El otro día escuchaba una entrevista que le hacían a Tom Holland –no el actor de Spiderman , sino el historiador inglés– en un podcast. Es el autor, entre otros libros, de Dominio , una historia apasionante y exhaustiva del cristianismo, desde su nacimiento hasta la actualidad, que he leído con mucho interés este verano. Al final de la conversación, le preguntaban: “¿De qué cosa crees que no estamos hablando lo bastante?”. Y él respondió: “¿Habéis hablado del significado y la importancia cultural del deporte?”. “No”, le respondieron. Y él continuó: “Lo digo porque hace poco me he dado cuenta que los dos momentos en que he tenido la sensación más poderosa de plenitud vital, este año, han sido acontecimientos deportivos (entre ellos, los cuartos de final de la Liga de Campeones que enfrentaron a Aston Villa y PSG). Yo solo soy una persona, pero entre millones de personas, quizá miles de millones, que compartimos experiencias como estas. Es obvio que el deporte forma parte de un constructo muy vasto, global, industrializado, enorme. Pero la manera cómo ha evolucionado, y el hecho de que lo damos por entendido, de repente, me ha golpeado. Ciertamente, es un fenómeno muy extraño. Quizá es de eso de lo que tendríais que hablar más”.
El otro día escuchaba una entrevista que le hacían a Tom Holland –no el actor de Spiderman , sino el historiador inglés– en un podcast. Es el autor, entre otros libros, de Dominio , una historia apasionante y exhaustiva del cristianismo, desde su nacimiento hasta la actualidad, que he leído con mucho interés este verano. Al final de la conversación, le preguntaban: “¿De qué cosa crees que no estamos hablando lo bastante?”. Y él respondió: “¿Habéis hablado del significado y la importancia cultural del deporte?”. “No”, le respondieron. Y él continuó: “Lo digo porque hace poco me he dado cuenta que los dos momentos en que he tenido la sensación más poderosa de plenitud vital, este año, han sido acontecimientos deportivos (entre ellos, los cuartos de final de la Liga de Campeones que enfrentaron a Aston Villa y PSG). Yo solo soy una persona, pero entre millones de personas, quizá miles de millones, que compartimos experiencias como estas. Es obvio que el deporte forma parte de un constructo muy vasto, global, industrializado, enorme. Pero la manera cómo ha evolucionado, y el hecho de que lo damos por entendido, de repente, me ha golpeado. Ciertamente, es un fenómeno muy extraño. Quizá es de eso de lo que tendríais que hablar más”.Seguir leyendo…
El otro día escuchaba una entrevista que le hacían a Tom Holland –no el actor de Spiderman , sino el historiador inglés– en un podcast. Es el autor, entre otros libros, de Dominio , una historia apasionante y exhaustiva del cristianismo, desde su nacimiento hasta la actualidad, que he leído con mucho interés este verano. Al final de la conversación, le preguntaban: “¿De qué cosa crees que no estamos hablando lo bastante?”. Y él respondió: “¿Habéis hablado del significado y la importancia cultural del deporte?”. “No”, le respondieron. Y él continuó: “Lo digo porque hace poco me he dado cuenta que los dos momentos en que he tenido la sensación más poderosa de plenitud vital, este año, han sido acontecimientos deportivos (entre ellos, los cuartos de final de la Liga de Campeones que enfrentaron a Aston Villa y PSG). Yo solo soy una persona, pero entre millones de personas, quizá miles de millones, que compartimos experiencias como estas. Es obvio que el deporte forma parte de un constructo muy vasto, global, industrializado, enorme. Pero la manera cómo ha evolucionado, y el hecho de que lo damos por entendido, de repente, me ha golpeado. Ciertamente, es un fenómeno muy extraño. Quizá es de eso de lo que tendríais que hablar más”.
¿Cómo se produjo el salto de un juego de pelota local a ver el mismo partido en La Plata o Mataró?
Tom Holland no solo es un historiador muy leído en Gran Bretaña y Estados Unidos, sino que, junto con Dominic Sandbrook, conduce The rest is history , que debe ser el podcast de historia más popular del mundo. Sus dos grandes pasiones, y principales áreas de investigación, la cultura clásica y la historia de la religión cristiana, hacen que su sorpresa ante la dimensión cultural que ha adquirido, sobre todo el fútbol, sea muy contagiosa. ¿ Cómo se produjo el salto de un juego de pelota local, codificado por la londinense Football Association, el año 1863, en un fenómeno global que reúne a pequeños y grandes en torno a un televisor, para ver el mismo partido, un clásico, por ejemplo, en un bar de barriada en Adís Abeba, Taipéi, La Plata o Mataró? ¿Cómo es que nos ha dejado de sorprender que sea este juego, jugado de esta manera, con esta combinación tan peculiar e intrincada de lo mejor y lo peor de que somos capaces los seres humanos? Está el juego, claro, la ilusión, los sueños de infancia, la memoria compartida con gente querida, está el talento y los sacrificios del deporte de élite, la destreza y la elegancia al lado de la violencia, el espectáculo, el juego de las identidades, las bajas pasiones, la política, el negocio, la corrupción, los intentos de manipular a la opinión pública… Pero sobre todo está la atención que le prestamos. ¿A santo de qué, de todas las cosas que la llaman, ha acabado siendo el fútbol, quien la ha sabido reunir a su alrededor?
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