La tesis que avala el sector europeo de defensa como una oportunidad de inversión es muy sólida, aunque se enfrenta también a riesgos. Leer La tesis que avala el sector europeo de defensa como una oportunidad de inversión es muy sólida, aunque se enfrenta también a riesgos. Leer
La teoría del paradigma comunicativo afirma que los seres humanos no son racionales. Según su creador, el psicólogo Walter Fisher, no tomamos decisiones buscando evidencia o construyendo un argumento lógico, sino escuchando una historia convincente. Una buena narración tiene más poder que un argumento y, por supuesto, mucho más que un dato.
Probablemente sea una exageración, pero el paradigma explica bien dinámicas del mundo de la inversión. Un relato cautivador atrae más que un largo listado de datos con valoraciones o rentabilidades atractivas y, a menudo, esos relatos se convierten en profecías autocumplidas.
Mi truco para saber si una tesis de inversión tiene un buen relato detrás es contármelo como si fuera el guion de una película. Aplicando ese criterio la tesis de inversión más sólida del mercado de bolsa hoy en día es, con diferencia, la defensa europea. Tenemos una protagonista-Europa, en mi mente un carácter femenino como la princesa fenicia que le da nombre- que ha vivido inocente y despreocupada, ajena a las tensiones del mundo. Tenemos un malo de manual-Rusia- que merodea amenazante, y un personaje ambiguo -Estados Unidos- que fue amigo, pero ha abandonado a la protagonista a su suerte en un momento crítico (la invasión rusa de Ucrania). La Europa inocente se da cuenta de que no puede contar con nadie e inicia una metamorfosis que la hará quizás más cínica pero más fuerte. Con un título pretencioso (Inocencia perdida) ya tenemos peliculón para un domingo por la tarde.
Aún mejor: además de tener un buen relato, los datos acompañan. Estados Unidos presiona para que sus socios aumenten el gasto hasta el 5% del PIB. Europa obedece con un plan de rearmamento que en cinco años aumenta el presupuesto en un 40% hasta los 2,8 billones, y que, incluso así, se quedaría en apenas un 3% del PIB. Hasta los alemanes cambian sus reglas fiscales para poder gastar sin ataduras.
Para rematar la historia, en este nuevo mundo sin alianzas geopolíticas tradicionales la prioridad no es la eficiencia ni el ahorro, sino el desarrollo de capacidades propias que incrementen la autonomía de la región. Aunque haya una empresa norteamericana o coreana que lo haga mejor o más barato, el contrato se lo va a llevar una empresa europea.
La tesis de inversión es enormemente sólida.
¿Podría algo salir mal? Se me ocurren tres riesgos.
Primero: el caso podría estar mal construido. ¿Son sólidos los números? Podría ocurrir que las empresas no sean capaces de cumplir con sus previsiones de producción. O que los gobiernos no sean capaces de ejecutar el gasto planeado. O que las premisas en las que se basan estos planes sean incorrectas: hace unos meses la Comisión Europea publicó un informe según el cual sólo el 20% de las compras europeas de defensa se hacían a empresas europeas y establecía el objetivo de subir ese porcentaje al 50% para 2030. Semanas más tarde el prestigioso instituto de análisis político Bruegel pide a la Comisión que explique sus números porque a ellos les sale que un 90% se compra aquí. Aún hoy nadie ha conseguido desentrañar el misterio.
Segundo riesgo: podría ser ya tarde. La fiesta empezó hace tres años y en 2025 la defensa europea ha subido cinco veces que la bolsa en general, un 55%. Las perspectivas son buenas pero caras: un euro de beneficio futuro se paga a 27 euros, el doble de lo que se paga por un euro de beneficio de la bolsa general. Esto sólo es un problema si las expectativas fallan, pero si el sector es capaz de cumplir, podríamos estar ante los Amazon o Apple de hace 20 años: empresas que siempre han parecido caras pero que han conseguido responder a la expectación.
Y tercer riesgo: podrían no existir los productos adecuados para invertir. Apenas hay un puñado de fondos disponibles y son difíciles de encontrar para un inversor minorista. La alternativa es invertir en empresas individuales, pero eso le quita al pequeño inversor la ventaja fiscal de moverse entre fondos sin coste fiscal, le obliga a hacer múltiples operaciones y expone a inversores perezosos como yo mismo a terminar con sólo un par de empresas en cartera y elevado riesgo de crédito
¿Veredicto final? Muchas cosas tendrían que torcerse para que la defensa cayera el próximo año. El sector acumula pedidos equivalentes a 40 meses de producción, el doble que antes de la guerra de Ucrania. Espera incrementos anuales de beneficios del 20% durante varios años, beneficios que apenas se verían afectados si los gobiernos fallan en sus planes de gasto porque el límite a su crecimiento está en su capacidad, no en la cantidad de pedidos. Por último, un aspecto crucial: no hay un escenario geopolítico en el que la situación se revierta. Incluso con una paz en Ucrania y un presidente demócrata en un par de años, Europa ha aprendido que necesita saber defenderse sola. Y eso hay que financiarlo.
*Francisco Quintana es director de Estrategia de Inversión de ING España.
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