arriba. En la segunda foto, las obras de reconstrucción del puente sobre el bypass que derribó el barranco del Gallego. Se puede observar la anchura del barranco en ese punto, cuando unos metros más abajo (en la tercera foto), su desembocadura en el cauce principal del Poyo tiene apenas un mar de metros. Esos estrechamientos provocaron que el 29-O toda los campos y los polígonos alrededor se inundaran. Mikel PonceA este condicionante geográfico se une el meteorológico. Francés tiene registrados cuatro episodios de lluvias muy intensas —por encima de los 700 litros por metro cuadrado en un día en zonas de la Comunidad Valenciana— que acabaron generando inundaciones como la del 29-O. Además de la de ese día, con más de 772 l/m² en Turís, se registraron episodios similares en Jávea en 1957, Bicorp en 1982 y La Safor en 1987. Semejante acumulación de lluvia, unida a la peculiaridad de los barrancos, genera los conocidos episodios de «avenidas relámpago», cuya peligrosidad ya nadie pone en duda.Proyecto para La SaletaFrente a ello, la solución pasa por grandes proyectos, al estilo del que, tras la riada de 1957, desvió el cauce del Turia fuera de la ciudad de Valencia. Uno de ellos, el del barranco de La Saleta —en la zona norte del Poyo—, estaba ya previsto para 2006, pero la crisis económica y la interpretación de la Ley de la Huerta lo paralizaron por completo, cuando ya se habían iniciado algunas expropiaciones . Ahora será el primero que se retome. Según la CHJ, «se está completando el proyecto constructivo con el Estudio de Integración Paisajística y las últimas modificaciones, para proceder después a su aprobación técnica. La previsión es que las obras puedan licitarse durante el primer semestre de 2026».El 29-O, el barranco de la Saleta afectó al aeropuerto y a varios polígonos de «alto valor añadido» y fue el responsable de las inundaciones del centro comercial Bonaire y de la población de Aldaya. Ahora la idea es crear un complejo sistema de zonas de laminación y encauzamientos naturalizados en las áreas de huerta y artificiales en las poblaciones, para llevar ese excedente de caudal al nuevo cauce del Turia. El proyecto de 2006 , en el que el equipo de Francés participó en la parte hidrológica y de peligrosidad, planteaba un presupuesto de unos 150 millones de euros y un ahorro anual de 11 millones. «Demostramos que la infraestructura no era solamente eficaz en la reducción del riesgo, sino también eficiente en términos económicos», explica a ABC.El otro frente va en la línea de la detección y alerta del fenómeno. Pese a su sordo grito, el único caudalímetro del Poyo se mostró insuficiente para medir y alertar de lo que estaba ocurriendo. En los primeros días tras la tragedia se hizo notar que la CHJ no contaba con el Sistema de Ayuda a la Decisión (SAD), una herramienta que permite anticipar riesgos y que funciona desde hace años en otras cuencas como la del Ebro, el Miño o el Tajo. Como respuesta, desde finales de 2024, y dentro de las obras de emergencia para reparar la red SAIH, se incluyó la implantación de una versión piloto del Sistema de Alerta Temprana (SAT), que mejora la capacidad de previsión ante episodios de avenidas e inundaciones.El sistema se basa en la integración en tiempo real de datos meteorológicos e hidrológicos, mejora el conocimiento sobre el comportamiento de ríos y barrancos y optimiza la gestión de los embalses para incrementar su capacidad de laminación. En este sentido, la CHJ «está inmersa actualmente en el desarrollo de distintos módulos predictivos , tanto meteorológicos como hidrológicos, con el apoyo de información proporcionada por AEMET y AVAMET, así como por modelos desarrollados por el Centro de Ingeniería Hidráulica del Cuerpo de Ingenieros de EE. UU. (HEC-HMS) y el Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente de la Universidad Politécnica de Valencia», explican a ABC desde la Confederación.A este escenario se añade ahora un nuevo elemento. Hace una semana, un trabajo fin de máster presentado en la UPV desvelaba que los primeros desbordamientos en Paiporta durante la dana no se debieron directamente al caudal principal de la rambla del Poyo, como se pensaba inicialmente, sino a las aportaciones de otros dos barrancos —el de l’Horteta y el Gallego— que desembocan en el cauce del Poyo más abajo del caudalímetro , por lo que no existe ningún registro oficial.A través de la aplicación del modelo hidrológico distribuido TETIS —desarrollado en la UPV—, Jaime Alberto Cachay Melly, bajo la dirección de los investigadores del Grupo de Modelación Hidrológica y Ambiental (GIMHA), Félix Francés y Carles Beneyto, concluía que poco antes de llegar a Paiporta, en la desembocadura de los barrancos de l’Horteta y Cavalls, el cauce llegó a registrar un pico de 5.839,72 m³/s, una medición sin precedentes en España . Para comprender su magnitud, conviene recordar que el caudal ordinario del Ebro es de 426 m³/s y que el máximo registrado en esa cuenca, la más caudalosa de España, fue en 1961, a la altura de Castejón, con 4.950 m³/s, casi mil menos que en la dana.El estudio pone el foco en esa zona sur, donde hoy no hay ningún sistema de medición. Preguntados por ABC, desde la CHJ consideran que «en los barrancos, especialmente en los de las cuencas mediterráneas, los sensores no sirven para gestionar una emergencia porque, cuando el agua llega al sensor, ya no hay tiempo de tomar medidas de protección civil », y señalan que «el seguimiento de estos cauces debe hacerse por otros medios, básicamente a través de la información suministrada por los municipios y los servicios de intervención desplegados en el territorio», como la Guardia Civil, el Servicio de Bomberos Forestales de la Generalitat o los agentes medioambientales. Una respuesta coincidente con la del jefe de sistema del SAIH, Ignacio Garcés, quien reconocía esta semana en el Senado que «no hay una previsión» para instalar estos dispositivos en esos barrancos, y se escudaba en que el control de los niveles en los barrancos corresponde a Emergencias.Sistema de alerta en versión piloto , máquinas trabajando en el cauce para reconstruir lo dañado mientras los grandes proyectos se encuentran, con suerte, en fase embrionaria y sin fecha concreta de materialización; inexistencia de medios para medir en las zonas que resultaron más peligrosas hace un año; coches destrozados por la dana todavía junto al caudalímetro; y reparto de responsabilidades entre administraciones, como si nadie quisiera asumirlas. Esa sigue siendo la realidad en el barranco del Poyo, que acaba desembocando en una única convicción: si se volvieran a dar las condiciones de hace un año, ocurriría exactamente lo mismo . Todo sigue igual . Si la dana volviera mañana, el Poyo volvería a gritar. Y nadie, otra vez, lo escucharía.
En el término de Riba-Roja, frente al polígono de la Reva, justo donde el barranco se cruza con la A-3, el tiempo parece detenido en la tarde del 30 de octubre de 2024. Las carcasas de varios coches destrozados —aún con … las marcas de pintura en las puertas que certifican que fueron revisados y que no había ningún cadáver en su interior— reciben al visitante cuando se llega a la altura del caudalímetro que mide la fuerza del agua en el barranco del Poyo.
Fue el único dispositivo capaz de transmitir la magnitud de la tragedia. A las 18:55 horas del 29 de octubre, apenas un instante antes de quedar inhabilitado por la fuerza del agua, lanzó su último y estremecedor dato: un caudal de 2.282,90 m³/s, casi cinco veces el del Ebro. Fue un grito mudo. Nadie lo oyó. Ni el 112, ni el Cecopi, ni la CHJ, pendientes todos de la posible rotura de la presa de Forata, repararon en aquel dato desmesurado que, por sí solo, habría bastado para activar una alerta. Un mensaje que, aguas abajo, podría haber salvado decenas de vidas.
Sorprende, un año después, el estado en que se encuentra el entorno de la caseta que transmite las mediciones cada cinco minutos. Nada parece haber cambiado. La valla que la protegía de visitantes malintencionados está en el suelo, semienterrada por la fuerza de la corriente. Los pocos trozos que se mantienen en pie todavía conservan empotrados restos de cañas y arbustos arrastrados por el agua, pese a encontrarse a más de cinco metros de altura sobre la parte baja del cauce, hoy seco. Que la valla ya no cumple su función protectora lo atestigua el grafiti que ilustra una de las paredes de la caseta. Todo el dispositivo técnico está al alcance de cualquiera. Que nadie, con un golpe o un simple corte, lo haya inhabilitado habla más de la buena fe que de la capacidad disuasoria de la cámara de seguridad que pende de un mástil insertado en una vieja rueda de camión y que parece haber dejado de funcionar hace un año.
Lo cierto es que, a los pocos días, la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), de quien dependen las instalaciones, reparó el sensor ubicado sobre el puente de la A-3 y conectado por un largo cable con la caseta que transmite los datos al Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH), que se puede consultar en línea en todo momento. Se trata de un láser que «a partir de la curva de gasto calcula el caudal», explican a ABC desde la CHJ.
Datos erróneos
A principios de septiembre, el sensor daba una nueva señal de alarma al marcar un caudal de 163 m³/s (el primer nivel de alerta está establecido a partir de los 150 m³/s). Lo sorprendente es que el cauce estaba seco y no llovía desde hacía días. «No fue un fallo», explicaba después la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, a ‘Las Provincias’. En realidad, el sensor había detectado la presencia de uno de los camiones de las obras que se están realizando en la zona del puente e interpretó que se trataba de una riada. «No es un problema, porque cualquier medición que nos llega la revisamos antes de validarla», explican a ABC desde la CHJ. De hecho, el mismo día en que comprobábamos ‘in situ’ el estado de la zona, la página del SAIH marcaba una ligera corriente de agua (0,02-0,05 m³/s) cuando podía comprobarse visualmente que el cauce estaba completamente seco. «Cualquier elemento que detecte el láser en la zona, como una persona o una caja de herramientas, puede dar esos datos, pero luego los comprobamos», añaden las mismas fuentes.



En la imagen superior, la zona de la valla de protección del caudalímetro que no fue derribada por la riada todavía tiene cañas y matorrales acumulados, el resto está en el suelo, semienterrada. En la segunda imagen se puede observar la caseta del caudalímetro, a la izquierda, y el puente de la A3 que pasa por encima del barranco del Poyo. Un cable une el poste de la instalación con el sensor láser instalado en el puente. En la tercera imagen, un primer plano de la caseta y las placas solares que la alimentan,
MIKEL PONCE/ NAVARRO PAREJA
En cierta forma, la situación que se vive en la zona del caudalímetro —obras de reconstrucción y refuerzo frente a infraestructuras que siguen igual que el día de la dana— ejemplifica el estado en que se encuentra el barranco del Poyo un año después de la tragedia. A lo largo de su cauce se están llevando adelante unas actuaciones cuya inversión ronda los 46 millones de euros y que «se centran principalmente en reconstruir, reforzar y sanear los taludes más afectados por la avenida extraordinaria del pasado 29 de octubre», explican desde la CHJ.
En la zona cero, donde el barranco atraviesa las poblaciones de Paiporta o Picanya, las retroexcavadoras han reforzado los taludes del cauce con grandes rocas. Todo parece volver a la normalidad, al día anterior del 29-O, pero quizás ese sigue siendo el problema. La impresión, tras recorrer la zona detenidamente, es que si el episodio se volviera a repetir hoy, las consecuencias —al menos en daños materiales— serían las mismas.
El Poyo es un ejemplo de la peculiar orografía de los barrancos mediterráneos. «En las zonas donde tiene más pendiente, el cauce es grande, capaz de acoger unos 2.500 metros cúbicos por segundo, pero cuando llega a la llanura costera casi desaparece: se puede pasar a cero capacidad en apenas quinientos metros», explica a ABC Félix Francés, catedrático de Ingeniería Hidráulica de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). Eso ocurre apenas un kilómetro más abajo del caudalímetro, donde el ancho cauce del Poyo queda reducido a un pequeño canal artificial que, llegado a un punto, realiza un giro de 90 grados, claramente inducido por la mano del hombre. «Es una estructura de protección o drenaje, no está muy claro, que se remonta al siglo XVIII», explica Francés, que reconoce que se trata de uno de los puntos conflictivos del barranco. «Durante la mayor parte del tiempo el cauce está seco, pero no se puede pretender que el agua, cuando aparece, vaya por donde nosotros queramos», añade.



Su particular orografía hace que el Poyo se estreche aguas abajo, cuando el terreno se hace más llano.. En la imagen superior, el giro de 90 grados que el Poyo hace apenas un kilómetro después de donde se encuentra el caudalímetro. Además del imposible giro para el agua,el cauce es mucho más reducido que aguas arriba. En la segunda foto, las obras de reconstrucción del puente sobre el bypass que derribó el barranco del Gallego. Se puede observar la anchura del barranco en ese punto, cuando unos metros más abajo (en la tercera foto), su desembocadura en el cauce principal del Poyo tiene apenas un mar de metros. Esos estrechamientos provocaron que el 29-O toda los campos y los polígonos alrededor se inundaran.
Mikel Ponce
A este condicionante geográfico se une el meteorológico. Francés tiene registrados cuatro episodios de lluvias muy intensas —por encima de los 700 litros por metro cuadrado en un día en zonas de la Comunidad Valenciana— que acabaron generando inundaciones como la del 29-O. Además de la de ese día, con más de 772 l/m² en Turís, se registraron episodios similares en Jávea en 1957, Bicorp en 1982 y La Safor en 1987. Semejante acumulación de lluvia, unida a la peculiaridad de los barrancos, genera los conocidos episodios de «avenidas relámpago», cuya peligrosidad ya nadie pone en duda.
Proyecto para La Saleta
Frente a ello, la solución pasa por grandes proyectos, al estilo del que, tras la riada de 1957, desvió el cauce del Turia fuera de la ciudad de Valencia. Uno de ellos, el del barranco de La Saleta —en la zona norte del Poyo—, estaba ya previsto para 2006, pero la crisis económica y la interpretación de la Ley de la Huerta lo paralizaron por completo, cuando ya se habían iniciado algunas expropiaciones. Ahora será el primero que se retome. Según la CHJ, «se está completando el proyecto constructivo con el Estudio de Integración Paisajística y las últimas modificaciones, para proceder después a su aprobación técnica. La previsión es que las obras puedan licitarse durante el primer semestre de 2026».
El 29-O, el barranco de la Saleta afectó al aeropuerto y a varios polígonos de «alto valor añadido» y fue el responsable de las inundaciones del centro comercial Bonaire y de la población de Aldaya. Ahora la idea es crear un complejo sistema de zonas de laminación y encauzamientos naturalizados en las áreas de huerta y artificiales en las poblaciones, para llevar ese excedente de caudal al nuevo cauce del Turia. El proyecto de 2006, en el que el equipo de Francés participó en la parte hidrológica y de peligrosidad, planteaba un presupuesto de unos 150 millones de euros y un ahorro anual de 11 millones. «Demostramos que la infraestructura no era solamente eficaz en la reducción del riesgo, sino también eficiente en términos económicos», explica a ABC.
El otro frente va en la línea de la detección y alerta del fenómeno. Pese a su sordo grito, el único caudalímetro del Poyo se mostró insuficiente para medir y alertar de lo que estaba ocurriendo. En los primeros días tras la tragedia se hizo notar que la CHJ no contaba con el Sistema de Ayuda a la Decisión (SAD), una herramienta que permite anticipar riesgos y que funciona desde hace años en otras cuencas como la del Ebro, el Miño o el Tajo. Como respuesta, desde finales de 2024, y dentro de las obras de emergencia para reparar la red SAIH, se incluyó la implantación de una versión piloto del Sistema de Alerta Temprana (SAT), que mejora la capacidad de previsión ante episodios de avenidas e inundaciones.
El sistema se basa en la integración en tiempo real de datos meteorológicos e hidrológicos, mejora el conocimiento sobre el comportamiento de ríos y barrancos y optimiza la gestión de los embalses para incrementar su capacidad de laminación. En este sentido, la CHJ «está inmersa actualmente en el desarrollo de distintos módulos predictivos, tanto meteorológicos como hidrológicos, con el apoyo de información proporcionada por AEMET y AVAMET, así como por modelos desarrollados por el Centro de Ingeniería Hidráulica del Cuerpo de Ingenieros de EE. UU. (HEC-HMS) y el Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente de la Universidad Politécnica de Valencia», explican a ABC desde la Confederación.
Barrancos que confluyen
en la Rambla del Poyo
por debajo del sensor de caudal
Ríos, arroyos y ramblas/barrancos
Zonas inundadas en la Dana de 2024
Núcleos urbanos
Barrancos caudalosos
que desembocaron en el Poyo
el 29 de octubre de 2024
De L`Horteta (De las
Cabezas, de los Giles
y de les Canyes)
Del Gallego
Barranco del Poyo
(Sensor CHJ: 2.282 m3/sg)
Torrent
Río Túria
Valencia
Mar Mediterráneo
Parque Natural
de La Albufera
Fuente: Ministerio para la Transformación Digital
y de la Función Pública (datos.gob.es) y
Confederación Hidrográfica del Júcar)
ABC / J. Torres
Barrancos que confluyen en la Rambla del Poyo
por debajo del sensor de caudal
Barrancos caudalosos
que desembocaron en el Poyo
el 29 de octubre de 2024
Ríos, arroyos y ramblas/barrancos
Zonas inundadas en la Dana de 2024
Núcleos urbanos
De L`Horteta (De las
Cabezas, de los Giles
y de les Canyes)
Del Gallego
Barranco del Poyo
(Sensor de caudal CHJ)
Del Pozalet
Torrent
Río Túria
Valencia
Mar Mediterráneo
Parque Natural
de La Albufera
Fuente: Ministerio para la Transformación Digital
y de la Función Pública (datos.gob.es) y Confederación Hidrográfica del Júcar) / ABC / J. Torres
A este escenario se añade ahora un nuevo elemento. Hace una semana, un trabajo fin de máster presentado en la UPV desvelaba que los primeros desbordamientos en Paiporta durante la dana no se debieron directamente al caudal principal de la rambla del Poyo, como se pensaba inicialmente, sino a las aportaciones de otros dos barrancos —el de l’Horteta y el Gallego— que desembocan en el cauce del Poyo más abajo del caudalímetro, por lo que no existe ningún registro oficial.
A través de la aplicación del modelo hidrológico distribuido TETIS —desarrollado en la UPV—, Jaime Alberto Cachay Melly, bajo la dirección de los investigadores del Grupo de Modelación Hidrológica y Ambiental (GIMHA), Félix Francés y Carles Beneyto, concluía que poco antes de llegar a Paiporta, en la desembocadura de los barrancos de l’Horteta y Cavalls, el cauce llegó a registrar un pico de 5.839,72 m³/s, una medición sin precedentes en España. Para comprender su magnitud, conviene recordar que el caudal ordinario del Ebro es de 426 m³/s y que el máximo registrado en esa cuenca, la más caudalosa de España, fue en 1961, a la altura de Castejón, con 4.950 m³/s, casi mil menos que en la dana.
El estudio pone el foco en esa zona sur, donde hoy no hay ningún sistema de medición. Preguntados por ABC, desde la CHJ consideran que «en los barrancos, especialmente en los de las cuencas mediterráneas, los sensores no sirven para gestionar una emergencia porque, cuando el agua llega al sensor, ya no hay tiempo de tomar medidas de protección civil», y señalan que «el seguimiento de estos cauces debe hacerse por otros medios, básicamente a través de la información suministrada por los municipios y los servicios de intervención desplegados en el territorio», como la Guardia Civil, el Servicio de Bomberos Forestales de la Generalitat o los agentes medioambientales. Una respuesta coincidente con la del jefe de sistema del SAIH, Ignacio Garcés, quien reconocía esta semana en el Senado que «no hay una previsión» para instalar estos dispositivos en esos barrancos, y se escudaba en que el control de los niveles en los barrancos corresponde a Emergencias.
Sistema de alerta en versión piloto, máquinas trabajando en el cauce para reconstruir lo dañado mientras los grandes proyectos se encuentran, con suerte, en fase embrionaria y sin fecha concreta de materialización; inexistencia de medios para medir en las zonas que resultaron más peligrosas hace un año; coches destrozados por la dana todavía junto al caudalímetro; y reparto de responsabilidades entre administraciones, como si nadie quisiera asumirlas. Esa sigue siendo la realidad en el barranco del Poyo, que acaba desembocando en una única convicción: si se volvieran a dar las condiciones de hace un año, ocurriría exactamente lo mismo. Todo sigue igual. Si la dana volviera mañana, el Poyo volvería a gritar. Y nadie, otra vez, lo escucharía.
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