Hay montañas que se escalan con las piernas y otras que se conquistan con el alma. El Mont Ventoux es ambas cosas. Le sobró de lo segundo a Enric Mas, en su gran día en este Tour de Francia. Le faltó de lo primero para rendir a sus pies al faro de piedra caliza que reina entre campos de lavanda y viñedos en el sur de Francia. El Mont Ventoux no perdonó al de Movistar, cuya valentía merece todos los honores. Pero esta ascensión de 17,4 kilómetros, inabarcable desde lejos, con un paisaje lunar en la última parte que impide tomar distancias, doblegó su renovada voluntad. El balear atacó a 14 kilómetros para la meta, llegó a disponer de más de un minuto de ventaja sobre sus perseguidores; pero Ben Healy, la locomotora irlandesa, se empeñó en darle caza para que al final Paret-Peintre alegrase por primera vez en este Tour al aficionado francés, la cuarta para el Soudal. El combate entre Pogacar y Vingegaard volvió a dejar momentos brillantes, pero el esloveno aguantó los tres ataques estratégicos del danés, que cumplió su promesa de, al menos, intentarlo. Ambos se marcharon fortalecidos en sus respectivas estrategias.
Pogacar vuelve a aguantar los múltiples ataques de Vingegaard en la victoria del francés Paret-Peintre
Hay montañas que se escalan con las piernas y otras que se conquistan con el alma. El Mont Ventoux es ambas cosas. Le sobró de lo segundo a Enric Mas, en su gran día en este Tour de Francia. Le faltó de lo primero para rendir a sus pies al faro de piedra caliza que reina entre campos de lavanda y viñedos en el sur de Francia. El Mont Ventoux no perdonó al de Movistar, cuya valentía merece todos los honores. Pero esta ascensión de 17,4 kilómetros, inabarcable desde lejos, con un paisaje lunar en la última parte que impide tomar distancias, doblegó su renovada voluntad. El balear atacó a 14 kilómetros para la meta, llegó a disponer de más de un minuto de ventaja sobre sus perseguidores; pero Ben Healy, la locomotora irlandesa, se empeñó en darle caza para que al final Paret-Peintre alegrase por primera vez en este Tour al aficionado francés, la cuarta para el Soudal. El combate entre Pogacar y Vingegaard volvió a dejar momentos brillantes, pero el esloveno aguantó los tres ataques estratégicos del danés, que cumplió su promesa de, al menos, intentarlo. Ambos se marcharon fortalecidos en sus respectivas estrategias.
Después de un Tour hasta ahora para olvidar, a Enric Mas solo se le pedía mostrar, al menos, algo más de ambición. Siempre de espaldas a la carrera tras una primera semana ilusionante, el Mont Ventoux parecía lo suficientemente inhóspito para dar la sorpresa. Movió la carrera para formar la escapada, tuvo piernas para estar en la fuga de la fuga, y en el momento de arriesgar, lo hizo. Volvió a ilusionar. Levantándose sobre la bicicleta con un aleteo alegre. Dientes apretados en ese rostro enjuto, espejo de tantos golpes recibidos por las expectativas no cumplidas. Enric Mas escondió esos miedos que le han atormentado en esta carrera durante tantos años y se marchó en solitario.
No es la cima más alta del Tour, pero sí una de las más temidas, que pesa en las piernas y en la historia. Aquí no solo se sube: se resiste y se sufre. Aquí murió Tom Simpson, y aquí renacieron las gestas de Pantani, Froome o Merckx, que dijo haber sentido que su corazón iba a estallar. Y a falta de cuatro estalló. Su cabeza le pedía lo que sus piernas no podían darle.
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