Iluminado en medio de la oscuridad de la sala 0 del Patio Herreriano emerge el ‘Monumento a la paz’, de Alberto Sánchez. Con sus 137 centímetros de altura, la pieza nació como un proyecto destinado a convertirse en escultura monumental, aunque no llegó a fraguar en grandes dimensiones. El autor, fundador de la Escuela de Vallecas junto a Benjamín Palencia, moriría poco después de darle forma a comienzos de los años sesenta del siglo pasado. La silueta que componen sus estilizadas figuras es todo un símbolo de la Colección de Arte Contemporáneo (CAC); de hecho, fue la elegida como logotipo del fondo depositado en el museo vallisoletano.Junto al vídeo ‘Pegasus dance, coreografía para camiones antidisturbios’ (2008), de Fernando Sánchez Castillo, y la pintura ‘Ciudad Universitaria’ (1939), de José Caballero, la escultura de Alberto Sánchez abre el recorrido de la exposición ‘Es sólo una sensación’, celebración de los veinticinco años de la cesión de la CAC, que permitiría abrir las puertas del Museo Patio Herreriano de Arte Contemporáneo Español dos años más tarde. Las tres obras ilustran por sí solas la variedad de contenidos del fondo, las distintas disciplinas creativas que lo sustentan, los formatos diversos y el amplio periodo cronológico que cubre. Un acuerdo firmado el 14 de enero del año 2000 entre la Asociación Colección Arte Contemporáneo -presidida entonces por José Lladó Fernández-Urrutia- y el Ayuntamiento de Valladolid -con Javier León en la Alcaldía- ponía fin a la incertidumbre sobre el destino tanto del contenedor como del contenido. El antiguo monasterio de San Benito se estaba restaurando por entonces sin certezas sobre su uso futuro. La CAC, sin una sede expositiva propia, se guardaba hasta entonces de los almacenes del monasterio de Santa Isabel para mostrar de cuando en cuando sus piezas en exposiciones temporales. Una y otro formarían a partir de ese momento lo que tantas veces se definió como «un matrimonio bien avenido». Como toda pareja tendría también sus crisis, algunas con rupturas drásticas, como la dimisión del comité asesor de la colección, integrado entonces por Antonio Bonet Correa, Simón Marchán y Eugenio Carmona, por la imposición municipal de celebrar en el Herreriano la muestra del quinto centenario de la muerte de Cristóbal Colón, ajena a la línea de programación y al fondo contemporáneo. El desencuentro motivó también la salida, en 2006, de la segunda directora, Teresa Velázquez, que había sustituido a María Jesús Abad, responsable de los primeros pasos del museo.Pese a ello, y tras alguna incertidumbre más a la hora de prorrogar el comodato, ambas partes renuevan los votos cuando la alianza cumple un cuarto de siglo. La muestra conmemorativa de los «veinticinco años juntos» de la Asociación de Arte Contemporáneo y la ciudad de Valladolid -como se define en el subtítulo de la exposición- durará todo un año. En 2027 tocará firmar una vez más para que la alianza perdure en el tiempo.La colección se había gestado en 1987, por iniciativa del presidente de Unión Fenosa, Julián Trincado, gracias a la asociación de una veintena de empresas privadas para adquirir obras de arte español fechadas desde los años veinte del siglo pasado. Al ocupar el Patio Herreriano, después de la rehabilitación dirigida por los arquitectos Juan Carlos Arnuncio , Clara Aizpún y Javier Blanco, constaba de 850 obras. Eludía -como señalaba en el catálogo de presentación la entonces jefa de Conservación y Exposiciones, Virginia Torrente- «la búsqueda obsesiva de los grandes maestros del siglo pasado», aunque también los tenía. Ahí estaban Díaz Caneja, Vázquez Díaz, Gargallo, Maruja Mallo, Chillida, Saura, Tàpies…, entre los más de ciento cincuenta que le granjearon la etiqueta de mejor colección privada en su ámbito artístico. Cronológicamente cubría desde el denominado «arte nuevo» de los años veinte y treinta hasta el comienzo del siglo XXI, con paradas intermedias.En la selección de la muestra actual de la CAC -hoy compuesta por más de un millar de obras y presidida por José Lladó Arburua-, el director del Museo Patio Herreriano, Javier Hontoria, no ha pretendido hilar un discurso expositivo y sí apelar a las sensaciones aludidas en el título; aunque, como se matiza en el texto de presentación, «por mucho que no queramos contar, es imposible no decir nada». Así, han surgido «vínculos» como el minimalismo dominante en la sala 3, donde conviven obras de Rosa Brun, Elena Asins, Soledad Sevilla -tres grandes acrílicos sobre tela de una serie-, Joaquim Chancho, Jordi Teixidor, Eusebio Sempere -una caja iluminada- y Gerardo Delgado, alrededor de una escultura de Juan Luis Moraza. En espacio aparte, se encuentran la escultura ‘Centauro y mujer’, del zamorano Baltasar Lobo, la pintura en gran formato ‘El Dorado III’, del segoviano de adopción Carlos León, y un pequeño dibujo de Ángel Ferrant, cuyo legado forma parte de la CAC. Una gran ‘construcción’ de fibrocemento, hierro y alabastro, creada por Cristina Iglesias para la una Bienal de Venecia, domina la sala 4, entre otras esculturas de Jordi Colomer y Jaime de la Jara y las geometrías en blanco y negro de dos ‘espacios abiertos’ del pintor Manolo Calvo. Junto a ellos, otro de los autores de referencia de las primeras décadas representadas en la Colección de Arte Contemporáneo, Daniel Vázquez Díaz y su óleo ‘El baño de María Padilla’, de los años treinta. R. ORTEGACon una parada en el corredor del claustro, ante ‘Danaides’, de Eva Lootz, una gran copa de bronce de la que ha caído al suelo arena de sílice, la exposición se cierra en la sala 5 con obras de Eusebio Sempere, Chema Alvargonzález, Nacho Criado, Perejaume, Ignasi Aballí, André Masson y Luis Fernández. En un segundo espacio se sitúan algunos de los considerados por el propio museo como los «grandes clásicos», entre los que cobra especial protagonismo Adolfo Schlosser, quien en los comienzos del museo ocupó la capilla de los Condes de Fuensaldaña con su instalación ‘El cielo sobre la tierra’. En esta ocasión se muestran diez obras suyas entre esculturas y dibujos, al lado de creaciones de autores como Leandre Cristòfol, Dorkell Many o Mitsuo Miura. Y, de nuevo, Ángel Ferrant, el autor más representado en los fondos. Sus 34 esculturas, más de 400 dibujos y el archivo documental convierten a la CAC y al Herreriano en destino ineludible para conocer la obra del creador de ‘Objetos hallados’. Iluminado en medio de la oscuridad de la sala 0 del Patio Herreriano emerge el ‘Monumento a la paz’, de Alberto Sánchez. Con sus 137 centímetros de altura, la pieza nació como un proyecto destinado a convertirse en escultura monumental, aunque no llegó a fraguar en grandes dimensiones. El autor, fundador de la Escuela de Vallecas junto a Benjamín Palencia, moriría poco después de darle forma a comienzos de los años sesenta del siglo pasado. La silueta que componen sus estilizadas figuras es todo un símbolo de la Colección de Arte Contemporáneo (CAC); de hecho, fue la elegida como logotipo del fondo depositado en el museo vallisoletano.Junto al vídeo ‘Pegasus dance, coreografía para camiones antidisturbios’ (2008), de Fernando Sánchez Castillo, y la pintura ‘Ciudad Universitaria’ (1939), de José Caballero, la escultura de Alberto Sánchez abre el recorrido de la exposición ‘Es sólo una sensación’, celebración de los veinticinco años de la cesión de la CAC, que permitiría abrir las puertas del Museo Patio Herreriano de Arte Contemporáneo Español dos años más tarde. Las tres obras ilustran por sí solas la variedad de contenidos del fondo, las distintas disciplinas creativas que lo sustentan, los formatos diversos y el amplio periodo cronológico que cubre. Un acuerdo firmado el 14 de enero del año 2000 entre la Asociación Colección Arte Contemporáneo -presidida entonces por José Lladó Fernández-Urrutia- y el Ayuntamiento de Valladolid -con Javier León en la Alcaldía- ponía fin a la incertidumbre sobre el destino tanto del contenedor como del contenido. El antiguo monasterio de San Benito se estaba restaurando por entonces sin certezas sobre su uso futuro. La CAC, sin una sede expositiva propia, se guardaba hasta entonces de los almacenes del monasterio de Santa Isabel para mostrar de cuando en cuando sus piezas en exposiciones temporales. Una y otro formarían a partir de ese momento lo que tantas veces se definió como «un matrimonio bien avenido». Como toda pareja tendría también sus crisis, algunas con rupturas drásticas, como la dimisión del comité asesor de la colección, integrado entonces por Antonio Bonet Correa, Simón Marchán y Eugenio Carmona, por la imposición municipal de celebrar en el Herreriano la muestra del quinto centenario de la muerte de Cristóbal Colón, ajena a la línea de programación y al fondo contemporáneo. El desencuentro motivó también la salida, en 2006, de la segunda directora, Teresa Velázquez, que había sustituido a María Jesús Abad, responsable de los primeros pasos del museo.Pese a ello, y tras alguna incertidumbre más a la hora de prorrogar el comodato, ambas partes renuevan los votos cuando la alianza cumple un cuarto de siglo. La muestra conmemorativa de los «veinticinco años juntos» de la Asociación de Arte Contemporáneo y la ciudad de Valladolid -como se define en el subtítulo de la exposición- durará todo un año. En 2027 tocará firmar una vez más para que la alianza perdure en el tiempo.La colección se había gestado en 1987, por iniciativa del presidente de Unión Fenosa, Julián Trincado, gracias a la asociación de una veintena de empresas privadas para adquirir obras de arte español fechadas desde los años veinte del siglo pasado. Al ocupar el Patio Herreriano, después de la rehabilitación dirigida por los arquitectos Juan Carlos Arnuncio , Clara Aizpún y Javier Blanco, constaba de 850 obras. Eludía -como señalaba en el catálogo de presentación la entonces jefa de Conservación y Exposiciones, Virginia Torrente- «la búsqueda obsesiva de los grandes maestros del siglo pasado», aunque también los tenía. Ahí estaban Díaz Caneja, Vázquez Díaz, Gargallo, Maruja Mallo, Chillida, Saura, Tàpies…, entre los más de ciento cincuenta que le granjearon la etiqueta de mejor colección privada en su ámbito artístico. Cronológicamente cubría desde el denominado «arte nuevo» de los años veinte y treinta hasta el comienzo del siglo XXI, con paradas intermedias.En la selección de la muestra actual de la CAC -hoy compuesta por más de un millar de obras y presidida por José Lladó Arburua-, el director del Museo Patio Herreriano, Javier Hontoria, no ha pretendido hilar un discurso expositivo y sí apelar a las sensaciones aludidas en el título; aunque, como se matiza en el texto de presentación, «por mucho que no queramos contar, es imposible no decir nada». Así, han surgido «vínculos» como el minimalismo dominante en la sala 3, donde conviven obras de Rosa Brun, Elena Asins, Soledad Sevilla -tres grandes acrílicos sobre tela de una serie-, Joaquim Chancho, Jordi Teixidor, Eusebio Sempere -una caja iluminada- y Gerardo Delgado, alrededor de una escultura de Juan Luis Moraza. En espacio aparte, se encuentran la escultura ‘Centauro y mujer’, del zamorano Baltasar Lobo, la pintura en gran formato ‘El Dorado III’, del segoviano de adopción Carlos León, y un pequeño dibujo de Ángel Ferrant, cuyo legado forma parte de la CAC. Una gran ‘construcción’ de fibrocemento, hierro y alabastro, creada por Cristina Iglesias para la una Bienal de Venecia, domina la sala 4, entre otras esculturas de Jordi Colomer y Jaime de la Jara y las geometrías en blanco y negro de dos ‘espacios abiertos’ del pintor Manolo Calvo. Junto a ellos, otro de los autores de referencia de las primeras décadas representadas en la Colección de Arte Contemporáneo, Daniel Vázquez Díaz y su óleo ‘El baño de María Padilla’, de los años treinta. R. ORTEGACon una parada en el corredor del claustro, ante ‘Danaides’, de Eva Lootz, una gran copa de bronce de la que ha caído al suelo arena de sílice, la exposición se cierra en la sala 5 con obras de Eusebio Sempere, Chema Alvargonzález, Nacho Criado, Perejaume, Ignasi Aballí, André Masson y Luis Fernández. En un segundo espacio se sitúan algunos de los considerados por el propio museo como los «grandes clásicos», entre los que cobra especial protagonismo Adolfo Schlosser, quien en los comienzos del museo ocupó la capilla de los Condes de Fuensaldaña con su instalación ‘El cielo sobre la tierra’. En esta ocasión se muestran diez obras suyas entre esculturas y dibujos, al lado de creaciones de autores como Leandre Cristòfol, Dorkell Many o Mitsuo Miura. Y, de nuevo, Ángel Ferrant, el autor más representado en los fondos. Sus 34 esculturas, más de 400 dibujos y el archivo documental convierten a la CAC y al Herreriano en destino ineludible para conocer la obra del creador de ‘Objetos hallados’.
Iluminado en medio de la oscuridad de la sala 0 del Patio Herreriano emerge el ‘Monumento a la paz’, de Alberto Sánchez. Con sus 137 centímetros de altura, la pieza nació como un proyecto destinado a convertirse en escultura monumental, aunque no llegó a fraguar en grandes dimensiones. El autor, fundador de la Escuela de Vallecas junto a Benjamín Palencia, moriría poco después de darle forma a comienzos de los años sesenta del siglo pasado. La silueta que componen sus estilizadas figuras es todo un símbolo de la Colección de Arte Contemporáneo (CAC); de hecho, fue la elegida como logotipo del fondo depositado en el museo vallisoletano.
Junto al vídeo ‘Pegasus dance, coreografía para camiones antidisturbios’ (2008), de Fernando Sánchez Castillo, y la pintura ‘Ciudad Universitaria’ (1939), de José Caballero, la escultura de Alberto Sánchez abre el recorrido de la exposición ‘Es sólo una sensación’, celebración de los veinticinco años de la cesión de la CAC, que permitiría abrir las puertas del Museo Patio Herreriano de Arte Contemporáneo Español dos años más tarde. Las tres obras ilustran por sí solas la variedad de contenidos del fondo, las distintas disciplinas creativas que lo sustentan, los formatos diversos y el amplio periodo cronológico que cubre.
Un acuerdo firmado el 14 de enero del año 2000 entre la Asociación Colección Arte Contemporáneo -presidida entonces por José Lladó Fernández-Urrutia- y el Ayuntamiento de Valladolid -con Javier León en la Alcaldía- ponía fin a la incertidumbre sobre el destino tanto del contenedor como del contenido. El antiguo monasterio de San Benito se estaba restaurando por entonces sin certezas sobre su uso futuro. La CAC, sin una sede expositiva propia, se guardaba hasta entonces de los almacenes del monasterio de Santa Isabel para mostrar de cuando en cuando sus piezas en exposiciones temporales. Una y otro formarían a partir de ese momento lo que tantas veces se definió como «un matrimonio bien avenido».
Como toda pareja tendría también sus crisis, algunas con rupturas drásticas, como la dimisión del comité asesor de la colección, integrado entonces por Antonio Bonet Correa, Simón Marchán y Eugenio Carmona, por la imposición municipal de celebrar en el Herreriano la muestra del quinto centenario de la muerte de Cristóbal Colón, ajena a la línea de programación y al fondo contemporáneo. El desencuentro motivó también la salida, en 2006, de la segunda directora, Teresa Velázquez, que había sustituido a María Jesús Abad, responsable de los primeros pasos del museo.
Pese a ello, y tras alguna incertidumbre más a la hora de prorrogar el comodato, ambas partes renuevan los votos cuando la alianza cumple un cuarto de siglo. La muestra conmemorativa de los «veinticinco años juntos» de la Asociación de Arte Contemporáneo y la ciudad de Valladolid -como se define en el subtítulo de la exposición- durará todo un año. En 2027 tocará firmar una vez más para que la alianza perdure en el tiempo.
La colección se había gestado en 1987, por iniciativa del presidente de Unión Fenosa, Julián Trincado, gracias a la asociación de una veintena de empresas privadas para adquirir obras de arte español fechadas desde los años veinte del siglo pasado. Al ocupar el Patio Herreriano, después de la rehabilitación dirigida por los arquitectos Juan Carlos Arnuncio, Clara Aizpún y Javier Blanco, constaba de 850 obras. Eludía -como señalaba en el catálogo de presentación la entonces jefa de Conservación y Exposiciones, Virginia Torrente- «la búsqueda obsesiva de los grandes maestros del siglo pasado», aunque también los tenía. Ahí estaban Díaz Caneja, Vázquez Díaz, Gargallo, Maruja Mallo, Chillida, Saura, Tàpies…, entre los más de ciento cincuenta que le granjearon la etiqueta de mejor colección privada en su ámbito artístico. Cronológicamente cubría desde el denominado «arte nuevo» de los años veinte y treinta hasta el comienzo del siglo XXI, con paradas intermedias.
En la selección de la muestra actual de la CAC -hoy compuesta por más de un millar de obras y presidida por José Lladó Arburua-, el director del Museo Patio Herreriano, Javier Hontoria, no ha pretendido hilar un discurso expositivo y sí apelar a las sensaciones aludidas en el título; aunque, como se matiza en el texto de presentación, «por mucho que no queramos contar, es imposible no decir nada». Así, han surgido «vínculos» como el minimalismo dominante en la sala 3, donde conviven obras de Rosa Brun, Elena Asins, Soledad Sevilla -tres grandes acrílicos sobre tela de una serie-, Joaquim Chancho, Jordi Teixidor, Eusebio Sempere -una caja iluminada- y Gerardo Delgado, alrededor de una escultura de Juan Luis Moraza. En espacio aparte, se encuentran la escultura ‘Centauro y mujer’, del zamorano Baltasar Lobo, la pintura en gran formato ‘El Dorado III’, del segoviano de adopción Carlos León, y un pequeño dibujo de Ángel Ferrant, cuyo legado forma parte de la CAC.
Una gran ‘construcción’ de fibrocemento, hierro y alabastro, creada por Cristina Iglesias para la una Bienal de Venecia, domina la sala 4, entre otras esculturas de Jordi Colomer y Jaime de la Jara y las geometrías en blanco y negro de dos ‘espacios abiertos’ del pintor Manolo Calvo. Junto a ellos, otro de los autores de referencia de las primeras décadas representadas en la Colección de Arte Contemporáneo, Daniel Vázquez Díaz y su óleo ‘El baño de María Padilla’, de los años treinta.



Con una parada en el corredor del claustro, ante ‘Danaides’, de Eva Lootz, una gran copa de bronce de la que ha caído al suelo arena de sílice, la exposición se cierra en la sala 5 con obras de Eusebio Sempere, Chema Alvargonzález, Nacho Criado, Perejaume, Ignasi Aballí, André Masson y Luis Fernández. En un segundo espacio se sitúan algunos de los considerados por el propio museo como los «grandes clásicos», entre los que cobra especial protagonismo Adolfo Schlosser, quien en los comienzos del museo ocupó la capilla de los Condes de Fuensaldaña con su instalación ‘El cielo sobre la tierra’. En esta ocasión se muestran diez obras suyas entre esculturas y dibujos, al lado de creaciones de autores como Leandre Cristòfol, Dorkell Many o Mitsuo Miura. Y, de nuevo, Ángel Ferrant, el autor más representado en los fondos. Sus 34 esculturas, más de 400 dibujos y el archivo documental convierten a la CAC y al Herreriano en destino ineludible para conocer la obra del creador de ‘Objetos hallados’.
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