El Rey preside la gran cita del hispanismo con un discurso hecho en diálogo con Mario Vargas Llosa. Leer El Rey preside la gran cita del hispanismo con un discurso hecho en diálogo con Mario Vargas Llosa. Leer
El Congreso Intenacional de la Lengua Española, el gran encuentro del hispanismo que se celebra cada tres años, recibió ayer al Rey Felipe V en Arequipa, Perú, la ciudad en la que nació Mario Vargas Llosa. Don Felipe inauguró el congreso con un discurso hecho en diálogo con el autor de Conversación en la Catedral. «Nuestra lengua es para nosotros, los hispanohablantes, lo que fue Arequipa para Vargas Llosa: la casa familiar, un espacio de más de 600 millones de hablantes, fértil en comunicación, en ciencia, en creación literaria, en ideas, en proyectos», dijo el Rey. «La casa que hemos levantado entre todos y hoy se nutre de hermandad y de cultura para ese mejor futuro que anhelamos».
Los Reyes de España siempre provocan entre los ciudadanos latinoamericanos una curiosidad amable y divertida. Por desgracia, ayer, en Arequipa, el entorno de la Plaza de Armas despertó tomado por la policía y bloqueado para los vecinos, así que no hubo imágenes de alegría espontánea como las que se vivieron en el último congreso de la lengua, cuando el Rey terminó acuclillado tocando un cajón. Por aquí, muchos peruanos parecen haberse desentendido de la cosa pública y, quizá de la democracia. La economía crece deprisa aunque ya la estabilidad política no llega nunca. En ese paisaje, la imagen del Rey de España en un congreso sobre el valor de la lengua podría ser muy atractiva para muchos ciudadanos. Sin embargo, a Don Felipe lo han recibido en Perú funcionarios y representantes de segundo nivel del Gobierno. La presidenta de la República fue destituidda la semana pasada y su sustituto está en Lima y tiene que formar gobierno. O, quizá sea que su autoridad aún es dudosa.
«Esta reunión es, también, y más allá, incluso, de la lengua, un ejemplo de comunidad de valores: una conversación en torno a lo que une, no a lo que separa», dijo Don Felipe en su discurso. «Es una valiosa lección en tiempos en que se oye hablar constantemente de competencia, de rivalidad, de desconexión, de resurgimiento de bloques…, de intereses y no de cooperación. Desde Arequipa, Perú, y en español, lanzamos al mundo un mensaje de concordia; en este ‘buen idioma’, que en palabras de Andrés Bello, ‘es un medio providencial de comunicación y un vínculo de fraternidad entre las varias naciones de origen español derramadas sobre los dos continentes’».
Don Felipe también ha sido una imagen reconfortante para los españoles presentes en Arequipa, después del desastre protocolario de la presentación del Congreso. Ese día, Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, se refirió varias veces con desdén a Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española. Don Felipe no dijo nada del conflicto. Mencionó a las dos instituciones, las felicitó por su trabajo, saludó a la Asociación de Academias y dedicó algunos párrafos a los tres ejes temáticos del congreso: lengua clara, mestizaje e interculturalidad y lengua e Inteligencia Artificial.
Las palabras más interesantes del discurso las dedicó al mestizaje: «Ninguna lengua nació para ser barrera ni muro; y si alguna vez lo han sido, barreras, obstáculos, impedimentos, imposiciones… es porque las han hecho discurrir por un camino equivocado, que desnaturaliza su función primordial: comunicar», dijo Don Felipe. «Nunca recelemos de esa dimensión relacional de la lengua, porque es la que le da forma y la hace evolucionar. […] Qué bueno sería que esta proyección tan amplia del español sirviera, cada vez más, para potenciar la voz de las naciones hispanohablantes en foros internacionales. En un tiempo en que la diplomacia es tan necesaria, nuestra lengua ha de servir para buscar la paz y procurar el consenso».
Hubo más palabras en la ceremonia de Arequipa: el Secretario General Iberoamericano, Andrés Allamand, hizo una laudatio de Vargas Llosa. El académico Javier Cercas dio el discurso más literario de la mañana: gracioso, autoparódico, esquivo con los tópicos y retador. «Los ministerios de cultura, perdóneme señor Urtasun, son secundarios por no decir ornamentales», dijo Cercas, ante el ministro español de Cultura. El colombiano Juan Gabriel Vásquez sonó más sombrío en su descripción de un mundo que «se cura o se muere» y que depende de sus hablantes más exigentes para no autodestruirse.
¿Y los anfitriones del congreso? Luis García Montero dio el discurso de Luis García Montero de toda la vida. Habló a dos voces junto a Carmen Noguero Galilea, la secretaria general del Cervantes, recitó palabras sobre la bondad del idioma común y del conocimiento que crea y, al final, dijo cosas éticas como que «los puentes de Europa y América Latina son hoy decisivos para plantear como una alternativa a la depravación». García Montero se presentó como «un profesor como yo que vive sin las prisas de los bulos», intercaló citas clásicas y modernas (de Lorca a Victoria Camps) y llamó a evitar que los idiomas se conviertan en «la lengua de los me gusta».
Santiago Muñoz Machado también dio su discurso clásico: un ensayo erudito sobre los primeros escritores a los que se les pudo llamar mestizos en la América de la conquista: cronistas de Indias, mestizos y sacerdotes que permitieron que la cultura incaica no desapareciera. No hubo una palabra sobre los malos ratos pasados.
Don Felipe cerró el acto con palabras de reconciliación: «Sigamos haciendo de nuestra lengua un instrumento de progreso, de entendimiento, de prosperidad compartida. Que a ese fin sepamos y queramos orientar nuestros esfuerzos».
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