Quién da más? La señora de la bufanda amarilla propone renunciar a los objetivos del cambio climático; el señor de la americana azul abandonará la Convención Europea de Derechos Humanos; el caballero de la segunda fila despedirá a una tercera parte de los funcionarios; ¿oigo que alguien hará Gran Bretaña grande de nuevo?; el hombre de la corbata roja dice que cancelará el derecho a la reunificación familiar de los inmigrantes; la dama de blanco expulsará 150.000 inmigrantes al año; el señor del puro a 600.000… ¿Nos quedamos ahí? A la una, a las dos, a las tres…
Los conservadores británicos han tenido el poder 65 de los últimos años, y ahora se van a la extrema derecha para seguir siendo relevantes
Quién da más? La señora de la bufanda amarilla propone renunciar a los objetivos del cambio climático; el señor de la americana azul abandonará la Convención Europea de Derechos Humanos; el caballero de la segunda fila despedirá a una tercera parte de los funcionarios; ¿oigo que alguien hará Gran Bretaña grande de nuevo?; el hombre de la corbata roja dice que cancelará el derecho a la reunificación familiar de los inmigrantes; la dama de blanco expulsará 150.000 inmigrantes al año; el señor del puro a 600.000… ¿Nos quedamos ahí? A la una, a las dos, a las tres…
La subasta de la política británica se ha convertido en una competición para ver quién adopta el nacionalismo más populista en temas de inmigración, justicia y ley y orden, con el Gobierno laborista en la derecha de la ecuación, los conservadores en la extrema derecha, y Reforma UK (el partido de Nigel Farage) saliéndose del mapa. Mientras, todo el centro y el flanco izquierdo queda libre, para que lo ocupen los liberales, los Verdes y grupos minoritarios como el nuevo de Jeremy Corbyn y los independientes pro Gaza.
El “tory” tradicional que anteponía el capital al trabajo desde el pragmatismo es una especie en extinción
Tras haber estado en el poder 65 de los últimos cien años, con figuras como Disraeli, Churchill, Macmillan y Thatcher (comparar con ellos a Johnson, Cameron o Sunak sería una ofensa), los tories concluyeron ayer su conferencia anual en Manchester con un aluvión de propuestas, a cuál más provocadora, para intentar frenar una caída libre sin final a la vista por la cara sur del Everest.
Kemi Badenoch, una lideresa cuya posición corre serio peligro a partir del mes que viene, cuando las normas internas permitirán una moción de censura, ha apostado abiertamente por un “faragismo” sin Nigel Farage. La lógica detrás de ello es que la mayoría de la gente querría quemarlo todo y compra lo que le ofrece la extrema derecha (aunque los sondeos son más ambiguos al respecto), pero Reforma UK es una banda musical con un único integrante, sin la capacidad organizativa ni candidatos suficientes para aguantar unas elecciones generales, y que se puede disolver como un azucarillo si su estrella desaparece del primer plano por un escándalo o las razones que sea.
Con la inmigración en el punto de mira, Farage marca el ritmo de la carrera. El primer ministro Starmer hará más largo y difícil obtener la residencia permanente y eliminará el derecho a la reunificación familiar; el dirigente ultra dice que expulsará a 600.000 extranjeros, incluidos muchos que están legalmente en el país, para hacer el Reino Unido más cristiano y más blanco; Badenoch, a fin de no quedarse atrás, creará una unidad como la ICE de Estados Unidos que deportaría a 150.000 personas al año y privaría de ayudas sociales a los no británicos.
De propina, además, suprimiría una tercera parte del funcionariado, abandonaría la Convención de la ONU para Refugiados y la Convención Europea de Derechos Humanos, jubilaría a los jueces progresistas, rebajaría los impuestos a la compra de una primera vivienda y no querría saber nada de los compromisos para combatir el calentamiento global. Si alguien habla como Trump, camina como Trump y se comporta como Trump, es un trumpista…
En el fútbol americano (NFL), al último jugador universitario escogido cada año por los equipos profesionales se le conoce como “el señor irrelevante” (aunque los ha habido muy buenos). Los conservadores británicos no se resignan a ser “el partido irrelevante”, pero Farage los está fagocitando y ha puesto en duda su capacidad de supervivencia, con sólo un 16% de apoyo en las encuestas y sin apenas votos entre los menores de cincuenta años. Desde los tiempos de Guillermo de Orange siempre han sido primeros o segundos en unas elecciones, un récord que corre serio peligro. Algunos diarios ya tienen escrito su obituario.
Todo empezó con el Brexit y las purgas por Johnson de los pro europeos. Los viejos tories que anteponían el capital al trabajo y el individualismo a la justicia social, pero con pragmatismo y respeto a las instituciones y las leyes, abogados de un Estado pequeño con bajos impuestos desde la competencia y la moderación, son ya una especie en extinción. El ex viceprimer ministro Herbert Morrison decía que “socialismo es cualquier cosa que haga el Labour”. Pero, ¿qué es el conservadurismo en la política contemporánea?
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