Se tiene que ser muy monstruoso para servir de inspiración de tres títulos tan icónicos de la historia del terror como Psicosis, La matanza de Texas y El silencio de los corderos. Pero Ed Gein, con su profanación de tumbas, su madre religiosa y posesiva y sus asesinatos para coleccionar la piel y los huesos de sus víctimas, es exactamente ese ser enfermo que ha definido el imaginario psicópata-cultural. Y, de momento, el asesino empieza con buen pie en Netflix con Monstruo: La historia de Ed Gein: la crítica puede despellejar la visión artística de Ian Brennan pero el público está respondiendo positivamente.
La nueva miniserie de Ryan Murphy es despellejada por la crítica pero el público le da un voto de confianza
Se tiene que ser muy monstruoso para servir de inspiración de tres títulos tan icónicos de la historia del terror como Psicosis, La matanza de Texas y El silencio de los corderos. Pero Ed Gein, con su profanación de tumbas, su madre religiosa y posesiva y sus asesinatos para coleccionar la piel y los huesos de sus víctimas, es exactamente ese ser enfermo que ha definido el imaginario psicópata-cultural. Y, de momento, el asesino empieza con buen pie en Netflix con Monstruo: La historia de Ed Gein: la crítica puede despellejar la visión artística de Ian Brennan pero el público está respondiendo positivamente.
La miniserie, que forma parte de la serie de antología Monstruo creada por Brennan y su socio habitual Ryan Murphy, se estrenó el pasado viernes 3 de octubre. En los tres primeros días en la plataforma, ha conseguido 12,2 millones de visionados a partir de 90,6 millones de horas vistas. Se queda a las puertas del liderazgo entre las series de habla inglesa, que ostenta la miniserie Incontrolables con Mae Martin y Toni Collette, que en su segunda semana registra 14,1 millones de visionados a partir de 83,7 millones de horas.
Ha conseguido 12,2 millones de visionados en tres días a partir de 90,6 millones de horas vistas
La cifra de Ed Gein es notable si se tienen en cuenta los antecedentes. Quizá no alcanza Dahmer, que se estrenó un miércoles y en los cinco primeros días acumuló 196,2 millones de horas (recordemos que Netflix informa de las audiencias por semanas y, por lo tanto, la audiencia del lanzamiento está marcada por el día en el que se estrena). Pero supone una mejora con respecto a La historia de Lyle y Erik Menendez. La segunda entrega hizo 12,3 millones de visionados a partir de 97,5 millones de horas vistas. ¿Es una cifra mejor que Ed Gein? En teoría, sí. Pero, al haberse estrenado un jueves, en realidad Ed Gein está teniendo un mayor consumo diario.
Para el lanzamiento de Monstruo: La historia de Ed Gein, Netflix siguió los pasos de Dahmer. No hubo apenas promoción de la serie. A los medios de comunicación no se les facilitaron screeners para tener listas las críticas para el estreno. Se especuló si esto significaba que no confiaban en la producción o si querían evitar las posibles críticas negativas por ofrecer un espectáculo sádico y truculento, pero la cuestión es que la estrategia funcionó: los amantes del true crime y del terror se quedaron pegados a la butaca. Incluso entró en las principales galas de premios con el Emmy para Niecy Nash y el Globo de Oro para Evan Peters.

Con Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menendez, en cambio, sí que hubo más promoción y se puso los episodios a disposición de la prensa. Tenía sentido. En vez de centrarse en una colección de crímenes, los hermanos Menendez solo llevaron a cabo un asesinato, el de sus padres, y la ficción tenía más de drama que de terror. Curiosamente, esto implicó una bajada de interés a nivel de audiencia, incluso con los asesinos condenados dando titulares a tiempo real, y tampoco revalidó el interés a nivel de premios: quizá optó a los principales galardones pero, en las categorías principales, se fue de vacío tanto en los premios Emmy como en los Globos de Oro.
Ed Gein, sin embargo, está más en la línea de Dahmer al tratarse de uno de los psicópatas en serie más conocidos de la historia de los Estados Unidos, que también ofrece más posibilidades en lo que se refiere a abordar la mente de un hombre perturbado y mostrar crímenes horribles. La forma en la que se muestran las máscaras de carne del Necrófago de Plainfield, que operaba en la América rural de Wisconsin, no ha pasado desapercibida ni entre el público ni entre los medios de comunicación.

Eso sí, el entusiasmo crítico no está allí. A pesar de las interpretaciones de Charlie Hunnam como Ed Gein y Laurie Metcalf como su madre, La historia de Ed Gein está recibiendo comentarios negativos por la explotación de los crímenes, el placer que parecen sentir los responsables al mostrar las escenas más retorcidas o la ausencia de un discurso que justifique desenterrar a Gein.
Al fin y al cabo, Dahmer reflexionó sobre la naturaleza del asesino pero sobre todo tuvo una interesante lectura sobre cómo un psicópata en serie caucásico podía operar tranquilamente siempre que eligiera víctimas de minorías étnicas y homosexuales; y los hermanos Menendez abrieron una conversación sobre hasta qué punto el maltrato físico, psicológico y sexual podía hasta cierto punto justificar un asesinato a sangre fría.
Más allá de si Ed Gein entra en un terreno repetitivo o no, si tiene algo que decir o si es capaz de ser tan tensa como Dahmer (que tenía episodios magistrales), quizá también obliga a plantear otro debate. ¿Las críticas que recibe pueden estar parcialmente causadas por una mirada demasiado dramática del horror? ¿La incomodidad que sienten algunos de sus detractores por la representación de las atrocidades no es quizá precisamente un acierto conceptual y de género por parte de Ian Brennan?
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