Cuando el calendario avanza hacia julio, Vicente Vallés guarda el traje y la rutina para reencontrarse con un lugar donde las noticias no llegan con prisa. Lejos de platós, relojes y titulares de última hora, el periodista encuentra su equilibrio en un rincón del Atlántico que parece ajeno al mundo.Un destino convertido en tradiciónHablamos de Abades, un pequeño pueblo costero del sureste de Tenerife. No es un destino popular. Tampoco lo pretende. No tiene grandes hoteles, ni discotecas, ni colas de turistas buscando la mejor foto. Lo que tiene es una calma que engancha. Quizás por eso, Vallés y su familia lo eligieron hace años como su refugio de verano. Un lugar al que se llega sin prisa, y del que cuesta irse.Playa de Abadés WIKIPEDIAUbicado en el municipio de Arico, a pocos minutos del aeropuerto, Abades parece suspendido en otro tiempo. Las casas blancas, las calles silenciosas y la brisa constante que baja desde la montaña crean una atmósfera en la que el estrés pierde sentido . Aquí, Vallés puede cambiar los informativos por caminatas junto al mar, lecturas largas y conversaciones sin interrupciones.Noticia Relacionada vacaciones estandar No Hoteles con acceso directo a la playa en Huelva: precios y opiniones reales Valme J. Caballero Las opciones son múltiples y algunos cuentan hasta con pasarelas directas a la orillaLa playa principal —de arena negra y piedras volcánicas— es tranquila incluso en temporada alta. El agua, clara invita al baño sin sobresaltos. Y en los chiringuitos junto al paseo, el pescado sabe a mar sin intermediarios: vieja, pulpo, calamares con papas arrugadas.Uno de los lugares más curiosos del pueblo es el antiguo Sanatorio de Abades. Construido en los años cuarenta como hospital para enfermos de lepra, nunca llegó a inaugurarse. Hoy es una estructura abandonada que domina la colina y atrae a fotógrafos y exploradores. Aunque el acceso está restringido, su presencia añade al paisaje un aire de historia incompleta.Abadés WIKIPEDIAEl pueblo no llega al millar de habitantes, pero en las últimas décadas ha ido creciendo con discreción. Se han instalado aquí tanto canarios como europeos que buscan una vida más serena. Muchos lo eligen como segunda residencia; algunos, como Vallés, lo reservan para sus veranos. Otros deciden quedarse todo el año.No llega al centenar de habitantes«Canarias siempre está en nuestros planes», ha comentado el periodista en entrevistas. Y Abades, en concreto, se ha convertido para él en sinónimo de desconexión. Un lugar donde el sol marca los horarios y el océano se encarga del resto.Para Vicente Vallés, que creció entre los bloques de Vallecas, este rincón del Atlántico representa algo más que vacaciones: es un recordatorio para su familia de que la vida, a veces, necesita pausas. De modo que cuando llega el verano, su brújula siempre apunta al sur, al sol, al mar, a Abades. Tal vez no figure en las grandes guías turísticas. Tal vez ahí resida su encanto. Cuando el calendario avanza hacia julio, Vicente Vallés guarda el traje y la rutina para reencontrarse con un lugar donde las noticias no llegan con prisa. Lejos de platós, relojes y titulares de última hora, el periodista encuentra su equilibrio en un rincón del Atlántico que parece ajeno al mundo.Un destino convertido en tradiciónHablamos de Abades, un pequeño pueblo costero del sureste de Tenerife. No es un destino popular. Tampoco lo pretende. No tiene grandes hoteles, ni discotecas, ni colas de turistas buscando la mejor foto. Lo que tiene es una calma que engancha. Quizás por eso, Vallés y su familia lo eligieron hace años como su refugio de verano. Un lugar al que se llega sin prisa, y del que cuesta irse.Playa de Abadés WIKIPEDIAUbicado en el municipio de Arico, a pocos minutos del aeropuerto, Abades parece suspendido en otro tiempo. Las casas blancas, las calles silenciosas y la brisa constante que baja desde la montaña crean una atmósfera en la que el estrés pierde sentido . Aquí, Vallés puede cambiar los informativos por caminatas junto al mar, lecturas largas y conversaciones sin interrupciones.Noticia Relacionada vacaciones estandar No Hoteles con acceso directo a la playa en Huelva: precios y opiniones reales Valme J. Caballero Las opciones son múltiples y algunos cuentan hasta con pasarelas directas a la orillaLa playa principal —de arena negra y piedras volcánicas— es tranquila incluso en temporada alta. El agua, clara invita al baño sin sobresaltos. Y en los chiringuitos junto al paseo, el pescado sabe a mar sin intermediarios: vieja, pulpo, calamares con papas arrugadas.Uno de los lugares más curiosos del pueblo es el antiguo Sanatorio de Abades. Construido en los años cuarenta como hospital para enfermos de lepra, nunca llegó a inaugurarse. Hoy es una estructura abandonada que domina la colina y atrae a fotógrafos y exploradores. Aunque el acceso está restringido, su presencia añade al paisaje un aire de historia incompleta.Abadés WIKIPEDIAEl pueblo no llega al millar de habitantes, pero en las últimas décadas ha ido creciendo con discreción. Se han instalado aquí tanto canarios como europeos que buscan una vida más serena. Muchos lo eligen como segunda residencia; algunos, como Vallés, lo reservan para sus veranos. Otros deciden quedarse todo el año.No llega al centenar de habitantes«Canarias siempre está en nuestros planes», ha comentado el periodista en entrevistas. Y Abades, en concreto, se ha convertido para él en sinónimo de desconexión. Un lugar donde el sol marca los horarios y el océano se encarga del resto.Para Vicente Vallés, que creció entre los bloques de Vallecas, este rincón del Atlántico representa algo más que vacaciones: es un recordatorio para su familia de que la vida, a veces, necesita pausas. De modo que cuando llega el verano, su brújula siempre apunta al sur, al sol, al mar, a Abades. Tal vez no figure en las grandes guías turísticas. Tal vez ahí resida su encanto.
Las casas blancas, las calles silenciosas y la brisa constante crean una atmósfera en la que el estrés pierde sentido
Cuando el calendario avanza hacia julio, Vicente Vallés guarda el traje y la rutina para reencontrarse con un lugar donde las noticias no llegan con prisa. Lejos de platós, relojes y titulares de última hora, el periodista encuentra su equilibrio en un rincón del Atlántico que parece ajeno al mundo.
Un destino convertido en tradición
Hablamos de Abades, un pequeño pueblo costero del sureste de Tenerife. No es un destino popular. Tampoco lo pretende. No tiene grandes hoteles, ni discotecas, ni colas de turistas buscando la mejor foto. Lo que tiene es una calma que engancha. Quizás por eso, Vallés y su familia lo eligieron hace años como su refugio de verano. Un lugar al que se llega sin prisa, y del que cuesta irse.
WIKIPEDIA
Ubicado en el municipio de Arico, a pocos minutos del aeropuerto, Abades parece suspendido en otro tiempo. Las casas blancas, las calles silenciosas y la brisa constante que baja desde la montaña crean una atmósfera en la que el estrés pierde sentido. Aquí, Vallés puede cambiar los informativos por caminatas junto al mar, lecturas largas y conversaciones sin interrupciones.
La playa principal —de arena negra y piedras volcánicas— es tranquila incluso en temporada alta. El agua, clara invita al baño sin sobresaltos. Y en los chiringuitos junto al paseo, el pescado sabe a mar sin intermediarios: vieja, pulpo, calamares con papas arrugadas.
Uno de los lugares más curiosos del pueblo es el antiguo Sanatorio de Abades. Construido en los años cuarenta como hospital para enfermos de lepra, nunca llegó a inaugurarse. Hoy es una estructura abandonada que domina la colina y atrae a fotógrafos y exploradores. Aunque el acceso está restringido, su presencia añade al paisaje un aire de historia incompleta.
WIKIPEDIA
El pueblo no llega al millar de habitantes, pero en las últimas décadas ha ido creciendo con discreción. Se han instalado aquí tanto canarios como europeos que buscan una vida más serena. Muchos lo eligen como segunda residencia; algunos, como Vallés, lo reservan para sus veranos. Otros deciden quedarse todo el año.
No llega al centenar de habitantes
«Canarias siempre está en nuestros planes», ha comentado el periodista en entrevistas. Y Abades, en concreto, se ha convertido para él en sinónimo de desconexión. Un lugar donde el sol marca los horarios y el océano se encarga del resto.
Para Vicente Vallés, que creció entre los bloques de Vallecas, este rincón del Atlántico representa algo más que vacaciones: es un recordatorio para su familia de que la vida, a veces, necesita pausas. De modo que cuando llega el verano, su brújula siempre apunta al sur, al sol, al mar, a Abades. Tal vez no figure en las grandes guías turísticas. Tal vez ahí resida su encanto.
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