La vida laboral de Roberto G. P. también se cuenta por años, como la de cualquiera, pero las matemáticas con él son distintas: 36 de edad y ocho en la Policía Nacional, en los que ha salvado, «al menos», cinco vidas. Este sábado se casa y lo hará con el uniforme de gala. No es para menos: la Jefatura Superior de Madrid acaba de concederle la Cruz al Mérito Policial con Distintivo Blanco por literalmente haber conseguido que un menor de edad, de una banda latina, no falleciera y que pudieran reimplantarle una mano amputada durante una ‘caída’ entre pandilleros. Este agente es hijo de policía municipal y nieto de guardia civil. «El mío es el uniforme que faltaba en la familia», bromea, en conversación con ABC. Se define como «un poco friki» de las asistencias sanitarias. Ahora verán por qué.El 31 de julio de 2024, adscrito al Grupo de Atención al Ciudadano (GAC), los radiopatrullas, recibió el aviso de una reyerta en la calle del Divino Vallés con Santa María de la Cabeza, en el corazón de Arganzuela. Un adolescente de 15 años, de nacionalidad española, había atacado con una escopeta a otro que se encontraba en un banco. Ya era de noche. El agresor inicial disparó varias veces, pero, sin embargo, su objetivo se revolvió contra él y, con un gran machete, le arrancó de cuajo una mano y le dejó la otra colgando, además de apuñalarlo en otras partes del cuerpo, como la espalda:»Cuando llegamos allí, como en la Academia de Ávila aprendimos en una asignatura llamada Técnicas Asistenciales de Urgencia (TAU) a actuar en ese tipo de sucesos (incluso a asistir un parto), mi subinspector me dijo: ‘Róber, encárgate tú». Su mando sabía bien a quién se lo pedía, pues, «independientemente de toda la formación» recibida, a él todos esos asuntos sanitarios le llaman «mucho la atención»: «Seguí formándome, tanto dentro de la Policía como fuera, y he hecho acopio de una cantidad de material que, como yo mismo digo, sobrepasa el frikismo». «Por suerte o por desgracia, los patrulleros somos los primeros en llegar a los sitios. Si una ambulancia tarda siete minutos, nosotros, de media, dos. Cuando un compañero lleva un botiquín para una persona, a lo mejor yo llevo para asistir a entre cuatro y cinco víctimas de un incidente múltiple», aclara.Noticia Relacionada estandar No Investigan si los Trinitarios confundieron al niño acuchillado en el cuello con su hermano mayor El ataque se produjo ayer por la tarde en la puerta de una tienda de Vallecas. Le dejaron clavado un cuchillo jamonero en el trapecio y también le atacaron en el glúteoEl pandillero tuvo su día de suerte. Cuando este policía se presentó allí, vio que «tenía una amputación total de la mano izquierda»: «Total es total. La mano estaba completamente desprendida de su brazo, y tenía semiamputación del otro. Nuestro protocolo, cuando una herida que consideramos que tiene una hemorragia masiva, es colocar el torniquete lo más alto y lo más apretado posible. En este caso le corté toda la ropa que tenía y vi presentaba otros dos cortes bastante considerables en la espalda, a la altura de la escápula. Si bien no tenía ningún tipo de afección pulmonar, las mantuvimos tapadas». Siguieron la técnica MARCH (hemorragia masiva, respiración, circulación e hipotermia).Insiste en que todo fue «el trabajo de coordinación del subinspector, que fue espectacular». Cuando llegó el Samur, supieron que se habían registrado disparos en el suceso y que a quien le había salvado la vida era el autor. «Mi superior tuvo que ir a por la mano, que estaba como a 300 metros de distancia, y se encargó de guardarla en hielo, con gasas y demás… Se le pudo reimplantar y ha recuperado un 90% de la movilidad. Es el trasplante más complicado que ha realizado el hospital de La Paz en los últimos años». Roberto no ha vuelto a saber nada del menor, aunque otros compañeros sí se lo han encontrado patrullando por las calles. No está claro si abandonó los Trinitarios o los Dominican Don’t Play, las bandas que protagonizaron el suceso. Lo más seguro es que lo vuelva a ver cuando sea el juicio.Pese a su juventud, ya en 2022, este policía raso salvó la vida a otro menor al que le clavaron un bolomachete de 40 centímetros en el cuello, suceso que en su día narró este periódico. Fue en su época de patrullero en Puente de Vallecas, cuando la víctima fue asaltada por pandilleros que lo confundieron con su hermano, de los Ñetas, al salir del colegio. «Se lo clavaron en el trapecio y se quedó a un centímetro del corazón; le dieron otra puñalada en el glúteo, con mucha pérdida de sangre», recuerda. La jefa de guardia del Samur les trasladó su reconocimiento y el jefe superior de entonces, Manuel Soto, les escribió una carta de agradecimiento y enhorabuena por la actuación.Salvó a un hombre arrollado en el MetroEste madrileño no quiere dejar pasar la ocasión para dar la cara por el GAC: «Para mí, es el destino que más representa a la Policía, porque al final estamos 24 horas, todos los días del año, trabajando para la gente». Ha pasado dos años en Barcelona, por las comisarías de Puente de Vallecas y de Centro, dos de las más complicadas de Madrid, donde conoció a Manuel, el subinspector al que asegura que debe tanto. Aparte de llevar el uniforme en la sangre, de la herencia familiar, y de la vocación, Roberto, antes de entrar en la Academia, se licenció como técnico deportivo en el INEF y fue entonces cuando sintió «la madurez necesaria para ingresar en el Cuerpo». «Dejé mi carrera, dejé mi trabajo, lo dejé todo, y me dediqué a estudiar para entrar en la promoción XXXIII», y lo consiguió. Más de su currículo: salvó a una persona que se precipitó a las vías del Metro. «Intentando salir del foso, le pasó el vagón y le seccionó casi media pierna», rememora, o aquella vez que una mujer, en un intento autolítico, se cortó la mano entera; o cuando un hombre se rajó con un plato… «Como mínimo, he salvado cinco vidas. No sé cuántos torniquetes llevaré puestos, la verdad. Gracias a otro compañero, que es oficial en Usera, juntamos a un grupo y empezamos a dar formación a los zetas [patrullas] sobre el uso de torniquetes, tanto para nosotros como para el resto de personas», dice.La condecoración, con motivo de los Ángeles Custodios, patrón de la Policía Nacional, es la primera que le otorgan: «Y yo creo que va a ser la única. Imagínate, todas las intervenciones que he tenido y nunca me había dado por solicitar nada. Al final, hago mi trabajo y no quiero ninguna palmadita en la espalda. Pero mi subinspector fue un poco el que me dijo que lo de Arganzuela era algo muy relevante. Ha sido un poco por él por lo que decidí pedirla. Siendo tan joven, llevando ocho años, que me den la medalla para mí es un reconocimiento y una motivación para seguir trabajando y ser mejor policía y mejor persona». La vida laboral de Roberto G. P. también se cuenta por años, como la de cualquiera, pero las matemáticas con él son distintas: 36 de edad y ocho en la Policía Nacional, en los que ha salvado, «al menos», cinco vidas. Este sábado se casa y lo hará con el uniforme de gala. No es para menos: la Jefatura Superior de Madrid acaba de concederle la Cruz al Mérito Policial con Distintivo Blanco por literalmente haber conseguido que un menor de edad, de una banda latina, no falleciera y que pudieran reimplantarle una mano amputada durante una ‘caída’ entre pandilleros. Este agente es hijo de policía municipal y nieto de guardia civil. «El mío es el uniforme que faltaba en la familia», bromea, en conversación con ABC. Se define como «un poco friki» de las asistencias sanitarias. Ahora verán por qué.El 31 de julio de 2024, adscrito al Grupo de Atención al Ciudadano (GAC), los radiopatrullas, recibió el aviso de una reyerta en la calle del Divino Vallés con Santa María de la Cabeza, en el corazón de Arganzuela. Un adolescente de 15 años, de nacionalidad española, había atacado con una escopeta a otro que se encontraba en un banco. Ya era de noche. El agresor inicial disparó varias veces, pero, sin embargo, su objetivo se revolvió contra él y, con un gran machete, le arrancó de cuajo una mano y le dejó la otra colgando, además de apuñalarlo en otras partes del cuerpo, como la espalda:»Cuando llegamos allí, como en la Academia de Ávila aprendimos en una asignatura llamada Técnicas Asistenciales de Urgencia (TAU) a actuar en ese tipo de sucesos (incluso a asistir un parto), mi subinspector me dijo: ‘Róber, encárgate tú». Su mando sabía bien a quién se lo pedía, pues, «independientemente de toda la formación» recibida, a él todos esos asuntos sanitarios le llaman «mucho la atención»: «Seguí formándome, tanto dentro de la Policía como fuera, y he hecho acopio de una cantidad de material que, como yo mismo digo, sobrepasa el frikismo». «Por suerte o por desgracia, los patrulleros somos los primeros en llegar a los sitios. Si una ambulancia tarda siete minutos, nosotros, de media, dos. Cuando un compañero lleva un botiquín para una persona, a lo mejor yo llevo para asistir a entre cuatro y cinco víctimas de un incidente múltiple», aclara.Noticia Relacionada estandar No Investigan si los Trinitarios confundieron al niño acuchillado en el cuello con su hermano mayor El ataque se produjo ayer por la tarde en la puerta de una tienda de Vallecas. Le dejaron clavado un cuchillo jamonero en el trapecio y también le atacaron en el glúteoEl pandillero tuvo su día de suerte. Cuando este policía se presentó allí, vio que «tenía una amputación total de la mano izquierda»: «Total es total. La mano estaba completamente desprendida de su brazo, y tenía semiamputación del otro. Nuestro protocolo, cuando una herida que consideramos que tiene una hemorragia masiva, es colocar el torniquete lo más alto y lo más apretado posible. En este caso le corté toda la ropa que tenía y vi presentaba otros dos cortes bastante considerables en la espalda, a la altura de la escápula. Si bien no tenía ningún tipo de afección pulmonar, las mantuvimos tapadas». Siguieron la técnica MARCH (hemorragia masiva, respiración, circulación e hipotermia).Insiste en que todo fue «el trabajo de coordinación del subinspector, que fue espectacular». Cuando llegó el Samur, supieron que se habían registrado disparos en el suceso y que a quien le había salvado la vida era el autor. «Mi superior tuvo que ir a por la mano, que estaba como a 300 metros de distancia, y se encargó de guardarla en hielo, con gasas y demás… Se le pudo reimplantar y ha recuperado un 90% de la movilidad. Es el trasplante más complicado que ha realizado el hospital de La Paz en los últimos años». Roberto no ha vuelto a saber nada del menor, aunque otros compañeros sí se lo han encontrado patrullando por las calles. No está claro si abandonó los Trinitarios o los Dominican Don’t Play, las bandas que protagonizaron el suceso. Lo más seguro es que lo vuelva a ver cuando sea el juicio.Pese a su juventud, ya en 2022, este policía raso salvó la vida a otro menor al que le clavaron un bolomachete de 40 centímetros en el cuello, suceso que en su día narró este periódico. Fue en su época de patrullero en Puente de Vallecas, cuando la víctima fue asaltada por pandilleros que lo confundieron con su hermano, de los Ñetas, al salir del colegio. «Se lo clavaron en el trapecio y se quedó a un centímetro del corazón; le dieron otra puñalada en el glúteo, con mucha pérdida de sangre», recuerda. La jefa de guardia del Samur les trasladó su reconocimiento y el jefe superior de entonces, Manuel Soto, les escribió una carta de agradecimiento y enhorabuena por la actuación.Salvó a un hombre arrollado en el MetroEste madrileño no quiere dejar pasar la ocasión para dar la cara por el GAC: «Para mí, es el destino que más representa a la Policía, porque al final estamos 24 horas, todos los días del año, trabajando para la gente». Ha pasado dos años en Barcelona, por las comisarías de Puente de Vallecas y de Centro, dos de las más complicadas de Madrid, donde conoció a Manuel, el subinspector al que asegura que debe tanto. Aparte de llevar el uniforme en la sangre, de la herencia familiar, y de la vocación, Roberto, antes de entrar en la Academia, se licenció como técnico deportivo en el INEF y fue entonces cuando sintió «la madurez necesaria para ingresar en el Cuerpo». «Dejé mi carrera, dejé mi trabajo, lo dejé todo, y me dediqué a estudiar para entrar en la promoción XXXIII», y lo consiguió. Más de su currículo: salvó a una persona que se precipitó a las vías del Metro. «Intentando salir del foso, le pasó el vagón y le seccionó casi media pierna», rememora, o aquella vez que una mujer, en un intento autolítico, se cortó la mano entera; o cuando un hombre se rajó con un plato… «Como mínimo, he salvado cinco vidas. No sé cuántos torniquetes llevaré puestos, la verdad. Gracias a otro compañero, que es oficial en Usera, juntamos a un grupo y empezamos a dar formación a los zetas [patrullas] sobre el uso de torniquetes, tanto para nosotros como para el resto de personas», dice.La condecoración, con motivo de los Ángeles Custodios, patrón de la Policía Nacional, es la primera que le otorgan: «Y yo creo que va a ser la única. Imagínate, todas las intervenciones que he tenido y nunca me había dado por solicitar nada. Al final, hago mi trabajo y no quiero ninguna palmadita en la espalda. Pero mi subinspector fue un poco el que me dijo que lo de Arganzuela era algo muy relevante. Ha sido un poco por él por lo que decidí pedirla. Siendo tan joven, llevando ocho años, que me den la medalla para mí es un reconocimiento y una motivación para seguir trabajando y ser mejor policía y mejor persona».
La vida laboral de Roberto G. P. también se cuenta por años, como la de cualquiera, pero las matemáticas con él son distintas: 36 de edad y ocho en la Policía Nacional, en los que ha salvado, «al menos», cinco vidas. Este sábado se casa … y lo hará con el uniforme de gala. No es para menos: la Jefatura Superior de Madrid acaba de concederle la Cruz al Mérito Policial con Distintivo Blanco por literalmente haber conseguido que un menor de edad, de una banda latina, no falleciera y que pudieran reimplantarle una mano amputada durante una ‘caída’ entre pandilleros. Este agente es hijo de policía municipal y nieto de guardia civil. «El mío es el uniforme que faltaba en la familia», bromea, en conversación con ABC. Se define como «un poco friki» de las asistencias sanitarias. Ahora verán por qué.
El 31 de julio de 2024, adscrito al Grupo de Atención al Ciudadano (GAC), los radiopatrullas, recibió el aviso de una reyerta en la calle del Divino Vallés con Santa María de la Cabeza, en el corazón de Arganzuela. Un adolescente de 15 años, de nacionalidad española, había atacado con una escopeta a otro que se encontraba en un banco. Ya era de noche. El agresor inicial disparó varias veces, pero, sin embargo, su objetivo se revolvió contra él y, con un gran machete, le arrancó de cuajo una mano y le dejó la otra colgando, además de apuñalarlo en otras partes del cuerpo, como la espalda:»Cuando llegamos allí, como en la Academia de Ávila aprendimos en una asignatura llamada Técnicas Asistenciales de Urgencia (TAU) a actuar en ese tipo de sucesos (incluso a asistir un parto), mi subinspector me dijo: ‘Róber, encárgate tú».
Su mando sabía bien a quién se lo pedía, pues, «independientemente de toda la formación» recibida, a él todos esos asuntos sanitarios le llaman «mucho la atención»: «Seguí formándome, tanto dentro de la Policía como fuera, y he hecho acopio de una cantidad de material que, como yo mismo digo, sobrepasa el frikismo». «Por suerte o por desgracia, los patrulleros somos los primeros en llegar a los sitios. Si una ambulancia tarda siete minutos, nosotros, de media, dos. Cuando un compañero lleva un botiquín para una persona, a lo mejor yo llevo para asistir a entre cuatro y cinco víctimas de un incidente múltiple», aclara.
El pandillero tuvo su día de suerte. Cuando este policía se presentó allí, vio que «tenía una amputación total de la mano izquierda»: «Total es total. La mano estaba completamente desprendida de su brazo, y tenía semiamputación del otro. Nuestro protocolo, cuando una herida que consideramos que tiene una hemorragia masiva, es colocar el torniquete lo más alto y lo más apretado posible. En este caso le corté toda la ropa que tenía y vi presentaba otros dos cortes bastante considerables en la espalda, a la altura de la escápula. Si bien no tenía ningún tipo de afección pulmonar, las mantuvimos tapadas». Siguieron la técnica MARCH (hemorragia masiva, respiración, circulación e hipotermia).
Insiste en que todo fue «el trabajo de coordinación del subinspector, que fue espectacular». Cuando llegó el Samur, supieron que se habían registrado disparos en el suceso y que a quien le había salvado la vida era el autor. «Mi superior tuvo que ir a por la mano, que estaba como a 300 metros de distancia, y se encargó de guardarla en hielo, con gasas y demás… Se le pudo reimplantar y ha recuperado un 90% de la movilidad. Es el trasplante más complicado que ha realizado el hospital de La Paz en los últimos años». Roberto no ha vuelto a saber nada del menor, aunque otros compañeros sí se lo han encontrado patrullando por las calles. No está claro si abandonó los Trinitarios o los Dominican Don’t Play, las bandas que protagonizaron el suceso. Lo más seguro es que lo vuelva a ver cuando sea el juicio.
Pese a su juventud, ya en 2022, este policía raso salvó la vida a otro menor al que le clavaron un bolomachete de 40 centímetros en el cuello, suceso que en su día narró este periódico. Fue en su época de patrullero en Puente de Vallecas, cuando la víctima fue asaltada por pandilleros que lo confundieron con su hermano, de los Ñetas, al salir del colegio. «Se lo clavaron en el trapecio y se quedó a un centímetro del corazón; le dieron otra puñalada en el glúteo, con mucha pérdida de sangre», recuerda. La jefa de guardia del Samur les trasladó su reconocimiento y el jefe superior de entonces, Manuel Soto, les escribió una carta de agradecimiento y enhorabuena por la actuación.
Salvó a un hombre arrollado en el Metro
Este madrileño no quiere dejar pasar la ocasión para dar la cara por el GAC: «Para mí, es el destino que más representa a la Policía, porque al final estamos 24 horas, todos los días del año, trabajando para la gente». Ha pasado dos años en Barcelona, por las comisarías de Puente de Vallecas y de Centro, dos de las más complicadas de Madrid, donde conoció a Manuel, el subinspector al que asegura que debe tanto. Aparte de llevar el uniforme en la sangre, de la herencia familiar, y de la vocación, Roberto, antes de entrar en la Academia, se licenció como técnico deportivo en el INEF y fue entonces cuando sintió «la madurez necesaria para ingresar en el Cuerpo». «Dejé mi carrera, dejé mi trabajo, lo dejé todo, y me dediqué a estudiar para entrar en la promoción XXXIII», y lo consiguió.
Más de su currículo: salvó a una persona que se precipitó a las vías del Metro. «Intentando salir del foso, le pasó el vagón y le seccionó casi media pierna», rememora, o aquella vez que una mujer, en un intento autolítico, se cortó la mano entera; o cuando un hombre se rajó con un plato… «Como mínimo, he salvado cinco vidas. No sé cuántos torniquetes llevaré puestos, la verdad. Gracias a otro compañero, que es oficial en Usera, juntamos a un grupo y empezamos a dar formación a los zetas [patrullas] sobre el uso de torniquetes, tanto para nosotros como para el resto de personas», dice.
La condecoración, con motivo de los Ángeles Custodios, patrón de la Policía Nacional, es la primera que le otorgan: «Y yo creo que va a ser la única. Imagínate, todas las intervenciones que he tenido y nunca me había dado por solicitar nada. Al final, hago mi trabajo y no quiero ninguna palmadita en la espalda. Pero mi subinspector fue un poco el que me dijo que lo de Arganzuela era algo muy relevante. Ha sido un poco por él por lo que decidí pedirla. Siendo tan joven, llevando ocho años, que me den la medalla para mí es un reconocimiento y una motivación para seguir trabajando y ser mejor policía y mejor persona».
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