Bolivia ha dicho adiós a dos décadas de hegemonía de la izquierda, y el encargado de pasar página será Rodrigo Paz, ganador de las elecciones presidenciales celebradas el pasado domingo.
El candidato conservador vence en la segunda vuelta con el 54,6% de los votos al expresidente Jorge Quiroga
Bolivia ha dicho adiós a dos décadas de hegemonía de la izquierda, y el encargado de pasar página será Rodrigo Paz, ganador de las elecciones presidenciales celebradas el pasado domingo.
El candidato centroderechista se impuso en una inédita segunda vuelta con el 54,6% de los votos, frente al 45,4% logrado por su rival, el también conservador Jorge Tuto Quiroga, quien ya gobernó el país el 2001 y el 2002. Toda una proeza si se tiene en cuenta que Paz –que ya resultó vencedor en la anterior ronda, celebrada en agosto– comenzó la carrera de las presidenciales en última posición: ni siquiera pudo acudir a los primeros debates de campaña, ya que los sondeos apenas le daban opciones.
Trasvase de apoyos
Con su perfil moderado, Paz ha logrado atraer el voto de los desencantados con el MAS, en el poder desde el 2006
La victoria de Paz marca el fin de un ciclo político iniciado en el 2006 con la llegada de Evo Morales al poder a lomos del Movimiento al Socialismo (MAS) y continuado luego por Luis Arce, cuyo mandato concluirá oficialmente el próximo 8 de noviembre, cuando el nuevo presidente asuma el cargo.
Con un perfil moderado, menos escorado hacia la derecha que el de su rival, el candidato del Partido Demócrata Cristiano ha logrado captar el voto de los desencantados con el MAS, formación que en los últimos tiempos ha sufrido un enorme desgaste debido a las cruentas luchas internas –Morales abandonó el partido al ver que Arce no se sometía a su dictado– y al mal rumbo de la economía boliviana. De hecho, el futuro presidente se enfrentará un panorama poco halagüeño: el combustible escasea, las reservas de moneda están al límite, la cotización del dólar no para de aumentar, la inflación golpea el bolsillo de la ciudadanía y las exportaciones pierden fuelle.

Adriano Machado / Reuters
En su primer mensaje tras tener noticia de su victoria, Paz ya dejó claro que una de sus prioridades será resolver la crisis económica actual. Asimismo, anunció su intención de resituar al país en el escenario internacional, deshaciendo el aislamiento impuesto por el MAS, y de tender puentes entre todos los sectores. “La nueva dimensión de Bolivia se construirá con unidad, diálogo y esfuerzo compartido”, aseguró el dirigente, quien en campaña hizo bandera del “capitalismo para todos”, una idea todavía poco definida pero que básicamente consiste en compatibilizar la desregulación de la economía con la atención a los más desfavorecidos.
Esa visión capaz de contentar tanto a los sectores privilegiados como a las clases populares constituye una de las claves del éxito de Paz, que en estas elecciones ha logrado presentarse como un candidato renovador, ajeno a los partidos tradicionales, a pesar de que lleva más de dos décadas en política y de que es hijo de un expresidente, Jaime Paz Zamora (1989-1993), fundador del histórico Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
Una cara no tan nueva
Pese a presentarse como un ‘outsider’, el futuro presidente inició su carrera política hace más de dos décadas
Nacido en Santiago de Compostela en 1967, coincidiendo con el exilio de su padre, que se refugió una temporada en España huyendo del gobierno militar boliviano, Paz inició su carrera política en el 2002 como diputado por el sureño departamento de Tajira. En el 2015 fue elegido alcalde de la capital de esa región, y cinco años después dio el salto al Senado, si bien no llegó a desarrollar un perfil nacional destacado. La prueba está en que, cuando arrancó la carrera para las presidenciales, Paz era prácticamente un desconocido para la mayoría.
Su campaña comenzó a cobrar impulso con la incorporación del que será su vicepresidente, Edman Lara, un expolicía célebre por denunciar escándalos de corrupción en sus redes sociales y que estos meses ha exhibido un tono populista muy combativo. La convivencia de Paz con esta figura tan controvertida puede ser uno de los puntos de fricción de la nueva presidencia, que también estará marcada por la falta de apoyos en el Parlamento.
De momento, quien parece que no pondrá obstáculos a Paz es el presidente saliente: Arce felicitó ayer al líder conservador y aseguró que su Administración facilitará “una transición ordenada”. Asimismo, Turoga reconoció enseguida su derrota: “Bolivia no está para que tratemos de causar más dificultades”, dijo.
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