A la desesperada para revivir una acuerdo de paz moribundo. En un intento de reactivar los esfuerzos estancados para poner fin al conflicto en el este de Congo, dos delegaciones de Ruanda y de la República Democrática del Congo se citaron esta semana en Washington para insuflar oxígeno a un acuerdo firmado el pasado junio pero que, pese a las peroratas de Donald Trump sobre una paz próxima en el corazón de África a cambio de ventajas para EE.UU. sobre los minerales de la región, ha empezado torcido.
Delegaciones ruandesas y congolesas buscan revivir el frágil pacto en Washington
A la desesperada para revivir una acuerdo de paz moribundo. En un intento de reactivar los esfuerzos estancados para poner fin al conflicto en el este de Congo, dos delegaciones de Ruanda y de la República Democrática del Congo se citaron esta semana en Washington para insuflar oxígeno a un acuerdo firmado el pasado junio pero que, pese a las peroratas de Donald Trump sobre una paz próxima en el corazón de África a cambio de ventajas para EE.UU. sobre los minerales de la región, ha empezado torcido.
Cuatro meses después del acuerdo nada ha cambiado en el terreno: el grupo rebelde M23 continúa controlando grandes extensiones del este congolés y se han producido innumerables episodios de violencia perpetrados por ambas partes. Ya hay unos 8 millones de personas desplazadas y casi 30 millones pasan hambre.
“Trump no quiere la paz, ni siquiera sabe dónde está Congo, solo quiere minerales”, dice el portavoz del M23
En conversación telefónica desde Goma, una de las ciudades controladas por los rebeldes, el portavoz del M23, Oscar Balinda explica a este diario que su grupo da por muerto las intentonas de Trump por cerrar rápido el conflicto. “Ese acuerdo de paz es solo teoría, Donald Trump ni siquiera sabe dónde está Congo, solo quiere nuestros minerales, pero para conseguirlos necesita seguridad e infraestructuras. Necesita un buen gobierno para hacer negocios y eso no existe. Trump solo se mueve por negocios”. Para el alto rango del M23, ni siquiera el ejecutivo de Congo se cree que el proceso en Washington sirva para apagar la violencia. “Es una farsa. Son movimientos del Kinshasa para pretender que quiere la paz, pero en realidad solo quiere ganar tiempo, reorganizarse y contratar más mercenarios. Nosotros necesitamos la paz, pero estamos luchando una guerra existencial, por nuestra supervivencia”.
Las reuniones de este miércoles y jueves forman parte de la tercera ronda de control en la capital estadounidense tras la firma del acuerdo, pero apenas se ha avanzado siquiera en uno de los puntos iniciales, como el desmantelamiento del grupo FDLR, una milicia muy violenta fundada por antiguos perpetradores del genocidio de Ruanda de 1994 que huyeron a Congo. El hecho de que el grupo rebelde M23, uno de los actores claves de la guerra, no esté presente en Washington dificulta también cualquier avance. La milicia no participa en la cita en EE.UU. porque Ruanda se niega a admitir que esté detrás del grupo rebelde, algo que certifican hasta seis informes de las Naciones Unidas. Se da la circunstancia de que actualmente hay abierto otro proceso de paz en Doha en el que sí está presente el M23, brazo armado del movimiento político Alianza de Río Congo, pero no el estado ruandés.
El analista belga Kristof Titeca, que lleva décadas analizando la situación en Congo, ve con pesimismo los supuestos pasos por la paz de Trump para un conflicto cuyas raíces se hunden en la primera guerra del Congo de 1996 y que ha visto acabar en fracaso innumerables procesos de paz. “Soy muy escéptico porque parece que el acuerdo no tiene capacidad para cambiar las cosas. Parece más un pacto económico sobre los minerales, que un acuerdo de paz. La administración de EEUU intenta no perder el paso con China por el acceso a minerales importantes”.
Titeca no vislumbra una solución rápida ya que ve imposible que el gobierno de Congo, en una posición de debilidad, recupere pronto sus territorios en el este y para Ruanda la actual situación le proporciona seguridad y acceso al oro y otros minerales de Congo. “Sin mucha presión internacional, mucha, nada va a cambiar; y no veo que los acuerdos de Washington o Doha se acerquen ni de lejos a la presión necesaria”.
La compañía china que operaba en la mina Twangiza, en la provincia de Kivu Sur, denunció esta semana que el grupo rebelde M23 ha robado 100 kilos de oro mensuales, desde que entró por la fuerza en sus instalaciones en mayo. “Desde la ocupación, han obtenido al menos 500 kilos de oro y lo han transportado secretamente a través canales clandestinos”. Al precio actual de mercado, media tonelada de oro tiene un valor de 70 millones de dólares. La empresa asiática acusó también a la milicia de haberse llevado material por valor de 5 millones de dólares.
El pillaje de la riqueza mineral del este de Congo es una de las raíces del conflicto. El año pasado, un informe de la ONU denunció que el M23 obtenía unos 300.000 dólares mensuales (otras fuentes elevaron la cifra a 800.000) de la aplicación de tasas y el comercio negro de coltán en la mina de Rubaya.
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