En plena carrera por la autonomía minera europea, España custodia un tesoro olvidado: millones de metros de roca que podrían revelar yacimientos clave de litio, tierras raras o cobalto Leer En plena carrera por la autonomía minera europea, España custodia un tesoro olvidado: millones de metros de roca que podrían revelar yacimientos clave de litio, tierras raras o cobalto Leer
En un rincón industrial de Peñarroya-Pueblonuevo, al norte de Córdoba, una nave discreta alberga un archivo que podría cambiar el futuro energético de Europa. Se trata de la Litoteca Nacional, una instalación única en España gestionada por el Instituto Geológico y Minero (IGME). Su interior, silencioso y ordenado, conserva más de 100.000 cajas con testigos de sondeo: cilindros de roca extraídos del subsuelo durante décadas. Cada uno contiene una fracción del territorio, una capa de memoria geológica que, hoy más que nunca, vuelve a ser relevante.
Durante años, estas muestras sirvieron para estudiar aguas subterráneas o cimentar grandes obras. Pero el mundo ha cambiado. La transición energética y la revolución tecnológica dependen de materiales como el litio, el cobalto o las llamadas tierras raras, esenciales para baterías, paneles solares y motores eléctricos. Europa, sin embargo, apenas produce una mínima parte de estos elementos y depende casi por completo de China, Rusia y otros países para abastecerse. Esa dependencia se ha convertido en una amenaza.
En respuesta, la Unión Europea ha lanzado una estrategia de autonomía minera. Para 2030, aspira a extraer internamente el 10% de los minerales críticos que consume, procesar el 40% y reciclar el 25%. Pero antes de perforar, es necesario saber qué hay bajo tierra. Y ahí la litoteca de Peñarroya ofrece una ventaja extraordinaria: su archivo permite acceder a datos geológicos históricos sin necesidad de iniciar nuevas y costosas campañas de exploración.
Esta búsqueda de autonomía no parte de cero. Un reciente mapeo de las reservas minerales estratégicas de España confirma que el país ya posee recursos clave. Salamanca, por ejemplo, alberga la mayor reserva de litio conocida, mientras que en Abenójar (Ciudad Real), la Unión Europea financiará la extracción de 90 millones de toneladas de wolframio durante tres décadas, lo que cubriría el 25% de la demanda europea. Andalucía, por su parte, ha sido reconocida por Bruselas por su alto potencial mineralógico, con Córdoba y Huelva a la cabeza en puntos de exploración y Almería como una de las provincias con mayor número de zonas activas.
La importancia de estas reservas también se mide en kilogramos: un coche eléctrico necesita más de seis veces los minerales que uno convencional. Todos ellos están presentes en el subsuelo español, según el inventario de yacimientos actualizado. La demanda de cobre, por ejemplo, crecerá más del 50% hasta 2050 por su uso en renovables y movilidad eléctrica.
En total, la nave custodia 2,5 millones de metros de roca perforada en más de 13.000 sondeos realizados por toda España. Muchos de ellos fueron ejecutados con otros fines -buscando agua, plomo, carbón, estaño-, pero contienen información útil para la minería del siglo XXI. «Buscamos en esos sondeos antiguos recursos que en su momento pasaron desapercibidos y que ahora son clave para la industria energética o tecnológica. En el contexto de los minerales estratégicos, puede convertirse en clave para el futuro.», explican desde el equipo técnico.
Los sondeos no son precisamente baratos. Desde la propia litoteca nos explican que perforar puede costarle a una empresa alrededor de 150 euros por metro de profundidad, dependiendo de las condiciones del terreno. Las investigaciones pueden detenerse a los 40 metros o avanzar varios kilómetros bajo tierra. Ese margen técnico y económico convierte al archivo en un recurso de gran valor para quienes buscan ahorrar en fases preliminares. Una muestra conservada en Peñarroya puede evitar gastos de decenas o incluso cientos de miles de euros.
El contexto europeo refuerza este interés. De los 47 proyectos que la Comisión Europea impulsa en el continente para asegurar el suministro de minerales estratégicos, siete están en España. Nuestro país destaca especialmente en cobre -con 120 de los 218 yacimientos estratégicos del continente-, así como en manganeso, níquel, cobalto y grafito. Esta posición convierte a España en un actor clave para el abastecimiento europeo en plena transición hacia vehículos eléctricos, energías renovables y tecnologías limpias.
Clemente Molina, ingeniero en minas y colaborador en investigación y desarrollo del IGME nos acompaña en la visita y lo resume así: «La minera que está trabajando en Riotinto va a explotar un yacimiento que se encuentra entre los 500 y 600 metros de profundidad. Gracias a los testigos que tenemos aquí, han podido revisar las condiciones del terreno y verificar la información geológica sin necesidad de hacer una nueva perforación. Esto conlleva ahorros de cientos de miles de euros.«
La instalación cuenta con escáneres que digitalizan los testigos en alta resolución y analizadores de fluorescencia de rayos X que permiten identificar elementos sin dañar las muestras. Así, una empresa puede saber si una zona contiene litio o tierras raras antes de mover un solo camión. Esto reduce costes, tiempos y riesgos ambientales. Además, contribuye a una gestión más responsable de los recursos del país.
El cambio de rumbo se percibe también puertas adentro. Hasta hace poco, el equipo que sostenía la actividad diaria de la litoteca estaba formado por apenas tres personas. Hoy ya son diez, y no descartan llegar a necesitar entre 20 y 25 si se consolida el ritmo actual de peticiones. «Hemos notado un aumento claro en las consultas diarias, tanto de empresas como de investigadores. El volumen de trabajo ha crecido mucho, y cada vez estamos involucrados en más proyectos nacionales y colaboraciones externas», explica Clemente. La demanda de información geológica es tan constante que ya se planifica ampliar personal y reforzar el uso de tecnología para no convertirse simplemente en un almacén, sino en un centro activo de análisis y transferencia de conocimiento.
«Mientras todo se importaba, no nos preocupamos por saber si teníamos aquí lo que hoy estamos empezando a necesitar», señala Antonio Bretones uno de los geólogos del IGME que actualmente realiza trabajos de investigación. Esa falta de exploración interna se está revirtiendo. Comunidades autónomas como Galicia, Castilla y León o Andalucía han intensificado sus estudios. Los datos de la litoteca sirven de base para estas investigaciones y permiten tomar decisiones mejor informadas.
Desde Peñarroya, también se está digitalizando, vectorizando y georreferenciando una gran colección de planos y mapas antiguos que podrían contener indicios de yacimientos olvidados. «Esa información, aunque tenga décadas, sigue siendo válida para lo que Europa busca ahora», insisten. El objetivo es que esos datos estén disponibles en bases cartográficas para facilitar su consulta por investigadores y administraciones.
«La transformación energética exige otros materiales, y aquí puede estar la información que los impulse.» Esa es la visión que mueve a quienes trabajan entre estanterías metálicas y muros gruesos, donde el calor cordobés apenas penetra. La litoteca es más que un almacén: es una brújula científica en un contexto global incierto.
A solo 25 kilómetros de allí se encuentra uno de los yacimientos de estaño más prometedores de Europa. Su viabilidad aún depende de autorizaciones administrativas, pero su cercanía a este archivo geológico revela un nuevo paisaje: ya no se trata solo de extraer, sino de comprender, ordenar y aprovechar lo que ya se conoce.
En esta nave silenciosa que un día fue una fábrica de papel, España guarda parte de su soberanía energética futura. El verdadero valor no está solo en lo que se extrae, sino en lo que se sabe. Y en Peñarroya, el conocimiento duerme en cajas de roca que esperan ser leídas con ojos nuevos.
Fuente: Para la elaboración de este reportaje se extrajeron los datos del portal de Infraestructura Europea de Datos Geológicos (EGDI), Agencia Internacional de la Energía (IEA) y agencias.
Tratamiento de datos: Juan C. Sánchez
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