Dicen los vecinos que el misil alcanzó el salón del apartamento de Mansour Askari, donde él solía trabajar hasta tarde. El impacto fue de tal magnitud que el bloque en el que vivía este científico nuclear, uno de los más veteranos de Irán, quedó partido en dos. La parte central desapareció, y con ella la vida de 60 personas, incluidos una docena de niños que habitaban esta edificación, ubicada dentro de un complejo residencial para trabajadores del Ministerio de Defensa en el noreste de Teherán.
Durante la guerra de los 12 días, los ataques de Israel contra los responsables del programa nuclear iraní se cobraron la vida de centenares de civiles en áreas residenciales
Dicen los vecinos que el misil alcanzó el salón del apartamento de Mansour Askari, donde él solía trabajar hasta tarde. El impacto fue de tal magnitud que el bloque en el que vivía este científico nuclear, uno de los más veteranos de Irán, quedó partido en dos. La parte central desapareció, y con ella la vida de 60 personas, incluidos una docena de niños que habitaban esta edificación, ubicada dentro de un complejo residencial para trabajadores del Ministerio de Defensa en el noreste de Teherán.
“Aquí no había gente con altos rangos o títulos, eran inocentes. Gente ordinaria que tenía una vida simple y pacífica”, explica Maryam, una de las vecinas que ha aceptado hablar cuando, un mes después del ataque, las autoridades permiten que la prensa extranjera acceda a este complejo de varias torres separadas por amplios espacios verdes, construido antes de la victoria de la Revolución Islámica en 1979 y conocido como Sharake Shamram.
Dentro de los escombros todavía hay juguetes, libros y otras pertenencias de quienes habitaban este lugar destinado a trabajadores relacionados con el ministerio. En proporción, este fue el lugar donde murieron más personas durante la llamada guerra de los 12 días, la cual, después de un mes de haber entrado en vigor el alto el fuego, muchos iraníes temen que pueda volver a retomarse en cualquier momento.
“Aquí no había gente con altos rangos, eran inocentes”, explica Maryam, vecina de un bloque bombardeado
Askari fue uno de los científicos que Israel eliminó en la bautizada operación Narnia, en honor a la obra de C.S. Lewis, por lo fantasiosa que podía llegar a ser, según ha reportado el diario The Wall Street Journal . Y es que, como parte del ataque que las fuerzas israelíes lanzaron la madrugada del 13 de junio contra la cúpula de la Guardia Revolucionaria y otras instalaciones militares y nucleares del país, también eliminaron al menos a 16 científicos relacionados con el programa nuclear que haría “retroceder varios años el programa nuclear iraní”, según aseguró el primer ministro hebreo, Beniamin Netanyahu.
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El Canal 12 de Israel hizo público un informe en el que se asegura que la inteligencia los había monitoreado con una “técnica desconocida para el mundo” durante un año. Cada uno de los científicos, que también eran reconocidos profesores universitarios, fueron alcanzados en sus casas en áreas residenciales en un ataque llevado a cabo simultáneamente. La persecución llegó más allá. Seyyed Mohammad Sadighi Saber, otro de los científicos, logró sobrevivir al ataque, en el que murió su hijo, pero días más tarde atacaron su residencia familiar, en el norte del país, donde había buscado refugio. Con él murieron otros integrantes de su familia.
“Era mi amiga. Era tan buena que ni siquiera podía matar a una hormiga”, cuenta Kosna, de diez años, que pide hablar con los periodistas durante la visita al complejo donde vivía Askari. La niña se ha ubicado frente a la foto de su amiga de 12 años que murió aquella madrugada. Fatemé es una de los veinte menores de edad que fallecieron en el ataque y cuyas fotos posan en una mesa ubicada frente a la parte del edificio destruida.
En su operación Narnia, Israel atacó al menos a 16 científicos en sus casas de forma simultánea
Mansour Askari, a pesar de ser poco conocido, era considerado uno de los pilares del programa nuclear iraní. Fue parte del Consejo Superior de Seguridad Nacional y asesor del líder supremo durante el acuerdo nuclear. “Soy maestro”, decía el hombre a sus dos hijas, a las que siempre advertía que “cuanto menos supieran de su vida, mejor”.
Una de ellas, Marzieh, murió junto con su hija de tres años y su madre en el ataque. Las dos hijas se turnaban semanalmente para vivir con sus padres. Cuenta Fatemé, la única hija que los sobrevive, que su madre vivía muy nerviosa con las amenazas contra Askari, que eran constantes. Las tres eran conscientes de que él podría ser asesinado en cualquier momento, como ya venía sucediendo desde el 2010 con otros integrantes del programa nuclear, que Irán siempre ha asegurado que tiene fines pacíficos. Entonces, Teherán se vio sorprendido por una serie de ataques en que hombres en motocicletas acabaron con la vida de varios científicos nucleares.
El único que sobrevivió a los atentados, Fereydon Abbasi-Devani, también se encontraba en su residencia, en el este de Teherán, en la madrugada del 13 de junio, cuando tres misiles alcanzaron el último piso de su edificio y acabaron con su vida. Abbasi era uno de los hombres más influyentes en materia nuclear, especialmente después del asesinato en el 2020 de Mohsen Fakhrizadeh, considerado por muchos el padre del programa nuclear iraní. Su asesinato nunca fue reconocido ni negado por Israel. Murió en Teherán cuando su vehículo fue atacado por un arma manipulada a larga distancia. El atentado fue tan fantasioso como aséptico: la mujer que lo acompañaba no sufrió ningún impacto.

ABEDIN TAHERKENAREH / EFE
“No le hacíamos mal a nadie”, lamenta Mehdi, que vivía enfrente de uno de los físicos asesinados
No fue así en esta ocasión, cuando decenas de personas civiles e indefensas murieron en un acto de total desproporción. El impacto devastador volvió a quedar en evidencia estos últimos días, cuando se llevaron a cabo múltiples ceremonias en Teherán para conmemorar los cuarenta días del fallecimiento de quienes fueron asesinados.
En una de las mezquitas de una zona conocida como Patrice Lumumba se recordaba a un joven vecino de Ahmadreza Zolfaghari, otro de los científicos asesinados el primer día. Este físico educado en Inglaterra vivía en un edificio que quedó totalmente destruido. Murió junto con su familia, guardaespaldas y varios vecinos, cuyas edificaciones también sufrieron daños severos.
“Todos estaban totalmente aterrorizados. La ansiedad y el estrés eran tales que nadie sabía qué estaba haciendo”, reconstruye Mehdi, quien vivía en el edificio de enfrente, hoy inhabitable. Como el resto de afectados, residen en un hotel asignado por el Gobierno. “Solo teníamos relaciones cordiales, pero no estábamos al tanto de lo que hacía ni teníamos relación con él”, explica Zohre, la madre de Mehdi y maestra jubilada, que dice que desde entonces no puede dormir bien. “No le hacíamos mal a nadie”, dice.
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