Cada español desperdicia anualmente 90 kilos de comida frente a una media de la Unión Europea de 132 kilos, lo que nos sitúa como el cuarto país de la UE que menos alimentos tira, tan solo por encima de Eslovenia, Croacia y Suecia. Ese importante avance «es el fruto de la colaboración público-privada», según ha subrayado este jueves en Barcelona Ana Rodríguez Castaño, secretaria general de recursos agrarios y seguridad alimentaria del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Rodríguez ha presentado las conclusiones del Informe del Desperdicio Alimentario en la Industria y la Distribución en España , realizado para el MAPA por la asociación de gran consumo AECOC, que agrupa a más de 34.000 empresas fabricantes y distribuidoras.A nueve meses de la entrada en vigor en abril de 2026 de la Ley de Prevención de la Pérdida y el Desperdicio Alimentario, Castaño ha reconocido que el MAPA tendrá que coordinarse con las comunidades autónomas la aplicación de esta norma así como la posibilidad de realizar inspecciones al ser ellas las competentes, aunque, ha subrayado que la voluntad de legislador no es punitiva. El informe presentado por Rodríguez pone de manifiesto que el 79% de las grandes empresas del sector de gran consumo declara tener ya una estrategia o plan contra el desperdicio alimentario, mientras este porcentaje desciende hasta el 48% en el caso de las pymes. Similar porcentaje se manifiesta en el caso de los convenios de colaboración con ONGs para donar los productos no comercializados (otro de los requisitos de la ley). El 83% de las grandes compañías ya cuenta con planes, mientras que el porcentaje se reduce al 42% en el caso de las pymes . La alto cargo del MAPA ha avanzado que se realizarán nuevas campañas de sensibilización para «dar una segunda oportunidad a los alimentos y volver los viernes a hacer croquetas, como nuestras abuelas, o enseñar recetas como la de ropa vieja y la realización de cremas con la verdura» para aprovechar la comida sobrante.Para Rodríguez, «consumir es entender lo que estás comprando y, por lo tanto, es un imperativo ético en una sociedad avanzada, porque lo que tiene precio lo puedes comprar, pero hay que conquistar lo que tiene valor». El estudio también confirma que las empresas ya siguen la jerarquía que marca la ley con respecto a la gestión de los productos que por determinadas razones quedan excluidos de la venta y que mayoritariamente los derivan al consumo humano, ya que el 47% de los alimentos aptos para el consumo que no se comercializan son donados a entidades del tercer sector y un 13% empleados para la elaboración de coproductos para el consumo humano. Por debajo de estas opciones se sitúan la alimentación animal (8%) o el compostaje aérobico (2,6%), en línea con lo que marca la ley.La secretaria general del MAPA ha subrayado que «en los últimos años, se ha tomado conciencia de la importancia de prevenir y reducir el desperdicio de alimentos en toda la cadena de valor, así como de los costes económicos, sociales y medioambientales que supone no hacerlo. Es un deber ético -ha señalado- evitar que los alimentos terminen en la basura« . Ana Rodríguez también ha destacado que las campañas de sensibilización y prevención impulsadas, tanto desde el MAPA como desde el ámbito privado, han resultado efectivas a la hora de promover un movimiento global de la importancia de luchar contra el desperdicio de alimentos.En el mismo acto también se han presentado las conclusiones del Barómetro del Desperdicio Alimentario de AECOC, realizado en colaboración con Phenix, que revela que la lucha contra el desperdicio de alimentos también sigue ganando peso entre los consumidores españoles, al menos en cuanto a generación de culpa. Según el informe, el 95% de los encuestados considera que la nueva Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario es una buena iniciativa y contribuirá a reducir significativamente la cantidad de alimentos que se desperdician en los supermercados. Los ciudadanos creen que esta normativa tendrá un impacto social y medioambiental positivo, ayudando a combatir la pobreza (54%) y reducir el impacto ecológico del desperdicio alimentario (23%).El informe también confirma que la tendencia a reducir el desperdicio en los hogares avanza, aunque de forma gradual. Mientras que en 2016 el 40% de los hogares admitía tirar alimentos con frecuencia, en 2025 la cifra ha bajado al 36% . El desperdicio en la restauración también preocupa a la población, puesto que el 89% ya pide llevarse la comida sobrante cuando sale a comer fuera, frente al 58% en 2016. Destaca el hecho de que el 24% de los más mayores no tiran nunca nada, mientras que uno de cada tres jóvenes de la generación Z confiesa que tira directamente a la basura la comida que le sobra . Otro dato es que la mitad de los españoles confiesa que se comen los productos caducados «si huelen bien y tienen buen aspecto», aún poniendo en riesgo su salud. Cada español desperdicia anualmente 90 kilos de comida frente a una media de la Unión Europea de 132 kilos, lo que nos sitúa como el cuarto país de la UE que menos alimentos tira, tan solo por encima de Eslovenia, Croacia y Suecia. Ese importante avance «es el fruto de la colaboración público-privada», según ha subrayado este jueves en Barcelona Ana Rodríguez Castaño, secretaria general de recursos agrarios y seguridad alimentaria del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Rodríguez ha presentado las conclusiones del Informe del Desperdicio Alimentario en la Industria y la Distribución en España , realizado para el MAPA por la asociación de gran consumo AECOC, que agrupa a más de 34.000 empresas fabricantes y distribuidoras.A nueve meses de la entrada en vigor en abril de 2026 de la Ley de Prevención de la Pérdida y el Desperdicio Alimentario, Castaño ha reconocido que el MAPA tendrá que coordinarse con las comunidades autónomas la aplicación de esta norma así como la posibilidad de realizar inspecciones al ser ellas las competentes, aunque, ha subrayado que la voluntad de legislador no es punitiva. El informe presentado por Rodríguez pone de manifiesto que el 79% de las grandes empresas del sector de gran consumo declara tener ya una estrategia o plan contra el desperdicio alimentario, mientras este porcentaje desciende hasta el 48% en el caso de las pymes. Similar porcentaje se manifiesta en el caso de los convenios de colaboración con ONGs para donar los productos no comercializados (otro de los requisitos de la ley). El 83% de las grandes compañías ya cuenta con planes, mientras que el porcentaje se reduce al 42% en el caso de las pymes . La alto cargo del MAPA ha avanzado que se realizarán nuevas campañas de sensibilización para «dar una segunda oportunidad a los alimentos y volver los viernes a hacer croquetas, como nuestras abuelas, o enseñar recetas como la de ropa vieja y la realización de cremas con la verdura» para aprovechar la comida sobrante.Para Rodríguez, «consumir es entender lo que estás comprando y, por lo tanto, es un imperativo ético en una sociedad avanzada, porque lo que tiene precio lo puedes comprar, pero hay que conquistar lo que tiene valor». El estudio también confirma que las empresas ya siguen la jerarquía que marca la ley con respecto a la gestión de los productos que por determinadas razones quedan excluidos de la venta y que mayoritariamente los derivan al consumo humano, ya que el 47% de los alimentos aptos para el consumo que no se comercializan son donados a entidades del tercer sector y un 13% empleados para la elaboración de coproductos para el consumo humano. Por debajo de estas opciones se sitúan la alimentación animal (8%) o el compostaje aérobico (2,6%), en línea con lo que marca la ley.La secretaria general del MAPA ha subrayado que «en los últimos años, se ha tomado conciencia de la importancia de prevenir y reducir el desperdicio de alimentos en toda la cadena de valor, así como de los costes económicos, sociales y medioambientales que supone no hacerlo. Es un deber ético -ha señalado- evitar que los alimentos terminen en la basura« . Ana Rodríguez también ha destacado que las campañas de sensibilización y prevención impulsadas, tanto desde el MAPA como desde el ámbito privado, han resultado efectivas a la hora de promover un movimiento global de la importancia de luchar contra el desperdicio de alimentos.En el mismo acto también se han presentado las conclusiones del Barómetro del Desperdicio Alimentario de AECOC, realizado en colaboración con Phenix, que revela que la lucha contra el desperdicio de alimentos también sigue ganando peso entre los consumidores españoles, al menos en cuanto a generación de culpa. Según el informe, el 95% de los encuestados considera que la nueva Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario es una buena iniciativa y contribuirá a reducir significativamente la cantidad de alimentos que se desperdician en los supermercados. Los ciudadanos creen que esta normativa tendrá un impacto social y medioambiental positivo, ayudando a combatir la pobreza (54%) y reducir el impacto ecológico del desperdicio alimentario (23%).El informe también confirma que la tendencia a reducir el desperdicio en los hogares avanza, aunque de forma gradual. Mientras que en 2016 el 40% de los hogares admitía tirar alimentos con frecuencia, en 2025 la cifra ha bajado al 36% . El desperdicio en la restauración también preocupa a la población, puesto que el 89% ya pide llevarse la comida sobrante cuando sale a comer fuera, frente al 58% en 2016. Destaca el hecho de que el 24% de los más mayores no tiran nunca nada, mientras que uno de cada tres jóvenes de la generación Z confiesa que tira directamente a la basura la comida que le sobra . Otro dato es que la mitad de los españoles confiesa que se comen los productos caducados «si huelen bien y tienen buen aspecto», aún poniendo en riesgo su salud.
El 62% de la industria y de la distribución se anticipa con planes a la entrada en vigor el próximo abril de 2026 de la Ley de Prevención de la Pérdida y el Desperdicio Alimentario
Cada español desperdicia anualmente 90 kilos de comida frente a una media de la Unión Europea de 132 kilos, lo que nos sitúa como el cuarto país de la UE que menos alimentos tira, tan solo por encima de Eslovenia, Croacia y Suecia. Ese importante avance «es el fruto de la colaboración público-privada», según ha subrayado este jueves en Barcelona Ana Rodríguez Castaño, secretaria general de recursos agrarios y seguridad alimentaria del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Rodríguez ha presentado las conclusiones del Informe del Desperdicio Alimentario en la Industria y la Distribución en España, realizado para el MAPA por la asociación de gran consumo AECOC, que agrupa a más de 34.000 empresas fabricantes y distribuidoras.
A nueve meses de la entrada en vigor en abril de 2026 de la Ley de Prevención de la Pérdida y el Desperdicio Alimentario, Castaño ha reconocido que el MAPA tendrá que coordinarse con las comunidades autónomas la aplicación de esta norma así como la posibilidad de realizar inspecciones al ser ellas las competentes, aunque, ha subrayado que la voluntad de legislador no es punitiva.
El informe presentado por Rodríguez pone de manifiesto que el 79% de las grandes empresas del sector de gran consumo declara tener ya una estrategia o plan contra el desperdicio alimentario, mientras este porcentaje desciende hasta el 48% en el caso de las pymes. Similar porcentaje se manifiesta en el caso de los convenios de colaboración con ONGs para donar los productos no comercializados (otro de los requisitos de la ley).
El 83% de las grandes compañías ya cuenta con planes, mientras que el porcentaje se reduce al 42% en el caso de las pymes. La alto cargo del MAPA ha avanzado que se realizarán nuevas campañas de sensibilización para «dar una segunda oportunidad a los alimentos y volver los viernes a hacer croquetas, como nuestras abuelas, o enseñar recetas como la de ropa vieja y la realización de cremas con la verdura» para aprovechar la comida sobrante.
Para Rodríguez, «consumir es entender lo que estás comprando y, por lo tanto, es un imperativo ético en una sociedad avanzada, porque lo que tiene precio lo puedes comprar, pero hay que conquistar lo que tiene valor». El estudio también confirma que las empresas ya siguen la jerarquía que marca la ley con respecto a la gestión de los productos que por determinadas razones quedan excluidos de la venta y que mayoritariamente los derivan al consumo humano, ya que el 47% de los alimentos aptos para el consumo que no se comercializan son donados a entidades del tercer sector y un 13% empleados para la elaboración de coproductos para el consumo humano. Por debajo de estas opciones se sitúan la alimentación animal (8%) o el compostaje aérobico (2,6%), en línea con lo que marca la ley.
La secretaria general del MAPA ha subrayado que «en los últimos años, se ha tomado conciencia de la importancia de prevenir y reducir el desperdicio de alimentos en toda la cadena de valor, así como de los costes económicos, sociales y medioambientales que supone no hacerlo. Es un deber ético -ha señalado- evitar que los alimentos terminen en la basura«. Ana Rodríguez también ha destacado que las campañas de sensibilización y prevención impulsadas, tanto desde el MAPA como desde el ámbito privado, han resultado efectivas a la hora de promover un movimiento global de la importancia de luchar contra el desperdicio de alimentos.
En el mismo acto también se han presentado las conclusiones del Barómetro del Desperdicio Alimentario de AECOC, realizado en colaboración con Phenix, que revela que la lucha contra el desperdicio de alimentos también sigue ganando peso entre los consumidores españoles, al menos en cuanto a generación de culpa. Según el informe, el 95% de los encuestados considera que la nueva Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario es una buena iniciativa y contribuirá a reducir significativamente la cantidad de alimentos que se desperdician en los supermercados. Los ciudadanos creen que esta normativa tendrá un impacto social y medioambiental positivo, ayudando a combatir la pobreza (54%) y reducir el impacto ecológico del desperdicio alimentario (23%).
El informe también confirma que la tendencia a reducir el desperdicio en los hogares avanza, aunque de forma gradual. Mientras que en 2016 el 40% de los hogares admitía tirar alimentos con frecuencia, en 2025 la cifra ha bajado al 36%. El desperdicio en la restauración también preocupa a la población, puesto que el 89% ya pide llevarse la comida sobrante cuando sale a comer fuera, frente al 58% en 2016.
Destaca el hecho de que el 24% de los más mayores no tiran nunca nada, mientras que uno de cada tres jóvenes de la generación Z confiesa que tira directamente a la basura la comida que le sobra. Otro dato es que la mitad de los españoles confiesa que se comen los productos caducados «si huelen bien y tienen buen aspecto», aún poniendo en riesgo su salud.
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