Los padres son siempre un misterio. Lo vemos más claramente cuando se mueren, cuando ya no les podemos preguntar nada y queda especialmente a oscuras el tiempo de sus vidas que transcurrió antes de que naciéramos nosotros. El escritor leonés Julio Llamazares ha tenido el gran gesto humano de reconstruir parte de la vida del suyo, pero no sólo de forma literaria sino también física, ha recorrido los mismos kilómetros que hiciera su padre a los dieciocho años, recién incorporado al ejército en la guerra civil, de un extremo a otro de la península ibérica hasta ver por primera vez, al salir de los combates, el mar. El resultado es esta nueva obra en la que Llamazares acude al pueblo natal de su padre en el norte de León y, desde su tumba, inicia, en las mismas fechas del año, el itinerario que él hizo, en compañía de otro joven, hacia el este. Lo podemos ver en un mapa que aparece dibujado en las páginas iniciales y que está ilustrado, al final de la primera parte, por fotografías reales de la contienda y, al concluir la segunda, por las que el propio autor ha tomado de esos lugares en la actualidad.En la escritura predomina la crónica periodística que queda alterada, en su esencia, al tratares de una historia personal y embellecida por la pintura lírica de paisajes en la que el autor es maestro desde hace décadas. Julio Llamazares continúa la tradición de los viajeros noventayochistas incluyendo pinceladas expresionistas como Regoyos, Verhaeren o Solana en la España Negra. El texto está lleno de cosas sorprendentes, por ejemplo, la descripción del escenario de la última batalla a caballo de la historia con más de tres mil jinetes; de momentos conmovedores como cuando los jóvenes soldados se abrazan a uno de ellos para calentarse porque tiene fiebre en las noches de veinte grados bajo cero; o de relatos estremecedores que la gente de los pueblos le cuenta al escritor como el de los muchachos a los que intentaban reavivar los miembros congelados en estiércol antes de verse obligados a amputarlos, mientras veían los cadáveres con la sonrisa propia de la muerte por frío.Alfaguara El viaje de mi padre Julio Llamazares 326 páginas 20, 90 eurosLlamazares dedica el libro a los que perdieron la guerra, de uno y otro bando, y narra aquellos años de fracaso colectivo recordando el sufrimiento de los jóvenes a los que se enviaba a dar la vida por causas que ni siquiera habían tenido tiempo de conocer, simplemente porque habían quedado en una zona u otra de las dos Españas cuyas fronteras caían, a menudo, en medio de una misma familia sin que por ello, como cuenta el autor de la suya, dejasen de amarse, como ocurrió con los dos hermanos Machado.CicatricesEl trayecto que realiza el escritor, con las mismas paradas que hizo su padre, proporciona la visualización de los espacios que se atravesaron en el pasado, hoy absolutamente pacificados y objeto de la despoblación ocurrida desde el éxodo rural que se produjo en la segunda mitad del pasado siglo. No por ello el territorio carece de las cicatrices de la guerra, pueblos destruidos que el Servicio Nacional de Regiones Devastadas dejó en ruinas para mostrar los estragos de la violencia, trincheras, refugios bajo tierra, cementerios sin nombre de los que perecieron por fuego amigo o montes en los que, cuando hay movimientos de tierra, salen metralla y esqueletos de soldados nacionales y republicanos mezclados.Noticia Relacionada LIBROS estandar Si Julio Llamazares: «La literatura sirve para rellenar los agujeros negros de la memoria» C. Monje Las provincias de León, Palencia, Valladolid, Burgos y Soria forman parte del itinerario seguido por el autor leonés en una nuevo obra de su literatura viajeraEsta obra, que arranca con un deseo particular por reconstruir la memoria familiar, enseguida se vuelve colectiva, un relato de los antepasados de todos que busca el sentido caminando hacia atrás, desandando el sendero del olvido para encontrar al padre y salvar a los hijos de próximas barbaries, para ver el horror de la guerra y dejar escrito un libro futuro contra ella. Los padres son siempre un misterio. Lo vemos más claramente cuando se mueren, cuando ya no les podemos preguntar nada y queda especialmente a oscuras el tiempo de sus vidas que transcurrió antes de que naciéramos nosotros. El escritor leonés Julio Llamazares ha tenido el gran gesto humano de reconstruir parte de la vida del suyo, pero no sólo de forma literaria sino también física, ha recorrido los mismos kilómetros que hiciera su padre a los dieciocho años, recién incorporado al ejército en la guerra civil, de un extremo a otro de la península ibérica hasta ver por primera vez, al salir de los combates, el mar. El resultado es esta nueva obra en la que Llamazares acude al pueblo natal de su padre en el norte de León y, desde su tumba, inicia, en las mismas fechas del año, el itinerario que él hizo, en compañía de otro joven, hacia el este. Lo podemos ver en un mapa que aparece dibujado en las páginas iniciales y que está ilustrado, al final de la primera parte, por fotografías reales de la contienda y, al concluir la segunda, por las que el propio autor ha tomado de esos lugares en la actualidad.En la escritura predomina la crónica periodística que queda alterada, en su esencia, al tratares de una historia personal y embellecida por la pintura lírica de paisajes en la que el autor es maestro desde hace décadas. Julio Llamazares continúa la tradición de los viajeros noventayochistas incluyendo pinceladas expresionistas como Regoyos, Verhaeren o Solana en la España Negra. El texto está lleno de cosas sorprendentes, por ejemplo, la descripción del escenario de la última batalla a caballo de la historia con más de tres mil jinetes; de momentos conmovedores como cuando los jóvenes soldados se abrazan a uno de ellos para calentarse porque tiene fiebre en las noches de veinte grados bajo cero; o de relatos estremecedores que la gente de los pueblos le cuenta al escritor como el de los muchachos a los que intentaban reavivar los miembros congelados en estiércol antes de verse obligados a amputarlos, mientras veían los cadáveres con la sonrisa propia de la muerte por frío.Alfaguara El viaje de mi padre Julio Llamazares 326 páginas 20, 90 eurosLlamazares dedica el libro a los que perdieron la guerra, de uno y otro bando, y narra aquellos años de fracaso colectivo recordando el sufrimiento de los jóvenes a los que se enviaba a dar la vida por causas que ni siquiera habían tenido tiempo de conocer, simplemente porque habían quedado en una zona u otra de las dos Españas cuyas fronteras caían, a menudo, en medio de una misma familia sin que por ello, como cuenta el autor de la suya, dejasen de amarse, como ocurrió con los dos hermanos Machado.CicatricesEl trayecto que realiza el escritor, con las mismas paradas que hizo su padre, proporciona la visualización de los espacios que se atravesaron en el pasado, hoy absolutamente pacificados y objeto de la despoblación ocurrida desde el éxodo rural que se produjo en la segunda mitad del pasado siglo. No por ello el territorio carece de las cicatrices de la guerra, pueblos destruidos que el Servicio Nacional de Regiones Devastadas dejó en ruinas para mostrar los estragos de la violencia, trincheras, refugios bajo tierra, cementerios sin nombre de los que perecieron por fuego amigo o montes en los que, cuando hay movimientos de tierra, salen metralla y esqueletos de soldados nacionales y republicanos mezclados.Noticia Relacionada LIBROS estandar Si Julio Llamazares: «La literatura sirve para rellenar los agujeros negros de la memoria» C. Monje Las provincias de León, Palencia, Valladolid, Burgos y Soria forman parte del itinerario seguido por el autor leonés en una nuevo obra de su literatura viajeraEsta obra, que arranca con un deseo particular por reconstruir la memoria familiar, enseguida se vuelve colectiva, un relato de los antepasados de todos que busca el sentido caminando hacia atrás, desandando el sendero del olvido para encontrar al padre y salvar a los hijos de próximas barbaries, para ver el horror de la guerra y dejar escrito un libro futuro contra ella.
Los padres son siempre un misterio. Lo vemos más claramente cuando se mueren, cuando ya no les podemos preguntar nada y queda especialmente a oscuras el tiempo de sus vidas que transcurrió antes de que naciéramos nosotros. El escritor leonés Julio Llamazares ha tenido el … gran gesto humano de reconstruir parte de la vida del suyo, pero no sólo de forma literaria sino también física, ha recorrido los mismos kilómetros que hiciera su padre a los dieciocho años, recién incorporado al ejército en la guerra civil, de un extremo a otro de la península ibérica hasta ver por primera vez, al salir de los combates, el mar.
El resultado es esta nueva obra en la que Llamazares acude al pueblo natal de su padre en el norte de León y, desde su tumba, inicia, en las mismas fechas del año, el itinerario que él hizo, en compañía de otro joven, hacia el este. Lo podemos ver en un mapa que aparece dibujado en las páginas iniciales y que está ilustrado, al final de la primera parte, por fotografías reales de la contienda y, al concluir la segunda, por las que el propio autor ha tomado de esos lugares en la actualidad.
En la escritura predomina la crónica periodística que queda alterada, en su esencia, al tratares de una historia personal y embellecida por la pintura lírica de paisajes en la que el autor es maestro desde hace décadas. Julio Llamazares continúa la tradición de los viajeros noventayochistas incluyendo pinceladas expresionistas como Regoyos, Verhaeren o Solana en la España Negra.
El texto está lleno de cosas sorprendentes, por ejemplo, la descripción del escenario de la última batalla a caballo de la historia con más de tres mil jinetes; de momentos conmovedores como cuando los jóvenes soldados se abrazan a uno de ellos para calentarse porque tiene fiebre en las noches de veinte grados bajo cero; o de relatos estremecedores que la gente de los pueblos le cuenta al escritor como el de los muchachos a los que intentaban reavivar los miembros congelados en estiércol antes de verse obligados a amputarlos, mientras veían los cadáveres con la sonrisa propia de la muerte por frío.

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Julio Llamazares
326 páginas
Llamazares dedica el libro a los que perdieron la guerra, de uno y otro bando, y narra aquellos años de fracaso colectivo recordando el sufrimiento de los jóvenes a los que se enviaba a dar la vida por causas que ni siquiera habían tenido tiempo de conocer, simplemente porque habían quedado en una zona u otra de las dos Españas cuyas fronteras caían, a menudo, en medio de una misma familia sin que por ello, como cuenta el autor de la suya, dejasen de amarse, como ocurrió con los dos hermanos Machado.
Cicatrices
El trayecto que realiza el escritor, con las mismas paradas que hizo su padre, proporciona la visualización de los espacios que se atravesaron en el pasado, hoy absolutamente pacificados y objeto de la despoblación ocurrida desde el éxodo rural que se produjo en la segunda mitad del pasado siglo. No por ello el territorio carece de las cicatrices de la guerra, pueblos destruidos que el Servicio Nacional de Regiones Devastadas dejó en ruinas para mostrar los estragos de la violencia, trincheras, refugios bajo tierra, cementerios sin nombre de los que perecieron por fuego amigo o montes en los que, cuando hay movimientos de tierra, salen metralla y esqueletos de soldados nacionales y republicanos mezclados.
Esta obra, que arranca con un deseo particular por reconstruir la memoria familiar, enseguida se vuelve colectiva, un relato de los antepasados de todos que busca el sentido caminando hacia atrás, desandando el sendero del olvido para encontrar al padre y salvar a los hijos de próximas barbaries, para ver el horror de la guerra y dejar escrito un libro futuro contra ella.
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