Lamentablemente, cada vez es más complicado tratar de vivir informado sobre nuestro mundo. Es difícil día tras día escuchar o leer noticias plagadas de matanzas de inocentes producto de las guerras, de corruptos que no cesan de apropiarse del dinero que todos pagamos con impuestos, políticos que nos deben gobernar y resulta que falsean sus currículums trasladando una desconfianza total. Y otra de las cosas que me preocupa es la necesidad cada vez más pronunciada de hacer que solo las emociones intensas sean las que gobiernen la vida.
Lamentablemente, cada vez es más complicado tratar de vivir informado sobre nuestro mundo. Es difícil día tras día escuchar o leer noticias plagadas de matanzas de inocentes producto de las guerras, de corruptos que no cesan de apropiarse del dinero que todos pagamos con impuestos, políticos que nos deben gobernar y resulta que falsean sus currículums trasladando una desconfianza total. Y otra de las cosas que me preocupa es la necesidad cada vez más pronunciada de hacer que solo las emociones intensas sean las que gobiernen la vida.Seguir leyendo…
Lamentablemente, cada vez es más complicado tratar de vivir informado sobre nuestro mundo. Es difícil día tras día escuchar o leer noticias plagadas de matanzas de inocentes producto de las guerras, de corruptos que no cesan de apropiarse del dinero que todos pagamos con impuestos, políticos que nos deben gobernar y resulta que falsean sus currículums trasladando una desconfianza total. Y otra de las cosas que me preocupa es la necesidad cada vez más pronunciada de hacer que solo las emociones intensas sean las que gobiernen la vida.
Y como uno trata de que su día a día sirva para educarse y además tengo la responsabilidad de educar a mis hijos, tengo tres puntos que suelo tratar con ellos. Estos puntos serían lo peligroso que es la búsqueda constante de la dopamina a través del éxito y los me gusta. La excesiva importancia de la validación externa y la glorificación de la emocionalidad intensa como sinónimo de plenitud. Soy de los que opinan que un deportista no tiene por qué ser un ejemplo, pero sí reivindico que deberíamos aprovecharnos de los que sí pueden ser un ejemplo para nosotros.
El liderazgo silencioso del estadounidense acaba pasando factura a sus rivales
Por eso me encanta la filosofía de vida de este extraordinario golfista que se llama Scottie Scheffler, con su visión madura, desapegada y centrada en el proceso. Porque para mí potencia al máximo su capacidad deportiva. Consigue cuatro cosas muy importantes. Al no quedarse atrapado en los extremos emocionales del éxito o el fracaso, mantiene su constancia competitiva. Como también desdramatiza el fracaso, reduce su presión. Y de esta forma logra liberar la mente, crucial en el golf. Al final, y tal como reivindica Djokovic, se centra solo en el presente. Obteniendo lo que podríamos llamar el mindfulness competitivo, clave para la toma de decisiones, que es la principal diferencia entre un buen deportista y un campeón. Y, finalmente, creo que consigue un liderazgo silencioso que pasa factura a sus rivales. Que aunque puede ser inspirador para todos ellos, también es intimidatorio y eso le acerca un poco más al triunfo.
Cada vez que analizo a un campeón de un deporte individual, incluso en actividades que parecerían todo lo contrario, encuentro que son filósofos. Me pasó con un fisioculturista llamado Coleman. Veo que, como Scheffler, podrían formar parte de corrientes filosóficas como el estoicismo, el budismo o la autenticidad de Heidegger. Creo que por el recorrido de tremendos esfuerzos y presiones desarrollan una vida auténtica, anclada en el ser y no el tener.
De ahí la genial frase de respuesta de Scheffler sobre qué le supondría ganar el abierto británico. “Varios minutos de euforia, pero enseguida a pensar qué voy a cenar esta noche”. Quizás la respuesta que más me ha llamado la atención es la del torero José Tomás sobre qué era el valor en el toreo. “Controlar tu mente para que pueda torear tu espíritu”, dijo otro filósofo.
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