Corría el minuto 94 y no quedaba ni un suspiro. Pero Alemania tenía el balón cerca del área de España y la árbitra no podía detener ese ataque prometedor. El marcador no se había movido. Klara Bühl lanzó y el tiro se envenenó con un toque de Olga Carmona. Cogió altura, dio vueltas como una peonza y se dirigió a la red. Aquello tenía peor pinta que recibir una granada; hubiera sido un absurdo final a un partido en el que España había hecho más.
La portera mallorquina hizo dos intervenciones milagrosas en el minuto 94 de partido cuando Alemania ya cantaba el gol que les daba el pase a la final de la Eurocopa.
Corría el minuto 94 y no quedaba ni un suspiro. Pero Alemania tenía el balón cerca del área de España y la árbitra no podía detener ese ataque prometedor. El marcador no se había movido. Klara Bühl lanzó y el tiro se envenenó con un toque de Olga Carmona. Cogió altura, dio vueltas como una peonza y se dirigió a la red. Aquello tenía peor pinta que recibir una granada; hubiera sido un absurdo final a un partido en el que España había hecho más.
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La intuición de Cata Coll le hizo retroceder y sacó las dos manos con su cuerpo ya dentro de la portería. Pero España no podía respirar tranquila. El rechace le cayó franco a Wamser: balón botando a la pierna derecha. Sin marca. Y con la meta del Barça vencida en la red. Pero Coll no es solo intuición, es un nervio, se incorporó y se lanzó a por la alemana, que remató al cuerpo. Córner. España lo celebró como una victoria. Llegaba la prórroga.
Esa acción pasó a un segundo plano por lo que sucedió después: ese golpeo de Aitana Bonmatí, de nuevo decisiva, que sorprendió a Ann-Katrin Berger y que supuso el pase a la final (0-1). Pero todo comenzó en las manos de Coll.
Que España esté en la final es también gracias a la mallorquina, como ocurrió en el inolvidable Mundial de Australia y Nueva Zelanda en el que, por una serie de circunstancias (estaba de vacaciones en Málaga con sus amigas cuando la convocaron), le hizo hacerse con la titularidad en lugar de Misa Rodríguez al cuarto partido. Y su gracia divina acompañó el título mundial.
La vida de Cata Coll no ha sido un camino de rosas. Ni tampoco en esta Eurocopa. Si nada más aterrizar en el Barça sufrió una lesión de ligamento cruzado y estuvo 13 meses de baja, en Suiza sufrió una amigdalitis que le hizo perderse la fase de grupos. No suena tan grave, pero la propia Cata Coll confesó en las numerosas entrevistas lo mal que lo pasó: “Ni comía, ni bebía durante siete días. Me sentía sola porque no podía salir de la habitación, no quería contagiar a nadie. Fueron días jodidos’. El fútbol pasó a un segundo plano. Quería volver a sonreír porque ni podían hacerme bromas”.

Coll reapareció en los cuartos ante Suiza y dejó la portería a cero. Igual que ante Alemania, después de ese ayuno forzado que no le mermó las fuerzas y que le hizo ver la otra cara de este deporte, en la que también mostró empatía. “Le dije -a Adriana Nanclares, la portera que la sustituyó- que confiara en ella, que jugara a lo que sabe”, recalcó.
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La portera del Barça, valiente fuera de los palos, fue central hasta los 12 años. Pero estaba tanto por los suelos -era como Carles Puyol, siempre recuerda- que le sugirieron ser portera. Y ahí se enfundó los guantes aunque su padre se negara. “Soy cabezota”, recuerda.
Esa cabezonería es marca de la casa. Y no caduca. Le gusta a Coll transitar por la cornisa, como una acción del partido en la que salió del área, controló con el pecho y tardó en dar el pase mientras las jugadoras alemanas se le echaban encima. Ella es así, incluso ha probado el famoso ‘escorpión’ de René Higuita en algún entrenamiento.
No tuvo suficiente Coll con la doble intervención antes de la prórroga, porque en el minuto 118, justo cuando Inglaterra doblegaba a Italia en la otra semifinal un día antes, volaba para dilapidar las opciones alemanas. A la mallorquina le gusta hacer siestas en pijama. Este jueves puede darse el gusto. Se lo ganó a pulso.
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